PÓNGAME CIEN GRAMOS DE MEMORIA

La precariedad era algo desconocido en los años setenta. La década de los ochenta, marca el final de un movimiento laboral en auge, autónomo y asambleario, cuya capacidad de lucha había conseguido la iniciativa en el reparto de la riqueza social producida. Es también el inicio de una manera de gestionar la conflictividad, que pasa a manos de los tecnócratas, dirigidos por el PSOE y avalados por organizaciones sindicales. Hasta el llamado Pacto de la Moncloa (1977), firmado por todos los grandes partidos y apoyado por los sindicatos mayoritarios, no se introduce la posibilidad de contratos eventuales. La legitimidad ideológica se consigue a través de la llamada política de concertación -concertar, acordar, pactar- y su objetivo era conseguir la máxima paz social para la planificación y el desarrollo económico. Su filosofía es el arbitraje de los puntos de fricción, con los sindicatos como garantizadores de la paz social y la aceptación de una condición básica: hay una crisis y es interés común arreglarla; para ello, los beneficios empresariales deben incrementarse, reduciendo costes y aumentando la producción y todo ello no se puede hacer sin aceptar sacrificios. Conseguido el acuerdo político y la cobertura ideológica se comienza a sacrificar y a firmar acuerdos relacionados con la contratación, salarios, productividad. El Estatuto de los Trabajadores normaliza la eventualidad. En 7 años cuatro grandes acuerdos-marco modifican aspectos fundamentales de las condiciones de trabajo. El Acuerdo Nacional de Empleo firmado en 1982 por Comisiones, UGT y la organización patronal acepta el compromiso de desarrollar legalmente nuevas modalidades de contratación laboral y una granizada de ellas – alrededor de una veintena de contratos posibles – inunda el mercado laboral.

Pero estos acuerdos no lo fueron a cambio de nada. Tras la firma del ANE que impulsa la temporalidad, se acuerda subvencionar con 2.400 millones en tres años a Comisiones y UGT. Posteriormente el PSOE entrega otros 1.000 millones. Paralelamente a un desarrollo de la eventualidad que alcanza a tres millones de personas, cerca de dos millones y medio de ciudadanos se encuentran también atrapados por la economía irregular o sumergida, según datos estimados por el Ministerio de economía y Hacienda en 1988. A lo largo de ese periodo los poderes financieros y políticos arremeten con la reconversión de la industria y el campo. Se destruyen cientos de miles de puestos de trabajo que jamás se recuperan, a pesar de la oposición de los últimos reductos de un movimiento combativo y asambleario que agoniza. Se alcanzan las cotas de paro más altas de Europa Occidental. Pero el gobierno no descansa. Quieren converger con Europa y en 1985 prepara una Ley de Pensiones que recorta notablemente las prestaciones de la seguridad Social. El Plan de Empleo Juvenil en el 88 provoca el famoso 14-D, donde queda claro el rechazo al deterioro experimentado por las capas sociales menos favorecidas. En el 92 un nuevo recorte de las prestaciones, esta vez del desempleo, unido a un aumento del tope en la duración de los contratos eventuales. Es el famoso “decretazo”. Otra huelga general, quizá mejor paro general -por su escasa duración -deja indiferente al gobierno, que, con toda desfachatez, asegura que las medidas ayudarán a la estabilidad en el trabajo. En este cuadro de perspectivas, las corporaciones financieras y empresariales exigen al gobierno que acometa una Reforma Laboral. En Diciembre del 93 el B.O.E. publica lo que llama “medidas urgentes de fomento de la ocupación” que entre otras cosa abarata la contratación en prácticas, regala a los empresarios aprendices y autoriza la existencia de Agencias de contratación y de Empresas de trabajo temporal, antes prohibidas por tráfico de mano de obra. Casi dos meses más tarde se convoca huelga general el 27 de Enero que lógicamente deja las cosas como están. Las centrales convocantes aseguran que impedirán en los convenios la introducción de la Reforma laboral Pocos meses después, quedan legalizadas las Empresas de Trabajo Temporal y comienzan a operar. El 22 de Marzo de 1995, CCOO y UGT firman un convenio estatal de aplicación para todos los contratados por este tipo de empresas. Quince años han bastado.

Qué son las Empresas de Trabajo Temporal

Contratan a trabajador@s para cederlos temporalmente a otra empresa usuaria. La primera es la que contrata, paga y sanciona; la segunda, usa y dirige la actividad contratada. Se te puede contratar para realizar una obra o servicio, o para sustituir a una persona con reserva de puesto, o para cubrir uno mientras dura un proceso de selección. Nada impide combinar el contrato a tiempo parcial con el de cesión. Por ejemplo se te puede contratar 2 horas diarias en 3 empresas distintas, para atender acumulación de tareas. Existen algunos supuestos excluidos, por ejemplo, el contrato de aprendizaje y la sustitución de trabajador@s en huelga, entre otros.

¿En qué condiciones?

