UZTARO KOOPERATIBA

Uztaro Kooperatiba es un proyecto social y económico que, por medio de la Autogestión y la Agroecología, genera una experiencia de auto-organización popular para cubrir las necesidades alimenticias de 50 familias y para la resistencia de un grupo de baserritarras[[En el texto se usan varias veces las palabras del euskara “Baserri” y “baserritarras” (baserritarrak). Baserri se traduce al castellano como “caserío”, pero no solo hace referencia al edificio típico sino a la unidad de la explotación agrícola asociada a éste. Tradicionalmente ha sido una explotación familiar altamente diversificada y que aprovechaba los recursos múltiples de las montañas vascas, aunque actualmente se encuentren altamente especializados e intensificados. Baserritarra es el campesino o trabajador del Baserri.]] ligado a las tierras que trabajan.

Hace ocho años que Uztaro inició en Beizama el modelo que algunos proyectos de cooperativas autogestionarias de producción, distribución y consumo poco a poco se iban experimentando en el Estado (especialmente el de la experiencia BAH! en la que algunas compañeras participaran activamente), para adaptarlo a la realidad agrícola y social de Gipuzkoa y al modelo agroecológico del caserío vasco. Fueron unos inicios lentos donde el gran reto fue poner en práctica un proyecto productivo pero netamente político, de participación y asambleario, que generalmente se había dado entorno a grandes ciudades, en un medio rural y agrario ajeno a este tipo de iniciativas.

Sin embargo, el panorama actual ha cambiado muy rápidamente, encontrando muchos proyectos de muy variado tipo fundamentados, como lo hace el nuestro, en modelos de reparto semanal de lotes de verdura y grupos de consumo. También se intensifica al mismo tiempo, y muchas veces gracias al buen maquillaje de algunos de estos proyectos, la ofensiva de un capitalismo que sigue buscando propuestas vestidas de verde y de corrección política para seguir generando las mismas dependencias y despropósitos de siempre.

Por otro lado parece que la crisis del sistema urbano-industrial acelera su desbarajuste y aparecen ante esta situación algunas de nuestras propuestas revalorizadas y no tan marginales como lo eran hace unos años.

Ante este panorama, nos parecía oportuno, por medio de este artículo, recoger algunos de los rasgos sobre los que pretendemos construir una alternativa real autogestionaria y anticapitalista. No queremos hacer con esto un manual de instrucciones de Uztaro, ni siquiera pretendemos poder definirnos por medio de ellos pues asumimos que somos una iniciativa incompleta, limitada y con carencias. Pero de alguna manera son los rasgos que hemos ido descubriendo en el camino de nuestra experiencia y que son las bases a las que aspiramos para transformar lo social y lo económico.

Cubrir necesidades básicas

La historia del capitalismo es la historia de un gran engranaje de producción de bienes superfluos así como de la dependencia de todas hacia su consumo y para la sumisión en sus cadenas de montaje. Muchos de los promotores originales de estas iniciativas agroecológicas (antes de conseguir romper nuestros propios guetos de la lucha antagonista, y convertir gran parte de nuestra propuesta en un modelo “respetable” incluso para muchos productores veteranos) formaron parte antes del mundo laboral capitalista y sus conflictos o incluso llegan al campo desde la ciudad. Es una transición basada en un cansancio del “no” de nuestras pancartas, que, sin abandonarlo, trata de generar Acción Directa en base a proyectos propositivos que hagan realidad una política de lo cotidiano, una espacio de autogestión que experimente alternativas sociales.

La producción semanal de verduras nos ha dado la oportunidad de trabajar sobre un proyecto de necesidades básicas, convirtiéndolas en el eje principal de un experimento económico paralelo sobre el que construir la auto-organización social, definiendo colectivamente cuáles son nuestras necesidades básicas tanto en el consumo como en el trabajo, rompiendo los esquemas prefabricados y uniformadores que el mercado nos ofrece para ambos.

Nuestra experiencia en este camino de redefinición nos ofrece la oportunidad de descubrir que la producción puede estar al servicio del consumo y que se puede trabajar viviendo. El colectivo descubre sus necesidades de consumo colectivas y no individuales, así como los costes reales, en cuanto a cantidad de esfuerzo y recursos, que la producción de éstas implica. Por otro lado, aprendemos en la experiencia de definir el trabajo, en un gran esfuerzo por deslegitimar los conceptos que sobre éste nos da el mercado laboral, desmonetarizando la necesidades personales de los baserritarras y poniendo al mismo nivel lo estrictamente productivo y lo reproductivo. Damos la misma importancia a las necesidades económicas y las vitales de las baserritarras, revalorizando de esta manera las emociones y los cuidados y haciendo de la comunicación, el apoyo mutuo y el trabajo colectivo las bases del bienestar personal.

