CEPRID

Replanteamiento de Alemania

Martes 3 de mayo de 2011 por CEPRID

Richard Falk

Znet

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

No sólo el inolvidable pasado nazi sino también el poder duro materialista y la política reaccionaria está dentro de la historia de éxito de los alemanes, lo que ha hecho de Alemania, en muchos aspectos, el país menos amable del mundo occidental. A pesar de la UE, el papel dominante de Alemania como el motor económico que tira del tren europeo, cultural y político es desagradablemente nacionalista, poco acogedor para las minorías extranjeras –incluso después de residir en el país por generaciones-, una evaluación que millones de turcos les confirmarán. Si alguien dura de esta representación dura de la realidad alemana, recomiendo ver la aclamada película de Christian Petzold, Jerichow, que describe la trágica situación de los turcos en Alemania, o para el caso, una lectura de casi cualquier novela de Gunter Grass, sobre todo, El tambor de hojalata y la rata.

Por supuesto, los estereotipos nacionales deben ser siempre vistos con escepticismo, si no del todo evitados, pero si se invocan, al menos que estén compensados por un reconocimiento de la evidencia que en este caso sería llamar la atención sobre una larga lista de logros a través de los siglos. Alemania ha dado al mundo mucho más que su parte de buena música y literatura o sus conocimientos de ingeniería para producir una gama de productos de calidad superior. Y filosóficamente, pensadores alemanes han ejercido una profunda influencia en el pensamiento moderno.

Personalmente, tuve la suerte de tener amistad con dos alemanes extraordinarios, Petra Kelly y Rudolph Barro, quienes representaron a las facciones de la oposición del Partido Verde durante su primer período de formación y protagonismo en el corazón de la Guerra Fría. Fue este cuestionamiento verde de la sociedad industrial moderna en Alemania el que ha provocado el más grave reto post-marxista en el Oeste. Fue un reto dirigido a lo que más tarde se conoció como el "Consenso de Washington", la etiqueta que sirve para señalar a la ideología neoliberal regresiva que sigue generando el comportamiento del mercado que explota a los pueblos del mundo y destruye nuestro hábitat natural. En los últimos años esta ideología del capitalismo contemporáneo ha demostrado ser resistente a cualquier tipo de corrección a pesar de una profunda recesión y las expectativas de que lo peor está por venir en un futuro próximo. Estos dos intelectuales públicos alemanes no estaban de acuerdo en cuanto a la profundidad y amplitud de la visión ecológica. Kelly creía que una reforma responsable del capitalismo era posible mientras que Barro estaba convencido de que nada menos que la reversión de la industrialización podría asegurar la supervivencia ecológica y espiritual de la especie humana. Sobre todo a raíz del calvario de Fukushima estas cuestiones vuelven a convertirse en parte integrante de la imaginación política y moral para todos aquellos de nosotros que vemos el futuro a través de un cristal oscuro.

Mi énfasis está en el estado actual del discurso nuclear en Alemania en materia de energía nuclear y la intervención en Libia. Con respecto a la energía nuclear, la opinión pública alemana exhibió la principal reacción a los problemas de Fukushima que en cualquier otro lugar del planeta, probablemente en parte debido a la fuerte presencia política verde, recuerdos de la devastación de la Segunda Guerra Mundial , los temores generados en 1986 por la crisis de Chernobyl y la radiactividad llevada al oeste por las corrientes de aire, y porque el 25% de la energía alemana proviene de reactores nucleares. Con el desastre de Fukushima intensificándose día a día, la canciller Angela Merkel se encontró en un ambiente político enrarecido en unas cruciales elecciones a nivel federal y de los Länder. Merkel impuso una moratoria sobre la extensión de la vida de los reactores existentes y propuso temporalmente el cierre de siete reactores que tienen el mismo diseño que los que tienen problemas en Fukushima Daiichi. Los votantes alemanes no fueron persuadidos por este cambio, al parecer, considerándolo como una maniobra táctica, y en el conservador länder clave de Baden-Württemberg el electorado dio al Partido Verde una impresionante y sorpresiva victoria. Fue la primera vez que los Verdes obtuvieron el control político de un länder alemán, que era conocido por ser el más conservador de todos los de Alemania, donde la Unión Demócrata Cristiana (CDU) ha ejercido el dominio ininterrumpido durante las últimas seis décadas.

Los medios de comunicación han ridiculizado a Merkel, por su fracaso y su truco barato de asumir un discurso anti-nuclear y atacan a los Verdes como no aptos para gobernar o para elaborar una política energética responsable económicamente para el futuro. En efecto, la insistencia de los verdes para poner fin a la dependencia alemana de la energía nuclear ha sido acompañada por la creencia de que el desarrollo acelerado de la energía eólica y solar puede abastecer las necesidades de energía sin perjudicar a la economía. En su lucha por una mayor influencia política los Verdes ya aceptan el capitalismo como su marco político, y creen que los mercados pueden actuar con humanidad y de una manera que sea ambientalmente sostenible.

