EL VOLUNTARIADO QUE NOS ENVUELVE…

Nuestra civilización, en lo que conocemos hasta ahora, se ha ido conformando en torno al trabajo. La actividad humana para el mercado ha sido la que ha ido dando forma tanto a la vida social como a las estructuras económicas y políticas que conocemos. Y es en torno al trabajo también que se ha ido desarrollando todo el aparato ideológico en el que reposa el orden social. Pero ahora, por primera vez en la historia, nos enfrentamos a una sistemática eliminación del trabajo como principal agente del proceso económico, por lo que no es de extrañar el resquebrajamiento actual del cuerpo social.

Por otro lado, en lo que se refiere al poder político, vamos viendo como crece la desconfianza entre la gente al ver como los partidos, compuestos exclusivamente por profesionales de la política, se van convirtiendo cada día más en máquinas electorales sin mayor preocupación que su propia subsistencia. Subsistencia que, sometida a las presiones de las políticas económicas dictadas por el poder de las multinacionales, les ha llevado a renunciar a las diferencias ideológicas importantes para convertirse todos ellos en perpetuadores del presente modelo de desarrollo del capital. Pero este modelo está sometido a un progresivo agotamiento a nivel mundial y por muy rígidas que sean las medidas correctoras que se tomen, por todas partes van apareciendo grandes fisuras en el conglomerado que, cual piezas de un rompecabezas, mantiene la economía del mundo.

De todos modos, a pesar de estos resquebrajamientos, todavía vemos que siguen funcionando y continúan recreándose los mecanismos de simulación que empuja está maquinaria hacia adelante como si la continuación de lo mismo fuese la única solución de los problemas.

Pero es que, cuando afirmamos que nos hallamos frente a un poder totalitario, precisamente lo que queremos decir es que ahora nada puede desarrollarse ni imaginarse fuera del Estado/Sistema. Que éste se muestra inmune ya a las críticas e incluso a los cambios políticos. Que, aunque puede afirmarse que nada puede esperarse de lo político, seguimos consintiendo ser meros espectadores de los tejemanejes, rapiñas y sucias luchas por el poder de los representantes elegidos en el carnaval “democrático”. Y es que, por muy larga que sea la experiencia de corruptelas de dirigentes políticos y por muy evidente que sea que soportamos y conformamos un modelo social esencialmente depredador que perpetúa la explotación de la mayoría y la podredumbre de los representantes del poder, nuestra existencia está tan mediatizada por el Estado y sus instituciones que cual huérfanos aterrados nos aferramos a su orden, cínicamente dispuestos a hacer todo tipo de cábalas justificativas para perseverar en su fidelidad.

El convencimiento mayoritariamente extendido en las últimas décadas de que la democracia occidental que padecemos es la mejor aproximación que el ser humano puede hacer hacia una sociedad que permita el desarrollo de la libertad individual, hace que, pese a la confirmación continua de la atrocidades que se producen, se siga defendiendo a ultranza este modelo. Incluso el aparato del Estado se puede permitir airear algunos escándalos, que, si bien manchan algunos nombres, sirven para reconfirmar la idea de que éste es el único sistema con mecanismos de transparencia política.

Por otro lado, se tiene la seguridad de que ante una sociedad tan compleja nada de lo que uno pueda hacer cambiaría, para mejor, el curso de las cosas. Sólo cabe la lucha individual interesada. Y ahí se apoya la maquina de fabricación del consenso: en el convencimiento de que es imposible sustituir esta organización por otra mejor y en la esperanza de que si uno se espabila pueda estar entre los mejor situados.
Por eso se ve con alarma la peligrosa -y, por otro lado, inevitable, dada la crisis social actual- tendencia al alejamiento de lo social respecto a lo político, las instituciones. Y vuelve a darse ahí una confluencia de intereses en la medida en que el gobernante necesita una mínima implicación de la gente para legitimarse, y el gobernado tampoco quiere renunciar a sentirse participe de lo colectivo para poder soñar con ser en parte protagonista de los acontecimientos que le envuelven.

Por eso, frente a una realidad de continuas pérdidas en la identidad y los niveles de vida (desindustrialización, restricciones de gastos sociales, etc..), la gente vuelca su esperanza en cualquier proyecto con tal de que vaya arropado de un discurso optimista, que sirva de paliativo al miedo, sin pararse en analizar el engaño que esconde.

Vamos a hablar concretamente de los mecanismos de enganche que funcionan en lo que se llama el “Voluntariado Social”.

El “voluntariado” como una nueva forma de adhesión al Estado/Sistema

A lo largo de los años denominados de transición (en realidad transacción) fuimos testigos del desmantelamiento, en aras de la eficacia, de las iniciativas solidarias que proliferaban a finales del franquismo en torno a los sectores de oposición política. Miles de personas, socialmente activas, dejaron (voluntaria e involuntariamente) en manos profesionales la gestión de un amplio abanico de aspectos concernientes a su vida y su entorno. Desaparecieron así los movimientos sociales, a la vez que se enrarecía la participación política tanto en partidos como en sindicatos.

Los años 90 encuentran un país ya totalmente transformado. El continuo deterioro del mercado de trabajo y el desvelamiento de la mentira y el fracaso de los modelos de los países del Este, favorece que se extienda una gran incertidumbre hacia el futuro. El enunciado, que va calando profundamente en las conciencias de que “hay lo que puede haber” hace que poco a poco vayamos renunciando a los sueños transformadores para plegamos totalmente al dictado de la Economía.
Aparentemente la oposición ha desaparecido, pero la apatía que se implanta a nivel general y los comportamientos antisociales con que muchos jóvenes desahogan su frustración y su rabia aparecen como síntomas alarmantes del resquebrajamiento social, que ya no puede ocultarse tras la aparente fortaleza del nuevo orden mundial.