Los convenios de las ETT empeoran si cabe las de los convenios sectoriales menos favorecidos, estableciendo la movilidad geográfica y funcional total, y desapareciendo en la práctica -por medio de sucesivos contratos- el disfrute de vacaciones, descansos semanales, permisos y licencias y hasta la protección social en caso de incapacidad temporal. Merece una atención especial la articulación de un sistema de clasificación profesional y unas tablas salariales -muy reducidas- que cubren todos los sectores de la actividad económica. En 7 niveles clasifican todas las actividades, titulaciones, experiencias, complejidad y responsabilidades y a cada uno corresponde un salario.

Dos ejemplos ayudarán a comprenderlo

Un nivel 3 con conocimientos profesionales adecuados y aptitudes prácticas contratado diez horas a la semana durante un mes, para realizar tareas administrativas, de electricidad o mecánica, auxiliar de clínica o farmacia a 673 ptas. la hora, más prorrateos de pagas extraordinarias y vacaciones menos descuentos a la Seguridad Social cobraría alrededor de 32.000 ptas. Un nivel 5 con experiencia dilatada en el puesto y contrato en dos empresas distintas de 4 y 1 hora diarias respectivamente, para realizar tareas de traducción, programación informática, confección y desarrollo de proyectos o encargado de obra alcanzaría las 90.000 ptas.

Póngame cuarto y mitad, por favor

Quién no recuerda a Don López de Arriortua, insigne vasco, ejecutivo de la industria automovilística, prototipo de yuppi ganador y su lema “producir bajo pedido”. Para conseguir el máximo beneficio, en la economía acelerada e inestable que inicia el nuevo milenio propone un modelo de empresa: la empresa pulsante. Se hincha o encoge al ritmo que marca la demanda y a ese ritmo debe adaptarse el proveedor y sobre todo, también el señor trabajador. El ‘“just in time” humano, flexibilidad total, “contratar bajo pedido”. El ahorro de costes humano es enorme. Cabe destacar que debido a la inestabilidad laboral que acarrea la aplicación de la reforma, unida a la expansión de las nuevas tecnologías, se hace necesario un reciclaje y formación continua del trabajador@, pues de lo contrario en poco tiempo quedará desfasada. Ni qué decir que en el nuevo marco de relaciones esta formación deberá hacerse fuera del horario de trabajo y por cuenta del trabajador@, desentendiéndose la empresa totalmente. Algun@s lograrán formarse en varios oficios y profesiones y aumentar así las posibilidades de trabajo. Pero la mayoría no podrán conseguir recursos suficientes.

Según un estudio del Instituto de Investigaciones Sociales de la DGB (el sindicato alemán), la evolución del mercado de trabajo conducía al final del siglo a un 25% de personal fijo, especializado y amparado por los convenios colectivos en las grandes empresas; otro 25% de eventuales, poco especializados y mal pagados, en empresas contratistas y de servicios y un 50% restante marginados, parados o semiparados, realizando trabajos ocasionales y estacionales de poca importancia. Este es el reparto del trabajo que los dueños y gestores del sistema nos proponen.

Aparece una nueva clase social: jornaler@s urbanos del siglo XXI. Esto se va a extender como la peste. Tod@ empresari@ consecuente contratará con esta modalidad. El resultado: menos recursos económicos, inseguridad total y total disponibilidad. Un futuro desesperante, al que hay que hacer frente.

A cada cual lo suyo

Quizá muchos consideren que la responsabilidad de esta situación se encuentra en el Gobierno, exclusivamente. Eso sería minimizar el alcance de lo que sucede. Lo cierto es que, es cómplice de una política diseñada en los setenta por poderes de ámbito superior. Dadas las perspectivas inquietantes que presentaba la época los dirigentes de EE.UU., Japón y Europa Occidental (Comisión Trilateral), ven la necesidad de promover una mayor cooperación entre políticos, empresarios, banqueros y técnicos, tendente a una reestructuración del orden internacional y a la implantación de nuevas tecnologías y métodos de organización que asegurase la estabilidad de sus intereses. Las recomendaciones resultantes son aplicadas por los gobiernos, multinacionales e incluso burocracias sindicales. En este sentido, las ETT son sólo un síntoma más.

Pero también nosotros tragamos, unos más y otros menos. Muchos delegaron en representantes y profesionales su capacidad y responsabilidades. ¡Queremos a Superman! Fijos, eventuales y parados, hombres y mujeres, adultos y jóvenes: cada cual fue a lo suyo. Otros creyeron en el Estado del Bienestar y la adicción al consumo les ha convertido en yonkis mete-horas y traga-mierda.

Nada te debo

Frente a esta situación, que no es algo pasajero, sino producto de un modelo social en pleno cambio, y que violenta a los más débiles sólo cabe afrontarla como mejor sepamos y podamos.

Serán necesarias todas las posibles formas de enfrentarse, que dificulten la rápida difusión de este tipo de empresas y la de las nuevas agencias privadas de colocación. Procurar no hacer rentables estos contratos, es igual a forzar su desaparición o al menos su modificación.

Resulta forzoso reducir nuestra dependencia, renunciando a un consumo disparatado y vacío. Podemos vivir de forma más sencilla, oponiendo al ansia de dinero el abanico más amplio de las aspiraciones humanas, desde la libertad hasta la recuperación del goce del consumo.
Agruparse como mejor nos convenga, para estos y otros asuntos de la vida, cooperar en vez de competir, presionar según las posibilidades de cada uno. No resignarse nunca.

Izar Beltza
(Iruñea)

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