CEPRID

¿EL PRIMER MINISTRO DE HUNGRÍA VÍKTOR ORBÁN ES EL HUGO CHÁVEZ QUE EUROPA ESPERABA?

Lunes 18 de noviembre de 2013 por CEPRID

TRIBUNAL DIGNIDAD, SOBERANÍA, PAZ CONTRA LA GUERRA-COMITÉ INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA (CISPAL)

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Viktor Orbán, abogado, futbolista y político de indudable éxito, con  apenas 50 años de edad es el Primer Ministro de Hungría. Es militante y líder del gobernante partido Fidesz (Flat DEmokraták SZövetsége, Federación  de Jóvenes Demócratas, en húngaro)  que agrupa a amplios sectores de las derechas incluso radicales, pero que en sus actuaciones controversiales y contradictorias enfrenta al poder y dictados  de Estados Unidos y sus aliados europeos.

Muy a pesar de sus tendencias ideológicas derechistas, tal vez sin querer, se ha convertido en un  dirigente político antiimperialista, y en una temida figura criticada por líderes políticos y por el poder mediático de Occidente que, malintencionadamente, le han endilgado el calificativo de  “Chávez europeo”, sin  considerar siquiera que Hugo Chávez Frías perteneció a la nueva izquierda revolucionaria de América Latina y el Caribe, y sin  analizar que Europa es una realidad socio-política y económica totalmente diferente .

Sin embargo, de esas diferencias, Orbán ha demostrado poseer  una gran capacidad política e intelectual para enfrentar la política injerencista de Estados Unidos, sus aliados europeos y la OTAN,  y negarse  con energía y vigor   a los dictados imperiales.  Defiende a su pueblo y reclama pleno respeto a la soberanía e independencia de su patria, tanto como lo hiciera el coronel Hugo  Chávez., líder de la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Orbán fue uno de los fundadores del partido Fidesz (acrónimo de FIatal DEmokraták SZövetsége que significa Unión Cívica Húngara), que se formó el 30 de marzo de 1988. En poco tiempo ese Partido liderado por Orbán obtuvo una aplastante victoria con más del 50 % de los votos en las elecciones parlamentarias que se efectuaron en el año 2010. Una cosa fue llegar al poder y otra enfrentar los problemas de su pueblo debido a la grave crisis financiera y  económica que provenía de la crisis financiera mundial  encabezada por Estados Unidos.

En ese tiempo, la situación económica de Hungría era tan grave o peor que la crisis de Grecia, tanto que el país se encontraba al borde de la quiebra, hasta ser considerado un país inviable, o simplemente “basura” en el lenguaje de los financistas internacionales. En ese ambiente, Orbán  fue  capaz de conseguir un crédito del Fondo Monetario Internacional  que, en apenas dos años, lo pagó total y completamente, ante el asombro de los analistas y gobiernos de Occidente y de la oposición política de su propio país, gracias a las reformas económicas, muchas de ellas dramáticas, pero que fueron diseñadas para frenar el poder de las compañías transnacionales que prácticamente  habían tomado el control de la economía húngara. Igualmente decidió controlar al sector bancario que se enriquecía desmesuradamente, en la misma proporción que se empobrecía el pueblo obligado  a grandes sacrificios y elevadas tasas de interés. Orbán resolvió obligar a los banqueros, a pagar altos impuestos, medidas que causaron grandes satisfacciones populares.

Las medidas económicas de Orbán merecieron las críticas de los gobiernos y de organismos financieros de Europa Occidental, en especial las medidas que terminaron con la dependencia financiera y con el establecimiento del control del Estado sobre el Banco Central.

La política económica de Orbán, en ocasiones ha sido criticada al endilgarle el calificativo de populista, pero en la realidad estaba diseñada para  recortar la carga tributaria que pesaba sobre las espaldas del pueblo y, además, serviría para establecer las cotizaciones al seguro social de más de cuatro años, mientras se decidía detener y reducir la inflación y el parar el desempleo que afectaba a todos los sectores de edad y en particular a los jóvenes.