Cunde el pánico y el pesimismo ante un futuro que se prevé hostil para todo el mundo y enmarcado en graves tumultos callejeros provocados por los marginados interiores e invasiones inevitables de los hambrientos y miserables del exterior. Hay que plegar filas. La máquina tiene que fortalecerse y así vemos como desde entonces no paran de formularse proyectos que sirvan para la aglutinación e identificación del personal con los planes del capital en una continua simulación de normalidad.

Las primeras llamadas institucionales al voluntariado fueron hechas con motivo de los grandes espectáculos de trapicheo económico del 92 (Olimpiadas, Expo, etc…) y sirvieron para constatar la enorme rentabilidad económica y política que supone la canalización del potencial altruista de la gente. Potencial con el que será importante contar en el futuro a fin de cubrir los vacíos asistenciales que va dejando a su paso el continuo recorte de los presupuestos para asistencia social del Estado.

La ayuda a ancianos, enfermos, inmigrantes, etc.. se potencia institucional mente con el mismo entusiasmo que la implantación de determinados grupos folklóricos o “culturales” y es que hay otra cuestión importante: el enorme valor aglutinante y de consolidación social que supone mantener a la gente ocupada en actividades pretendidamente sociales, mal o nada retribuidas, pero que vienen a suplir el ahora escaso encuadramiento laboral.

En esta misma línea también, en los últimos años hemos asistido en este país a un gran crecimiento y proliferación de ONGs de todo tipo. De pronto, parece que un montón de jóvenes y no tan jóvenes se han puesto en marcha “olímpicamente” para poner orden de una forma eficaz en la miseria planetaria.
Indudablemente ya existían antecedentes importantes en la historia reciente de este tipo de actividades que abarcaban un amplío aspecto práctico e ideológico en lo que se refiere a “ayuda” a los considerados marginados por la historia. Desde grupos religiosos con fines misioneros y caritativos hasta vanguardias revolucionarias de apoyo a movimientos insurreccionales, muchos han sido los que se han dedicado de forma activa a estos menesteres.

Sin embargo, las organizaciones actuales contienen nuevos elementos que merece la pena resaltar.

Uno de ellos es que, si bien en medio del anterior amplio abanico de grupos cabía una crítica radical al desarrollo capitalista causante del subdesarrollo, actualmente la lógica de la eficacia y rentabilidad se ha implantado en estas organizaciones imponiendo fines eminentemente prácticos en los que se diluyen todas las diferencias ideológicas. Ya no tiene sentido analizar la causa del mal, se trata solo de paliar sus efectos y nada puede hacerse sin contar con los amplios recursos institucionales.

Con una pretensión de autonomía, sin embargo, todos los grupos activos tienden a encuadrarse en una ONG a fin de poder optar a subvenciones que, a su vez, sólo se conceden a aquellos proyectos que encajan en la línea de intervención definida por organismos convergentes al final en la política trazada por el BM y el FMI. Y esto no puede ser de otra forma, aunque a veces parezca que es posible desviar fondos para sufragar actividades antagónicas a los intereses del capital. El mismo Club de Roma, ya en 1985, recomendaba a los países industrializados el fomento y el auge de las ONGs para paliar las tensiones con los países pobres.

Rebeldes al servicio del Estado/Sistema

Echemos una mirada a algunos de los mecanismos que se han puesto en funcionamiento en la extensión de la actividad en las ONGs.

El sentimiento de culpa que se ha extendido entre amplios sectores de la población, mínimamente acomodada, por creerse beneficiaria de una forma de vida que sólo es posible gracias a la explotación del “tercer mundo” y la destrucción ambiental del planeta. Sentimiento sobre el que se recrea un moderno “discurso de solidaridad” cargado de un humanitarismo generador de caridades y que no sabe ya de la “ayuda mutua” que le dio significado en su concepción terminológica en el entorno de la lucha de clases.

La posibilidad de acceder a la gestión de importantes fondos económicos que en su canalización permiten la creación de múltiples empleos (más o menos retribuidos) para los parados de aquí. Hay que tener en cuenta que si bien existen algunas organizaciones que se nutren exclusivamente de actividades voluntarias, no son pocas las que han llegado a convertirse en auténticas empresas que nada tienen que envidiar a las que operan en el mercado en cuanto a su estructura y métodos de gestión. Se puede decir que con ellas aparece un nuevo sector productivo que se desarrolla a pasos agigantados.

La actividad voluntaria en una ONGs a la vez que alivia conciencias permite recuperar la autoestima y “llenar de sentido” una vida cada día mas mediatizada, menos autónoma. El juego de simulación en el que se cae actuando como si realmente la “ayuda al desarrollo” ayudase a los destinatarios de la misma, o los conocimientos de aquí pudiesen servir a alguien, pemmite recomponer identidades ahora tocadas de muerte con la desestructuración social.

La canalización de la rebeldía es otro de los mecanismos importantes a tener en cuenta. El descontento y angustia frente al futuro que invade a la juventud y que, en los sectores menos favorecidos, tiende a expresarse mediante comportamientos claramente antisociales, aquí, mezclado con altas dosis de altruismo, se desactiva en el desarrollo de labores claramente enmarcadas en un posibilismo reformista.
Y todo ello en un marco consensual que asume como “inevitable” la prohibición del libre tránsito o permanencia de personas procedentes de esas zonas de miseria, para que quien quiera y pueda se busque la vida en nuestro ordenado “primer mundo”.

Etcétera
(Barcelona)

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