TÍBET: UNA CHINA EN EL ZAPATO

EL TÍBET TRADICIONAL

Vasta meseta a 4.500 m. sobre el nivel del mar, rodeada de cordones de cordilleras, no es solamente un aislado techo del mundo, sino la más recóndita de las dependencias del orbe civilizado. Fue considerado un país atrasado al carecer de ferrocarriles, periódicos, agua corriente, alcantarillados, sistemas de calefacción, etc. ni siquiera la rueda se utilizaba como sistema de transporte. Sin embargo, no era una nación primitiva o salvaje, pues durante siglos ha disfrutado de una alta civilización propia. Tiene construcciones arquitectónicas que pueden preciarse entre las más bellas del mundo. Sus esculturas religiosas y tapices dan testimonio de un arte exquisito, los monjes producían cuidadosamente y de forma artesana valiosos libros. La música y la danza desempeñaban parte importante en el emocionante folklore tibetano. Fueron muy belicosos y conquistaron un vasto imperio que dominaba Asia Central, con buena parte de los territorios del norte de India, Nepal, Bhután y también gran parte del territorio chino, que pasaron a pagar tributo. Pero a partir del siglo IV en que fue introducido en Tíbet el budismo, sustituyendo a la religión Bon, fue poco a poco apaciguando y relegando a los tibetanos. Se establecieron tratados con China en 812-822 D.C. en el que tanto China como Tíbet delimitaban fronteras y hacían promesas de no agresión ni invasión durante diez mil años.

Los principales productos agrícolas están basados en la cebada, trigo sarraceno, patatas, mijo, guisantes, cáñamo y pastoreo. Los Yaks o Dri fueron los auténticos puntales de la agricultura de altura. Quedaba claro que el Tíbet era una nación de derecho. El último ejército extranjero que entró en Tíbet, fue el Manchú en 1912 y fue expulsado. La Comisión Internacional de Juristas dictaminó que el Tíbet era un estado plenamente soberano independiente de hecho y por ley. El viejo Tíbet no era perfecto. Era difícil conseguir alguna clase de reforma, por el miedo de la comunidad religiosa a la influencia extrajera, de la que estaban convencidos dañaría la situación del budismo en el Tíbet, sin embargo, el joven Dalai Lama, Tenzin Gyatso, empezaba a dejar entrever su deseo de realizar mejoras y progresos en distintos campos. No tuvo tiempo.

UN MAL PRESAGIO

En verano de 1950 la tierra comenzó a moverse, acompañada de ruidos enormes y terroríficos, era como una cortina de fuego artillero, con 30 ó 40 explosiones producidas por un fenómeno natural, que se advirtió por todo el Tíbet, se oyó a 6OO kms. al este y 500 kms. al sudeste. Es posible que se tratase de una fractura de la corteza terrestre provocada por el movimiento ascendente de cadenas montañosas enteras, pero para los tibetanos, eran claros síntomas de un mal presagio. El 20 de octubre de 1949, Mao Tse Tung, jura en Pekín liberar el Tíbet, y comienzan las incursiones fronterizas. En octubre de 1950, habían cruzado el río Drichu, al este de Chamdo 80.000 soldados del Ejército de Liberación Popular para dar comienzo a la «liberación pacífica del Tíbet» de manos de los agresores imperialistas (es curioso que en aquel entonces solo habia una misión comercial británica al mando de Sir Hugh Richardson, y algún que otro occidental, como Heinrich Harrer, Peter Aufschnaiter, Reginal Fox, etc., es decir, una docena de extranjeros a lo sumo). Las Naciones Unidas votaron a favor de la Autodeterminación del Tíbet, pero China hizo caso omiso y continuó con la invasión. El aislamiento frente al extranjero que había mantenido y que fue dogma del Gobierno Tibetano de Ihasa, jugó en contra del Tíbet. Se decide entronizar anticipadamente al Dalai Lama el 17 de noviembre de 1950, que contaba entonces con 15 años. Hasta entonces un rectorado había estado llevando las riendas del Gobierno.

