HACIA UNA RED CÍVICA DE PARADOS

¿Por qué no existe en la Península Ibérica un movimiento de la ciudadanía en paro? Es la pregunta del millón (de individuos en paro detectados por la EPA y que el INEM no tiene en cuenta). No obstante, a estas alturas no merece la pena intentar ganar el concurso a la manera de los economistas y otras hierbas expertas en explicar el día después las razones por las que no se han cumplido sus pronósticos de la víspera. Posiblemente tenga bastante que ver en el asunto esa idiosincrasia celtibérica que tradicionalmente nos hace llegar tarde a todo, incluido a la democracia. Pero no se trata ahora de gastar el tiempo en solemnes disquisiciones sobre los orígenes de la abulia política, sino de no perder el tren de las movilizaciones europeas contra el paro. Porque lo que es evidente es que en el Estado español tenemos la cifra más elevada de paro de la UE.

Lo que falta es una organización cívica que agrupe a esta porción de la ciudadanía, y en este sentido tal vez podría arrojarse un poco de luz sobre el asunto si caemos en la cuenta de que, en la mayoría de los casos, a las personas en paro les duele el cuello de volver la mirada en busca de un elemento dinamizador, un líder, un sindicato o un partido al que afiliarse. Nos pasamos la vida esperando a ese Godot redentor que, evidentemente, nunca va a llegar. Las “vanguardias” políticas se hallan cómodamente instaladas en el Pensamiento Único: desregulación, competitividad y globalización de los mercados -piensan sus cabezas– es la mejor respuesta para crear empleo.

La muerte civil

Entretenidos con los bodorrios de la democracia coronada y otros shows mediáticos de blanco satén y lazo azul, l@s parad@s van tirando en el mejor de los casos gracias a la solidaridad familiar. Si tu padre o tu pareja pertenece al afortunado sector que todavía disfruta de un empleo fijo, no tienes demasiados problemas: es cuestión de apretarse un poco más el cinturón. Pero para los ocho millones de personas -pensionistas, parados, subempleados- situadas tras el umbral de la pobreza, pesa como una condea la obligada exclusión de una vida plenamente integrada en el ámbito de la sociedad. Allí donde los valores económicos priman sobre lo social, los económicamente débiles pertenecen, de hecho, a la subcategoría social de los muertos civiles.
Pueden votar, sí, pero eso ¿qué utilidad tiene aparte de la meramente decorativa? Lo que aquí llamamos “democracia” es un circo mediático que sirve para entretener a los que llevan una vida “económicamente correcta”, pero no para que las decisiones emanadas de la soberanía popular se sustancien en leyes apropiadas. Los “presuntos representantes del pueblo” no someten sus decisiones al refrendo popular, sino “a la aprobación de los mercados”. Para quienes no se encuentren insertos en los circuitos económicos, la democracia formal se revela como un instrumento sencillamente inútil. Si eres uno de los excluídos por la pobreza severa estás acabado, pero si vives gracias a los benditos alimentos que recibes en el seno del núcleo familiar te conviertes en un ser plenamente dependiente al que siempre se le podrá echar en cara el hecho de estar “viviendo de gorra”. Por lo tanto, no debes meterte en problemas que puedan cortar ese cordón umbilical que alimenta tu estado larvario, que no se te ocurra la menor tentación de largarte de casa o divorciarte, porque entonces te enfrentarías a una situación todavía mucho más cruda. Aun sin pretenderlo expresamente, aun sin ser plenamente consciente de ello, la familia se ha convertido en un eficaz elemento de represión de las libertades civiles del individuo.

El cuento del empleo

En los países industriales, el concepto socio-económico del empleo es uno de los grandes artificios sociales que han permitido mantener la estabilidad interna de la sociedad. Pero hace tiempo que ese artefacto específico del Norte se ha averiado. Una de las singularidades que caracterizan este modelo económico es que se comporta como una eficaz “máquina de fabricación de paro”, cuya “eficiencia” puede medirse a través de las estadísticas de la OCDE: 35.000.000 de parados en el conjunto de los países más desarrollados del mundo. 18.000.000 en la Europa de Maastricht, 3.500.000 en España.

