Los maoístas recuperan la iniciativa en Nepal mientras crece la injerencia de India
Viernes 25 de diciembre de 2009 por CEPRID
Alberto Cruz
CEPRID
Los maoístas nepalíes han recuperado la iniciativa política en Nepal después de haber sido desalojados del Gobierno el pasado mes de mayo por una coalición de 22 partidos, sumisos a las presiones de India, ante la pretensión de que abandonase la jefatura del Ejército un general que sistemáticamente se había venido negando a cumplir uno de los aspectos más cruciales del proceso de paz: la incorporación al Ejército de los combatientes maoístas.
Cuando después de lograr un contundente triunfo en las elecciones de mayo de 2008 formaron gobierno, los maoístas se marcaron un plazo de seis meses para que dicha incorporación fuese efectiva. La pretensión maoísta, avalada por los diferentes acuerdos firmados y que se han convertido en papel mojado una vez que los combatientes del Ejército Popular de Liberación quedaron acantonados en 7 grandes campamentos y en otros 21 más pequeños y sus armas guardadas en contenedores bajo control de la ONU, era que uno de sus comandantes fuese nombrado General de División del nuevo Ejército y varios otros brigadieres. El grueso de combatientes debería incorporarse en pleno para que así se eliminase de raíz la posibilidad de un golpe reaccionario, se subordinasen los militares al poder civil y se convirtiese ese nuevo Ejército en una herramienta más del cambio social. Otros ex guerrilleros podrían quedar incorporados a las fuerzas de policía y a las de fronteras. Sin embargo, nada de ello ha sido posible por la resistencia del Ejército, que cuenta con el aval del resto de partidos políticos, de India y de la tan traída y llevada “comunidad internacional”, es decir, las potencias capitalistas con Estados Unidos e India a la cabeza.
El Partido Comunista Unificado de Nepal (maoísta), ha venido lanzando desde entonces la consigna de “supremacía del poder civil” puesto que acusa al presidente, el derechista Ram Baran Yadav, histórico dirigente del Congreso Nepalí, y al resto de miembros del gabinete de plegarse a las presiones del Ejército y hora, al constatar que no hay la más mínima posibilidad de entendimiento con las dos principales formaciones que sostienen al nuevo gobierno: los derechistas del Congreso Nepalí y los socialdemócratas –por ser benévolo en el calificativo- del Partido Comunista de Nepal-Unificación Marxista Leninista, ha decidido dar un paso más convocando una huelga general de tres días (20-23 de diciembre), masivamente seguida en todo el país, como colofón a una serie de acciones de masas como la toma de tierras de terratenientes en una decena de distritos y a la proclamación de 12 estados autónomos basados en criterios étnicos.
Nepal como patio trasero de India
La gota que ha colmado el vaso de la paciencia maoísta ha sido el hecho de que India ha decidido –con la aprobación de los EEUU-, de forma abierta, impedir el retorno maoísta al Gobierno de Nepal, pese a contar con el 40% de los escaños en la Asamblea Constituyente y haber visto, una y otra vez, cómo los altos mandos del Ejército de Nepal incumplen los acuerdos de paz firmados en 2006 negándose a que los combatientes del Ejército Popular de Liberación se incorporen al nuevo Ejército.
En política no hay casualidades. Así, India y EEUU se han intercambiado papeles en su política anticomunista y han acentuado su injerencia en Nepal presionando a los partidos burgueses para que no acepten las pretensiones maoístas, calificadas de “extremistas y revolucionarias”, y que ha llevado a que los más significados dirigentes del PCN-UML, como el primer ministro y el ministro de Defensa, hayan lanzado una campaña de amenazas y bravatas (“que vuelvan a la selva”, ha dicho el secretario general de los socialdemócratas) con la nada oculta pretensión de provocar un enfrentamiento armado a medio plazo.
