ABANDONA EL ACTIVISMO

Un problema obvio el día de acción “18 de Junio” [[El 18-J paralizó la City, el centro financiero de Londres, como protesta por la cumbre del G-8, mediante una acción de masas convocada como “Carnaval contra el capital” (“Carnival Against Capital”). Todo el día estuvo repleto de acciones autónomas con intención global: “Nuestra resistencia es tan global como el capital” (“Our resistence is as global as the capital”). “Reclaim the Streets” organizó la acción de masas que desbordó con miles de personas la ciudad de alegría y odio.

“A la vez que la economía se vuelve más global e interdependiente, aquell@s que resisten sus consecuencias de devastación social y ecológica juntan sus fuerzas. Alrededor del mundo, el movimiento crece, de l@s zapatistas mexican@s a l@s parad@s franceses, de l@s pequeñ@s agricultores indi@s a aquellos que luchan contra las carreteras en el Reino Unido o l@s activistas contra las empresas petroleras de Nigeria, la gente está tomando la Acción Directa y reclamando sus vidas ante el insano juego de los mercados. La resistencia converge en el 18-J cuando cientos de grupos ocupan y transforman simultáneamente los centros financieros y los bancos atravésdel globo”.

Esta pretendida globalidad fue uno de los éxitos del 18-J, con cientos de acciones autónomas en Londres (bloqueos de caminos y vías, paralización de la City con una marcha de bicis, ocupación de un banco por “la campaña contra el comercio de armas”, acciones anti-McDonald’s, acciones contra la explotación animal, campaña “Drop the debt” contra la deuda externa,…), con acciones dentro del carnaval (miles de manifestantes enmascarad@s bailando samba, pintadas, una boca de riego escupía metros de agua a presión, tapado de cámaras de videovigilancia, en el edificio Liffe con compañía de Biotecnología se destrozan ordenadores, ventanas, ascensores, destrozos en McDonalds, una sucursal, un concesionario de Mercedes Benz y el Rabo Bank,…) y con acciones en todos los continentes gracias al lanzamiento de la convocatoria por internet.]], fue la adopción de una mentalidad activista. Este problema se hizo particularmente patente precisamente en esta fecha porque la gente involucrada en su organización y la que participó en ella intentó impulsarla más allá de estas limitaciones. Este escrito no es una crítica hacía nadie involucrado, sino un intento de inspirar alguna reflexión sobre los retos que confrontamos si es realmente seria nuestra intención de barrer el modo de producción capitalista.

Expert@s

Por “mentalidad activista” lo que quiero decir es que la gente se piensa a sí misma en primer término como activistas y como pertenecientes a una comunidad de activistas más amplia. El activista identifica lo que hace y piensa con su rol en la vida, como un trabajo o una carrera. De la misma forma, alguna gente se identificará con su trabajo como doctor o profesor, y en lugar de verlo como algo que resulta has de hacer, llega a ser una parte esencial de su auto-imagen.

El activista es un especialista o un experto del cambio social. El pensarte como un activista significa pensarte como alguien de alguna manera privilegiado o más avanzados que otr@s en tu apreciación de la necesidad de un cambio social, en el conocimiento de cómo alcanzarlo y cómo dirigirse o estar en primera línea de la lucha práctica para crear este cambio.

El activismo, como todos los roles expertos, se basa en la división del trabajo, es una tarea separada, especializada. La división del trabajo es la base de la sociedad de clases, siendo la división fundamental la existente entre trabajo mental y manual. Esta división opera, por ejemplo en medicina o educación -en lugar de ser parte del conocimiento común la curación o educación, y por tanto, tareas que cualquiera puede desarrollar, este conocimiento llega a ser propiedad especializada de doctores y educadores- expertos en quienes debemos confiar para que hagan estas cosas por nosotr@s. L@s expert@s guardan celosamente y mitifican las cualidades que poseen. Esto mantiene a la gente separada y privada de poder y refuerza la sociedad de clases jerarquizada.

