LA FOLCLORIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

Aun cuando se pretenda «étnico» o «caritativo», el turismo provoca estragos. Esta nueva forma de colonialismo contribuye al etnocidio del que son víctimas las así llamadas poblaciones, al destruir su medioambiente y por tanto su cultura.
Seres curiosos y misteriosos, los pigmeos han fascinado y continúan haciéndolo a un buen número de sociedades lejanas o próximas a su modo de vida. Desde la Antigüedad, los relatos de los viajeros egipcios o griegos les presentan de forma circunspecta como seres mitad-bestias, mitad-humanos, mitad-dioses, mitad-demonios, oscilando entre espíritus malvados y espíritus portadores de felicidad. Así pues, se les encontrará en las cortes faraónicas o nubias como baila­rines (bufones) de los «dioses». De la misma manera, sus vecinos bantúes, con los cuales mantie­nen complejas relaciones multiseculares a menudo caracterizadas por el sometimiento o una voluntad de dominación, les temen por su dominio de los «secretos» de la selva. Este poder les viene dado por su antigüedad sobre el territorio boscoso del África ecuatorial; por otro lado, los pigmeos afirman sin dudarlo, para mostrar su ósmosis con el medio natural, «yo soy la selva».

En Camerún, tres grupos de pigmeos viven en las zonas boscosas del centro, del sur y del este: los Bedzang (en la Mbam et Kim), los Bagyéli (en el sur), los Baka (en el sur y el este) con una población estimada de 50.000 a 70.000 personas[[«Les Pygmées, oubliés du développement?», en Journal Bubinga, 10 de diciembre de 2005.]] para una población total del país de 16 millo­nes de habitantes en 2007. Proponemos a continuación la cuestión de la identidad de los pig­meos Baka. ¿Quiénes son?, ¿cómo se definen a sí mismos?, ¿qué tipo de miradas aportan sobre un mundo en plena transformación?, ¿qué piensan de los turistas que vienen a verles?, ¿supone el turismo cultural o el ecoturismo un porvenir para los Baka?[[Este trabajo se basa igualmente en mi experiencia de campo en tanto que guía-conferenciante para tour-operadores franceses y belgas. Desde 1999 acompaño a grupos de turistas a Camerún.]]. Nuestro propósito estriba en obser­var igualmente esta relación de fascinación/ repulsión de los turistas hacia los Baka (en términos de defensa de lo autóctono) y la perspectiva turística del desarrollo sostenible[[Examinaremos igualmente la relación entre la conservación de la naturaleza y el respeto por el estilo de vida de los Baka al analizar la caza.]] conver­tido en el leitmotiv de las políticas y de los expertos en «poblaciones indígenas».