Las amenazas se van concretando. Por una parte, India ha aceptado una reunión oficial de Sonia Gandhi, emblemática figura del Congreso Nacional Indio, Manmohan Singh, primer ministro, y otros altos funcionarios del gobierno indio con el derrocado rey Gyanendra y el con jefe del Ejército de Nepal, Chhatra Man Sing Gurung quien, a su vez, ha sido nombrado “general honorífico” del Ejército de India con lo que se da carta de naturaleza y respaldo político a la negativa del Ejército de Nepal a cumplir con los Acuerdos de Paz, especialmente en lo que se refiere a la incorporación de los ex guerrilleros a las Fuerzas Armadas. The Asia Times y The Nepal Telegraph se hicieron eco de una información según la cual rey y general se habrían reunido en Nueva Delhi con la aquiescencia india (1), cada vez más preocupada por el retorno al poder de los maoístas y una inclinación pro-china de la política exterior de Nepal.
Por otra parte, el encargado de negocios estadounidense en Nepal, Randy Berry, –el nuevo embajador aún no ha presentado sus cartas credenciales- ha hecho público un comunicado (2) en el que se manifiesta la “preocupación extrema” por las acciones maoístas, mencionando “la obstrucción del Parlamento, la declaración de estados autónomos y la continua toma de tierras” como “incompatibles con el proceso de paz, el imperio de la ley y las prácticas democráticas”. Como es lógico, ni una palabra de la negativa a incorporar a los ex guerrilleros al Ejército, el punto clave de los acuerdos de paz.
En Nepal nadie pone en duda que India cuenta con el beneplácito de EEUU en su política injerencista. A fin de cuentas, Nepal forma parte del “patio trasero” de India y un asentamiento del programa maoísta significaría un ejemplo para los maoístas indios (naxalitas) en unos momentos en los que el Gobierno indio está dispuesto a lanzar una ofensiva total contra los bastiones naxalitas (3).
India está llevando la presión hasta el extremo del no retorno: financia a los 22 partidos políticos que han formado la coalición anti-maoísta para desbancarles del Gobierno, alienta el sentimiento monárquico de una parte de la población (especialmente en el estado de Terai), ha reanudado la venta de material militar al Ejército -al que tradicionalmente ha entrenado y abastecido- en una clara violación de los acuerdos de paz y ha hecho algo aún más peligroso al anunciar la construcción de un aeródromo en el distrito de Sukhet, bastión de los maoístas y cercano a la frontera con China. Este emplazamiento no está elegido al azar: pone de manifiesto la decisión india y de los pro-indios nepalíes de cortar la penetración china en Nepal puesto que el país del Himalaya es un pasaje natural que une China con el Asia meridional.
Es evidente que el Ejército de Nepal quiere ajustar cuentas con los maoístas tras la derrota sufrida en los 10 años que duró la guerra popular prolongada desencadenada por el PCUN (m) y que ha aprendido de los errores pasados. La instalación del aeródromo, que será de uso preferente para helicópteros, indica que va a hacer de ellos el principal instrumento de la lucha contrainsurgente, garantizando el abastecimiento de bases aisladas y en terreno enemigo (4) si hay un retorno a la lucha armada por parte de los maoístas.
Sin embargo, no es probable que ello ocurra, aunque los maoístas saben que la situación ha llegado a tal extremo que hace prácticamente imposible que retornen al poder por las buenas. India está apostando claramente por la “inestabilidad controlada” en Nepal porque es la única forma de mantener fuera de este país a China, que había iniciado una aproximación a Nepal tras el triunfo maoísta en las elecciones en abril de 2008, algo con lo que nadie contaba. El que el primer ministro maoísta visitase China en vez de India como primera salida al exterior, que fuese recibido por el presidente chino Hu Jintiao y que China hiciese visible su interés por “involucrarse en el desarrollo de Nepal”, de forma especial en los recursos hídricos –una fuente de riqueza que viene siendo explotada por India (5)- desató todas las alarmas en India y el inicio de la campaña de alejamiento de los maoístas del gobierno.
