CEPRID

Lo que todo ambientalista necesita saber sobre capitalismo (y II)

Miércoles 21 de julio de 2010 por CEPRID

Fred Magdoff y John Bellamy Foster

Monthly Review

Traducción al español: Observatorio Petrolero Sur (http://opsur.wordpress.com)

IV. Características del capitalismo en conflicto con la justicia social

Las características del capitalismo discutidas más arriba –la necesidad de crecimiento; el empujar a la gente a comprar más y más; la expansión al extranjero; la utilización de recursos sin importar las generaciones futuras; el exceso más allá de las fronteras planetarias; y el rol predominante ejercido por el sistema económico sobre las formas morales, legales, políticas y culturales de la sociedad- son probablemente las características del capitalismo que resultan más dañinas para el ambiente. Pero existen otras características del sistema que impactan enormemente sobre la justicia social. Es importante observar más de cerca esas contradicciones sociales incrustadas en el sistema.

A. Con el funcionamiento natural del sistema, surge una gran disparidad entre riqueza e ingreso

Existe una conexión lógica entre los éxitos y fracasos del capitalismo. La pobreza y miseria de una buena parte de la población mundial no es un accidente, un subproducto involuntario del sistema, que puede ser eliminado con pequeños ajustes aquí o allá. La fabulosa acumulación de riqueza –como consecuencia directa de la forma en que el capitalismo funciona nacional e internacionalmente- ha producido simultanea y persistentemente hambre, desnutrición, problemas de salud, falta de agua, servicios sanitarios, y la miseria generalizada para una gran porción de los habitantes del planeta. Los pocos ricos recurren a la mitología de que las grandes disparidades son en realidad necesarias. Por ejemplo, como Brian Griffiths, el asesor de Goldman Sachs International, citado más arriba, sostuvo: “debemos tolerar la inequidad como una forma de alcanzar una mayor prosperidad y oportunidad para todos”.[41] Lo que es bueno para los ricos también –de acuerdo a ellos mismos- es coincidentemente bueno para la sociedad en su conjunto, a pesar de que muchos permanecen en un perpetuo estado de pobreza. La mayoría de la gente necesita trabajar para obtener salarios que les permitan obtener lo necesario para la vida. Pero, debido a la forma en que funciona el sistema, existe un gran número de personas conectadas precariamente al trabajo, ocupando los “últimos peldaños de la escalera”. Son contratados durante las épocas de crecimiento y despedidos en cuanto el crecimiento disminuye o debido a que su trabajo ya no es requerido por otras razones –Marx se refirió a este grupo como “ejército industrial de reserva”.[42] Dado un sistema con auges y caídas, y en el que las ganancias son la prioridad máxima, tener un grupo de sujetos en el ejército de reserva no es meramente conveniente; es absolutamente esencial para la dinámica del sistema. Sirve, sobre todo, para mantener bajos los salarios. El sistema, sin una significativa intervención del gobierno (a través de altos impuestos a la ganancia e impuestos substancialmente progresivos al ingreso), produce una enorme inequidad del ingreso y la riqueza, que pasa de generación en generación. La producción de grandes riquezas y, al mismo tiempo enorme pobreza, dentro y entre países no es coincidencia –riqueza y pobreza son en realidad las dos caras de una misma moneda.

En 2007, el 1 por ciento de la población de los Estados Unidos controlaba el 33,8 por ciento de la riqueza del país, mientras que el 50 por ciento de la población era dueña del 2,5 por ciento. De hecho, los 400 individuos más ricos sumaban US$ 1,54 billones en 2007 –aproximándose a los últimos 150 millones de personas (que sumaban US$ 1,6 billones). A escala global, la riqueza de los 793 milmillonarios del mundo es, en el presente, más de US$ 3 billones -equivalentes a alrededor del 5 por ciento del ingreso total mundial (US$ 60,3 billones en 2008). Apenas 9 millones de personas en el mundo (alrededor de un décimo del 1 por ciento de la población mundial) designados como “individuos de alta riqueza neta” actualmente poseen una riqueza de $35 billones –equivalente a más del 50 por ciento del ingreso mundial.[43] Al concentrarse cada vez más la riqueza, los ricos ganan más poder político, y harán lo que esté a su alcance para retener todo el dinero que puedan –a expensas de aquellos en los estratos más bajos. La mayor parte de las fuerzas productivas de la sociedad, como las fábricas, la maquinaria, las materias primas, y la tierra, están controladas por un relativamente pequeño porcentaje de la población. Y, por supuesto, la mayoría de la gente no ve nada de malo en este supuesto orden natural de las cosas.

