MORDAZAS PARA EL ROCK’N’ROLL CONTESTATARIO

El rock and roll, hijo bastardo del modo de vida americano, inadaptado de una sociedad en declive, fue el adolescente que se reveló contra la autoridad paterna porque en el fondo padre e hijo partían del mismo. Machismo, consumismo, negocio e incluso racismo. No obstante este jovencito de cuarenta años rompió todo vínculo con papá allá por el 77. El rock se radicalizó enarbolando crestas insumisas y pretendió escapar a la institucionalización y a la aceptación e integración social. Encadenar y amordazar a ese adolescente que reniega de la verdad absoluta, para aferrarse al orgullo y al vacío, es la respuesta del que no acepta diferencias estéticas, y mucho menos ideológicas. Los inquisidores del rock argumentan con mezquindad e intolerancia que el rock corrompe las buenas costumbres y la moral de las jóvenes generaciones. Ejemplos de esta estreches mental abunda por desgracia.

La más perfecta democracia del mundo se ha vuelto a ver amenazada en su modo de vida por un puñado de raperos negros con cara de pocos amigos, punkis de cadenas y chupa remachada y heavys de mueca perversa, amén de otras faunas sin pelo en la de sin hueso. Por una vez el rock and roll era elevado a la categoría de enemigo público al ladito del peligro comunista. Marx y Vicious unidos para acabar con la gran América. Revisando la historia te darás cuenta de que periódicamente el gobierno yankee se rearma de ultrareacción y falsa moral para aplicar la tijera a la monstruosa libertad de expresión. La caza de brujas del Macartismo se repite sistemáticamente en todos los campos de la creación artística. Primero la censura se cebó en Hollywood y el mundo del celuloide. En los 60 con la explosión del movimiento hippie se desarrollaron revistas de cómic underground y de la izquierda progresista, ajenas a la cortapisa publicitaria y sin hacer apología del American Way of Life o de la familia tradicional, se constituyeron grupos civiles institucionalizados para acallar esta juvenil disidencia.
Pero no sólo el cine o el cómic fueron punto de mira de las inquisitivas mentes de ancianitas esposas de senadores. Su catadura moral intachable les llevó a la persecución de revistas como la del conejito (no confundir con Bugs Bunny), o Penthouse. Por si fuera poco, reverendos integristas como Jerry Fallvell, obsesionados en una cruzada contra la pornografía y el satanismo, se sumaron a la quema de lo inmoral. El lector o la lectora inteligente ya habrá adivinado cuál fue el siguiente enemigo a batir: el rock perturbador y hedonista.

Todas las fobias y puritanismos de la hipócrita sociedad norteamericana cargaron la recámara a la caza de bandas como WASP, Judast Priest, Body Count, Public Enemy o los emblemáticos y ya desaparecidos Dead Kennedys, por citar sólo algunas.

Los penes de Biafra

Frank Zappa fue sacado de su lecho de muerte para enfrentarse a la sinrazón censora en un juicio surrealista. Los Body Count tampoco cuentan con las simpatías de senadores y congresistas a raíz de la edición de «Cop-killer» (Matapolis). Su líder, Ice-T, ha sido amenazado por organizaciones policiales y boicoteado por los promotores, lo que ha motivado que Warner haya eliminado del disco el tema en discordia. Paradógicamente, temas donde se agrede a la mujer no han sido criticados ni perseguidos. Los Judas también hubieron de sentarse en el banquillo de los acusados por instigar a través de sus letras al suicidio de los jóvenes que se descerrajaron la cabeza de sendos disparos. La canción «Fuck the Police» de los NWA tampoco parece estar en el TOP-10 de las comisarías, y ya ha ocasionado algún problema a la banda. Los raperos que cantan al poder negro, herederos de Malcom X y de las Panteras Negras, ha sido acusados de tirar la piedra y esconder la mano durante el levantamiento racial de Los Angeles, a raíz del apaleamiento de un ciudadano de color a manos de 5 policías. Me refiero, como no, a los Public Enemy, que han logrado hacer honor a su nombre, de cara a sus detractores.

