CEPRID

España.- Movilización social y poder político

Lunes 18 de noviembre de 2013 por CEPRID

Jesús Sánchez Rodríguez

CEPRID

El desarrollo de los acontecimientos políticos y sociales en España desde la llegada del Partido Popular al poder son una muestra elocuente de la dialéctica entre movilizaciones sociales y poder político, de las insuficiencias de aquellas sin su transformación en posiciones de poder político. Para ello vamos a fijar nuestra atención en dos procesos paralelos en el período mencionado. El primero tiene lugar como consecuencia de la ofensiva contra las clases populares desarrollada por el gobierno conservador desde su acceso al gobierno, dando lugar a una formidable respuesta movilizadora contra las políticas de recortes económicos y supresión de derechos sociales. El segundo es protagonizado por la movilización nacionalista en Cataluña en aras a conseguir la independencia nacional. Ambos procesos se apoyan en movilizaciones masivas de la ciudadanía, pero el peso y el desafío político planteados por cada uno de ellos se han distanciado, y esa diferencia reside justamente en la capacidad de disponer de una base de poder político o no.

La crisis económica viene golpeando a la clase trabajadora en particular y a las clases populares en general desde hace ya más de cinco años. Primero fueron los cierres de empresas y los despidos, que nunca han cesado desde el inicio, luego se fueron sumando recortes salariales y sociales en pensiones, derechos laborales, prestaciones sanitarias y educativas. La ofensiva contra las clases populares las inició el gobierno del PSOE en su última etapa y las continuó de manera más intensa el gobierno del PP desde principios de 2012.

La última etapa del gobierno Zapatero conoció movilizaciones populares contra su giro neoliberal, entre las que se encontraron una huelga general y la aparición del movimiento de los indignados. Pero el inicio de la ola de protestas no fue capaz de transformarse en posiciones políticas, en la práctica en un ascenso electoral de IU que, recogiendo el malestar popular con el PSOE y los efectos de la crisis, la llevase a un ascenso importante en las elecciones locales, regionales y nacionales que se desarrollaron desde mediados de 2011. Por el contrario, el resultado paradójico de esa primera ola contestataria fue poner todo el poder político en manos del PP, gobiernos locales, regionales y el de la nación.

La secuencia que siguió a esta victoria aplastante de los conservadores era predecible, de un lado la intensificación de las políticas antipopulares, los masivos recortes de derechos sociales y el empobrecimiento generalizado de la clase trabajadora, pero también de la clase media. De otro lado, el paralelo aumento de la contestación social incluyendo dos huelgas generales, las grandes mareas en sanidad y educación y otras importantes movilizaciones sectoriales como la de los afectados por los desahucios. El gobierno conservador ha aguantado las protestas, y ha asumido el desgaste electoral derivado de ellas consolándose con el hecho que su más cercano rival, el PSOE, no era capaz de capitalizar el descontento, que se traslada en apoyos a dos formaciones minoritarias, IU y UPyD, aún muy lejanas en la posibilidad de transformarse en una alternativa posible de gobierno. Por lo tanto, desde un punto de vista político el desafío para el PP se plantea, según los datos actuales de las encuestas, como una pérdida de su mayoría absoluta, pero aún como partido más votado, lo que supondría un juego de alianzas para seguir gobernando. Con unos datos electorales similares a los arrojados por las encuestas la disputa se establecería en torno a cuáles serían las alianzas posibles para dar el gobierno al PSOE o el PP. Y desde un punto de vista de relaciones de clases, la correlación de fuerzas se puede leer como más desfavorable aún para las clases populares. Tanto la trayectoria en la última etapa del gobierno Zapatero como la de la socialdemocracia europea (Grecia, Francia, Alemania, etc.) sitúan al PSOE entre los partidos del establishment, de los defensores de las medidas neoliberales, con ciertos matices respecto del PP. Por tanto solo IU sigue manteniéndose como opción política defensora de los intereses de las clases populares. Y su crecimiento, con no ser desdeñable, es claramente insuficiente.