A todo esto, los políticos y los economistas vienen engañando a la población con una serie de historias en torno a la creación de empleo, que ya pocas personas pueden creer. Como modernos taumaturgos, estos “expertos” alardean de poseer una vara mágica capaz de “crear” ocupación remunerada para todo el mundo. Sólo piden tiempo para realizar el milagro, mientras intentan presentar el paro ante la opinión pública como una consecuencia del cambio tecnológico. Según la explicación oficial, el problema del paro se trataría sólo de un mero ajuste temporal que sería preciso efectuar en los engranajes de la maquinaria económica con el fin de adaptarla al ritmo de los nuevos tiempos. Esta explicación sería creíble si, y sólo si, a) tras cada vuelta de tuerca aplicada a las condiciones laborales de los trabajadores se manifestaran signos apreciables en la generación de empleo; o b) dada la confianza depositada en la bondad del ajuste, no hubiera mayor problema para aguardar el éxito del mismo estableciendo una adecuada protección social para los afectados.
Pero la trampa queda al descubierto cuando se constata que el periodo de ajuste dura ya demasiado tiempo como para que alguien medianamente sensato pueda tomar en serio las promesas de los dirigentes. Y, sobre todo, cuando se comprueba que, salvo el empleo, el resto de los engranajes de la maquinaria económica funcionan a la perfección, como demuestra el hecho de que el Producto Interior Bruto de los países industriales no haya dejado de crecer en el conjunto de los últimos 17 años, sin que ello haya tenido el menor reflejo sobre la “creación de empleo”. Los últimos acuerdos adoptados por los dirigentes de la UE (con la excepción de España, ya que el Gobierno de Aznar se acogió a la cláusula opting-out para no suscribirlo) no son más que una nueva cortina de humo lanzada para ocultar el problema.

Resistencia civil

La resistencia a la opresión es un derecho. La Declaración de los Derechos Humanos aprobada en 1948 afirma en su Preámbulo: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”. En este sentido, el artículo 25 de la Declaración indica que: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado, que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asímismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”.

Por lo tanto, el incumplimiento de esta cláusula sería suficiente para revitalizar automáticamente el legítimo derecho a la rebelión dormido en la Carta de 1948. Pero ¿rebelión para qué? ¿para reclamar un empleo inexistente? En El Derecho a la Pereza, Paul Lafargue escribió que “Es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral … que vuelva a sus instintos naturales, que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del Hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se empeñe en no trabajar más de tres horas diarias, holgando y gozando el resto del día y de la noche”.

El “derecho a la pereza” no es una propuesta de holgazanería, sino una forma de resistencia ante la opresión del capitalismo cuando éste, en cualquiera de sus crisis cíclicas de sobreproducción, abarata la retribución de la mano de obra hasta conseguir que, como denuncia Lafargue, los trabajadores, “muriéndose de hambre, vayan a golpear con sus cabezas las puertas de las fábricas”, implorando trabajo a cambio de un salario de miseria. 150 años después, el neoliberalismo reproduce esa situación con la precariedad de los contratos-basura y la reducción de los subsidios por desempleo.

Hacia una organización autónoma de l@s parad@s

Confiar en que los partidos y sindicatos de la Izquierda Establecida vayan a organizar políticamente a las personas en paro para una defensa de sus derechos civiles es una quimera. Sus dirigentes se hallan cómodamente instalados en el Pensamiento Único. En lo que se refiere a los principales sindicatos, aparte de que su ideología se corresponda con la del fenecido “pacto fordista”, están lo suficientemente hipotecados con el Sistema como para salvaguardar su independencia. Bastantes problemas tienen con mantener sus poderosas burocracias y pagar a a sus miles de liberados con las subvenciones que reciben del Estado.
En consecuencia, nos ahorraremos dolores de cuello si dejamos de mirar hacia un incierto horizonte con la vana esperanza de que aparezca el Godot salvador de los parados. Y, sobre todo, nos evitaremos dolores de cabeza evitando cuidadosamente golpear con ellas en las puertas de las ETT’s. Aquí y ahora, o son los propios parados quienes se organizan o lo que hasta ahora ha sido simple muerte civil puede convertirse en la antesala de la muerte biológica.