Pero este aumento de los Verdes en Alemania pone de relieve algunas ideas alternativas que se necesitan desesperadamente en todo el mundo, y actualmente se encuentran ausentes en la mayoría de las sociedades más importantes, quizás lo más espectacular en los Estados Unidos. Este pensamiento verde tiene un gran atractivo para los jóvenes alemanes, especialmente las mujeres, como una manera de forjar un futuro más brillante. En lugar de considerar el éxito de los Verdes en Alemania como una anomalía en la política secular, ya que se centra menos en el empleo y las dificultades de la zona del euro, debería ser considerado como un desafío a la históricamente irrelevante y estéril política de los partidos y que siguen dominando la escena en las elecciones euro-americanas y ayudan a explicar la alienación de los jóvenes y la amargura de los de más edad, así como el aumento del mezquino y totalmente disfuncional Tea Party en Estados Unidos. ¿Qué extrañas plantas logran florecer en el desierto político de la vida política de Estados Unidos y que debería hacer temblar a todos los estadounidenses y a todo el mundo? No sólo nos estamos dañando a nosotros mismos por esta política, sino a nuestra presencia global y estamos poniendo a otros en todo el mundo en situación de riesgo grave.

La creciente oposición del público alemán a la energía nuclear es igualmente justificable. En lugar de ser considerada por los expertos como una reacción exagerada (Alemania no es propenso a los terremotos o tsunamis) o económicamente quijotesca (la energía renovable no será capaz de suministrar energía suficiente para prescindir de la nuclear), debe ser alabada como que sirve para considerar detenidamente riesgos que se han asumido sin pensar en otros lugares. No sólo los acontecimientos en Japón, que debe darnos un ejemplo. La explosión de la plataforma petrolífera de la British Petroleum en el Golfo de México y las intervenciones impulsadas por el control del petróleo en Irak y otros lugares de Oriente Medio son eventos afines que deben ser introducidos en el cálculo social de ganancias y pérdidas. Estos diversos acontecimientos, incluyendo una variedad de sistemas de geo-ingeniería para obtener acceso a grandes bolsas de gas natural y yacimientos de petróleo de esquisto son indicativos de la presión total que existe para confiar en estas tecnologías de vanguardia a pesar de los enormes riesgos ambientales que plantean. Parece evidente por sí misma que más allá del debate que tiene lugar ahora por los accidentes en reactores de Fukushima, el futuro de la energía nuclear será examinado de una manera que era inconcebible sólo dos meses antes.

¿Será suficiente para evitar futuros desastres? Al igual que Hiroshima es una advertencia ignorada en lo que respecta a las armas nucleares, todo indica que Fukushima se convertirá en otra advertencia en letra muerta. Los miembros más influyentes de las élites gobernantes tienden a dar garantías y prometer más altos estándares de seguridad y vigilancia y más cuidado a la hora de decidir en el futuro sobre el emplazamiento de los reactores. Estos gestos se verán reforzado por una serie de argumentos esgrimidos por formidables intereses privados en el sentido de que el carbón es mucho más peligroso para la salud humana y el bienestar de la sociedad que la energía nuclear. La sabiduría convencional afirma que un accidente catastrófico interrumpe temporalmente la razón social, y que en su momento habrá un retorno a la decisión racional que pueda restablecer la confianza de que la energía nuclear es relativamente benigna, y en todo caso, es necesaria para evitar el colapso económico. Alemania, cualquiera que sea su motivación, ha recordado al mundo que estas cuestiones deben tenerse en cuenta tanto por el liderazgo como por la ciudadanía de una democracia sólida, y en este sentido, representa una muestra de la razón pública en su mejor momento, alejada de la política romántica asociada con este inesperado aumento Verde. Por supuesto, no está claro que el resto del mundo, e incluso el resto de Europa, tomará nota de esta respuesta de Alemania a Fukushima y la amenaza de la energía nuclear más allá del comentario cínico.

