CEPRID

Paisaje después de la derrota. Hacia la reconfiguración de nuestro esquema conceptual y operativo (I)

Lunes 24 de febrero de 2014 por CEPRID

Equipo Kollontai

CEPRID

Hace ya veinte años, Frederic Jameson nos urgía a que, si se pretendía relanzar el desafío a la “Comunidad del Capital”, reelaboráramos las claves de lectura de la materialidad de los fenómenos sociales, apuntando a que esto pasaba por reconstruir un aparato interpretativo totalizante, que integrase el mayor número posible de modelos interpretativos y que fuese más allá de la tradición marxista. Dando preeminencia a los conceptos redefinidos frente a la pura tradición, la teoría de la historia y de los modos de producción podría erigirse como el “meta comentario último” que puede “envolver” al conjunto de “comentarios y relatos” alternativos, que tienen validez local.

En el trabajo que sigue estamos intentando, con la necesaria humildad, poner en práctica esas recomendaciones.

1.- LOS DETERMINANTES ECONÓMICOS (o el meta comentario último)

La historia no se había acabado. Crisis del Capital, ¿Colapso de civilización?

“Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación”. (Rosa Luxemburg)

No es motivo de este artículo tratar en profundidad la genealogía y las causas de la gran crisis capitalista actual, sin embargo es pertinente esbozar un diagnóstico descriptivo esquemático, para poder plantear, después, con cierto criterio y alguna probabilidad de éxito, posibles respuestas dirigidas a encontrar salidas e identificar el bloque de fuerzas capaz de conseguirlo. Sin teleologías, a lo sumo, ambicionando lo que Althusser llamó “materialismo aleatorio”.

Con la presente situación, muchos se obstinan en llamar “mundialización neoliberal” al sistema socioeconómico dominante, como si se tratara de una sorprendente enfermedad pasajera y curable del capitalismo. Sin embargo, la nueva gran crisis general del capitalismo, como bien sabemos las que tenemos cierta formación materialista y llevamos una cuantas décadas trabajando en el campo de la solidaridad internacional, ya ha sido propuesta por los sectores más avanzados y conscientes del anti capitalismo revolucionario, así como por intelectuales y economistas como Arrighi, Gunder Frank, Sweezy, O`Connor, Wallerstein y Samir Amin, con mayor antelación de la que se le adjudica a Nouriel Roubini (el mediático gurú estadounidense de la prensa financiera).

El naufragio de este sistema estaba ya escrito desde los años 70 del pasado siglo XX, cuando las tasas de crecimiento de las economías centrales disminuyeron a la mitad en comparación a las medias record de la posguerra: en Europa del 5 al 2,5% y en Estados Unidos del 4 al 2%. En esa década, en Occidente incluso hubo una seria sensación de que la URSS estaba ganando la competición entre los dos sistemas. Entonces aparece la percepción de que había que aumentar considerablemente el tamaño de la clase “media” y que la única manera de hacerlo consistía en proporcionar crédito financiero a los consumidores (Khazin, 2013).

Las condiciones objetivas de tal crisis sistémica se han ido labrando paso a paso y con una cierta coherencia. Y las razones de la crisis no son puramente financieras, como la desregulación de los mercados y las diferentes burbujas en las que de forma fenomenológica se ha manifestado.

Los responsables no son sólo los bancos y las instituciones financieras, sino también el conjunto del sector monopolista o de los oligopolios. De hecho, ha sido la soberanía indiscutible de estos la que ha situado la economía en una crisis de acumulación que, ahora, es al mismo tiempo una crisis de beneficios, de superproducción de capitales y mercancías y, como resultante, de sub-consumo. Sólo los monopolios dominantes han podido restablecer en las últimas décadas su elevada tasa de beneficio, destruyendo, sin embargo, los beneficios y la rentabilidad de las inversiones productivas, de las inversiones en la economía real.

Tal y como asegura Alejandro Tietelbaum (2012) “La llamada mundialización neoliberal no es otra cosa que el sistema capitalista real actual, cuyo núcleo central es un puñado de grandes sociedades transnacionales que extienden sus redes de dominación sobre todo el planeta” (1). Y en su enorme mayoría dirigidas por hombres (2). Además, estas empresas dominan desde todos los ámbitos los sectores de los que no son directamente propietarias. Entre los muchos ejemplos posibles, el caso de la agricultura y de la producción de alimentos es paradigmático puesto que en él se domina todo el ciclo.

Hoy en día un agricultor o una pequeña y mediana empresa agraria, deben enfrentarse, por un lado, al bloqueo financiero de los grandes bancos y de los monopolios de producción de fertilizantes, pesticidas y OGM (de los que Monsanto es el ejemplo emblemático) y, por otro, a las cadenas de distribución e hipermercados. Con este doble control, su autonomía y su renta se han ido reduciendo cada vez más.