No obstante, la descarada injerencia india y el enroque de los partidos tradicionales y pro-indios alrededor del Ejército –el actual ministro de Defensa, ha dicho que “no hay espacio para el EPL en el Ejército” (6)- ha dado a los maoístas una oportunidad de oro para volver a presentarse como los patriotas que tradicionalmente se oponen a dos factores altamente impopulares en Nepal: la monarquía e India. Al mismo tiempo, ponen en duda la sinceridad de los denominados “partidos democráticos” a la hora de someterse a la soberanía popular.
El retorno a las acciones de masas
Es por ello que los maoístas han decidido impulsar una serie de acciones de masas para hacer ver su fuerza. Comenzaron con una serie de manifestaciones en el mes de noviembre, convirtiéndose en las más masivas desde las que provocaron la caída de la monarquía en el año 2006, llegando a bloquear por dos días el complejo gubernamental en el centro de Katmandú (7). Siguieron con la toma de tierras en el distrito de Kailaali (región occidental de Nepal) que fue reprimida por el Gobierno –cuatro ocupantes y un policía muertos- y ante la reacción gubernamental ampliaron las zonas de ocupación de tierras: Tanahun, Kavre, Palpa, Bara, Nawalparasi… tomando como objetivos las pertenecientes a terratenientes del Congreso Nepalí y de significados monárquicos. En paralelo, iniciaron la proclamación de 13 estados autónomos como el de Newa, que comprende la capital, Katmandú, y los distritos de Bhaktapur y Lalitpur, con la pretensión de hacer cumplir uno de los aspectos de la Constitución provisional y evitar que la reacción lo incumpla: la estructura federal de Nepal. La presión de las bases, en este sentido, era muy fuerte porque consideraban que de no actuar ahora la injerencia india y estadounidense reforzaría a los partidos burgueses y éstos convertirían los aspectos más progresistas de la Constitución en papel mojado. Además, la creación de los estados autónomos federales era una vieja consigna de los maoístas durante los años de insurgencia.Y todo ello ha culminado con la proclamación de una huelga general de tres días, masivamente seguida en todo el país como ha tenido que reconocer el propio gobierno (8).
¿Por qué los maoístas han decidido dar estos pasos después de haber apostado por el “juego democrático”? En primer lugar, han llegado a la conclusión que no es posible llegar a acuerdo alguno, ni siquiera obligar a que se cumpla lo firmado, con formaciones políticas que dependen, como el pez del agua, de India para subsistir. Es lo que en documentos internos se califica como “frenar el expansionismo indio”. En segundo lugar, porque el malestar interno dentro del PCUN (m) se extiende como una mancha de aceite ante lo que consideran “excesivas concesiones” ante la burguesía, especialmente en lo que atañe a la tardanza en lo referente a la integración de los combatientes en el Ejército. En tercer lugar, porque el peligro de una escisión dentro del partido es algo más que una amenaza puesto que un destacamento de 120 combatientes en pleno ha abandonado las instalaciones de la ONU para formar un nuevo EPL y un nuevo PCN (m) (9).
Los maoístas no están dispuestos a volver a la lucha armada, pero tampoco a continuar dando largas a una situación que se les iba de las manos, especialmente cuando aún tiene que redactarse la nueva Constitución y la fecha prevista para ello es el 28 de mayo de 2010. Sin ellos no es posible, puesto que se necesitan los dos tercios de los votos (hay que recordar que los maoístas tienen el 40% de los escaños en el Parlamento provisional) para la aprobación del nuevo texto. Por lo tanto, al apostar por la “supremacía civil” lo que están diciendo es que son los únicos capaces de llevar a buen puerto el proceso en un gobierno de unidad nacional bajo su liderazgo.
Los carteles y la iconografía maoísta que se puede ver hoy en Nepal representan a un PCUN (m) extendiendo las dos manos: la derecha representa la supremacía civil, la constitución de la República Popular, el cumplimiento de los acuerdos de paz, la salvaguarda de la nación frente al expansionismo indio y el gobierno de coalición nacional; la izquierda representa la defensa de la clase, etnia, género, regiones y las cuestiones de los dalit (los pobres entre los pobres, los intocables en el sistema de castas hindú).