Organización por redes

Conscientes de que la estructura cerrada, vertical y jerárquica de los partidos resulta cada vez menos eficaz para articular la dinámica social, los nuevos movimientos cívicos se organizan cada vez más conforme al modelo de red que, como señala M. Ferguson, “es la institución de nuestro tiempo: un sistema abierto una estructura disipativa tan rica y coherente, que se encuentra continuamente en estado de flujo, en un equilibrio susceptible de reordenación continua, abierta indefinidamente a la transformación. Esta forma orgánica de organización social es más adaptativa desde el punto de vista biológico, es más eficaz y más consciente que las estructuras jerárquicas de la civilización moderna. La red es plástica, flexible. Realmente, cada miembro es el centro de la red. Las redes cooperan, no compiten. Tienen auténtico arraigo popular: se autogeneran, se autoorganizan, y a veces incluso se autodestruyen. Su existencia supone un proceso, se parece a un viaje, no a una estructura congelada”.

En cualquier modelo de organización jerárquica, el dominio de la estructura se asegura mediante el continuo filtro de los flujos de información que ejercen los jefes, encargados de in-formar a los demás (“dar forma”, modelar y uniformar comportamientos). La organización política de los partidos reproduce este tipo de estructura basada en la autoridad de los jerarcas que con diversos pretextos, como la “razón de Estado”, filtran la información a través de los sucesivos niveles de su aparato.
Por el contrario, la organización bajo el modelo de la red es mucho más intuitiva, y se asemeja al modelo orgánico de los seres vivos. Dentro de una red no hay centros caracterizados de poder, no hay jefes definidos filtrando información; ésta fluye libremente en todas direcciones, favoreciendo la cooperación entre los miembros de la red. La lógica del dominio exige informar unidireccionalmente, mientras que la lógica de la cooperación implica poner en común (cum munio), comunicar sin restricciones la información que posee cada miembro. El espíritu congelado de la organización burocrática responde a criterios egoístas y restrictivos. Quien más y quien menos acopia información en su propio beneficio. Pero en el modelo de red este criterio no tiene validez, el espíritu altruista viene inspirado por la inteligencia. De la misma manera que aquél que abona y riega convenientemente un árbol tiene amplias posibilidades de comer de sus frutos, quien enriquece el entorno recibe también, tarde o temprano, el premio de una información de retorno amplificada. El principio de sinergia -el todo es más que la suma de las partes- rige en las redes segmentadas, que obtienen su energía de la asociación a base de combinar habilidades, instrumentos, estrategias, elementos y contactos entre sus miembros.

El modelo de organización en red guarda escasa analogía con el de una federación como las de los sindicatos y partidos donde la federación no es más que una forma nominal de organizar unidades clónicas que dependen de una jerarquía central. Sin embargo, los miembros de una organización en red comparten contenidos ideológicos comunes, sin perjuicio de la idiosincrasia y objetivos de cada grupo, sin ninguna vinculación jerárquica. Ante un llamamiento a la acción común surgido a propuesta de un elemento concreto de la red, cada grupo actuará según considere conveniente, sumándose o no a la iniciativa.

Una red está integrada por una infinidad de colectivos de todo tipo y tamaño que comparten información. En principio, no existen intereses totalmente comunes; cada grupo tiene su propio ideario y programas de actuación, aunque en general hay que suponer que la pertenencia a una red determinada implica la existencia de cierta afinidad ideológica. Pero basta que en un momento dado surja en uno de sus puntos una iniciativa con el suficiente atractivo para ser asumida por una mayoría de la red, para que la información se propague por ella en toda su amplitud. Comienza entonces un amplio flujo de feedback, o información de retorno, que retroalimenta y amplifica la iniciativa original. A partir de ese momento, el punto del que partió la iniciativa se convierte en el centro provisional y temporal de la red. Difunde su programa, metodología, consignas y planificación de operaciones. Y la red responde. A su manera, cada punto de la misma reproduce, amplifica y reinterpreta los mensajes. Los carteles, octavillas, pintadas, convocatorias en radios libres y artículos en fanzines surgen como por ensalmo desembocando en acciones específicas. Dependiendo de la amplitud y densidad de la red, el resultado de ese proceso puede concretarse en el boicot a una corporación industrial, una campaña de insumisión o una lucha campal para impedir un convoy de residuos radiactivos. Una vez terminada la acción específica que produjo la convocatoria, todo ese vasto complejo de organización virtual se disuelve, los grupos se relajan, el centro provisional deja de serlo y la red regresa al estado de reposo.