Una división del trabajo implica que una persona toma un rol en nombre de muchos otros que delegan su responsabilidad. Una separación de tareas significa que otra gente cultivará tu comida, hará tus ropas y te suministrará electricidad mientras tu sigues adelante en el logro del cambio social. El activista, siendo un experto del cambio social, asume que otra gente no está haciendo nada para cambiar sus vidas y siente la responsabilidad de actuar en su nombre. Los activistas piensan que ellos están compensando la falta de actividad de otr@s. Definirnos como activistas supone definir nuestras acciones como aquéllas que traerán el cambio social, infravalorando con ello la actividad de miles y miles de personas no activistas. El activismo está basado en la concepción errónea de que sólo l@s activistas hacen cambio social -mientras, por supuesto, la lucha de clase sucede continuamente.

Forma y contenido

La tensión entre la forma de “activismo” en la que nuestra actividad política aparece y está crecientemente radicalizando sus contenidos ha crecido en los últimos años. Los antecedentes de mucha gente involucrada el 18 de Junio son los de un/a “activista” que hace una campaña sobre un “tema”. El progreso político que se ha llevado a cabo en la escena activista de los últimos años ha llevado a una situación donde la mayoría de la gente pasó de campañas puntuales contra compañías o temas específicos a una todavía bastante mal definida, aunque prometedora, perspectiva anti-capitalista. Aunque los contenidos del activismo de campaña se han visto alteradon, las formas no. Así, en lugar de tomarla con Monsanto e ir a ocupar su sede, la vemos desde y como una simple faceta del capital representado en Monsanto y por ello desarrollamos “campañas” contra el capitalismo. Y ¿dónde mejor que ir y ocupar que lo percibido como la sede del capitalismo -la City?

Nuestros métodos de operar son los mismos, tanto si la tomamos con una corporación específica como con el desarrollismo, a pesar del hecho de que el capitalismo no es para nada el mismo tipo de cosa, y los caminos y las formas con las cuales se podría perjudicar a una empresa no son en absoluto los mismos que los empleables para destruir el capitalismo. Por ejemplo, la vigorosa campaña por los derechos de los animales ha tenido éxito en hacer naufragar el Consorcio de criadores de perros y la Granja Hillgrove [[Está hablando de la granja privada donde “vivían” hacinados y torturados miles de gatos para experimentación científica. Fue cerrada por el propio dueño por la presión “activista” después de 30 años de funcionamiento. ]] de criadores de gatos. Los negocios se arruinaron. De igual modo, la campaña contra los viviseccionistas Huntingdon Life Sciences tuvo éxito al reducir el precio de sus acciones a un 33%, pero la compañía se las arregló para sobrevivir lanzando una campaña desesperada en la City para subir sus valores. El activismo puede, en definitiva, tener éxito contra una empresa, aunque para arruinar al capitalismo se requerirá mucho más que la simple extensión de este tipo de acciones contra cada negocio en cada sector. De este modo, l@s activistas pro-derechos de los animales cuando se marcan como objetivo actuar contra las carnicerías, obtienen como probable resultado final el liberar a los supermercados de esta competencia, ayudando así al proceso de competencia y “selección natural” del mercado. Por ello, l@s activistas han tenido éxito en destruir un pequeño negocio al tiempo que fortalecían el capital.

Algo similar puede ser aplicado al activismo anti-carreteras. Las protestas a gran escala contra las carreteras han creado oportunidades para un nuevo sector de seguridad del capitalismo: vigilancia, constructores de túneles, escaladores, expertos y consultores. Somos ahora un “mercado de riesgo” a tener en cuenta entre otros cuando se oferta un contrato de carreteras. Puede que hayamos realmente ayudado a las reglas de las fuerzas del mercado, forzando la salida de compañías que eran más débiles o menos aptas para afrontarlo. La consultora Amanda Webster dice: “El surgimiento del movimiento de protesta aportará realmente ventajas en el mercado a aquellos contratistas que puedan manejarla de modo efectivo”. De nuevo el activismo puede arruinar un negocio o parar una carretera, pero el capitalismo continúa incluso más fuerte que antes.