La búsqueda ilusoria de lo auténtico

Para los Baka la selva se presenta como un elemento de vida indispensable, el lugar inmediato de la imaginación y la manifestación de lo sobrenatural y lo trascendental, como lo evocan dife­rentes mitos de la creación[[Léase A. de Ternay, Croyances religieuses des Noirs, 1934-1935, Archivos de la congregación del Santo Espíritu en Chevilly-Larue, B. 282-B IV, Cuaderno I.]]. La actual deforestación acelerada de su «hábitat» supone, para es­tas poblaciones originalmente cazadoras-recolectoras, un ataque a las divinidades de la vida co­tidiana: próximas a los humanos, accesibles, a las que se dedican ofrendas y ritos con la ocasión de acontecimientos precisos, pautando la vida individual o comunitaria. La masiva destrucción de los árboles[[«Nous sommes tous des chasseurs-cueilleurs», en Le Point, nº 1377, 6 de febrero de 1999, pp. 162-164.]] en nombre del desarrollo constituye lenta, pero seguramente, el fin de su mundo. Subrayaremos aquí que no es sino en la selva donde reside la «fuerza vital» de los Baka. Esta fuerza vital tan necesaria para el equilibrio del mundo de los negro-africanos. Encontramos asimismo en los Baka esta noción expresada durante largo tiempo en diversos relatos y cuentos que narran la vida de los dioses y los hombres. Pueblo de cazadores, mantiene una relación pri­vilegiada e íntima con la selva. La destrucción de la fauna, de la flora y la ocupación de su hábi­tat (por las explotaciones forestales cada vez más voraces) desintegran las estructuras sociales e impiden la expresión de la «fuerza vital», y constituyen la última etapa del etnocidio en el sentido en que lo entendía Robert Jaulin. Esta presión territorial, la reducción al mínimo de su espacio vital y la deforestación, destruyen no sólo la selva de los seres humanos sino ante todo el mundo invisible, esto es, la relación con los ancestros y los fundamentos de la existencia. Para los Baka algunos árboles son verdaderas deidades (que se deben alabar, nutrir y conservar celosamente). El des­cu­brimiento o redescubrimiento de esta vida «natural» atrae a los turistas que piensan encontrar otro sentido a sus decadentes y mercantiles existencias en Occidente. Per­manecen durante diez días en completa inmersión (los más temerarios) en la vida cotidiana de los Baka: caza, recolección, danza, relación con la naturaleza, etc. Todo está naturalmente folclorizado para corresponder a lo que esperan los turistas; con una permanente «tentación prehistórica» como lo señala Hervé Ponchelet[[Les reporters de l’histoire, La France colonisatrice, prefacio de Patrice de Beer, París, Liana Levi/Sylvie Messinger (1983), p. 10.]]. En una relación de fascinación/ repulsión con los Baka, los turistas fingen ignorar la historia y sobre todo el hecho de que los pigmeos son nuestros contemporáneos: «no se trata de fósiles vivientes». A pesar de las precauciones de algu­nos guías turísticos o de antropólogos, se constatan reacciones de este tipo: «Pero si no son como los imaginaba», «¿No son más grandes?», «¿De verdad son pigmeos?», «¡Pero si van vestidos!», «¡Eh, aquel habla francés!», «¿Pero también se lavan?», «Pero si son malos», «No quieren hablarme», etc. Estos turistas desembarcan como conquistadores en tierras pigmeas, saturados de estereotipos puestos en circulación por Tintin en el Congo o por relatos de misioneros que ilustran el «mito del buen salvaje» que hizo furor durante el siglo de la Ilustración. Lo que enfurece a los turistas que se encuentran en el curso de estas peripecias boscosas es contemplar al Baka, al verdadero, como un ser no petrificado desde la noche de los tiempos. No se dan cuenta de que son ellos mismos los agentes de la transformación de las costumbres de los pigmeos. Así, en febrero de 2006, durante una misión de localización que hago a una empresa de producción francesa en su búsqueda de pueblos «auténticos» para una película sobre los nacimientos en el mundo, no se contó con los Baka de Camerún puesto que a juicio de los productores no eran lo suficientemente típicos, puesto que además estaban vestidos: «No corresponden a la imagen esperada de los primitivos».

Los pseudo-viajeros buscan dientes limados, senos desnudos, cabañas, etc.; como si el tiempo no hubiese pasado… Fingen olvidar las violentas campañas de «pacificación» de la conquista co­lonial. Quieren arrinconar las consecuencias del atroz enfrentamiento cara a cara de los siglos XIX y XX: la ineludible misión civilizadora del occidente «civilizado». Por retomar las palabras de Patrice de Beer, «mientras que el siglo XVIII había buscado comprender, admitir las diferencias, el siglo XIX, más preocupado por conquistar y ocupar, considerará toda diferencia como una in­ferioridad, incluso una deficiencia, y se esforzará por normalizar el mundo a su imagen y seme­janza. Vestir a los ‘Negros’ como símbolo del progreso, poner un vestido de algodón a las negras, de África o de otras partes»[[Íbidem.]]. La ideología humanitarista del siglo XXI y el turismo mantienen la tarea de los misioneros y de los administradores coloniales. He aquí un campamento pigmeo en la ruta de la frontera, hombres, mujeres y niños en harapos, mendigos, alcohólicos, una iglesia en cada extremo del pueblo, una escuela deteriorada, un dispensario a decenas de kilómetros, la ciudad nada lejos, etc. Cuando el pasado y el presente se enredan hasta ese punto, la mirada del turista se esconde: «nuestra civilización es responsable, pero no culpable». ¡Quiero lo auténtico, diantre! Pero lo auténtico no existe más que en las ficciones y lo imaginario. Así pues, para per­seguir el sueño (no ver la miseria de los Baka de «verdad», sobre todo para los que no pueden desplazarse), se reconstruyen zoos humanos.

La presencia de los Baka en este zoo belga recuerda la gran época de los zoos humanos en los siglos XIX y XX[[Véase Nzogan Fomo, Le drame des pygmées. L’affaire des Baka en Belgique, en www.wagne.net/messager /messager/1404/drame_baka.htm]]: «Le servimos salvajes a domicilio», usted puede palparlos sin temor, sin todos los peligros de la selva ecuatorial. En familia, los aventureros del week-end se dedican al descu­bri­mien­to de la alteridad.