INVASIÓN Y DESTRUCCIÓN
El 23 de Mayo de 1951, obligan en Pekín a una comisión del Dalai Lama presidida por Kalön Ngabo Sawang a firmar un tratado de 17 puntos sobre las competencias y delimitaciones del Gobierno Tibetano. Kalön Ngabo fue torturado hasta que firmó el tratado y fueron falsificados los sellos de Estado de Tíbet, que estaban en poder del Dalai Lama; El acuerdo de 17 puntos, daba cierta libertad y autonomía interior y libertad religiosa, siendo competencia del Gobierno Chino lo relativo a asuntos exteriores. Los abusos del ELP, la insistente llegada de soldados que desestabilizaban los recursos alimenticios del Tíbet, los genocidios en Kham y en Amdo, el fracaso de las comunas, responsables directas de la difusión del hambre y de las muertes de cientos de miles de tibetanos por inanición (aún son visibles las secuelas y destrozos de las zonas cultivables por los efectos de la agricultura colectivista), el uso de mano de obra (esclavos para la construcción de carreteras estratégicas con Qinghai (1954), la realización de reformas forzosas (en Kham y Amdo) gravando con nuevos impuestos casas, tierras, ganados, incluso monasterios, hizo que fueran confiscadas grandes propiedades agrícolas y repartidas entre los cuadros chinos locales, las noticias de ejecuciones masivas bajo acusaciones de «crímenes contra el pueblo» y las vejaciones a que eran sometidos los monjes, colmaron la paciencia de los tibetanos, que se vieron sin tierras, sin trabajo, esclavos y hambrientos y sin poder dedicarse abiertamente a su religión, junto con el temor de que el Dalai Lama pudiera ser raptado por los chinos, hizo que en marzo de 1959 los tibetanos se sublevaran en Lhasa contra los chinos, pero fueron brutalmente aplastados y el Dalai Lama hubo de exiliarse en India, seguido de 80.000 refugiados más. Los más de 6.000 monasterios del Tíbet fueron arrasados, apenas se salvaron una docena. Las reliquias, obras de arte, estatuas de Buda, etc., fueron robadas y enviadas a Pekín para su fundición. La Comisión Internacional de Juristas, pudo constatar las actuaciones del ELP, tales como crucifixiones, vivisecciones, el extraer las entrañas y los desmembramientos como actos usuales. También habían decapitado, quemado, golpeado hasta causar la muerte, enterramientos en vida, tibetanos colgados hacia abajo o los que eran arrojados en agua helada atados de pies y manos. Para evitar que cuando iban a morir gritaran frases patrióticas o en favor del Dalai Lama, se acostumbraba primero a destrozarles la lengua con ganchos de carnicero o similares (datos constatados por la Comisión Internacional de Juristas). Según informes del propio ELP, entre marzo de 1959 y Septiembre de 1960 hubo 87.000 tibetanos muertos por acciones de guerra, aparte de los que murieron torturados, de hambre o por suicidio. En Agosto de 1960, la Comisión Internacional de Juristas publicó en Ginebra que los resultados de sus investigaciones decían que China había violado 16 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y era culpable de genocidio en Tíbet. El Gobierno Chino para continuar con su «liberación pacífica», sigue destruyendo todo vestigio de la cultura tibetana, les fue denegado el poder llevar sus vestidos tradicionales y adornos típicos tibetanos, se quemaron escrituras sagradas, las piedras sagradas se emplearon en la construcción de caminos, los monasterios se utilizaron como cuadras y pocilgas. A finales de 1970, cerca de 1,3 millones de tibetanos habían muerto como resultado de la ocupación. Tras la muerte de Mao tsé Tung en 1976, cesa la destrucción masiva, sin embargo son denegados todos los derechos políticos a los tibetanos, así como los culturales y religiosos. Manipulan la educación de los niños para que aborrezcan su propia lengua y cultura.

DERECHOS HUMANOS Y ECOLOGIA

El Tíbet se convierte en una zona militar con el 25% del armamento nuclear de China, bases de misiles, etc., que por su posición estratégica crean superioridad ante India y el sudeste asiático. La deforestación alcanza cotas alarmantes (70%). La tierra está agotada, árida, la fauna silvestre casi exterminada, y se explotan y agotan los minerales, madera y todas las materias primas posibles, destruyendo el medio ambiente y creando una situación ecológica límite, con daños irreversibles. Se usa el suelo tibetano como vertedero nuclear y de residuos tóxicos de China y de otras naciones que pagan por ello. A la vez que los niños tibetanos son llevados a China para recibir una educación china, 7,5 millones de colonos chinos invaden Tíbet con todo tipo de ventajas y beneficios sobre los tibetanos. Se extienden los controles de natalidad, estrictamente implantados y controlados por los chinos, habiendo severas sanciones a quien tenga más de 2 hijos. Los padres son multados, degradados, humillados y castigados, el tercer hijo no tiene derechos legales para ir a la escuela, trabajar, viajar u obtener cartilla de racionamiento. Los tibetanos siguen luchando después de más de 40 años por su libertad. Las cárceles y campos de trabajos forzados encierran a miles de detenidos. En las listas de Amnistía Internacional, Asia Watch, S.O.S. sobre la tortura, etc., figuran centenares de nombres tibetanos. Yuan Cao, embajador de China en España, afirma que después de haberse liberado pacíficamente el Tíbet, las mejoras en todos los aspectos son notables. Ha habido inversiones del orden de 13.200 millones de yuanes en obras de infraestructura y para beneficio de campesinos y ganaderos en Tíbet. Ahora hay luz eléctrica en Tíbet, pero sólo en casas y cuarteles chinos. A los hospitales no tienen acceso los tibetanos. Estas inversiones, entendemos que se habrán hecho para mantener al numeroso ejército y sus bases militares, para mejorar carreteras estratégicas, conseguir alojamientos dignos a los oficiales chinos, pagar y bonificar a los 7,5 millones de colonos chinos, etc., etc., pues los tibetanos no han recibido ningún tipo de beneficio.

UN PLAN DE PAZ

Hay un puñado de escisionistas que es como califica el embajador Yuan Cao a los seis millones de tibetanos, que apuestan por el futuro, por un Tíbet libre y por el Dalai Lama y su Plan de Paz que resume en 5 puntos, proclamado en septiembre de 1987 y que dice:

1- Transformación de todo el Tíbet en una zona de Paz.

2- Abandono de la política china de transferir colonos a Tíbet, que amenaza la propia existencia de los tibetanos como raza.

3- Respeto por los derechos humanos fundamentales y libertades democráticas de los tibetanos.

4- Restauración y protección del medio ambiente de Tíbet y abandono de la utilización que China hace de Tíbet para la producción de armas nucleares y ubicación de cementerios de deshechos nucleares.

5- Comienzo de negociaciones sobre el futuro status del Tíbet y de las relaciones entre los tibetanos y los chinos.
Hasta que este plan pueda materializarse, muchos tibetanos tendrán que morir o pasar por las cárceles, sufriendo torturas y vejaciones por defender su religión o su deseo de independencia. Los países del mundo, tenemos la obligación moral de ayudarles, no con rencores por hechos pasados sino con ideas positivas para el futuro del Tíbet.

Comité de Apoyo al Tíbet

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