Estas cosas son seguramente pruebas, si es que se necesita alguna, de que afrontar el capitalismo requerirá no sólo un cambio cuantitativo (más acciones, más activistas), sino uno cualitativo (necesitamos descubrir alguna forma más efectiva de actuar). Parece que tenemos muy poca idea de cómo derrumbar el capitalismo. Si todo lo que necesitaramos fueran este tipo de acciones masivas de activistas ocupando oficinas y la revolución…

Las formas del activismo han sido preservadas aunque los contenidos de esta actividad se han trasladado más allá de las formas que los contenían. Aún pensamos en términos de seres “activistas” haciendo una “campaña” sobre un “tema”, y como somos activistas “de acción directa”, iremos y “haremos una acción” contra nuestro objetivo. Estamos intentando actuar contra el capitalismo y nos damos cuenta de que lo hacemos en términos completamente erróneos, con métodos apropiados para el reformismo liberal.

Roles

El rol de “activista” es un rol que adoptamos como el de un policía, un padre o un cura -una extraña fórmula psicológica que usamos para definirnos a nosotr@s mis-m@s y nuestra relación con otr@s. El/la “activista” es un especialista o expert@ del cambio social. Cuanto más nos aferremos a este rol y a la noción de lo que somos, más impediremos realmente el cambio que deseamos. Una revolución real conlleva la ruptura de todos los roles preconcebidos y la destrucción de todas las especializaciones, el retomar nuestras vidas. La toma de control sobre nuestros destinos es el acto de la revolución y conllevará la creación de nuevas identidades y nuevas formas de interacción y comunidad. Los “expertos” de cualquier cosa sólo pueden impedir este proceso.

La Internacional Situacionista desarrolló una punzante crítica de los roles y, particularmente, del rol del “militante”. Su crítica se dirigió principalmente contra las ideologías socialdemócratas e izquierdistas, porque éstas eran principalmente las vigentes. Aunque estas formas de alienación todavía existen y son fáciles de reconocer, en nuestro particular entorno es más frecuente el activista liberal que el militante izquierdista. Sin embargo, comparten muchas características (algo, por supuesto, no sorprendente).
El situacionista Raoul Vaneigem definió los roles así: “Los estereotipos son las imágenes dominantes de un periodo… El estereotipo es el modelo del rol, el rol es un modelo de comportamiento. La repetición de una actitud crea un rol.” Jugar a un rol es cultivar una apariencia negando lo puramente auténtico: “Sucumbimos ante la seducción de actitudes prestadas.” Como jugadores de rol nos instalamos en la inautenticidad -reduciendo nuestras vidas a una cadena de clichés- “desglosando nuestro día en una serie de poses elegidas más o menos inconscientemente entre los estereotipos dominantes”. Este proceso ha estado funcionando desde los inicios del movimiento anti-carreteras. En Twyford Down tras el Miércoles Amarillo (Diciembre 92), la cobertura mediática se centró en la tribu Dongas y el aspecto contracultural y las rastas de la gente que protestaba. Inicialmente esto no fue en absoluto el elemento predominante -durante el desalojo había un gran grupo, por ejemplo, de excursionistas. Pero la gente atraída a Twyford por los medios pensó que todas las personas allí tenían rastas. La cobertura mediática tuvo el efecto de alejar a la gente “ordinaria” y aparecieron muchos tipos con apariencia contracultural, disminuyendo la diversidad en la protesta. Más recientemente, algo similar sucedió cuando mucha gente se vio atraída hacia los lugares de la protesta, por la cobertura que la televisión hizo de Swampy (un activista que resistió días en un túnel autoconstruido frenando la ampliación de una carretera) y comenzó a replicar en sus vidas las actitudes presentadas en los medios como características del rol “guerrero ecológico”.
“Así como la pasividad de los consumidores es una pasividad activa, la pasividad del espectador reside en su habilidad para simular roles y jugarlos de acuerdo a las normas oficiales. La repetición de imágenes y estereotipos ofrece un conjunto de modelos entre los que se supone cada persona ha de elegir un rol.” El rol del militante o activista es sólo uno de estos roles y de ahí su conservadurismo, a pesar de la retórica revolucionaria que va con el rol.