Alemania también ha sido ampliamente criticada por su negativa a asumir la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad del 17 de marzo 2011 que autoriza el establecimiento de una zona de exclusión aérea para la protección de los civiles en Libia. La opinión ampliamente expresada en Europa y los Estados Unidos fue que el voto alemán de abstenerse fue una puñalada por la espalda desde la perspectiva de la unidad europea y la lealtad a la OTAN, y algunos llegaron incluso a considerarlo como una expresión inapropiada de ingratitud por la protección otorgada a Alemania por la OTAN durante la Guerra Fría. Se sugirió también que la abstención alemana fue una irresponsable negativa a defender los valores humanitarios que los Gobiernos insisten que están en juego en Libia. No importa que la preocupación expresada por Alemania antes de la votación haya sido resultado ser verdad: una zona de exclusión aérea es un instrumento torpe de la intervención, fundamentalmente incapaz de alterar cualquiera de los resultados de la lucha por el poder que estaba en marcha en Libia o lograr el cambio de régimen, y que este objetivo político que estaba siendo perseguido implicaría ignorar los límites y fines establecidos por la resolución de la ONU. A medida que la operación militar SE desplegaba era cada vez más evidente que no se ha dedicado a proteger a los civiles libios en las ciudades bajo el ataque de las fuerzas de Gadafi sino que se ha dedicado, en su mayoría, a ayudar a los rebeldes a pesar de sus escasas capacidades militares y sombra que existe sobre su identidad política. Al negarse a aprobar este proyecto que me parece que Alemania merece el agradecimiento del mundo, no una conferencia sobre la lealtad de la alianza. ¿No debería un gobierno democrático mostrarse reacio a comprometer sus recursos y arriesgar la vida de sus ciudadanos en las empresas militares?

En el caso de Libia, Alemania había instado a que la diplomacia y las sanciones se considerasen antes de cualquier consideración seria de intervención militar. ¿No es esto lo que manda la Carta de la ONU, en busca de hacer del recurso a la fuerza la última opción después que todos los esfuerzos para la resolución pacífica se han probado y fracasado? Desafortunadamente no es la primera vez que la ONU ha sucumbido a la geopolítica liderada por Estados Unidos a raíz de la Guerra Fría. Se autoriza, sin ningún tipo de supervisión, en la primera Guerra del Golfo (1991) cuando una solución diplomática probablemente podría haber evitado la matanza y la destrucción de infraestructura civil de Irak, y ahora esta nueva autorización en relación a Libia se emite veinte años después. Es cierto que el Consejo de Seguridad no aprobó la guerra de Kosovo (1999) (gracias a la perspectiva de un veto de Rusia) o la Guerra de Irak (2003), pero lo hizo después al aceptar los resultados producidos por el uso ilegal de la fuerza en ambos casos, con lo que su negativa inicial era poco más que un obstáculo nominal que podría ser evitado por "una coalición de los dispuestos" a actuar con independencia de las bendiciones de la ONU.

Alemania estuvo sola entre sus aliados occidentales, mientras que su postura en solidaridad con los países BRIC debería ser un momento de orgullo nacional, no un momento solemne para buscar el alma como han hecho los medios de comunicación alemanes. Incluso pudiera ser, si la UE no puede administrar su secuencia de la deuda soberana y las crisis bancarias, que Alemania en la futura base de su seguridad y el bienestar se moviese hacia una alineación más estrecha con un multipolarismo mundial emergente y abandonase por completo el anticuado seguidismo americano que mantiene las secuelas de la Guerra Fría. Esto, que no es más que un destello, sería atractivo desde la perspectiva de constituir un verdadero "nuevo orden mundial". En la estrategia a seguir de continuar el declive estadounidense como un líder mundial responsable, Alemania puede aprovechar para retirarse de la conducta violenta anacrónica de la geopolítica y dejar de lado una vez por todas de su propia herencia desastrosa de militarismo.

Para concluir, donde otros levantar las cejas por estos últimos gestos polémicos alemanes a mí me parece algo digno de admiración y de reflexión. Al igual que Turquía ha sido recientemente castigado por los neoconservadores americanos y belicistas israelíes por salirse de su carril, es decir, la búsqueda de una solución pacífica del conflicto con Irán en relación con su programa nuclear, Alemania está intentando volver al redil de la OTAN, lo que equivale a hacer lo que Estados Unidos quiere que se haga en el escenario mundial. Es cierto que aquí, en respuesta a las presiones internas de Francia y Gran Bretaña, que eran los más ardientes campeones de la intervención, parece tener más que ganar (por encima de todo, el petróleo y la prevención de la afluencia de inmigrantes Libia) deshaciéndose del régimen de Gadafi. Pero, por desgracia, para esta pareja de la época colonial una importante empresa de la OTAN no puede ser creíble sin el liderazgo estadounidense.

Las operaciones de Libia parece que lo han demostrado, y pueden inhibir la aventura europea en el futuro. En efecto, en los asuntos de la guerra y la paz, cada país es éticamente soberano, dada la forma de organización del mundo, aunque muchos países a menudo actúan como si fueran políticamente subordinados, es decir, por ser más respetuosos con la jerarquía geopolítica de respeto del derecho internacional o incluso por su propio cálculo egoísta de valores e intereses. Con estos antecedentes en cuenta, esperemos que estas iniciativas alemanas no sean más que episodios antes de ser olvidados, sino que representan los primeros pasos en un nuevo camino hacia un futuro global que otros deben reflexionar en lugar de desestimar o ignorar.


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