B. Bienes y servicios son racionados de acuerdo a la capacidad de pago

Los pobres no tienen acceso a hogares dignos o raciones adecuadas de comida debido a que no poseen demanda “efectiva” –a pesar de que ciertamente poseen demandas biológicas. Todos los bienes son mercancías. La gente sin suficiente demanda efectiva (dinero) no tiene derecho en el sistema capitalista a ningún tipo particular de mercancía –ya sea un artículo de lujo como un brazalete de diamantes o una enorme mansión, o se trate de necesidades vitales como un medio ambiente saludable, fuentes seguras de alimento, o atención médica de calidad. El acceso a todas las mercancías está determinado, no por el deseo o la necesidad, sino por la disponibilidad de dinero o crédito para adquirirlos. De este modo, un sistema que, por su simple funcionamiento produce inequidad y mantiene deprimidos los salarios de los trabajadores, asegura que muchos (en algunas sociedades, la mayoría) no tendrán acceso a la satisfacción de necesidades básicas o lo que podríamos considerar una vida digna.

Debe notarse que, en los períodos en los que los sindicatos y los partidos políticos fueron fuertes, algunos de los países capitalistas de Europa instituyeron una red de programas de seguridad social, como un sistema universal de atención sanitaria, más benevolente que los Estados Unidos. Esto ocurrió como resultado de la lucha de la gente que demandaba que el gobierno proveyera aquello que el mercado no –satisfacción igualitaria de algunas necesidades básicas.

C. El capitalismo es un sistema marcado por recurrentes recesiones económicas

En el ciclo de negocios ordinario, las fábricas y todas las industrias producen más y más durante una fase de alza –asumiendo que no terminará nunca y no queriendo desperdiciar la oportunidad- ocasionando sobreproducción y sobrecapacidad, conduciendo a una recesión. En otras palabras, el sistema es propenso a la crisis, durante las cuales los pobres y los cercanos a ser considerados pobres sufren la peor parte. Las recesiones ocurren con cierta regularidad, mientras que las depresiones son mucho menos frecuentes. En estos momentos, estamos en una profunda recesión o mini-depresión (con un 10 por ciento de desempleo oficial), y muchos piensan que nos hemos librado de una depresión de gran escala de pura suerte. Teniendo esto en cuenta, desde mediados de 1850 ha habido treinta y dos recesiones o depresiones en los Estados Unidos (sin incluir la actual) –con una duración de la contracción promedio desde 1945 de alrededor de diez meses y una expansión promedio entre contracciones con una duración promedio de seis años.[44] Irónicamente, desde el punto de vista ecológico, las grandes recesiones –a pesar de ocasionar severos perjuicios a numerosas personas- son en realidad un beneficio, en tanto una menor producción genera menos polución de la atmósfera, el agua y la tierra.

