CEPRID

La Liga Árabe ha calculado mal sus acciones en Siria

Miércoles 29 de febrero de 2012 por CEPRID

Abdel Bari Atwan

Al Quds Al Arabi

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por Julio Fucik

La Liga Árabe ha propuesto una fuerza de paz conjunta con la ONU para poner fin al derramamiento de sangre en Siria. Es una ironía histórica que el precedente de esto –el despliegue en 1976 de la Fuerza de Disuasión Árabe entre Israel y el sur de Líbano- fuese una iniciativa de Siria y que se compusiese predominantemente de l tropas sirias.

Sin embargo, existen diferencias cruciales entre la situación en Siria y el Líbano de 1976.Ninguna de las condiciones previas para una fuerza de mantenimiento de la paz existe: no hay alto el fuego y ninguna de las partes ha dado permiso para que las tropas extranjeras entren en el país. Por último, no está claro quién hablaría por las diferentes fuerzas de la oposición, no hay negociaciones de paz en curso y no hay mandato de la ONU. En efecto, esto significa que las últimas propuestas son impracticables.

Hay que tener otras cosas importantes en cuenta. La Liga Árabe, por ejemplo, no tiene un ejército. Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Jordania enviaron unidades a Libia el año pasado, pero la composición exacta de la fuerza de mantenimiento de paz propuesta es cuestionable. Lo que es cierto, sin embargo, es que si las tropas extranjeras entran en Siria, el régimen de Bashar al-Assad lo interpretará como una declaración de guerra. Y Siria tiene un ejército numeroso, bien entrenado y equipado, que no está, por ahora, afectado por los niveles de deserción que permitieron la expulsión de Muammar Gaddafi en Libia.

Tampoco es probable que las tropas de la OTAN tengan el mandato de esta cuestión, dado el clima político actual en la ONU. A principios de este mes, en ausencia de una diplomacia eficaz de la Liga Árabe, Rusia y China utilizaron su veto para bloquear una resolución del Consejo de Seguridad condenando al régimen de Assad. El ministro de Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, Abdulá bin Zayed al-Nahyan, intentó rectificar esto con la visita del lunes a Moscú, donde se reunió con su homólogo Serguei Lavrov, pero éste destacó la insistencia de Rusia de que no puede haber una fuerza de paz sin el consentimiento del régimen de Assad, lo que claramente no es inminente.

Ante este impasse, la Liga Árabe -que está dominada por los estados del Golfo y Arabia Saudita- ahora dice que pondrá fin a todos los contactos diplomáticos y la cooperación económica con Siria. Además, van a prestar apoyo político y material a la oposición.

Mientras que todos los seres humanos decentes quieren que se ponga fin al terror y la matanza de los inocentes en Siria, ¿la agenda de la Liga Árabe limita a este único objetivo?

En el pasado, la política del Medio Oriente estaba dominada por Irak, Siria y Egipto, una situación que garantizaba un equilibrio de poder en la región. Ahora, Irak está al borde de convertirse en un Estado fallido, Siria se enfrenta a la guerra civil y Egipto se encuentra en transición. Para los países actuales con poder en la región, la crisis se presenta como una oportunidad para debilitar a la llamada media luna chiíta: Irán, el nuevo Irak, Siria y Hezbolá en el Líbano. Los Estados suníes del Golfo y Arabia Saudita, preferirían que a mayoría sunita de Siria en el poder -como, por supuesto, Occidente- y en la actualidad tienen en marcha una política suicida con Irán al tiempo que se preocupan por mantener sus suministros de petróleo en el futuro.

No se trata de restar importancia a la urgencia de encontrar una manera de detener los asesinatos de Assad a su propio pueblo. La comunidad internacional, a través de los mecanismos de las Naciones Unidas, tienen la necesidad de acordar una postura común e identificar, a través de la diplomacia, un plan aceptable para ambas partes en liza. Esto podría incluir un paquete de salida para salvar la cara de Assad, del tipo establecido para el presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh. Sin embargo, estas medidas que pueden parecer desagradables son preferibles a otras alternativas.

El problema es que en el aislamiento del régimen de Assad, la Liga Árabe corre el riesgo de una polarización de alianzas con un gran potencial para la escalada: el conflicto sectario en Siria podría extenderse más allá de sus fronteras y al resto de la región; en el peor de los casos, podríamos ver un regreso a una posición de alineación similar a la guerra fría, con la media luna chiíta apoyada por Rusia y China y en contra los países sunitas, respaldados por Occidente. Los últimos días han confirmado un añadido al caos en Siria: la llegada de al-Qaida. Un reciente comunicado de las fuerzas de seguridad iraquí, advirtió que combatientes y armas del Estado Islámico de Irak fluyen a través de su frontera norte, y el líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri hizo un llamado a las armas de los yihadistas internacionales para que acudan a Siria.

En una ironía de la historia que, por segunda vez [la primera fue en Libia], en el caso de la intervención militar en Siria, al-Qaeda podría encontrarse luchando en el mismo lado que la Liga Árabe y, posiblemente, la OTAN.

La Liga Árabe ha dañado su credibilidad a través de su manejo de la crisis con Siria. Se ha visto incapaz de actuar eficazmente, ya sea diplomática o militarmente, sin Occidente. Al juzgar mal y subestimar la respuesta de Rusia y China ha demostrado una confianza errónea en un paradigma obsoleto en el que Washington siempre prevalece.


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