Entre las primeras medidas del nuevo gobierno de Orbán estuvo la supresión  de los altos costos de la matrícula universitaria y la obligación de incorporar las prestaciones de maternidad de manera universal. El gobierno anunció la ejecución del programa de estabilización y se comprometió a reducir el déficit presupuestario, que había crecido al 4,5% del PIB.

Los éxitos económicos del gobierno de Orbán incluyen una disminución significativa de la inflación, el crecimiento del PIB  y la reducción del déficit fiscal, en tanto se avanzaba en la modernización del Estado, y en el combate  frontal a la corrupción que se había instalado en todos los niveles de la administración del Estado.

Además, el nuevo gobierno de Orbán “inició inmediatamente una reforma radical de la administración del Estado, reorganizó los ministerios y creó un superministerio de la economía. También las juntas de los fondos de la seguridad social fueron centralizadas. Siguiendo el modelo alemán, Orbán trató de fortalecer la Oficina del Primer Ministro y nombró un nuevo ministro para supervisar la labor de su Gabinete”.

Las más duras críticas que ha recibido el gobierno de Orbán provienen de sus polémicas reformas constitucionales que determinan que la nación húngara  y su pueblo se deben a Dios y que convierten al Cristianismo en la religión oficial de Hungría. Además, las reformas se fundamentan en el conservadurismo que ha sido calificado de intolerante por los países y gobiernos europeos, especialmente de Alemania  y de Washington en el continente amerticano. Esas reformas constitucionales determinan que el matrimonio es la unión  de un hombre y una mujer, para de esta manera  anular todas las propuestas del Movimiento Internacional LBTI que, lógicamente, hizo públicas sus duras críticas a Orbán y su gobierno de “las derechas más reaccionarias de Europa”. Así mismo, la actual Constitución criminaliza el aborto al proteger la vida desde su concepción.

En cuanto a política internacional, el gobierno de Orbán desarrolla activamente el principio de pluralidad ideológica y política, al tiempo que rechaza la injerencia de  Estados Unidos y de la Unión Europea en los asuntos internos de los Estados, en tanto busca un acercamiento con los  gobiernos de Medio Oriente y Asia Menor,  porque considera que el pueblo húngaro tiene sus raíces u orígenes en el pueblo turco.

Con la mayoría parlamentaria de los dos tercios, Orbán no se detiene en su afán de reformar las leyes principales. Así, a pesar de duras críticas por parte de los partidos de la oposición, “el gobierno decidió que las sesiones plenarias de la Asamblea Nacional unicameral se celebrarían sólo cada tres semanas. Como resultado de ello, de acuerdo con los argumentos de la oposición, el parlamento disminuyó su capacidad de supervisar al gobierno. El gobierno trató de influir en la Asamblea Nacional pidiendo sustituir la norma de votación de dos tercios de los votos, por la mayoría simple, pero esta iniciativa fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional.

Al mismo tiempo, Orbán trató de equiparar el cargo de primer ministro similar al homólogo de Alemania, en lugar de la democracia parlamentaria de consenso, que había sido acordado por diversas fuerzas políticas en 1990. Orbán en sus esfuerzos por fortalecer el papel del primer ministro trató de controlar a los medios de comunicación, incumpliendo sus promesas electorales. De esta forma perdió el apoyo de una  parte de la ciudadanía que comenzó a acusarle de formar y dirigir un gobierno autoritario, calificativo que fue inmediatamente manipulado por los medios de prensa de la Europa occidental y de sus opositores que encuentran un gran eco en ese tipo de prensa.

Esas reformas fueron  rechazadas por muchos políticos del mundo y, entre ellos, por la alemana Ángela Merkel y, en su oportunidad por  Hilary Clinton, cuando dirigía el Departamento de Estado en el gobierno de Obama.

