Entrevista a Sukar Horia

Este texto también está disponible en euskera.

Ekintza Zuzena: Habladnos de vuestro colectivo ¿cuándo surge, en qué contexto y cuáles son su filosofía y sus objetivos?

Sukar Horia: Lo primero de todo, muchas gracias por hacernos un hueco en vuestra publicación. Sukar Horia lo creamos en otoño de 2019 varias personas que habíamos militado en el colectivo Tosu Betirako de Getxo. No veíamos que encajáramos entre los colectivos que habían surgido con la «Ola climática», ni tampoco integrados en los grupos ecologistas clásicos. Por eso creamos SH, con el propósito de dar un impulso al ecologismo social. Nuestro objetivo es hacer posible una transición ecológica justa, es decir, erigir una sociedad que asegure el reparto de la riqueza dentro de los límites biológicos y físicos del planeta y que sea también feminista.

EZ: ¿Cómo evaluáis lo realizado hasta el momento?

SH: El principio de nuestra actividad se dio dentro del confinamiento y, por tanto, nuestra valoración está claramente condicionada por este acontecimiento. Por un lado, a nivel de movimiento populares, hemos conseguido una gran referencialidad en Bizkaia, pero, por otro lado, no somos capaces de incidir socialmente en la medida que exigen los tiempos. De cara a los próximos meses, uno de nuestros objetivos es crecer como grupo.

EZ: ¿Qué diagnóstico hacéis de la actual coyuntura de crisis ecológica?

SH: El diagnóstico es muy claro, y así lo confirman los informes de científicos de diferentes áreas:

Os hallamos ante la concentración de CO2 más alta de la historia (420 ppm aproximadamente, ¡una barbaridad!) y la humanidad no ha vivido nunca temperaturas tan altas. Estamos viviendo ya el cambio climático, pero las próximas décadas serán más cálidas, y ello, seguramente, acarreará violentos impactos ecológicos y climáticos. Además, los efectos del cambio climático no tienen vuelta atrás. Al mismo tiempo, la ONU prevé decenas de millones de refugiados climáticos.

De todas formas, el futuro no está escrito, y dependerá también de lo que hagamos (o de lo que no hagamos). No es lo mismo un aumento de temperatura de 1,8 grados que un aumento de 3 grados.

En el otro lado de la moneda, en el de los recursos materiales y energéticos, hay que decir que el capitalismo global está chocando contra los límites físicos del planeta, y queremos o no, viviremos un decrecimiento. Este proceso será complejo, durará décadas y será poliédrico, esto es, tendrá características propias según el lugar.

Simplificando, la disyuntiva es llevar a cabo un decrecimiento de modo planificado, democrático y justo, o por el contrario, de modo autoritario, opresor y sin ningún tipo de planificación. Por supuesto, puede haber una amplia escala de grises entre ambas opciones.

Por nuestra parte, con ánimo de transmitir esperanza, creemos que la crisis ecológica puede seruna palanca para radicalizar a la población y para aglutinar a colectivos de un amplio espectro, y que ponga en el centro los objetivos anteriormente mencionados al principio.

EZ: ¿Cómo analizáis en este contexto la lucha ecologista y su realidad organizativa ¿Qué carencias y que retos veis necesario afrontar?

SH: En este momento Sukar Horia se encuentra en una fase de reflexión y formación para trabajar este aspecto. Si analizamos el movimiento ecologista de Euskal Herria, nos daremos cuenta de que está atomizado, de que hay muchos grupos sectoriales trabajando problemáticas propias. Se han hecho algunos intentos para reforzar el trabajo en común y en el empeño de revitalizar el movimiento ecologista: las movilizaciones Aldaketaldia, COP26… Sin embargo, sus resultados han sido limitados en la medida de lo que exige el momento histórico que estamos viviendo. La transición ecológica, en sus primeras fases por lo menos, se dará dentro del capitalismo; como consecuencia, por un lado, surge la necesidad una organización grande y amplia, que supere las fronteras del ecologismo clásico en asociación con otros sectores, para hacer frente a las instituciones y para agitar la opinión pública a favor de una transición justa.