Otro sector vital, casi completamente subordinado a los oligopolios, es el de los llamados medios de comunicación de masas. En este caso, el control se consigue sin la necesidad de la compra directa de la cabecera periodística o de la cadena de televisión: el poder está en mano de los que controlan la inversión en el mercado publicitario, tienen la capacidad de conceder créditos y pagan a los “expertos”. Este hecho garantiza el control informativo y permite, por poner un ejemplo, que en España, las grandes cabeceras dependientes de Prisa, Vocento o Unidad Editorial Información General S.L.U., sean en realidad boletines de las empresas del IBEX35.

Estas pueden, a veces, discrepar en sus líneas editoriales puesto que apuestan por intereses y fracciones políticas o económicas en competición, pero todos trabajan a una para convencernos de que los intereses de los españoles coinciden con los de esas mega empresas y que el sistema capitalista y su “libre mercado” es nuestro destino histórico inevitable.

El dominio desmesurado, sin precedentes en la historia, que ejerce sobre la economía la gigantesca máquina capitalista en su “fase senil de los oligopolios o monopolios generalizados” (Amin, 2012), se puede resumir en los siguientes datos:

En el año 2007, los activos financieros globales sumaban 4 veces y media el PIB del mundo. De ellos, se deriva el exceso de liquidez que circula en la economía global que no refleja ya, y sin embargo si perjudica, la producción real.

Las transacciones en los mercados financieros globales correspondían en el año 1991 a 15 veces el PIB del mundo; en 2007 habían aumentado a 75 veces ese PIB. Se estimó, que más del 80% de tales transacciones perseguían únicamente finalidades especulativas (Schulmeister, 2009).

El mundo, formado por familias, empresas, entidades regionales, locales y estados, ha contraído consigo mismo una deuda estimada de al menos 100 trillones de dólares. Suponiendo que sobre la deuda total se tuviera que pagar el 3 por ciento de interés (hipótesis extremadamente prudente…) el PIB del mundo debería de crecer al menos el doble de las últimas décadas, ¡sólo para pagar el servicio de la deuda!

Como bien se puede entender, la especulación no es pues un “vicio” del sistema, sino una exigencia lógica del mismo. Recuerda Samir Amin que “es en los mercados financieros en donde los oligopolios -no únicamente los bancos- realizan sus beneficios y compiten entre ellos para lograr estos beneficios. La sumisión de la gestión de las empresas al valor de las acciones en bolsa; la sustitución del sistema de pensiones a raíz de la sustitución del sistema de repartición; la adecuación de las tasas de cambio flexibles y el abandono de la determinación de la tasa de interés por parte de los bancos centrales dejando esta responsabilidad a “los mercados”, tienen que ser comprendidos en esta financiarización” (Amin, 2012).

Sabemos, además, que el dominio capitalista sobre el sistema mundial se ha ido consolidando a partir de los años 70, y tras el abandono del patrón oro, a través de cinco ejes fundamentales: el control del acceso a los recursos naturales; el control de la tecnología y de la propiedad intelectual, el acceso privilegiado (en muchos casos propiedad absoluta) a los medios de comunicación masiva; el control del sistema financiero y monetario y, por último, el monopolio de las armas de destrucción masiva.

Además, se llevó a cabo el despegue y la afirmación de China como nueva “manufactura del mundo”, a costa de atarla con doble hilo al mercado interno y a la financiación, con sus superávits comerciales, de la deuda creciente de Estados Unidos. A esto hay que añadir que, la increíble capacidad manufacturera de China ha exacerbado, en última instancia, el problema de la sobreproducción, puesto que ha causado una depresión de precios y de beneficios (3).

Tras la retórica del aumento de la competitividad y de la libertad de mercado, en los veinte últimos años vimos el auge de oligopolios globales y de la confrontación económica entre las 3 o 4 grandes potencias económicas y polos en lugar del fomento del tan cacareado “crecimiento económico”. El proceso de globalización capitalista significó pues, incluso en sus años aparentemente dorados, sobre todo una competencia creciente entre grandes corporaciones por el mercado existente. Lo que implicó un aumento relativo de los costes de transacción frente a los costes de producción (con la destrucción de esa parte del sector productivo que no podía sostenerlo) y el estancamiento económico a escala global, en donde también la privatización de las empresas contribuyó exclusivamente a la eliminación de competencia y a la concentración de la riqueza existente en vez de permitir que se volcasen energías y recursos al crecimiento y al desarrollo.