Al rechazar las reformas, la Unión Europea amenazó a Hungría con la anulación de su derecho al voto y con la urgencia de boicotear sus aspiraciones en la política internacional, posiciones que fueron rechazadas por Orbán que, categóricamente, manifestó que jamás permitiría que Bruselas dictara a Budapest sus políticas encaminadas a subordinar a Hungría.

La oposición política húngara y la Unión  Europea coinciden en acusar al Fidez liderado por Orbán, de utilizar la mayoría  parlamentaria para reformas leyes fundamentales  que “erosionan los derechos democráticos y aumenta el poder del Partido Flatal DEmokraták SZövewtsége –Federación  de Jóvenes Demócratas, en el largo plazo”.

Control sobre el sector bancario

A la oposición interna y a la UE parece que les preocupa y duele que Orbán se haya atrevido a ejercer un  severo control sobre el sector bancario y el Banco Central, o la decisión de jubilar a los jueces de la Corte de Justicia, obligatoriamente, con límite de edad, a la vez que  anulaba los derechos de protección de datos que, según ellos, violan las reglas de la UE.

Debe dolerles que Orbán haya decidido que Hungría sea más independiente y que  haya resuelto no ceder a la presión que ejercen el Fondo Monetario Internacional  y otros organismos internacionales.

Así como el poder mediático mundial siempre se opuso a Hugo Chávez y sus posiciones antiimperialistas, sus principios revolucionarios y sus decisiones de constituir y presidir un  gobierno al servicio su pueblo, salvando las diferencias ideológicas y políticas, así mismo, la gran  prensa critica  la polémica "revolución conservadora" del controvertido primer ministro magiar, Viktor Orbán, que osó en Hungría adoptar  una serie de enmiendas a la Constitución.

Efe decía que la mayoría de estos cambios afectan las disposiciones que el Tribunal Constitucional anuló en los últimos meses, y ahora el gobernante partido nacionalista conservador Fidesz las ha incluido en la Carta Magna, para que la Corte no pueda analizar su contenido.

Con una mayoría superior a los dos tercios en el Parlamento, el Fidesz contaba con el apoyo más que necesario como para cambiar en solitario cualquier ley, una práctica que lleva haciendo desde que llegó al poder en 2010.

Un total de 265 diputados votaron a favor de la reforma, 11 la rechazaron y 33 se abstuvieron, mientras que los restantes 76 no acudieron a la votación.

De esta manera, queda fijado en la Constitución que, bajo ciertas circunstancias, las personas sin techo pueden ser penalizadas por vivir en la calle, o que se prohíbe la propaganda política en los medios de comunicación privados durante las campañas electorales, disposición  que molestó en extremo a los empresarios de la prensa.

La más criticada de estas reformas limita las competencias del Tribunal Constitucional, que ya no podría examinar el contenido de las enmiendas a la Constitución.

Efe advertía que esto significa el fin de la división de los poderes, conforme  aseguró en un artículo publicado por László Sólyom, ex presidente del país, quien agregó que el Gobierno se "atribuye a sí mismo el derecho de decidir sobre la constitucionalidad".

En esta situación, la única solución, asegura Sólyom, es un veto del presidente.  Muchos opositores y críticos de Orbán pidieron al jefe de Estado, János Áder que vetara las enmiendas.

Mientras, organizaciones civiles como el Comité Helsinki por los Derechos Humanos, la Unión para las Libertades Fundamentales y el Instituto "Eötvös Károly" han pedido conjuntamente que el Consejo de Europa, del que Hungría es miembro, analice las enmiendas.

Las reformas constitucionales "hieren los valores democráticos y del Estado de derecho", ya que debilitan el control del Tribunal Constitucional sobre el Parlamento, aseguraron en un comunicado.

Ante la marea de críticas, el ministro de Exteriores húngaro, János Martonyi, anunció que Hungría pedirá a la Comisión de Venecia, un órgano del Consejo de Europa, que analice las enmiendas aprobadas.