Las limitaciones de Uztaro en este sentido vienen principalmente porque nuestra producción queda limitada a las hortalizas y fruta de temporada, quedando muchas de las necesidades básicas (incluso las estrictamente alimenticias) fuera del proyecto. Tenemos experiencia en la autoproducción de algunos productos básicos con limitados resultados pues la infraestructura necesaria para ello desborda las posibilidades de un proyecto que hasta ahora se ha movido bajo dimensiones muy pequeñas. La relación con otras iniciativas autogestionarias para cubrir nuestras carencias son también limitadas por la escasez de estos proyectos o por su inestabilidad, aunque tengamos la experiencia en gran variedad de productos. La opción más común ante esta situación ha acabado por ser la de los pedidos conjuntos, perdiendo en este camino las opciones productivas más afines por favorecer la dimensión económica o de comodidad.

El Colectivo

En Uztaro es el colectivo el que da sentido al proyecto, es el colectivo para consumir y lo es para producir. Intentamos romper el individualismo capitalista para generar auto-organización popular y aprendizaje colectivo.

Es la participación del consumo en la producción, nuestra aportación básica a lo que sería una redefinición de las relaciones sociales y en concreto de la producción ecológica. Las herramientas que para ello usamos van desde las asambleas de los pueblos, que luego se representan en una asamblea general mensual (el espacio soberano para la gestión del proyecto), las asambleas plenarias anuales (donde trabajar debates más de fondo y estructurales), las diferentes comisiones de trabajo (economía, semilla y plantel, dependencia energética, árboles frutales, financiación extra…), los domingos de cosecha (en que rotativamente y cada semana asisten los grupo a participar en la cosecha), los Auzolanes (donde se convoca al colectivo a trabajos concretos de forma puntual), o la libre asistencia de las compañeras para participar del trabajo diario. Por otro lado, nos dotamos de las herramientas democráticas para que cada una pueda aportar en base a sus capacidades, habilidades y posibilidades.

Es en este contexto que cobra especial importancia el concepto de Corresponsabilidad, donde cada una de las integrantes participa y asume el proyecto como propio en todas sus dimensiones, más allá del pago de una cuota, haciendo comunes los problemas que generamos como colectivo. Un aspecto importante de esta corresponsabilidad es la propiedad colectiva de los medios de producción, siendo éstos gestionados por el grupo y cuya responsabilidad es colectiva, tanto en su arreglo, como en la compra o adquisición. Si el proceso de definición de las necesidades del colectivo es adecuado, todas habremos de asumir la responsabilidad de los recursos implicados en su satisfacción, sean estos, humanos, materiales o monetarios.

Esta desmonetarización de nuestras responsabilidades genera nuevos sentimientos de corresponsabilidad y pertenencia, permiten una comunicación y relaciones directas, confianza y respeto, facilita el consenso y fomenta la participación.
Evidentemente, Uztaro, no es ajeno a los clásicos problemas de participación de cualquier iniciativa horizontal. Asumiendo que generamos el espacio de gestión democrática directa, abierta a la creatividad y a la participación de cualquiera, pero con una proporción media de ésta, siempre asegurada eso sí, por los compromisos mínimos de cada grupo (pago de cuotas, participar en la asamblea, gestionar los locales de grupo respectivos, recoger la verdura y asistir a los turnos de cosecha). Es un debate éste muy recurrente en nuestras asambleas y que acabamos resolviendo por el respeto a los diferentes grados de participación para tender hacia la construcción de un proyecto que pueda salir de los círculos más militantes y abrir su horizonte social.

Un problema añadido a los diferentes grados de participación es el rol diferenciado de las baserritarras con el resto de compañeras en el espacio asambleario por la peculiaridad de su responsabilidad en el grupo, el mayor manejo de información, la plena dedicación al proyecto, así como la especial atención con la que sus necesidades vitales son tenidas en cuenta. En cualquier caso la evolución del proyecto en este aspecto es positiva, habiendo salvado la gran dependencia inicial del colectivo con el grupo de baserritarras y encontrándonos ahora con la participación activa del resto del colectivo en el proyecto o incluso con la asunción de iniciativas de gran peso como la organización de asambleas plenarias, propuestas concretas para la producción, acciones colectivas de financiación, ampliación y dinamización de grupos, formación de nuevas comisiones, charlas y difusión, compras y adquisición de materiales… donde el grupo baserritarra no toma parte en muchas de ellas.

Autogestión

La opción autogestionaria par la cooperativa Uztaro es una herramienta de funcionar y un fin en sí misma, por medio de la cual intentamos construir nuestra comunidad política y de ofrecer una alternativa, entendiendo la comunidad autogestionaria como contrapoder frente al Estado y el Capital.