India y el PCUN (m) son las dos fuerzas decisivas hoy en Nepal. Para los primeros, los maoístas intentan cambiar el equilibrio geopolítico del poder en el sur de Asia al permitir la penetración de China. Para los segundos, India quiere “Sikkimizar” Nepal –en referencia a lo que hizo India en los primeros años de la década de 1970 en Sikkim, un reino independiente en el Himalaya que se negó a formar parte de la India independizada de Gran Bretaña y que por ello tuvo que hacer frente a la inestabilidad fomentada por India durante casi 30 años hasta que, finalmente, una intervención de este país para “restablecer el orden” terminó con la anexión pura y simple de Sikkim- y evitar de esta forma la constitución de una democracia popular en Nepal, aunque sea a través de métodos democráticos y constitucionales.
El panorama está tan caliente que en un nada usual plantón de la ONU, su secretario general, Ban ki-Moon, hizo llegar un informe al Consejo de Seguridad en el que reclama la formación “deseable y necesaria” de “un gobierno de unidad nacional para garantizar la promulgación oportuna de la nueva Constitución del país y para el éxito de la integración y rehabilitación del personal del Ejército maoísta” (10).
Esta observación lógica de Ban ki-Moon fue considerada como una “injerencia” por parte del primer ministro (recordemos, vinculado al PCN-UML) y sus socios de la coalición de 22 partidos anti-maoístas, lo que pone de manifiesto el talante de los “demócratas” nepalíes sólo explicable por su dependencia y sumisión hacia India.
Los meses venideros serán cruciales para el futuro de Nepal. El PCUN (m) tiene que realizar una convención nacional en enero de la que saldrá la línea política a adoptar y se verá si la actual dirección es capaz de diseñar una estrategia plausible que sea capaz de convencer a sus cuadros y militantes de la necesidad de continuar con la actual “fase de desarrollo pacífico de la revolución”. De hecho, y coincidiendo con esta cita casi congresual, ha convocado una huelga general indefinida para el 24 de enero “si no se dan pasos para rectificar la decisión inconstitucional del presidente y se forma un Gobierno nacional”, según ha dicho el secretario general del Partido, Pushpa Kamal Dahal, “Pachandra”.
India también se mueve y en estos meses tiene previsto iniciar una ofensiva a gran escala contra los bastiones maoístas (naxalitas), especialmente en Chhattisgar, y de su éxito o fracaso dependerá su actitud injerencista, de mayor o menor graduación, en Nepal. Y hay un factor que no hay que descuidar en todo este tablero: China. La rivalidad entre India y China puede encontrar en Nepal un lugar idóneo para medir fuerzas y provocar un conflicto más amplio en la zona.
Notas:
(1) The Asia Times y The Nepal Telegraph, 9 de diciembre de 2009.
(2) The Kathmandu Post, 12 de diciembre de 2009.
(3) Alberto Cruz, “La izquierda en India y su autopista hacia el infierno” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article511
(4) En el mes de agosto de 2005 las fueras del Ejército Popular de Liberación asaltaron la base de Kalikot (sudoeste del país) provocando la muerte de 159 soldados y capturando a otros 52. Este golpe se convirtió en el principal desastre sufrido por el Ejército en los 10 años que duró la guerra popular prolongada y el ansia de revancha y venganza sigue latente entre los mandos.
(5) Alberto Cruz, “Los aspectos geopolíticos de la crisis en Nepal”,
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article489
(6) The Himalayan Times, 22 de noviembre de 2009.
(7) AFP, 13 de noviembre de 2009.
(8) Kantipur, 22 de noviembre de 2009.
(9) The Himalayan Times, 26 de octubre de 2009.
(10) Informe del Secretario General de la ONU sobre Nepal. S/2009/553.
Alberto Cruz es periodista y escritor.
albercruz@eresmas.com