Tanto Schulz como el Consejo de Europa y el Departamento de Estado de Estados Unidos solicitaron que se aplazara la votación, algo que el Fidesz descartó categóricamente. También la Comisión Europea expresó su descontento y el propio Orbán le escribió al presidente del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, para asegurarle de que Budapest está "completamente comprometido con las normas y legislación europeas".

El Gobierno de Orbán tuvo varios conflictos con Bruselas y retrocedió en algunos puntos, como sucedió en el caso de la jubilación obligatoriamente adelantada de los jueces o en algunos puntos de la polémica ley de medios, llamada también "ley mordaza".

La Comisión Europea aseguró que usará "todos los instrumentos a su disposición" para garantizar que Hungría respete las leyes europeas si las polémicas enmiendas violan las normas.

La portavoz comunitaria, Pia Ahrenkilde, dijo  que la Comisión procederá en función del voto, y en caso de que fuera necesario, Bruselas podría abrir un procedimiento por infracción al país por no cumplir las leyes europeas. En otras palabras, las amenazas no cesan en contra del “Chávez europeo”.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha defendido la reforma constitucional de su país y las leyes secundarias aprobadas que han provocado la apertura de un procedimiento sancionador por parte de la Comisión Europea. En su comparecencia ante el Parlamento Europeo, ha asegurado que esta reforma "se ha basado en los valores de la UE" y que "en un cambio tan profundo de todo el sistema constitucional es normal que surjan algunos problemas y dudas", según señalaba Javier G.  Gallego, corresponsal de Efe en Bruselas.

El líder del partido conservador húngaro, que cuenta con una mayoría arrolladora en el Parlamento, ha asegurado al Ejecutivo comunitario que "esos problemas se pueden resolver de forma rápida y eficaz", en respuesta a la amenaza del presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durão Barroso, quien ha advertido que "no se arredrará ante nuevas sanciones", si Hungría no responde al proceso sancionador. En respuesta, Orbán prometió llevar a Hungría  a ser más independiente y defender la soberanía del Estado.

Hungría, bajo el gobierno de Orbán, atrajo la atención de los medios internacionales por la aprobación de una ley calificada de populista ya que amplió los beneficios de salud y educación para su pueblo, así como los derechos laborales para cerca de tres millones de Magyar (húngaro étnico), y de las minorías en los países vecinos (Rumania, Eslovaquia, Serbia y Montenegro, Croacia, Eslovenia y Ucrania), para curar los efectos negativos del Tratado de Trianon de 1920.

Orbán ha defendido la necesidad de imponer una profunda reforma legislativa en Hungría, que era un país que "estaba a punto de derrumbarse". "Antes de este cambio, había más gente que vivía del Estado que de la economía y se permitía la existencia de organizaciones paramilitares al margen de la ley", ha explicado ante el Parlamento de la UE. Con este cambio, ha dicho el primer ministro húngaro, "hemos modificado todo lo que en Hungría creaba deuda para el Estado, aunque ello ha provocado perjuicio para algunos, como las grandes empresas que ahora tienen que pagar un impuesto de la crisis".

Orbán en su calidad de joven líder del Partido Flatal DEmokraták SZövewtsége –Federación  de Jóvenes Demócratas, fue galardonado con el Premio Libertad de la American Enterprise Institute y la Nueva Iniciativa Atlántica (2001), el Premio de Polak (2001), la Gran Cruz de la Orden Nacional del Mérito (2001), el "Förderpreis Soziale Marktwirtschaft" (Precio de la economía social de mercado, 2002) y el premio Mérito Europeo (2004). En abril de 2004. fue galardonado con la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno, naturalmente como líder de las nuevas derechas europeas. En la actualidad, esos organismos jamás le galardonarían porque el líder de las derechas decidió no someterse al dictado imperial ni al dictado de Bruselas.

Martin M. Simecka en una nota analítica difundida por la AFP  sostenía: ¿Qué pasa en Budapest? Mientras Europa se pregunta sobre la política nacionalista del gobierno de Orbán, el semanario checo Respekt ha entrevistado a intelectuales y periodistas. La conclusión es que la sociedad está dividida en campos irreconciliables.