Un proceso de este tipo no se desarrolla por arte de magia. En el fondo del mismo laten una serie de principios explicados por el Nobel Ilya Prigogine. Éste denomina “estructuras disipativas” a los sistemas abiertos, es decir, sistemas cuya estructura se mantiene por una disipación continua de energía, creando la posibilidad de un “reordenamiento” brusco desde el caos, desde el desorden, hacia una mayor complejidad.

A efectos de organización, el modelo de red ofrece la ventaja del ahorro de energía. El factor fundamental del bajo consumo energético viene definido por los periodos de latencia por los que atraviesa la red. Una vez finalizada la iniciativa concreta que desencadenó el movimiento, la estructura virtual creada para ese fin se deshace, y aunque cada grupo siga manteniendo su propia actividad, la organización general de la red entra en estado de reposo. El ocio es un lujo que no se puede permitir una organización basada en una estructura rígida, la cual se encuentra obligada a mantener permanentemente sus estamentos y jerarquías a costa de un gran consumo energético. El ejemplo más claro de mantenimiento de una estructura sin cometido específico lo constituye el ejército, permanentemente constituido aunque la nación atraviese un largo periodo de estabilidad en la relación con sus vecinos fronterizos.

A los ojos de un burócrata partidario de la “organización cristal” (basada en la redundancia), el modelo de organización por redes (basado en el paradigma del orden a partir del caos) resulta una idea detestable. Especialmente si pertenece a la Izquierda Establecida, pues el centralismo (“democrático” según algunos) fue precisamente una funesta concepción de la izquierda que basó su modelo organizativo en las tácticas leninistas. De aquellos polvos revolucionarios de la madre Celestina hoy tan sólo quedan los lodos de la burocracia cuyo lastre impide la adecuación de partidos y sindicatos a las modificaciones sufridas por el entorno. Sin embargo, la esencia de la evolución consiste precisamente en la adaptación al cambio.

Una red de resistencia frente al paro

El problema real es urgente, y no será efectuando grandes disquisiciones ni tampoco limitándonos a golpear nuestras cabezas en la puerta de las fábricas y sindicatos para pedir un empleo cada vez más improbable, sino resistiendo la continua invitación de los directores sociales a aceptar la precariedad, como los parados conseguirán que se respeten sus derechos cívicos y sociales. Para ello deberán utilizar adecuadamente el poder residente en esas 30.660.000.000 horas anuales disponibles en un colectivo de 3.500.000 personas inactivas, dedicándolas a pensar cómo hacer uso del supremo recurso a la rebelión que les asiste. Debidamente canalizado a través de acciones inteligentes, ese poder dormido puede poner contra las cuerdas a las instituciones que se preocupan más de la libertad del mercado que de la libertad real de las personas.

La constitución de una red arranca a partir de un punto cualquiera. Esta información procede del Nodo Lafargue, una herramienta política construida para articular dos ideas básicas:
La primera, que en el momento actual las sociedades opulentas del Norte poseen la suficiente riqueza acumulada para que su problema fundamental no sea el del reparto del trabajo, sino el reparto de la riqueza conseguida a partir del trabajo de las máquinas, la tecnología y las energías fósiles que constituyen un patrimonio común de la humanidad.

La segunda, que al margen de las disquisiciones metafísicas sobre las hipotéticas virtudes del trabajo para los seres humanos, éstos necesitan cubrir sus necesidades aquí y ahora. Quien quiera seguir haciendo experimentos económicos y tecnocráticos para crear empleo, que los haga en sus propias carnes. Pero, en tanto se produce el milagro anunciado por los profetas de la economía política, es imprescindible repartir la riqueza actual a través de un salario social. Y éste habrá de ser conseguido políticamente por las buenas o por las malas.