La supuesta actividad revolucionaria del activista es un aburrimiento y una rutina estéril -una constante repetición de unas pocas acciones con ningún potencial de cambio. Los activistas se resistirían probablemente al cambio, si llegara, porque alteraría las fáciles convicciones de su rol y el cómodo nicho que se han construido. Como los jefes de los sindicatos, los activistas son los eternos mediadores y representantes. De la misma manera que los líderes sindicales estarían contra los trabajadores en una situación de éxito real de la lucha porque esto los dejaría sin trabajo, el rol de activista está amenazado por el cambio. De hecho, la revolución o cualquier movimiento real en esa dirección, molestaría profundamente a los activistas privándoles de su rol. Si cada un@ llega a ser un revolucionari@, entonces ell@s no son tan especiales, ¿verdad?.

Así que ¿por qué tenemos que comportarnos como activistas? ¿Simplemente porque es una opción fácil y cobarde? Es fácil caer en el juego del rol de activista porque se ajusta muy bien a esta sociedad y no la desafía -el activismo es una forma aceptada de disidencia. Incluso si como activistas hacemos cosas que no están aceptadas y son ilegales, ejercemos el activismo como un trabajo, es decir, que se ajusta a nuestra psicología y educación. Resulta atractivo precisamente porque no es revolucionari@.

No necesitamos más mártires

La clave para entender ambos roles, el de militante y el de activista, es el sacrificio personal -el sacrificio de sí mism@s a “la causa” que es vista como separada de uno mismo. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con la verdadera actividad revolucionaria, que supone la verdadera autonomía. El martirio revolucionario va junto a la identificación de alguna causa separada de nuestras vidas -una acción contra el capitalismo que lo identifica “ahí fuera”, en el centro financiero, es fundamentalmente errónea- el poder real del capital está justo aquí, en nuestra cotidianidad -recreamos su poder cada día, porque el capital no es una cosa sino una relación social entre personas (y por ello, entre clases) mediatizada por cosas.

Por supuesto que no estoy sugiriendo que cada un@ que participó el 18 de junio comparta la adopción de este rol y el auto-sacrificio que implica. Como dije antes, el problema del activismo se hizo particularmente aparente el 18-J porque fue un intento de ruptura de estos roles y de nuestras formas habituales de operar. Mucho de lo aquí subrayado supone lo peor a lo que el juego de este rol puede llevar. En la medida en que reconozcamos esto dentro de nuestro propio movimiento tendremos una indicación de cuánto trabajo hay todavía por hacer.

El activista hace que la política sea aburrida y estéril y conduce a la gente lejos de ella, jugando el rol jode al propio activismo. El rol de activista crea una separación entre fines y medios: sacrificio personal o auto-sacrificio implica crear una separación entre la revolución como amor y alegría futuras y los deberes y rutinas actuales. La visión del mundo por el activista está dominada por la culpa y el deber porque el activista no está luchando por sí mismo sino por una causa separada: “Todas las causas son igualmente inhumanas”.

Como activista debes negar tus propios deseos porque tu actividad política es definida de tal manera que estas cosas no cuentan como política. Pones la “política” en una caja separada del resto de tu vida; es como un trabajo… Haces política de 9 a 5 y cuando vas a casa haces cualquier otra cosa. Porque está en una caja separada, la “política” existe por encima de cualquier consideración práctica sobre efectividad. L@s activistas se sienten obligad@s a mantenerse conectad@s a la misma vieja rutina irreflexiva, incapaz de parar o considerar, lo principal para el activista es mantenerse ocupad@ y mitigar su culpa golpeando su cabeza contra un muro si fuera necesario.

Una parte del ser revolucionari@ es el saber cuando parar y esperar. Podría ser importante saber cuándo y cómo golpear con un máximo de efectividad y también cómo y cuándo no golpear. L@s activistas muestran una actitud de “debemos hacer algo ahora”, que parece como inflada por la culpa. Lo que carece de táctica.