El 15 de septiembre de 2008, tras la caída de Lehman Brothers, se planteó abiertamente que el sistema no funcionaba y era necesario transformar las reglas del juego. Hoy, cinco años después, ya nadie se acuerda de ese propósito. Los oligopolios y monopolios (“los mercados”) y sus servidores políticos, no tienen ningún otro proyecto que restaurar como sea el mismo sistema financiero. Y volver a antes de 2008, aunque fuera posible, exige sumas gigantescas a los bancos centrales para eliminar todos los productos tóxicos y restablecer las plusvalías y la expansión financiera.

A finales de 2008, los países de G-20, a fin de evitar colapso del sistema financiero y económico mundial, comenzaron a bombear una enorme cantidad de capital al sistema. Los famosos "paquetes de ayuda" alcanzaron los 27 trillones de dólares. ¿A qué precio? A precio de un volumen de deuda pública sin precedentes. Esa cantidad bombeada al sistema condujo inevitablemente al incremento desorbitado de la especulación, lo que llevo en junio de 2012 a que el comercio de derivados aumentara hasta 639 trillones de dólares. Esta cantidad corresponde a un monto diez veces superior al producto bruto mundial.

La gestión de crisis, no ha podido resolver el problema (4) ; no ha podido abrir la ruta de salida de la crisis económica, sino más bien ha originado una acumulación de contradicciones que surgen del desequilibrio en el desarrollo en la economía mundial y del desequilibrio de fuerzas. Por un lado, los Estados Unidos, Japón y la UE que dominó la economía-mundial capitalista hasta ahora. Por otro, los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur) y algunos otros países "emergentes".

La economía mundial está marcada por dos tendencias que se encuentra frente a frente, por dos desarrollos diferentes: por un lado, una crisis en curso en los viejos países capitalistas, y por otra, por una economía en recuperación y en fase ascendente.

Hasta al menos 2012, “los países BRICS se han beneficiado más de la gestión de la crisis realizada por los países imperialistas occidentales y por los G-20. Por ejemplo, la participación de estos países en la producción bruta mundial aumentó de 8,9 por ciento en 2000 a 20,2 por ciento en 2011, o sea, algo más del doble. Así, los BRICS se han convertido potencialmente esenciales en la economía mundial. Un factor que no puede ser ignorado. La otra cara de la moneda de este desarrollo es que durante el mismo período, la participación de la OCDE en la producción bruta mundial bajó de 81,2 por ciento a 65,9 por ciento” (Okcuoglu, 2013).

Es esa cuenta la que están imponiendo a los trabajadores y trabajadoras en general y a todos los pueblos del planeta. Siguen siendo los “traficantes de derivados” y los monopolios los que tienen la iniciativa y sus estrategias no van a poder producir más que planes de austeridad, empobrecimiento y destrucción. En una sociedad que viene de la “opulencia” consumista, como la española y la europea, esto evidentemente genera una enorme contradicción: la búsqueda del máximo beneficio destruye las bases que lo permiten. El sistema va a implosionar bajo nuestros ojos, incluso el FMI define la crisis como “crónica” pero, por lo que estamos viendo, está condenado a proseguir su loca carrera.

Esclarecedores son en este sentido los datos que aporta el colectivo IOE para el Estado español: citando la estadística de salarios de la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT), que recoge todas las percepciones salariales declaradas, la masa salarial (medida en euros constantes) se ha reducido el 10,8% entre 2007 y 2011. La renta bruta real disponible disminuyó el 17% entre 2009 y 2011. Mujeres, empleados a tiempo parcial y con contratos temporales, jóvenes y extranjeros son los que tienen ingresos más bajos. Pero las bajas retribuciones afectan también a asalariados a tiempo completo y con contrato indefinido. En el período 2009-2012 el salario medio cayó un 5,6% pero el deterioro resultó mucho más importante para los menores de 25 años, que perdieron el 19%, los empleados a tiempo parcial (-12%) y los contratados temporales (-11%). Estos tres grupos constituyen un segmento de asalariados pobres que se han empobrecido notablemente durante los últimos tres años. (Colectivo IOE, 2013).

Más sangrante aún es verificar como las desigualdades por sexo y edad han aumentado en la última década. En el año 2000 la retribución media de las mujeres era un 22,7% inferior al salario medio y la desventaja pasó al 31,5% en el 2011; por su parte el de los jóvenes se incrementó del 54,1% al 60,6%. La mano de obra extranjera, a su vez, recibe por su trabajo un 49,2% menos que la española. En definitiva, según los datos de un reciente informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), España es el país miembro donde más crecieron las desigualdades entre 2007 y 2010 (5).