Hablamos de autogestión en dos niveles complementarios: el nivel político y el económico.

Para desarrollar el nivel político utilizamos la Asamblea como nuestro organismo de gestión, para practicar una democracia directa y horizontal. Esto supone asumir la responsabilidad sobre cada uno de los asuntos que nos afectan, fomentando la participación, y contando exclusivamente con los sujetos implicados en el colectivo. La construcción de esta base de cultura autogestionaria ha sido un proceso lento y no exento en ocasiones de grandes problemas y frustraciones. Todas tenemos que aprender en base a unos niveles de comunicación y consenso sobre los que no estamos acostumbrados en una sociedad esencialmente individualista, y este empeño cotidiano de aprendizaje, probablemente, sea siempre inacabado. El trabajo colectivo y horizontal permite un proceso de formación colectiva tanto en la producción agrícola estricta y la gestión del proyecto como en el funcionamiento asambleario. Vemos también que un proyecto que tiene como objetivo cubrir necesidades básicas de todas las personas (que, por tanto, a cualquier persona le puede interesar formar parte), puede ejercer como puerta hacia otras experiencias autogestionarias o movimientos sociales para gente, en principio, ajena a estos espacios. En este sentido, no solo podemos desempeñar un papel de acercamiento a la experiencia de Autogestión, sino que es una ventana para acercar del campo a la ciudad la realidad del mundo rural y del sector agrario y las propuestas políticas de los movimientos sociales campesinos. De alguna manera, y aunque a muy pequeña escala, Uztaro es un modesto experimento de sociedad sin Estado, y nuestra pequeña experiencia habrá de servir a los que participamos en ella para otras propuestas de transformación social.

En el nivel económico, ya hemos señalado más arriba que una de las principales motivaciones del proyecto es la experimentación de un espacio económico alternativo. En este sentido, el modelo autogestionario nos permite prescindir de cualquier tipo de subvenciones, denunciando éstas como una de las claves del dominio por parte del Capital sobre el sector agrario y la dependencia de las baserritarras, y nos invita al colectivo a tener que poner en marcha las acciones colectivas necesarias para conseguir nuestros objetivos de soberanía financiera.
Si bien es verdad que la economía de Uztaro es una economía precaria en cuanto a las posibilidades de hacer frente a grandes imprevistos o inversiones, el tiempo va demostrando, y especialmente en la actual crisis final del capitalismo, que el proyecto es sólido y estable, por lo menos más de lo que hoy en día lo es la empresa pública o la privada. Partiendo de un capital cero y sin contar con la propiedad de ningún medio de producción más que nuestra propia fuerza de trabajo y la voluntad participativa del grupo, nos hemos ido dotando de los medios de propiedad colectiva suficientes (en maquinaria, tierra y almacén) para la producción de casi dos hectáreas de hortalizas y otras tantas de fruta, sin tener que envidiar las condiciones de la mayoría de explotaciones, que si que han contado con subvenciones o intermediación bancaria o institucional. Las formas de logarlo han pasado por las oportunidades de gasto que nuestra economía nos daba, las acciones colectivas de financiación (para gastos extraordinarios), el crédito interno, la expropiación o la okupación. De alguna manera el grupo social cubre el espacio del Estado, bancos, empresas y otras instituciones incluso para mejorarlo cuando es posible y adaptarlo a nuestras necesidades.

Para que la realidad autogestionaria de nuestra economía fuera real, una de las mejores herramientas que hemos encontrado ha sido las cuotas fijas, elemento que permite quitar el precio a los productos, independizándonos en cierta medida así de las leyes de oferta y demanda del mercado, siendo la aportación económica de cada compañera independiente del volumen de verduras que recibe, y decidiéndose en la asamblea la cuantía de ésta en función de las necesidades del proyecto. Este sistema se convierte así en el seguro agrario del grupo y en especial de las baserritarras, asegurando la continuidad del proyecto y la estabilidad del trabajo ante imprevistos como catástrofes naturales, malas cosechas o baja de alguna baserritarra.

Las cuotas fijas permiten también construir una economía planificada en base a las necesidades del proyecto, generando los fondos de ahorro necesarios y la caja de resistencia para hacer frente a las posibles bajas.