El auto-sacrificio del militante o del activista se refleja en su poder sobre l@s otr@s como un experto como en una religión hay un tipo de jerarquía del sufrimiento y la autodisciplina. L@s activistas asumen el poder sobre l@s otr@s en virtud de su mayor grado de sufrimiento (los “grupos de activistas horizontales” forman de hecho una “dictadura de l@s más comprometid@s”). L@s activistas usan la coacción moral y la culpa para ejercer su poder sobre otros menos experimentados en la teogonía del sufrimiento. La subordinación de sí mism@s se da la mano con la subordinación de l@s otr@s -tod@s los esclavizados a “la causa”. El auto-sacrificio entierra sus propias vidas y sus propios deseos de vivir- lo que provoca una amargura y una antipatía hacía la vida que se revuelve para marchitar todo lo demás. Son los grandes “despreciadores de la vida… los partisanos del sacrificio personal absoluto… sus vidas torcidas por su monstruoso ascetismo”. Podemos ver esto en nuestro movimiento, por ejemplo en el antagonismo entre el deseo de sentarse con la gente y pasárselo bien contra la ética del trabajo de barricada fortificada construida sobre la culpa y en la a veces excesiva pasión con la cual se denuncian los “descansos”.

El/la mártir que se auto-sacrifica se ofende y escandaliza cuando ve a otr@s que no se sacrifican a sí mism@s. Como cuando el “trabajador honesto” ataca al gorrón y al vago con mordacidad, sabemos que es realmente porque odia su trabajo y el martirio que ha hecho de su vida y por lo tanto odia ver a cualquiera escapar de su destino, odia ver a cualquiera divirtiéndose mientras sufre -debe arrastrar consigo a tod@s al fango-, una igualdad de sacrificio.

En la vieja cosmología religiosa, el mártir iba al cielo. Bajo un punto de vista moderno, los mártires con éxito pueden esperar pasar a formar parte de la historia. Cuanto mayor sea el sacrificio, mayor el éxito al crear el rol (o algo incluso mejor, ideando un rol completamente nuevo para que la gente lo emule: ej. El eco-guerrero) ganando un recuerdo en la historia: el cielo burgués.

La vieja izquierda era bastante abierta en su llamada al sacrificio heroico: “¡Sacrificaos alegremente, hermanos y hermanas! ¡Por la Causa, por el Orden Establecido, por el Partido, por la Unidad, por la Carne con Patatas!” Hoy esto es mucho más sutil: Vaneigem acusa a “las jóvenes radicales izquierdistas” de “entrar al servicio de una Causa, la “mejor” de las Causas. El tiempo que tienen para la actividad creativa lo despilfarran repartiendo panfletos, poniendo carteles, manifestándose o interrumpiendo a los políticos locales. Se transforman el militantes, haciendo de la acción su fetiche porque otros están pensando por ellos.”
Esto nos suena familiar -particularmente lo relativo al fetichismo de la acción-, en los grupos de izquierda a l@s militantes se les deja la libertad de comprometerse en trabajos interminables porque el líder del grupo o gurú conoce al dedillo la teoría que es aceptada y tragada sin más -la “línea del partido”. Con los activistas de la acción directa, esto es ligeramente diferente – la acción se convierte en fetiche por aversión a cualquier teoría.
Aunque está presente, ese elemento del rol activista que subyace en el auto-sacrificio y el deber no fue muy significativo el 18-J. Lo que es una realidad para nosotr@s es el sentimiento de distancia de la “gente ordinaria” que implica el activismo. La gente se identifica con una extraña subcultura o cliché del tipo: “nosotr@s” opuestos a “ell@s”.