Por otro lado, para crear las condiciones para el ecosocialismo, es importante socializar discursos directos que impugnen el sistema e insertar socialmente las ideas del ecosocialismo, en el proceso de crear un nuevo imaginario. De hecho, el modelo de tiempo libre y de consumo de la clase trabajadora también han tenido su efecto para el desancadenamiento de esta situación. Pero, del mismo modo, el modelo de transición energética y ecológica no se puede construir a costa de estas clases.

Resumiendo, la transición ecológica debería tener 4 ejes:

  1. Lucha contra las grandes infraestructuras: TAV, Supersur, Aroztegia… pero también contra las macrogranjas, la agricultura intensiva, las líneas de alta tensión o las infraestructuras para el transporte del agua (El 90% de los habitantes de Bizkaia reciben el agua de Burgos y Araba, por ejemplo) Y, por supuesto, derogar la recién aprobada Ley Tapia, una apuesta en favor de las grandes infraestructuras y en perjuicio de la autonomía de los municipios.
  2. Solicitar, por medio de la movilización social, que las instituciones tomen medidas: en Hego Euskal Herria la industria, la movilidad y el sector energético son los más contaminantes (con el 85% de total de las emisiones, aproximadamente). Unido esto, una redistribución radical de la riqueza y podemos mencionar la idea de la expropiación de los grandes propietarios, y a largo plazo, la de poner en cuestión la propiedad privada misma.
  3. Crear comunidades alternativas: cooperativas con criterios ecológicos, viviendas y huertos comunitarios, proyectos de centros sociales, sindicatos de vivienda, etc.
  4. Construir imaginarios no capitalistas de felicidad y libertad; sobrios en cuanto a recursos y energía, pero que posibiliten experiencias vitales reconfortantes. Nos han vendido un modelo de felicidad basado en el consumo, pero ese modelo, además de crear frustración y ansiedad, acarrea el desastre ecológico y una desigualdad social sin precedentes.

¿Cómo evaluáis la actual situación institucional? ¿Creéis que los nuevos fondos europeos y los pactos de los partidos vascos con el gobierno central pueden implicar una aceleración de infraestructuras que llevan años paralizadas o casi, como el TAV?

SH: Es un tema complejo y entre nosotros no hay un completo consenso. Sin embargo, con respeto total a diferentes opiniones, estamos de acuerdo con lo que plantea David Harvey: «El cambio climático no se detendrá con huertos comunitarios». Es decir, no es suficiente con que los movimientos sociales creen alternativas, sino que debemos interpelar a las instituciones para posibilitar cambios rápidos y duraderos. El tiempo llama a nuestra puerta. Además, esta década es clave para no superar límites que tendrían consecuencias irreversibles. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU) afirma que deberíamos reducir un 55% las emisiones para 2030.

En lo que se refiere a los Fondos Europeos, ni que decir tiene que es un proyecto en favor de las élites económicas de la Unión Europea. En este sentido, estos fondos tienen como objetivo reforzar la hegemonía de la Unión Europea; sobre todo, las subvenciones que benefician a las grandes empresas energéticas son enermes. En la misma línea, el plan Next Generation UE profundiza nuestra relación colonial con los pueblos del Sur global. Por ejemplo, todo el mundo habla de digitalización, pero de ¿dónde extraeremos el cobre, silicio, vanadio… necesarios para hacerla posible?

Esto no quiere decir que no sea necesaria hacer una transición energética, pero debe ser democrática, descentralizada y basada en el decrecimiento. Por tanto, nosotros reclamamos una reforma fiscal verde: «¡que paguen quienes más tienen y más contaminen!», pero es cierto que hoy en día no parece algo muy factible. Haciendo autocrítica, teniendo en cuenta la importancia de los fondos Next Generation, no hemos sido capaces de impulsar la movilización con este tema.

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