Aunque en ocasiones nuevos retos que implicaban nuevas necesidades económicas del proyecto nos han impuesto crecer en el número de cooperativistas, siempre se ha buscado una estabilidad no basada en el crecimiento (en contra del paradigma capitalista) y nunca en la venta de los productos hortícolas ni siquiera en situaciones excedentarias (estas situaciones se han resuelto siempre por medio del trueque o la cesión). El objetivo de nuestra estructura económica no son los beneficios económicos ni que nadie se lucre del proyecto, es simplemente desarrollar el proyecto según las formas que queremos, que podamos producir verduras sanas y respetuosas con el medio social y ecológico semanalmente, en cantidad y variedad suficiente para cubrir nuestra necesidad de éstas. Muy importante es también entender que el consumo de verdura sana y local es un derecho de los pueblos y las personas y en ese sentido queremos romper con la barrera económica que muchas veces separa al consumidor de estos productos cuando se encuentra en el mercado ecológico habitual.

En el mismo sentido, el grupo de baserritarras no es un grupo asalariado ni su retribución económica depende del volumen de producción ni de horarios a cumplir y nadie se enriquece a costa de su trabajo sino que se tienen en cuenta sus necesidades monetarias y no monetarias para permitir su dedicación prioritaria al cuidado de la huerta colectiva y la distribución de los frutos de ésta.

El proceso de construcción de una economía autogestionaria estable no ha sido fácil y ha pasado en su origen por la precariedad en los medios de producción y en las asignaciones de los baserritarras, exigiendo un esfuerzo militante por parte de estas compañeras hasta el día en que estas condiciones se han podido mejorar. Pero esta precariedad se ha entendido siempre en el marco de la participación en un colectivo político y no en el de una relación capital-trabajo.

Aunque apostamos por la construcción y experimentación de este pequeño espacio económico y político, entendemos que seguimos inmersos en un sistema económico imperante que querríamos transformar. De esta forma creemos que un proyecto como el nuestro no tiene sentido si no lo es en relación y coordinación con otras experiencias autogestionarias y movimientos sociales. Aunque para el movimiento campesino más cercano hemos dejado de ser una experiencia extraña y mantengamos relación con otras iniciativas de este tipo en lo agrícola, seguimos encontrando dificultades para participar como colectivo en otras estructuras y foros de coordinación política más allá de algunos movimientos cercanos en nuestros pueblos. Quizá porque muchas de nuestras compañeras ya lo hacen en nombre de otros colectivos, quizá por la energía que nos implica el simple funcionamiento cotidiano del proyecto o quizá por la dificultad de entender la potencialidad que esta posibilidad nos da.

Agroecología

Frente a la vía agotada del crecimiento y la intensificación en lo agrario, optamos por la Agroecología como modelo hacia la Soberanía Alimentaria, la Autonomía y la Autogestión.

Para que este modelo sea posible, después de siglos de agresión al saber popular, es indispensable la recuperación del conocimiento campesino de nuestras culturas populares locales, como fuente de saber para la producción en equilibrio con el medio natural donde queremos vivir. La memoria acumulada en el conocimiento popular recoge algunos de los modelos posibles de los que aprender para la construcción de nuevas sociedades ante la crisis final del sistema urbano-industrial.
La Agroecología es para Uztaro una forma de contraponer este concepto al de Agricultura Ecológica, que entendemos que hace tiempo perdió los caracteres de resistencia y transformadores con los que nació hace décadas para acabar, como mera sustitución de insumos de la agricultura industrial, por convertirse en eje fundamental de la última ofensiva verde y amable del mismo sistema de producción alimentaria capitalista. Es por esto (y por no depender de ninguna instancia externa) por lo que queremos prescindir del sello ecológico, siendo exclusivamente el grupo el que de manera directa decide el modo en que su comida ha de producirse, comprobando sobre el mismo terreno las consecuencias de éste.

Por otro lado, asumimos las implicaciones técnicas, de manejo cultural, equilibrio natural y coevolución entre sistema social y ambiental de la propuesta de la ciencia agroecológica. En este sentido intentamos cerrar el ciclo productivo, aprovechar los recursos locales y asegurar su reproducción, optimizar la eficiencia energética, el fomento de la biodiversidad y el cuidado de los suelos, intentando adaptar nuestra producción a las condiciones locales más que a los dogmas oficiales de los consejos de agricultura ecológica. Pero las dificultades para el desarrollo del modelo agroecológico siguen siendo múltiples, entre las que podemos destacar la dependencia de energía fósil del proyecto, el deterioro de los recursos naturales, la dificultad del acceso a la tierra, el entorno de agricultura y ganadería convencional, la desaparición del conocimiento campesino local o la dificultad de integrar nuestro proyecto en movimientos sociales más amplios.

La Agroecología se plantea como firme crítica al modelo agrario industrial capitalista y es el único modelo posible hacia una producción agrícola realmente sostenible con el medio social y natural. Es así que también Uztaro Kooperatiba, como iniciativa social alternativa, la proponemos como herramienta subversiva para fortalecer un movimiento social con base en experiencias prácticas autogestionarias hacia la transformación social.

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