"Por lo general, el pueblo no expresa los motivos de su voto. Pero está claro que está harto de la corrupción, de la pobreza y de las promesas incumplidas por parte de los gobiernos postcomunistas y de los liberales de los años noventa. Cree en Orbán porque él sí tiene una visión", advierte  András Lánczi, profesor de filosofía política.

Desde su despacho situado en uno de los edificios de la Universidad Corvinus de Budapest, Lánczi se defiende de cualquier opinión preconcebida ya que  se le considera una de las principales figuras intelectuales del Fidesz [el partido liberal-conservador del primer ministro Viktor Orbán]. En su defensa de Orbán, expresa que la agresión  al líder del Fidesz se debe al escándalo desatado por la gran  prensa “alrededor de la ley sobre los medios de comunicación".

"Es simplemente porque Occidente no se fía de los nuevos miembros de la UE, expresa y agrega que pasó igual con Eslovenia y República Checa, cuando ocuparon la presidencia de la UE. De inmediato fueron el blanco de todas las críticas", afirma Lánczi. Pero entonces, ¿cómo explica que los temores y las críticas más duras también procedan de las personalidades húngaras de primer nivel? Ante esta pregunta, Lánczi, alza bruscamente la voz para decir: "¿Quiénes son esos críticos? ¿Paul Lendvai, que en Viena denunciaba a los húngaros disidentes?,  György Konrád, que se presenta como antiguo disidente, pero que podía viajar libremente en los años 80? ¿Miklós Haraszti, que simplemente odia a Orbán?

Tal como le ocurría a Hugo Chávez, Orbán ha despertado viejos rencores de sus adversarios políticos tanto de derecha como de izquierda que están presentes en toda la escena política húngara.

Para Lánczi, el germen de la victoria aplastante de Orbán se encuentra en la historia de Hungría, tanto en la más lejana como en la más reciente. En los últimos 80 años, los húngaros han sufrido una serie de derrotas, con las dos guerras mundiales. Sostiene que el liderazgo de Orbán se debe al  famoso "socialismo del gulash" de János Kádár que hundió después al país en un endeudamiento del que aún le cuesta salir al Estado. "La gente quiere liberarse de una vez por todas de esa trampa", señala Lánczi. "Orbán les da la esperanza de poner orden, de hacer justicia y crear un Estado fuerte". Por ello, el nuevo gobierno ha rechazado el préstamo del FMI y ha decidido someter a los bancos y a las empresas, en especial a las extranjeras, a un exigente régimen de impuestos.

El “hundimiento moral” de la izquierda

Es curioso que János Kis, el célebre disidente e intelectual influyente en los "círculos liberales", a veces dé la razón a Lánczi, su adversario ideológico. En su opinión, "la situación actual se explica ante todo por motivos de orden político y no sociológico ni histórico". El principal motivo se debe a la debilidad y a la corrupción de la izquierda [en el poder de 2002 a 2010]. Esto es lo que ha producido su "hundimiento moral".

Orbán se ha convertido en la principal figura de la vida política húngara. Con él a la cabeza, la derecha siente que tiene una oportunidad histórica de transformar profundamente el Estado. Pero "si sus medidas fiscales impuestas a los bancos eran populares, no ocurre lo mismo con la nacionalización de los fondos de pensiones ni con su ofensiva contra el Tribunal Constitucional. Y cuando se dé cuenta de que su modelo económico no funciona, Orbán se enfrentará a grandes dificultades", afirman sus opositores quienes usan a su antojo los medios de comunicación de derecha y los de orientación liberal.