Y no hay que pensar que “tiempos pasados fueron mejores”, el análisis de los datos muestra a las claras que en los años del “boom económico” el salario medio real permaneció estancado. Durante el ciclo expansivo (1994-2007) el PIB se incrementó un 70%, mientras el valor monetario de las acciones, según las cuentas financieras del Banco de España, creció un 544%. Sólo los ingresos reales medios de los pensionistas se incrementaros en esos años de ciclo expansivo, aunque siempre en una medida claramente inferior a la del PIB y, por supuesto, del capital accionarial (Colectivo IOE, 2012).

El mismo fenómeno se da en la actualidad en América Latina donde, a pesar de los elevados índices de crecimiento económico, la desigualdad interna de cada país sigue aumentando. En este sentido, es muy relevante el análisis Milanovic, recogido por Bob Sutcliffe, sobre la desigualdad actual. “La mayoría de los estudios de la desigualdad en décadas recientes concluyen que la desigualdad entre países (Tipo I y II) (6) es responsable de la mayor parte de la desigualdad mundial, y que la desigualdad dentro de los países lo es en una proporción más pequeña. Si los resultados de Milanovic (2010) son correctos, eso quiere decir que en los últimos años la importancia de la desigualdad interna ha estado aumentando, mientras que la desigualdad entre países se ha ido reduciendo. O sea, la clase social se impone como más importante que el país a la hora de explicar la desigualdad”, a juicio de (Sutcliffe, 2011).

Según la Organización Internacional del Trabajo desde que estalló la crisis se han destruido en el mundo 27 millones de puestos de trabajo (OIT, 2012) y, en lo que a España se refiere, en abril de 2013 se registran seis millones y doscientos mil parados (INE, 2013), una desocupación juvenil cercana al 58% y dos millones de familias en las que no trabaja ninguno de sus componentes, mientras tanto España pierde, con medición prudente, más de 80.000 millones de Euros anuales de ingresos por la evasión fiscal y cerca del 72% de esta evasión se centra en grandes empresas y patrimonios (El País, 2013). En el sector público el salario se ha reducido en un 20% y las pensiones se han recortado un 15% desde 2010.

La destrucción del carácter progresivo del sistema fiscal ha ido rematando la jugada que permitió el acaparamiento generalizado de recursos por parte de las élites capitalistas y funcionariales. En un crescendo patológico, esta dinámica de apoderarse de dinero para producir de forma inmediata mayores cantidades de dinero, está generando una auténtica crisis de civilización. Menos del 0,15% de la población mundial parece estar en condiciones de infligir al remanente 99,85% que queda los costes que todos y todas empezamos a conocer: costes financieros, de expolios de las propiedades públicas; paro masivo y degradación de las condiciones de trabajo; asalto a la caja de las pensiones públicas; auge de la población slums (hacinada en favelas, en chabolas) y sin ningún derecho y servicio; aumento de la pobreza, de la inseguridad alimentaria y de las hambrunas; asalto al sistema agro-alimentario; desmantelamiento de la educación pública de calidad; crisis de retorno en las condiciones de salud e, incluso, caída de la esperanza de vida. (OMS 2009/1).

El capital financiero ha puesto a punto una maquinaria social que representa el mayor generador de inseguridad socio-económica que el mundo moderno haya conocido hasta ahora y es también el factor central de la degradación de la civilización-mundo.

A diferencia de lo que sucedió con la gran crisis del 1929 y el “orden” que siguió a las inmensas matanzas de la Segunda Guerra Mundial, lo novedoso es la forma relativamente desterritorializada del poder político-económico contemporáneo: se desdibujan los lugares físicos de decisión política. Como dice Bifo: “Hay automatismos financieros incrustados en las interfaces tecno lingüísticas del sistema financiero. Estas interfaces escapan a la acción y a la decisión de toda instancia política”. (Berardi, 2013).

¿Hacia un nuevo feudalismo? El fracaso “sociedad-civilista” de domesticar la bestia y civilizar el capitalismo financiero