Nodo Lafargue lanza este mensaje abierto con una cantidad de información con capacidad de replicarse a sí misma y recombinarse con otras informaciones procedentes de la red para dar lugar a una serie de organizaciones más complejas surgidas de la interacción entre los distintos “núcleos de supervivencia” y el entorno. El resultado es imprevisible: esta información no prefigura el resultado final de la organización pero aspira a que, sea cual sea la forma resultante, ciertos elementos de su programa se integren en el conjunto final. El mensaje “conéctate a la red” constituye el primero de la serie. A partir de aquí, la selección natural “premiará” a los “complejos ideológicos” más aptos para adaptarse a las condiciones del entorno. (Por ejemplo, el tiempo dirá si es posible crear más empleo aumentando la actividad económica e industrial a costa de incrementar la carga sobre los límites físicos del planeta o, si por el contrario, debemos parar inmediatamente la frenética actividad del Norte y administrar los cuantiosos recursos acumulados de una forma más equitativa).

Nuestra propuesta es la de interconectar a los cientos de grupos existentes a través de una futura red de ámbito mucho más vasto: una RED CÍVICA DE PARAD@S capaz de articular la diversidad ideológica de los movimientos de resistencia a la opresión de los mecanismos responsables del paro. Puesto que el Pensamiento Único se ha dedicado a apretar (hacia la derecha) las tuercas de la Máquina de Fabricar el Paro, es preciso aflojar esa presión imprimiendo un giro hacia la izquierda. Ha llegado la hora de que la ciudadanía afectada por el problema tome directamente las riendas del asunto exigiendo a los poderes públicos un salario social que compense el agravio inferido a sus derechos cívicos y constitucionales.

Tres pasos básicos para un movimiento cívico de parad@s

Inscripción en el Inem

Los datos de la Encuesta de Población Activa, y no el paro registrado en el Inem, son los utilizados en la UE para medir el desempleo en España. Sin embargo, los 3.292.700 parados que refleja la EPA no van a ser la referencia para elaborar el Plan Nacional de Empleo que el Gobierno debe presentar en la cumbre de Cardiff. El argumento oficial es que, al tratarse de una encuesta, los desempleados no tienen nombres y apellidos, que sí aparecen en el registro del Inem. Éste recoge una cifra bien diferente: 2.091.329 parados en enero 98, de los que cobran desempleo sólo un 47%. Por este motivo, la inscripción de toda persona en paro en las oficinas del Inem es un acto político destinado a refutar la falsedad de los mensajes oficiales. En su momento, la tarjeta podría ser utilizada para sostener acciones apropiadas de Desobediencia Civil e incluso como documento acreditativo para iniciar acciones legales de solicitud de indemnización ante el Tribunal Constitucional

Asambleas Cívicas

Los comentaristas cínicos han pretendido negar la realidad del paro aludiendo al trabajo sumergido, el fraude y la picaresca de los trabajadores. Para refutar tales argumentos, las personas en paro deben dejar de ser una simple estadística manejada por burócratas y sustanciarse en un cuerpo social tangible que desmienta con su presencia las mentiras oficiales y reivindique su legítimo derecho a disfrutar del producto social abandonando la invisibilidad de la muerte civil. Las personas en paro deberían proceder a ocupar espacios visibles de cada ciudad reuniéndose, de forma periódica, puntual y pacífica, en una plaza pública constituyendo ASAMBLEAS CIVICAS DE PARAD@S.

Red Cívica de parad@s

Cada individuo tiene su propia perspectiva a la hora de enfocar los problemas. Esto es tan natural como legítimo. La pretensión de organizar un movimiento homogéno supone: o bien que un cierto número de individuos se ven obligados a someterse al dictado de una vanguardia o bien que la propia organización se encuentra sometida a las continuas tensiones ejercidas por los disidentes. La biología y la propia historia nos enseñan a no repetir errores del pasado. Es perfectamente compatible formar una miríada de colectivos heterogéneos, agrupados por sus respectivas afinidades y propuestas de acción, con la pertenencia a una red de cooperación no jerarquizada. En lugar de esperar inútilmente a Godot, quien esté en condiciones de hacerlo organícese ya de forma autónoma y conéctese a la red.