Aislamiento

El rol de activista supone un aislamiento auto-impuesto que nos separa de tod@s con l@s que deberíamos estar en conexión. Asumir el rol de activista te separa del resto de la raza humana como alguien especial y diferente. La gente tiende a pensar su primera persona en plural (¿a quién te refieres cuando dices nosotr@s?) como refiriéndose a una comunidad de activistas, en lugar de a una clase. Por ejemplo, durante algún tiempo en el entorno activista no ha sido popular discutir sobre temas concretos, sino sobre la importancia de establecer contactos. Sin embargo, la concepción de mucha gente de lo que esto implica es hacer conexiones con otros activistas u otros grupos de campaña. El 18-J demostró esto bastante bien; la idea era reunir a tod@s los representantes de las diversas causas o temas en un solo lugar al mismo tiempo, voluntariamente relegándonos al guetto de las buenas causas.

De igual modo, las diferentes redes-foros que han emergido recientemente por todo el país -la Rebel Alliance en Brighton, NASA en Nottingham, Riotous Assembly en Manchester, el London Underground, etc., [[El 18-J dinamizó el movimiento anticapitalista londinense con grandes dosis de esperanza y la creación de grupos de debate como la London Underground, que intentan romper la apatía de la gran ciudad. El espíritu del 18-J continuó en la Acción contra la Organización Mundial del Comercio (WTO) y la privatización del metro el mismo día de la victoria de Seattle, y en el festival de la acción y las ideas anarquistas, así como en la guerrilla jardinera del 1 de mayo.]] tienen similares objetivos. Conseguir que todos los grupos activistas de la zona debatan entre sí. No estoy atacando esto -es un pre-requisito esencial para posteriores acciones, pero debería reconocerse lo extremadamente limitado del método seguido para hacer “redes”. Es también interesante que los grupos que acuden a estas reuniones son de activistas -lo que les preocupe concretamente parece una cuestión secundaria.

No es suficiente buscar el juntarse todos los activistas del mundo, ni es suficiente buscar el transformar a la gente en activista. Contrariamente a lo que alguna gente pueda pensar no estamos más cerca de una revolución si montones de gentes se hacen activistas. Alguna gente parece tener la extraña idea de que se necesita que cada un@ sea de alguna forma persuadid@ para convertirse en un activista como nosotr@s y entonces tendremos la revolución. Vaneigem dice: “La revolución se hace cada día a pesar, y en contra de, los especialistas de la revolución”.

El militante o activista es un especialista en cambio social y revolución. El especialista recluta a otros para su pequeña parcela de especialidad, para aumentar su propio poder y disipar la conciencia de su debilidad. “El especialista… se enrola para enrolar a otr@s”. Como un esquema de venta en pirámide, la jerarquía se replica a si misma -tú eres reclutado no para estar al fondo de la pirámide, has de reclutar a más gente para que estén debajo de ti. Los especialistas llevan a cabo la reproducción de la sociedad alienada, de roles.

Jacques Camatte en su ensayo “Una Organización” (1969) plantea astutamente que las agrupaciones políticas muchas veces concluyen en “bandas” auto-definidas por exclusión -los miembros del grupo son más leales al propio grupo que a la lucha. Su crítica se aplica principalmente a la miríada de grupúsculos y sectas izquierdistas a la que se dirigen pero la crítica se aplica de modo más restringido a la mentalidad activista.

El partido o grupo político suplanta al proletariado y su propia supervivencia y reproducción se hacen de suma importancia -la actividad revolucionaria se convierte en sinónimo de “construir el partido” y reclutar miembros. El grupo cree tener una comprensión única de la verdad y cualquiera de fuera del grupo es tratado como un idiota que necesita ser instruido por la vanguardia. En lugar de un debate igualitario entre colegas, obtenemos una separación de teoría y propaganda, donde el grupo tiene su propia teoría, que es casi mantenida en secreto en la creencia de que l@s novat@s, mentalmente menos capacitad@s, deben ser atraíd@s a la organización con alguna estrategia populista antes de que los políticos les asalten por sorpresa. Este deshonesto método de tratar con la gente de fuera del grupo es similar a la de los cultos religiosos -ell@s nunca manifiestan claramente sus intenciones-.

