Durante los últimos años, aquí abajo, en lo que alguien denominó que se llamaría República del Ecuador, hemos afrontado una serie de agresiones de parte de las empresas petroleras transnacionales. La adjudicación de territorios indígenas como Bloques petroleros, la construcción un nuevo oleoducto que atraviesa todo el país, la represión secularizada de parte de las compañías, el gas lacrimógeno, la encarcelación, han sido algunas de las ofensivas desde los poderíos petroleros.
Ante estos abusos los pueblos afectados hemos levantado estrategias de resistencia y de acción directa para detener, denunciar y responsabilizar a los autores de estos crímenes. Entre algunas de estas se destacan las paralizaciones, bloqueos de vías, campamentos de ocupación, ocupación de las instalaciones petroleras y oficinas públicas, clausuras simbólicas de gasolineras, realización de materiales informativos y de acción directa, campañas de cartas, entre otras muchas.
Cada estrategia obedece a diferentes momentos de la lucha social, y cada acción se vuelve un objetivo en sí misma en el marco de procesos políticos más amplios que buscan una transformación social. En el caso energético proponemos cambiar una sociedad adicta al petróleo por una construcción permanente de sociedades que mantengan la soberanía sobre sus recursos naturales y modelos energéticos. Para esto, en Ecuador se inició desde hace años una campaña para denunciar y difundir los impactos que conllevan las actividades petroleras contra el ambiente y las poblaciones.
Hemos utilizado distintas estrategias y, dentro de estas, acciones que nos permitan construir procesos organizativos sostenidos. El activismo antipetrolero ha estado marcado principalmente por la acción directa y la formación política de los activistas y afectados directos, que no siempre somos los mismos. Es importante entender esta diferencia, pues los primeros muchas veces son activistas que se suman a las acciones directas de manera solidaria y con voluntad política; y los afectados directos son los que protestan porque sus vidas o sus cuerpos han sido afectados y escasa o nula ha sido la justicia ante sus demandas.
En el año 2002 ocupamos el Bosque Protector Mindo Nambillo para impedir el paso del nuevo Oleoducto de Crudos Pesados OCP, que afectaba a 11 zonas protegidas, 11 pueblos indígenas y la economía general de la nación. Levantamos plataformas en algunos árboles y nos fuimos a vivir allí, colgados, durante tres meses; cuando digo vivir, me refiero a que en el campamento, mientras duró, iniciamos una vida colectiva de acuerdo a los principios por los cuales decidimos la ocupación. La represión fue aumentando conforme avanzaba la construcción de la obra, finalmente varios fuimos los detenidos, muchos fueron golpeados y otros deportados a sus países; la oposición al OCP siempre fue pacífica y contaba con el apoyo de muchas organizaciones ecologistas en el mundo; pese a esto nos pasaron el tubo por encima.
Si bien el oleoducto se encuentra enterrado y nuestros árboles derribados, no sentimos fracaso por esta acción, pues en el Ecuador mucha más gente se enteró de la corrupción y la violencia petrolera, la mayoría de la gente tiene una mala imagen del OCP y además se iniciaron diferentes procesos legales en contra de la empresa que se mantienen hasta hoy. Nada de esto hubiera sido posible sin la participación directa de los afectados.
Durante el pasado mes de agosto de 2006, las principales productoras de petróleo de Orellana y Sucumbíos, cansadas de los abusos petroleros, decidieron realizar un paro. La población se volcó a las calles y carreteras con el objetivo de paralizar las actividades petroleras, se ocuparon los pozos y plataformas de las compañías, se cerraron las válvulas de bombeo de crudo, se tomaron los aeropuertos locales y unas serie de acciones directas para obligar a las compañías petroleras a cumplir con sus compromisos y exigir una reinversión de los recursos petroleros en las zonas más pobres del país que son estas dos provincias.
La coordinación de las acciones solo fue posible mediante un proceso organizativo y del pleno conocimiento del fraude petrolero que las transnacionales les causan a los pueblos. Pues fue la primera vez en 30 años de explotación de crudo que los propios afectados dijeron ¡ya basta! Por su parte, el gobierno aplicó toda la mano dura en contra de los pueblos afectados, encarcelación de los dirigentes, militarización, gases lacrimógenos, desinformación en la radio y televisión, disparos directos al cuerpo.
Esto nos demuestra que cada acción antipetrolera provoca graves impactos en los jugosos negociados de las empresas, y como éstas le han obligado al estado a proteger sus intereses, éste responde siempre con su mayor poderío represivo, convirtiendo a las ejércitos nacionales en paramilitares al servicio de las transnacionales.
Las acciones anteriores son posibles cuando estamos afectados directamente, es decir, cuando nuestros objetivos de acción directa son parte de nuestra vida cotidiana. En las ciudades el caso es diferente, hemos ocupado y clausurado gasolineras, hemos llamado al boicot de consumo de ciertas empresas, ocupamos sus oficinas, pues éstas son algunas estrategias que podemos realizar en las modernas babilonias, como activistas. Quizás lo más importante sea un tema más de fondo, la desobediencia a una sociedad que nos ha impuesto el consumo como única posibilidad de vida, esta desobediencia debe ser colectiva y propositiva de relaciones distintas y respetuosas del medio ambiente. La desobediencia a comprar gasolina en las estaciones de Repsol no nos debe obligar a adquirirla en otro autoservicio, sino ke nos debe cuestionar la propia utilización del petróleo en todos los espacios de nuestras vidas.
El activismo y las acciones directas que levantemos contra las injusticias derivadas de la sobreutilización de los recursos naturales, deben ser parte de discusiones más profundas y colectivas que vuelvan a la desobediencia una forma de vida y levante modelos energéticos autónomos y respetuosos de la vida.
PD. Y para el gas lacrimógeno, un poco de bicarbonato o vinagre esparcido por la nariz, ojos y boca, esto cambia el Ph de la piel y anula los ardorosos efectos de esta cobarde arma. O en caso de preparación, podemos construir máscaras antigas utilizando viejas botellas plásticas de refrescos, un poco de carbón vegetal y un elástico, nada complicado y muy efectivo para la resistencia.
Jose Proaño
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