“El capital financiero ofrece una visión muy compleja de los procesos de centralización del capital, que no remite tan solo a las economías de escala sino que pone en juego «una mezcla de estrategias defensivas y predatorias». La lógica del capital, en otros términos, no es simplemente la racionalidad minimax orientada a la eficiencia, sino más bien un accionar estratégico conflictivo de naturaleza en último análisis política”. (Maria Turchetto) . En un orden internacional donde en la asamblea de la ONU formalmente cada Estado tiene derecho a un voto, donde Luxemburgo o las Islas Salomón cuentan como China, donde se discute inútilmente desde hace décadas de la necesidad de dar mayor peso a los países “emergentes” en el FMI o en el BM, hubo, curiosamente, un intento de cierto relieve para promover un gobierno democrático de la llamada “globalización” en campo económico, social y ambiental. Nos referimos a la constitución en el año 1992, en sede de Naciones Unidas de una Comisión para el Gobierno Global (CGG). En 1995, esta comisión constataba que: “El gobierno global [aquí entendido en el sentido del proceso de guía y regulación, o gobernanza]…hoy implica no solo los gobiernos y las instituciones inter-gubernamentales, sino también las organizaciones no gubernamentales, los movimientos de los ciudadanos, las corporaciones trasnacionales, las universidades y los mass-media. La emergencia de una sociedad civil internacional, en la que muchos movimientos están dirigidos a reforzar un sentido de solidaridad humana, refleja un gran aumento de la capacidad y de la voluntad de las personas de asumir el control de su propia vida” (Gallino, 2011). A esto le seguía una propuesta: la institución en el seno de la ONU de un Consejo para la Seguridad Económica, que se codeara con el Consejo de Seguridad Militar, creado desde un principio. Entre sus tareas principales el nuevo Consejo debería de haber promovido un desarrollo económico estable, equilibrado y sostenible entre todos sus miembros.

Aún siendo difícil de imaginar como las personas en el mundo que pretendiesen “asumir el control de su propia vida” habrían podido hacerlo en concreto en una sede como la actual ONU y de común acuerdo con las corporaciones trasnacionales, lo que interesa recalcar es como en realidad ya en el año 1995 se identificaba en el ámbito de Naciones Unidas que el desorden creado por la globalización podía llevar al desastre. Evidentemente, ni las consideraciones ni las propuesta contenidas en el Informe CGG del año 1995, tuvieron ningún éxito. Un segundo informe de la misma Comisión del año 1999 constataba que: “en ausencia de medidas adecuadas para asegurar una gobernanza económica global, [la globalización] ha hecho la economía mundial más inestable, los países se han vuelto más vulnerables a los shocks financieros, muchos han sido marginados, y la brecha entre los más ricos y los más pobres se ha ampliado….Los países más ricos se han vuelto más avaros...” (Gallino, 2011) Crónica de una muerte anunciada, pues. Idealismo impracticable. Enésima demostración de que en una fase consolidada de subsunción real y casi total al capital, la más exasperada racionalidad de los medios no sabe producir (mientras permanezca enclaustrada en estas relaciones sociales) más que la máxima irracionalidad de los fines y de los efectos. Las masas también empiezan a entenderlo a nivel mundial y en el mismo año, 1999 en Seattle, tendrá lugar la primera gran manifestación en contra de la globalización impuesta desde arriba, que favorece a muy pocos a costa de las grandes mayorías. Sólo las irresponsables élites político-económicas, de nuestros países “ricos” simulan no enterarse. Así como la mayoría de los economistas, los académicos a sueldo y los medios de “comunicación” masivos cuyo lema parece ser cada vez más …”¡a legitimar!”.

Sus cíclicas parrafadas contra los supuestos “populismos” que ponen los palos entre las ruedas, recuerdan lo que un lúcido economista de la primera mitad del siglo XX como Karl Polany, apuntaba en su obra crítica contra el liberalismo económico de 1933: “Se buscaría en vano en la literatura de la economía liberal algo que se asemejase a una explicación de los hechos. Su única respuesta era una continua riada de insultos contra los gobiernos, los políticos y los hombres de estado, cuya ignorancia, ambición, carácter depredador y prejuicios eran los responsables de la política proteccionista mantenida…Resulta raro encontrar una argumentación razonada sobre lo que estaba ocurriendo. Nunca desde la escolástica, que despreciaba los hechos empíricos, habían alcanzado las ideas preconcebidas una extensión semejante ni un orden de batalla tan terrible. El único esfuerzo intelectual consistía en añadir al mito de la conspiración proteccionista el de la locura imperialista”. (Polany, ed.1989, pg.336) ¿Nihil sub solem novi? Más recientemente, hace un par de años, el keynesiano Paul Krugman acuñó el término cockroach ideas «ideas cucarachas» para describir aquellas ideas equivocadas, fundadas sobre presupuestos errados que, sin embargo, requieren una lucha continua para podernos liberar de ellas. 2.- LOS DETERMINANTES POLÍTICOS

Nuestro nuevo/viejo espacio Europeo y la suplantación de la soberanía

“Creo, pues, que la especie de opresión que amenaza a los pueblos democráticos no se parecerá en nada a la que hubo en el mundo antes que ella; nuestros contemporáneos no podrían encontrar su imagen en sus recuerdos. Yo mismo busco en vano una expresión que reproduzca, exactamente, la idea que me hago de ella, y la encierre; las palabras antiguas del despotismo y tiranía no convienen en absoluto. La cosa es nueva y hay que tratar, pues, de definirla, ya que no puedo bautizarla”. (Alexis de Toqueville)

En Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda, Chipre, Eslovenia…después del vía libre al saqueo, y tras haber arruinado las estructuras sociales y la vida privada de decenas de millones de personas en estos países, la humillación política se suma a la destrucción civil y económica. La aplicación de las recetas de la “troika” no consigue reducir la deuda. Por el contrario, continúa aumentando progresivamente. Cualquiera que haya leído dos páginas de un manual de economía sabe muy bien que las medidas llamadas de “austeridad” no pueden eliminar la deuda, puesto que el efecto de esas medidas es inevitablemente la recesión y la consecuencia de la recesión es la reducción de los ingresos fiscales. La tortuga que persigue a la liebre…“No podemos creer por tanto que la verdadera intención del directorio europeo es la reducción de la deuda. La verdadera intención de los funcionarios de Goldman Sachs que se han instalado en los lugares de dirección de la política europea es producir un desplazamiento de la riqueza desde la sociedad hacia la clase financiera, destruir la democracia del trabajo, privatizar las escuelas, el sistema sanitario y los transportes, desmontar la civilización social para reemplazarla por un sistema de esclavitud precaria generalizada”. (Berardi, 2013, pg.38).

Esto nos obliga a dirigir la mirada hacia Europa, a repensar la súper estructura jurídica y política de la Unión Europea. Probablemente, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, los llamados padres fundadores de Europa, Schuman, Adenauer, De Gasperi, Spinelli y Monnet, tenían en su cabeza un objetivo fundamental, el de evitar el renacer de la agresividad militar alemana a través de la adopción de nuevas reglas en el mercado. Ese objetivo sin duda se consiguió. Sin embargo, la total derrota política del federalismo europeo democrático, ha simplemente trasmudado el criterio de la agresividad alemana de militar a económico. Donde fracasó la poderosa Wehrmacht hace setenta años, ha triunfado la Bundesbank. Desde el Acta Única Europea al Tratado de Maastricht, de la elección directa del Parlamento Europeo al euro, nuestros dirigentes se han declarado a menudo “europeístas” sin arreglar las cuentas de verdad, sin abordar de qué manera se estaba organizando la integración desigual.

Hace no mucho, tanto Habermas, como Bofinger o Nida –Ruemelin (2012) parecen haberse dado cuenta, tal y como expresaron en una serie de artículos, de los peligros de la Unión Europea de los Tratados y de los Mercados. ¡Enhorabuena!

Es de extrema importancia identificar las razones que han llevado a unas élites entregadas al fanatismo neoliberal más ciego a consumar la evaporación de la democracia en nuestros países. Decimos fanatismo porque si una filosofía, una ideología o una doctrina económica fracasa estruendosamente, fundamentalista es sin duda el que atribuye este fracaso no a la filosofía, a la doctrina o a la ideología, sino al hecho que ha sido aplicada mal o solo parcialmente. Visto que el “libre mercado” ha fracasado, el fundamentalista dice: había demasiado Estado, hay que reducirlo más aún.

Michael Hudson, profesor de la Universidad de Missouri, que había sido analista y asesor en Wall Street, denuncia en un texto titulado, “La transición de Europa de la socialdemocracia a la oligarquía financiera”, los efectos de las políticas de austeridad: “Una crisis de la deuda facilita que la élite financiera doméstica y los banqueros extranjeros endeuden al resto de la sociedad (...) para apoderarse de los activos y reducir el conjunto de la población a un estado de dependencia”. A lo que añade que, “la clase de guerra que se extiende ahora por Europa tiene objetivos que van más allá de la economía, puesto que amenaza con convertirse en una línea de separación histórica entre una época caracterizada por la esperanza y el potencial tecnológico, y una nueva era de desigualdad, a medida que una oligarquía financiera va reemplazando a los gobiernos democráticos y somete a las poblaciones a una servidumbre por deudas.” El resultado es “un golpe de estado oligárquico en que los impuestos y la planificación y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros” (Hudson, 2012). Pongamos el ejemplo de España, donde la herencia fascista, donde lo “atado y bien atado” se vuelven a materializar en el reciente operar legislativo de los dos partidos compatibles y apadrinados por esa oligarquía que no se quiso quebrar en la Transición. Con su definitiva aprobación en el Senado el día 25 de abril de 2012 se cerró el iter parlamentario de la llamada Ley de Estabilidad Presupuestaria. Con los votos de Partido Popular, Convergencia i Unió, Unión del Pueblo Navarro y UPyD, se ha impuesto por ley el “déficit cero” para todas las administraciones públicas.