La última etapa de la misión civilizadora

Bajo la imagen del charity business (negocio de la caridad), el turismo caritativo se ha convertido en el nuevo Eldorado donde se calman las buenas conciencias occidentales… Lo humanitario es la última frontera de la civilización, allí converge el turismo de masas. Cuando eso afecta al mundo de los pigmeos, los efectos son todavía más desastrosos. Pues no olvidemos que los pig­meos raramente han sido definidos desde su propio punto de vista, tan sólo se han visto representa­dos: bien en la representación del mundo de los exploradores, bien gracias al paso de los misio­neros y los administradores coloniales (siglos XIX y XX). Han sido definidos bajo cánones exter­nos, situados en el punto más bajo de la escala humana, considerados en definitiva (e incluso en la actualidad) como salvajes que representan (para ciertos antropólogos evolucionistas del siglo XIX) el eslabón perdido de la evolución entre el mono y el hombre. Lo que ha hecho de ellos un objeto de fascinación que atraviesa los siglos, la imagen absoluta del «buen salvaje» que se puede encontrar en los comics, las novelas de aventuras o en el cine occidental[[Véase la película de Régis Wargnier, Man to man (2005) que pone en escena una pareja de pigmeos capturada en 1870 en plena sociedad victoriana, y que como objetos de ciencia acabarán en un zoo.]]: se duda siem­pre de su humanidad, se les infantiliza y carecen de voluntad propia. Se les desvaloriza para hacernos sentir más agudamente la necesidad de acciones caritativas y una apelación a «visi­tarles». Un ejemplo, uno solo para comenzar. He aquí que en 2006 una ONG católica, el Hogar de Nuestra Señora del bosque, que predicó en favor de los pigmeos Bagyéli (de la región de Bi­pindi en el sur de Camerún), les presenta ante sus futuros y generosos donantes: «Los pigmeos constituyen una minoría analfabeta, primitiva y totalmente marginada»[[Véase la página web de la asociación: http://fondaf-bipindi.solidarites. info/historique.php.]]. Por eso, en esta zona, los filántropos misioneros predican con el propósito de «elevar» globalmente a estos «pobres pig­meos» en un último acto de humanidad.

Cabe reseñar que los principales flujos de viajeros que se dirigen hacia los pigmeos Baka son humanitarios –actores del «turismo caritativo»- embarcados en diferentes ONGs y proyectos de desarrollo.

Los últimos acontecimientos tras los años 1930, bajo la acción conjunta de misioneros cristianos y de la administración colonial, conducen a la sedentarización y al acantonamiento de los Baka a lo largo de rutas y próximos a los pueblos bantúes, para controlarlos mejor. Esta sedentarización forzada se persigue en nombre del viejo eslogan colonial, reutilizado por la administración came­runesa: «Por donde pasa la carretera, llega el desarrollo». El proceso de sedentarización se ha visto acentuado a partir de los años 1960 y 1970 por el Estado camerunés con el apoyo de su­puestas ONGs «de desarrollo». Esta acción conjunta de «domesticación de la alteridad», como lo indica el filósofo Bassidiki Coulibaly, tiene por objetivo hacer entrar a los Baka en la modernidad involucrándolos en estructuras e infraestructuras de renovación del territorio: escuelas, centros sanitarios, aprovisionamiento de agua, carreteras, etc.

Al igual que otras poblaciones seminómadas, los Baka no han solicitado participar en Estados creados sin su consentimiento. Se han encontrado insertados/encerrados en fronteras y siste­mas políticos, administrativos y económicos, exteriores a su visión del mundo y a los cuales, desde siglos, han tenido que adaptarse o, en caso contrario, perecer. Añadamos que esta seden­tarización se acompaña de litigios hipotecarios, pues los pigmeos están instalados en tierras consuetudinarias de los bantúes, tierras sobre las cuales no disponen de pleno usufructo; no son más que tolerados y las jefaturas administrativas por ellos creadas carecen de efectividad.

Terminamos señalando que las lógicas civilizadoras, humanitarias y caritativas, están entrelaza­das. Por retomar el ejemplo del zoo belga, años más tarde y con el mismo ímpetu humanitario, Dieudonné y Jani le Pen han realizado el viaje inverso a Camerún. Los aspectos más nausea­bundos de este turismo humanitario se perciben en este retorno en marzo de 2007 y en la ins­trumen­tali­za­ción de los Baka.

Aggée-Célestin Lomo Myazhiom

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