Podemos ver aquí algunas similitudes con el activismo, en la manera en que el entorno activista actúa como una secta izquierdista. El activismo comparte en conjunto las características de las “bandas”. Las bandas de activistas pueden derivar en alianzas interclasistas, incluyendo toda clase de reformistas liberales, porque ellos son también “activistas”. La “banda” es una comunidad ilusoria, que nos distrae de la creación de una más amplia comunidad de resistencia. La esencia de la crítica que hace Camatte esta en su ataque a la creación de una división interior/exterior entre el grupo y la clase. Llegamos a creernos seres activistas y por ello seres separados, con intereses diferentes de la masa de gente trabajadora.

Nuestra actividad debería ser la expresión inmediata de una lucha real, no la afirmación de la separación y distinción de un grupo particular. En los grupos marxistas la posesión de la “teoría” es el elemento más importante en la determinación del poder -es diferente en el entorno activista pero no tanto- la posesión del “capital social” relevante -conocimiento, experiencia, contactos, equipos, etc. es aquí el elemento determinante de poder.

L@s activistas reproducen la estructura de esta sociedad en sus operaciones: “Cuando el rebelde comienza a creer que está luchando por un bien más alto, los principios autoritarios obtienen un estímulo”. Esto no es un asunto trivial dado que está en la base de las relaciones sociales capitalistas. El capital es una relación social entre gentes mediada por cosas -el principio básico de la alienación es que vivimos nuestras vidas al servicio de alguna cosa creada por nosotr@s mism@s. Si reproducimos esta estructura en el nombre de una política que se declara a sí misma anticapitalista, hemos perdido antes de comenzar. No se puede luchar contra la alienación con medios alienados.

Una humilde propuesta

Esta es una propuesta modesta para que desarrollemos modos de actuar de acuerdo con nuestras ideas radicales. La tarea no será fácil y quien escribe este pequeño artículo no tiene una idea más clara sobre ello que cualquier otra persona. No planteo que el 18-J deba ser atacado o abandonado, de hecho fue un valiente intento de ir más allá de nuestras limitaciones y mejorar lo presente. Sin embargo, en su intento de romper con viejas fórmulas de hacer cosas ha puesto de relieve las ataduras que todavía nos ligan al pasado. La crítica del activismo que he expresado arriba no es aplicable a todo@s l@s que participaron el 18-J. Sin embargo, hay un cierto paradigma de activista que en su extremo incluye todo lo que he subrayado y el propio 18-J comparte este paradigma. En qué medida exactamente, es lo que tendremos que decidir.

El activismo es una forma parcialmente adoptada forzad@s por nuestra debilidad. Como la acción conjunta que llevaron a cabo Reclaim the Streets y los estibadores de Liverpool -nos encontramos a veces en situaciones en las que las políticas radicales son el producto de la mutua debilidad y el aislamiento. Si este es el caso puede que no esté ni siquiera dentro de nuestras posibilidades el romper con el rol de activistas. Puede ser que en los tiempos de bajada en la lucha, aquell@s que continúan trabajando por una revolución social llegan a ser marginad@s y vist@s (incluso por ell@s mism@s) como un grupo especial separado de la gente. Puede ser que esto sea sólo corregible con un resurgimiento general de la lucha en la que ya no seremos raros ni extraños, sino que aparecerá simplemente lo que está en mente de tod@s. Sin embargo, para trabajar hacia una escalada de la lucha debe ser necesario romper todo lo posible con el rol de activista -intentar constantemente empujar en los límites de nuestras restricciones.

Históricamente, aquellos movimientos que han creado realmente situaciones de desestabilización o empujado más allá del capitalismo, no han tomado la forma de activismo. El activismo es esencialmente una forma política y un método de actuar adecuado al reformismo liberal llevado más allá de sus propios límites y usado para propósitos revolucionarios. El rol de activista en sí mismo debe ser problemático para aquell@s que deseen la revolución social.

Artículo extraído de la publicación “Reflections on June 18. Contributions on the politics behind the events that occurred in the city of London on June 18, 1999”. Edit. Collective, October 1999.

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