Son ya 20 años desde que se alzaran allá por 1993 las primeras voces contra esta infraestructura ferroviaria por estas tierras. Y han sido muchas las acciones, los debates, niveles de implicación, encuentros y desencuentros, aciertos y errores… a lo largo de estos largos años. Por todo ello, puede parecer demasiado pretencioso resumir todo lo acontecido en unos cuantos párrafos.
A pesar de todo esto, la desaparición de un referente coordinativo tan importante como ha sido la Asamblea Contra el TAV hace más imprescindible que nunca recordar unos cuantos detalles respecto a esta, sin obviar que la lucha contra el TAV en Euskal Herria aunque huérfana, sigue activa. Como lo demuestra la existencia de Mugitu!Mugimendua (M!m), la activación de la lucha en Nafarroa Garaia y la que mantienen en Iparralde, que por sus propias especificidades necesitaría de un análisis diferenciado.
Haciendo un balance provisional de los caminos recorridos en esta lucha, se nos hace de obligado cumplimiento recordar las diferentes perspectivas que ha presentado. Hablamos por ejemplo, del impulso que a supuesto en la crítica al modelo desarrollista que necesita el capital y el mercado para su continua expansión y/o supervivencia. Discurso que ha llegado incluso a derivar en lo que para algunos se ha dado en llamar el movimiento antidesarrollista o antidesarrollismo.
Otro hilo conductor utilizado a lo largo de estos años, ha sido el análisis y posterior crítica del modelo de infraestructuras diseñado para este territorio (Autopistas y autovías, infraestructuras energéticas, desarrollo urbanístico…) que ha ayudado a situar el proyecto ferroviario de la Y Vasca dentro de un todo en la compleja geo-estrategia del capitalismo. De manera irreversible, el modelo de consumo ligado al capitalismo, también se ha encontrado en el punto de mira de este conflicto.
Por otro lado, la crítica ecologista al uso también ha sido una herramienta para atizar a esta infraestructura, sin embargo, muchas veces incluso los propios sectores ecologistas convencionales de este territorio han sido superados en su propia crítica, en la inercia de los acontecimientos, por un discurso más radical.
A su vez, la perspectiva y la crítica económica, ha ganado peso en el discurso Anti-TAV en los últimos años por razones obvias. El despilfarro que supone este tipo de infraestructuras en estos tiempos de empobrecimiento generalizado ha sido uno de los recursos más utilizados en los últimos años, incluso a veces, golpeados por la realidad y por paradójico que resulte, por los propios promotores de estas infraestructuras, magos del oportunismo y la demagogia.
Dentro de esta amalgama de discursos que se han dado cobijo bajo la bandera anti-TAV también podemos encontrar otros aspectos como el de la falta de participación popular en la toma de decisiones referentes a estas infraestructuras o incluso el de la perspectiva nacional derivada del conflicto vasco, que en el caso de Euskal Herria se hace indispensable no obviar.
Así pues, a nadie que haya participado en movilizaciones contra el TAV le sorprenderá reconocer los diferentes puntos de vista ideológicos que han tenido cabida en este movimiento y que han generado diferentes debates a lo largo de este tiempo. Este propio conglomerado, que en mayor o menor medida se fue cuajando en el llamado movimiento contra el TAV no ha estado exento tampoco de encarnizados debates, fruto de las contradicciones que inevitablemente surgen al unir fuerzas con otros sectores. En este sentido, los colectivos autónomos implicados se han visto abocados a realizar constantes equilibrios ante el uso instrumental, que en ocasiones, han hecho de esta lucha determinadas fuerzas políticas y sindicales y que en parte ha condicionado las propias dinámicas.
Sí interesantes nos ha parecido los frutos dialecticos e ideológicos surgidos a lo largo de esta larga confrontación, más aún nos parece la multitud de experiencias que en sí ha hecho de la lucha contra el TAV en Euskal Herria un nuevo referente dentro de la lucha contra el estado de las cosas, ligado desde la cercanía y salvando las distancias, con otros conflictos históricos en defensa del territorio, como fueron los desarrollados contra la central nuclear de Lemoiz, la autovía de Leizarán o el pantano de Itoiz. Manifestaciones multitudinarias, acciones de desobediencia civil, cortes de carretera y de las vías del tren, caceroladas, campañas de impagos contra Renfe y Euskotren, impedimento del inicio de sondeos, lucha jurídica e institucional, sabotajes a intereses de empresas constructoras, espacios de desobediencia a pie de obra como el de Urbina en 2006, parodias, movilizaciones contra expropiaciones… y un sin fin de acciones imaginativas, han sido los verdaderos protagonistas de estos años. No debemos olvidar la implicación de la organización armada ETA con la ejecución del empresario Inaxio Uria en diciembre de 2008 y otros ataques espectaculares que se dieron a la vez que la presión social contra este proyecto iba en aumento, y que a su vez produjeron una brecha clara dentro de este.
Como bien sabemos por estos lares, de la misma manera que hablamos de acción estamos obligados a hablar de represión e intoxicación desde los medios de comunicación, una vez que era imposible silenciar la existencia de este movimiento. Sin querer justificar con ello otras limitaciones o debilidades, el saldo represivo, recogido en su momento por el dossier “AHTren aurkako mugimendua eta errepresioa”, sigue in crescendo y ha supuesto una sangría moral y económica. Recordemos la petición de condenas de prisión a las que se enfrentan los cuatro tartalaris por dejar en evidencia a la presidenta de la Comunidad Foral de Navarra Yolanda Barcina en un encuentro de autoridades en octubre de 2011 en Toulouse. En un análisis en perspectiva tampoco podemos olvidar la reciente reforma del código penal del gobierno de Rajoy que endurece las acciones de desobediencia civil, en un afán de silenciar todo movimiento contestatario, y que hará replantear los modelos de protesta en el futuro.
No podemos acabar este texto sin hacer una mención especial a la trayectoria y continua labor de la Asamblea Contra el TAV durante todo este tiempo. El que recientemente hayan decidido dar por finalizada su coordinación solo demuestra lo complicado que es mantener un nivel óptimo de lucha y organización interna en conflictos tan dinámicos y prolongados.
Todo lo recogido de esta experiencia durante estos 20 años y lo que queda por venir, enmarcado en la actual crisis económica que azota a la vieja Europa y sin obviar las expectativas y divergencias que genera el nuevo y contradictorio paradigma político-social abierto en Euskal Herria, hace que sigamos expectantes a lo que las luchas contra estas infraestructuras nos pueden deparar en un futuro cercano.
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