Muchas de estas bandas siguen empeñadas en su derecho a la libertad de expresión en una cruzada contra el espíritu censor. Otras como los Dead Kennedys fueron aguijoneadas con verdadera saña feneciendo en el intento. El principio del fin del los DK’s lo supuso la edición del LP «Frankenchrist» en el 85, plagado de canciones que no dejaban títere con cabeza, escupiendo a todos los sagrados valores de la nación americana. Algo que no sorprendía mucho, ya que sus proclamas radicales y su iconoclastia ya venían de lejos. Jello Biafra y su cuadrilla de Kennedys Muertos siempre se distinguieron por letras a bocajarro del tipo de «Nazipunks fuckoff», «Religious Vomit», «Rambozo de Clown» o «Holidays in Camboya». Pero en esta ocasión no fue la letra el motivo de la discordia, sino la reproducción de una obra de H. R. Giger en la que se mostraban una docena de penes encadenados a doce años. A algunos padres de familia se les pusieron los pelos de punta al ver a sus vástagos con un manojo de penes en las manos. La consecuencia inmediata fue un Jello Biafra que dio con sus huesos delante de un jurado, compartiendo asiento con un ex-presidente de la distribuidora del disco, con el propietario de los estudios de grabación y con el productor de «Alternative Tentacler». El proceso terminó con un Biafra pletórico y absuelto, pero con 70.000 dólares menos en concepto de costas del juicio. «No more Censorship Defense Fund» fue una campaña de solidaridad internacional diseñada por los DK’s ante su paso por los tribunales. La campaña supondría un éxito de la libertad de expresión y del rock independiente, sin embargo, los Kennedys Muertos murieron al poco tiempo.

Otra legendaria banda, comandada por un Joey de dos metros de estatura desproporcionada y de nombre Ramones, hubo de vérselas frente a un diputado conservador del parlamento británico, que logró que la censura se cebase en dos temas de los padres del punk-rock. The Pogues ha sido unos de los grupos que más ha tenido que luchar contra las zancadillas a la libertad de expresión. Uno de sus vídeos promocionales, en los que los Pogues escupían a un cartel de Thatcher, hubo de volver a ser grabado ante las presiones del sello Stiff. Radio Escocia también censuró las creaciones de estos londinenses punk con alma irlandesa, porque el primer nombre de la banda añadía al actual la palabra «Mahone», que traducido del gaélico significaba «Bésame el culo». Por si fuera poco, la siempre pulcra BBC prescindió de algún corte en el que se vertían varios tacos. El decoro y las buenas formas se veían amenazados por un puñado de músicos borrachos.

Censura en casa

El fundamentalismo norteamericano no tiene parangón en cuanto a celo a la hora de perseguir al rock, por ello no se puede comparar la censura de la era Reagan o Bush, y la de la era Thatcher en Reino Unido, con los ataques a la libertad de expresión vividos en el resto de Occidente.

En el Estado, no ha existido por el momento ningún juicio a una formación de rock. La tijera ha venido de otras manos. Sorprende el hecho de que algunos fanzines hayan intentado silenciar a determinadas bandas; en concreto Espasmódicos fueron vetados en algún zine, y los madrileños Andanada-7 no vieron incluida su entrevista en un zine bilbotarra porque los editores los consideraban «muy macarras». El caso más siniestro lo protagonizaron algunos taberneros a la hora de pinchar el primer trabajo discográfico de los altsasutarras Los del Rayo. El corte que los hizo conocidos, titulado «Somos hijos de la Extremadura» removió la conciencia vasca de algunos/as. Sin duda algo triste y más teniendo en cuanta que se trató de un pedazo de canción, nacionalismos a parte.
En 1986 la alcaldía madrileña, en manos del PSOE, acusó a La Polla Records de instigar al desorden y hacer apología del terrorismo, recomendando este partido a las instituciones municipales y provinciales en su poder , la no contratación de los alaveses. Sus vecinos navarros de nombre Barricada vieron como el disco que iban a titular genéricamente «En nombre de Dios» pasó a llamarse «Pasión por el ruido» ante las presiones de la multinacional que los fichó. Los temas «Bahía de Pasaia» y «En nombre de Dios» no parecían entrar en los planes para los navarros. A los Explosivos Vino Tinto se les reclamaba mes y medio a la sombra de las rejas por escarnio a la religión, y los irundarras Kortatu como se velaba en negro una de las fotos interiores del LP «El estado de las cosas» y como se introducían unos pitidos en la canción «Aizkolari» del LP en directo «Azken Guda Dantza». Más recientemente, los Negu Gorriak han sido absueltos de una acusación de atentar «contra el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen» formulada por el coronel de la Guardia Civil, Rodríguez Galindo, a causa de la canción «Ustelkeria», del LP «Gure Jarrera».
Prejuicios, marketing y poder son tres de los más temibles enemigos del rock. Las manifestaciones culturales de Occidente se «desvían» del camino correcto y es aquí donde la cosmovisión vertical conservadora, instalada en el poder, se ve abocada a fustigar una libertad de expresión que se vuelve contra ella. Para algunos la libertad de expresión se resume en aquel dicho popular de «En boca cerrada no entran moscas». Tomamos nota.

Josu Arteaga

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