Con anterioridad, a finales del mes de agosto de 2011, y también con la máxima celeridad y algo de alevosía, se había procedido, esta vez por impulso del Partido Socialista Obrero Español y el cándido J. L. Rodríguez Zapatero, a la revisión- sustitución del artículo 135 de la Constitución española, estableciendo en nuestra Carta Magna la Estabilidad Presupuestaria como algo estructural, de principio. Gracias a estas decisiones se “santifica” el pago de intereses y deudas financieras y la política económica es sustraída a las Cortes, al gobierno español y al cuerpo electoral. Para entendernos: se trata del respaldo constitucional a la demolición de la Educación, la Sanidad Pública y otras políticas públicas sociales, puesto que son derechos que generan “deuda”.

Los ciudadanos y ciudadanas en su inmensa mayoría no se han dado cuenta, pero con tales aprobaciones “nuestra” Constitución, (si alguna vez lo fue…) ya no es nuestra. La Constitución ha sido trasformada de un instrumento jurídico funcional a un fetiche, el fetiche neoliberal, que la tecnocracia financiera europea interpretará, caso por caso, dictando las medidas que sean necesarias para la mística del fetiche.

Con tales promulgaciones legales se añade un demerito más a los que ya había conseguido España en tema de regímenes políticos; el demerito de haber inventado un nuevo tipo de Constitución: la Constitución “abdicadora”, una Constitución - des constitución. Un oxímoron institucional que preconiza una vuelta atrás en serie que, empezando por neutralizar la política, llevará a reducir los derechos y, más tarde, a la disolución del derecho mismo, sustituido por la mera imposición del dominio económico y la fuerza. La así llamada “Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local” aprobada por el Congreso de los Diputados en diciembre de 2013, da una vuelta de tuerca más en la línea, no sólo de abolir las empresas públicas municipales y laminar el poder de las entidades de gobierno local, privatizando todo bien público y común, sino también de impedir la posibilidad misma de hacer reversibles esas imposiciones.

De regreso al marco europeo, es preciso señalar cómo los Tratados, desde Maastricht en adelante, han ido institucionalizando en la Unión Europea una auténtica mistificación de la democracia. Su legitimación derivaría de la “democraticidad” de los Estados miembros, como si la representación política de los parlamentos de estos estados pudiera ser transferida a los respectivos gobiernos, utilizados como tramite para una sucesiva investidura de representatividad que actúa a favor de las instituciones intergubernamentales de la Unión.

La Comisión Europea está diseñada de modo que resulte desvinculada no sólo de los estados y de los gobiernos, sino también (…y sobre todo) de los parlamentos nacionales y del europeo. La Comisión tiene como finalidad “promover los intereses generales de la Unión” (art.17, Tue). Intereses que aparecen identificados en la realización de una “política de mercado abierta y en libre competencia” (art.119, Tue). Con unas consecuencias trágicas, como podemos observar en la crisis que estamos padeciendo.

Se trata del fracaso del neoliberalismo con la autorregulación de los mercados, su inmediato corolario. No pueden seguir existiendo dudas. Tampoco podían dejar de ser catastróficas las consecuencias sobre el tipo de edificación elegida para dotar a Europa de las instituciones necesarias a integrar en su configuración. Se habla ahora de “nuevas arquitecturas institucionales”, pero lo hacen los auto-proclamados constituyentes como el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Consejo de Europa o el FMI. Es decir sujetos de nula legitimación democrática. La “democracia sustancial” de Etienne Balibar (Balibar. 2012) no se podrá hacer si no se le para los pies a ese desgaste permanente que el capitalismo ha mantenido contra el estado social y las conquistas de civilización arrancadas por los movimientos obreros y democráticos en la segunda posguerra. No es posible conseguirlo si no se admite el factor originario de la crisis mundial - el abandono en los años 70 del sistema de cambios fijos-, si no se reconoce que la liberalización de los capitales y de los controles estatales comportaron y comportan la liberación de los capitales de la democracia. La Unión Europea, por su principio fundacional y por su corolario de la autorregulación del mercado, ha sido y es la especificación europea de la sustracción del mercado a la democracia y, más aún, de la cancelación de la política, y de la falsación y servidumbre de que la ley está al servicio de la economía neoliberal.

Es necesario entonces establecer una profunda discontinuidad con la historia de la Unión Europea hasta ahora perseguida. Más aún, a la vista de su inexorable declive como “centro del mundo”. Sus Estados son los responsables de una abdicación, concertada para delegar al mercado la regulación del propio mercado. Un sometimiento sin limitaciones, sin criterios directores, que ha privilegiado entre masas de seres humanos y contra esas masas, a los actores del mercado, el financiero, y no sólo él. Estos Estados han pues traicionado su propia historia reciente, que acogió, al menos formalmente en sus declaraciones de principios fundacionales, las demandas de la democracia asumiendo la cualificación de “sociales”, haciendo esta democracia algo más creíble con el reconocimiento del principio de igualdad sustancial y de los derechos sociales.