Las reacciones a las políticas de Victor Orbán,  cada vez son más histéricas, tanto en Hungría como en el resto de Europa. Incluso el intelectual liberal búlgaro Ivan Krastev se ha permitido hacer un comentario emocional cuando dijo que el primer ministro húngaro está dinamitando los pilares de la democracia liberal. No le importa a Krastev que Orbán haya  reducido los impuestos de los ciudadanos del pueblo,  hasta un 16 por ciento y de los pequeños negocios hasta un 10 por ciento. De acuerdo con los comentaristas liberales, las pequeñas empresas no deben ser apoyadas. Lo que se debería hacer es subir los impuestos a las personas normales y a las pequeñas empresas y rebajárselos a las grandes corporaciones. Esto es lo que se entiende por liberalismo en Europa hoy en día.

En cambio Orbán ha tomado una decisión opuesta. Ha actuado como un verdadero político. Cuando las arcas del Estado estaban vacías, tuvo que buscar el dinero. Y lo encontró. El trabajo de un político es, después de todo, elegir y actuar con decisión. Esto es precisamente por lo que estamos culpando a los gobiernos de Grecia, España y Portugal – en lugar de llevar a cabo reformas atrevidas se han comprometido felizmente con la contabilidad creativa. Hoy toda Europa está juntando dinero para ellos – y eso se supone que concuerda con la filosofía del liberalismo, sostienen los analistas políticos liberales de la vieja Europa.

En la Hungría de estos días, Orbán inspira confianza en los  sectores populares y rechazo en los círculos dirigentes. Lo mismo ocurre en la Europa Occidental y cristiana íntimamente vinculada al imperialismo  yanqui, por eso se afirma que  “Europa ya está harta de las mentiras de Orbán”, conforme aseguró el Népszava. El diario explica que el Gobierno húngaro reniega de las condiciones impuestas por la Comisión Europea, el FMI y la Unión Europea para encauzar las negociaciones de ayuda financiera al país.

Por su parte, el  diario Népszabadság, sostuvo que el Gobierno de Orbán está en un berenjenal. Afirmó que surgen más problemas con las nuevas leyes fundamentales, concretamente con la nueva ley sobre la familia y el código electoral, porque Europa piensa que hay que revisar todo el nuevo sistema constitucional de Hungría. Tal vez recuerda con nostalgia que  Hungría cuando era gobernada por la social democracia había conseguido  salvaguardar un sistema social relativamente proteccionista y sobre todo había acatado las medidas impuestas por el FMI, así haya sido en contra de la soberanía que Orbán defiende a rajatabla.

La situación actual de Hungría demuestra que acatar y someterse a la presión  de organismos internacionales como el FMI por ejemplo,  o aceptar pasivamente las condiciones impuestas por Bruselas o los dictados de Washington, es simplemente subordinar al  gobierno y  al pueblo a decisiones extranjeras que, en su conjunto, terminan por retacear a liquidar la soberanía nacional, situación rechazada vigorosamente por Orbán.

Sin la menor duda, Hungría debería buscar otros caminos para su desarrollo presente y futuro, que signifiquen alternativas viables lejos de las imposiciones del FMI o de Bruselas. En otras palabras, Orbán  podría considerar, con absoluta seriedad, la salida de Hungría de la Unión Europea y sobre todo de la Organización del Tratado del  Atlántico Norte –OTAN-   que es la terrorífica arma guerrerista del imperio y sus secuaces europeos, entre los que no se encuentra Hungría.

La OTAN es una organización  militar anacrónica cuya existencia, después del fin de la guerra fría, se torna inútil y sin sentido para los pueblos que luchan por el derecho a  su supervivencia y desarrollo en paz, pero que el imperio y sus aliados mantienen y usan  a la OTAN como arma de neocolonización y penetración.

Orbán que ha demostrado ser un  luchador en defensa de la soberanía de su patria. Podría seguir el ejemplo de Austria, Suiza y Finlandia que, en Europa, son patrias y Estados libres, soberanos e independientes, porque jamás permitieron que la OTAN trascienda sus fronteras. La soberanía se concreta y se defiende fuera de la OTAN.  Sólo  entonces, Viktor Orbán podría ser considerado el Hugo Chávez que Europa esperaba.

Correo electrónico: tribunalpazecuador@yahoo.com


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