Es esta razón la que explica que, a pesar de las intensas movilizaciones y del malestar social existente, no existen motivos de inquietud para las clases dirigentes españolas sobre un posible cambio brusco en las políticas neoliberales. El control del poder político por opciones más o menos alineadas con el neoliberalismo no está puesto en causa.

Algo muy diferente ha pasado con el desafío nacionalista procedente de Cataluña. La deriva independentista del nacionalismo catalán en los últimos años se ha producido apoyándose en masivas movilizaciones, especialmente con motivo de las diadas. El origen de la dificultad de encaje tanto del nacionalismo catalán como vasco viene de lejos, muchos estudiosos del tema han evocado el fracaso en el establecimiento de un Estado adecuado en España ya desde el siglo XIX. Dificultad que no se terminó nunca de resolver tampoco en la solución estatal levantada durante la Transición. Pero más cercano en el tiempo habría que buscar una explicación a la fuerte deriva independentista en Cataluña en el fracaso de la reforma del Estatuto y, especialmente, en las consecuencias de la crisis económica. Ambos hechos propiciaron el inicio de una ola de movilizaciones de carácter independentista y, lo que es más importante, propiciaron victorias políticas contundentes de los partidos nacionalistas (CiU y ERC). En un comportamiento similar al ocurrido luego en España con el PP, los catalanes dieron su apoyo mayoritario en las elecciones regionales de noviembre de 2010 a la derecha nacionalista (CiU), a la que volvieron a confirmar en las nuevas elecciones de 2012, después de la aplicación por la Generalitat de una política de recortes sociales en la misma línea que el PP en España. Su desgaste por estas políticas fue compensado por el ascenso electoral de ERC, con lo cual el nacionalismo, ahora fuertemente escorado hacia el independentismo, siguió manteniendo el poder político en Cataluña.

En este caso, pues, las masivas movilizaciones populares de carácter independentista si contaban con fuertes posiciones de poder político desde donde lanzar desafíos importantes para alcanzar sus objetivos. Y es, justamente, esta situación la que ha llevado que en la actualidad el tema político más importante de discusión en España gire en torno al “derecho a decidir” de los catalanes, es decir, en torno a la posibilidad de una declaración de independencia por parte de Cataluña. Sin esa base de poder político en la Generalitat, las masivas manifestaciones nacionalistas en Cataluña serían tratadas como las masivas manifestaciones sociales que han tenido lugar en toda España, como una expresión de fuerte malestar que puede dar lugar a problemas de orden público o desgaste político.

Un ejemplo comparativo con la situación en España de la importancia de acceder a posiciones de poder político desde las que tomar decisiones trascendentes sería, a nivel europeo, si, en Grecia, Syriza hubiese alcanzado el gobierno y, desde allí, hubiese lanzado el desafío de abandonar Europa en caso de no llegarse a una negociación más justa para los griegos. Fue, justamente, para evitar ese desafío que todas las fuerzas del establishment europeo se conjuraron contra la coalición izquierdista griega para evitar su acceso al poder en las últimas elecciones. De la situación planteada por Cataluña sería necesario, en un artículo diferente, plantearse las razones por las cuales el nacionalismo tiene más capacidad de arrastre que las opciones socialistas, hasta el punto de pasarlas a un segundo plano, en una situación de crisis económica como la actual. Pero, en relación con el argumento central de este artículo, lo que habría que poner en evidencia es que, a pesar de los ejemplos históricos expuestos, las clases populares y muchos activistas de los movimientos sociales parecen seguir sin considerar una necesidad imperiosa transformar las movilizaciones sociales en posiciones de poder político desde las que defender sus intereses.

Jesús Sánchez Rodríguez es doctor en Ciencias Políticas y Sociología. S

e pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje


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