Estos Estados, el español el primero, no reaccionan frente al fracaso total del neoliberalismo y del capitalismo, siguen sin revocar la abdicación llevada a cabo a favor de los mercados y ni siquiera intentan recuperar y ejercer los poderes para los cuales emergieron en la historia y pretendieron legitimarse. Nos referimos a la capacidad o la obligación legal de garantizar la seguridad de sus súbditos, de sus ciudadanas y ciudadanos.

Un ejemplo clarificador de la retroalimentación que existe entre los temas de derechos sociales, ciudadanía y pobreza lo encontramos en la historia del tratamiento político de la pobreza en la Francia del siglo XIX. “La idea de la ciudadanía aportaba la base igualitaria de los derechos, y exigía, al mismo tiempo, la eliminación de cualquier obstáculo que impidiese alcanzar la independencia personal indispensable para ser un buen ciudadano. La pobreza no se consideraba ya, pues, un problema individual, sino una cuestión social, una cuestión de interés social, que exigía intervención política. Pero, desde esta perspectiva, la pobreza era un obstáculo permanente para la constitucionalización de la ciudadanía, introduciendo en ella exigencias sustantivas en pro de la igualdad” (Procacci, 1999, pág. 19).1

Al estado de regresión al que hemos llegado, parece ser que pretenden borrar hasta los principios básicos del pasado y es, en este sentido, que estos Estados, probablemente, no puedan ya ser, como mantiene Balibar, los sujetos constituyentes de la democracia sustancial a construir, basada en los derechos sociales, además de que en todos los demás derechos que el constitucionalismo ha ido definiendo y dotando de garantías inderogables. No representation without participation, va a ser una de las grandes condiciones. Que sea una participación creíble, es decir regulada, no disponible para oligarquías irresponsables. Una democracia que sea al mismo tiempo representativa y participada.

Notas:

(1) Según el estudio, publicado en septiembre de 2011, de un grupo de investigadores del Swiss Federal Institute of Technology, de Zurich, el grueso del poder económico mundial confluye en 737 grandes corporaciones, la mayoría de ellas bancos y grupos financieros que, a través de diversas redes y vínculos, controlan el activo del 80% de las grandes sociedades transnacionales. Pero según el mismo estudio, un grupo más concentrado, que llaman “super-entity”, de sólo 147 corporaciones controlan el 40% de dicho activo. (Vitali, S.; Glattfelder, J. B; y Battiston, S., 2011).

(2) Ver datos en la web http://www.grantthornton.com.pe/filesupload/files/IBR-2012-Women-in-Business-2.

(3) Beneficios que, en el caso de las primeras 500 corporaciones, pasaron de 7,15% en los años 1960-69; a 5,30% entre 1980 y 1990; a 2.29% entre 1990 y 1999; hasta llegar a 1,32% en los años 2000-2002, según la revista Fortune.

(4) Martin Wolf, el comentarista en jefe de economía del Financial Times, hace una crítica devastadora de este falso y grotesco optimismo de los últimos meses de 2013, crítica que no ha aparecido en nuestros principales medios. Para entender lo que está ocurriendo hay que entender a dónde nos han llevado las políticas de austeridad y reformas estructurales a los países de la Eurozona. Y los datos muestran esta realidad. Como bien señala Martin Wolf, el PIB de la Eurozona ha bajado un 13% respecto a su tendencia previa a la crisis (en España este bajón ha sido del 7,5% respecto a su pico pre-crisis; en Portugal del 7,6%; en Irlanda del 8,4%; en Italia del 8,8%; y en Grecia un 23,4%). Estos porcentajes de pérdida de riqueza son enormes.

http://www.pulso.cl/noticia/opinion/2013/11/4-32784-9-alemania-es-un-peso-sobre-el-mundo.shtml

Ver también: http://blogs.ft.com/martin-wolf-exchange/2013/05/23/austerity-in-the-eurozone-and-the-uk-kill-or-cure/?

(5) Datos obtenidos de la web http://www.oecd.org/els/soc/OECD2013-Inequality-and-Poverty-8p.pdf

(6) Se refiere a la desigualdad medida exclusivamente en términos de PIB y PIB per Cápita. Si se mide la distribución entre las personas (Tipo III), los resultados indican que durante el periodo 1988–2008 la desigualdad global tipo III subió a pesar de la caída en la desigualdad tipo I y II.


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