Freecopy. NODO LAFARGUE agradece la máxima difusión de este mensaje.

REIVINDICACIONES BÁSICAS DEL NODO LAFARGUE

Gratuidad en los transportes públicos

Es la reivindicación menos onerosa que se pueda plantear y, sin embargo, restituye a la persona en paro el ejercicio de un derecho tan básico como es el Derecho a la libre circulación de las personas. Conforme al discurso oficial de que “el trabajo del parado es buscar trabajo”, la gratuidad en el transporte contribuiría a facilitar esa pretensión. Un discurso más avanzado debe fundar esta reivindicación en el hecho de que los vehículos circulan gracias a una energía que constituye un patrimonio común de todos los habitantes del planeta. Por otro lado, la aplicación de esta medida no supone en la práctica ningún coste adicional para los servicios públicos, toda vez que éstos tienen una continuidad de funcionamiento con independencia de que sean utilizados o no por los usuarios y, por pura lógica, una persona desempleada no va a utilizar el transporte en horas punta sobrecargando el servicio. El único coste adicional que se podría generar vendría derivado de cualquier tentación burocrática tendente a crear un documento diferencial, un “bono-paro”, que viniera a complicar las cosas con nuevos trámites de acreditación. Esta tentación debe desecharse de partida no sólo por la necesidad de evitar costes superfluos, sino porque el hecho mismo de portar un documento diferencial supondría añadir un estigma social a la propia situación de exclusión con la que se pretende acabar. En consecuencia, el bono de transporte gratuito deberá ser facilitado automáticamente a la persona en paro, y en caso que dependan de él, también a sus familiares, en el momento de su inscripción en el INEM.

Cotización a la Seguridad Social durante el periodo efectivo de desempleo

Actualmente, sólo se toma en cuenta a efectos de cotización a la S.S. el periodo de la prestación contributiva al desempleo. Si, pasado este lapso de tiempo, que es el que en teoría el Sistema estima como suficiente para encontrar un nuevo empleo, no se consigue este objetivo, deberemos entender que se trata no de una negligencia del parado, sino de una “avería del sistema”. Dado que en términos económicos el empleo de nueva creación equivale al PIB menos la productividad, exigimos la democratización de los beneficios de la productividad habida cuenta de que los aumentos de la misma se consiguen sustituyendo a las personas por máquinas. El periodo total de permanencia en el desempleo deberá se computado como cotizado a la S.S. Tanto si es de un año como si dura toda la vida. Esta cotización no deberá hacerse por la base mínima, ya que estaría labrando el campo de cara a una nueva situación futura de exclusión, sino por una base equivalente a la media de cotizaciones de los sectores empleados.

Salario Social garantizado

A propósito del debate sobre la Renta Básica de Ciudadanía, desde la comodidad de las cátedras se polemiza sobre si debe ser pagado a todo el mundo o sólo a ciertos colectivos que cumplan determinadas condiciones teóricas. Es una discusión fecunda, pero en tanto nos ponemos de acuerdo en su formulación, el primer paso en ese sentido debe consistir en garantizar la percepción de un Salario Social pagado incondicionalmente a toda persona en paro. Su cuantía no será inferior a la establecida para el Salario Mínimo.

Indemnización por el tiempo de desempleo sin protección
Al objeto de restablecer la legitimidad democrática del sistema, tod@ ciudadan@ mayor de edad que haya permanecido en el desempleo sin percibir prestaciones durante el tiempo de vigencia del Pensamiento Único, deberá ser indemnizada por el Estado, al que corresponde asumir la responsabilidad subsidiaria por la manifiesta estupidez política demostrada por sus dirigentes.

Reparto del empleo

Esta reivindicación debe situarse en el último lugar de nuestra plataforma. En principio, no parece justo obligar a nadie a ceder una parte de un bien que, a juzgar por la insistencia con la que se alaba, debe ser muy valioso. Llegado el caso de que, como afirma el discurso oficial para negar las ayudas, hubiera tanta gente disfrutando de la buena vida que disponer de un empleo resultara un agravio real, habría llegado el momento de aliviar la dura carga de los empleados repartiéndola entre los presuntos bon vivants.

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