V. Propuestas para la reforma ecológica del capitalismo

Existen personas que entienden perfectamente los problemas ecológicos y sociales que el capitalismo ocasiona, pero creen que éste debería ser reformado. De acuerdo a Benjamin Barber: “La lucha por el alma del capitalismo es […] una lucha entre el cuerpo económico de la nación y su alma cívica: una lucha por poner al capitalismo en el lugar que corresponde, en el que sirva a nuestra naturaleza y necesidades en lugar de manipular y fabricar caprichos y carencias. Salvar al capitalismo significa armonizarlo con el espíritu –con prudencia, pluralismo y “la cosa pública” […] que define nuestra alma cívica. Una revolución del espíritu”.[45] William Greider ha escrito un libro titulado El alma del capitalismo: abriendo senderos para una economía moral. Y hay libros de Paul Hawken, Amory Lovins, y L. Hunter Lovins que intentan vender el potencial del “capitalismo verde” y del “capitalismo natural”.[46] Aquí, se nos dice que nos podemos hacer ricos, puede continuar creciendo nuestra economía y aumentar el consumo sin fin –¡y salvar al planeta al mismo tiempo! ¿Qué tan bueno puede ser? Existe un pequeño problema –un sistema que tiene una única meta, la maximización de ganancias, no tiene alma, nunca podrá tener un alma, nunca podrá ser verde, y, por su propia naturaleza, debe manipular y fabricar caprichos y carencias.

Existe un importante número de activistas y pensadores ambientalistas “listos para usar”. Son personas genuinamente buenas y bien intencionadas preocupadas por la salud del planeta, y la mayoría también están preocupados por los problemas de justicia social. Sin embargo, existe un problema que no pueden sortear –el sistema económico capitalista. Inclusive el número creciente de individuos que critica el sistema y sus “fallas de mercado” frecuentemente termina con “soluciones” que apuntan a un capitalismo “humano” y no-corporativo fuertemente controlado, en lugar abandonar los límites del capitalismo. Son incapaces de pensar, ni hablar de promover, un sistema económico con diferentes objetivos y procesos de toma de decisiones –uno que ponga el énfasis en las necesidades humanas y ambientales, en oposición a las ganancias.

Las corporaciones se están desviviendo por presentarse a sí mismas como “verdes”. Ahora podés comprar y vestir tu ropa Gucci con la conciencia limpia porque la compañía está ayudando a proteger las selvas tropicales utilizando menos papel.[47] Newsweek sostiene que gigantes corporativos como Dell, Hewlett-Packard, Johnson & Johnson, Intel e IBM están en el top cinco de compañías verdes de 2009 debido a la utilización de fuentes “renovables” de energía, por reportar las emisiones de gases de efecto invernadero (o disminuirlas), e implementar políticas ambientales formales.[48] Podés viajar a donde quieras, sin culpa, con sólo comprar “compensaciones” de carbono que supuestamente cancelan los efectos ambientales de tu viaje. Veamos algunos de los dispositivos propuestos para lidiar con desbarajuste ecológico sin perturbar al capitalismo.

A. Mejores tecnologías que son energéticamente más eficientes y utilizan menor cantidad de insumos

Algunas propuestas para mejorar la eficiencia energética –como aquellas que sugieren cómo reciclar casas viejas para que requieran menor energía para calentarse en invierno- son simplemente de sentido común. La eficiencia de la maquinaria, incluyendo electrodomésticos y automóviles, ha ido creciendo continuamente, y es una parte normal del sistema. A pesar de lo mucho que pueda lograrse en esta área, un aumento de la eficiencia usualmente conduce a menores costos y una mayor utilización (y frecuentemente un aumento de tamaño, como ocurre con los automóviles), por lo que la energía que se consume es en realidad mayor. El equivocado incentivo a los agrocombustibles “verdes” ha sido enormemente perjudicial para el medio ambiente. No sólo ha puesto a los alimentos y los combustibles de los automóviles en competencia directa, a expensas de los primeros, sino que en algunas oportunidades también ha reducido la eficiencia energética global.[49]

B. Energía nuclear

Algunos científicos preocupados con el cambio climático, incluyendo a James Lovelock y a James Hansen, ven a la energía nuclear como una energía alternativa, y como una respuesta tecnológica parcial a la utilización de combustibles fósiles; una que es preferible al creciente uso de carbón. No obstante, a pesar de que la tecnología de la energía nuclear ha mejorado un tanto, con plantas nucleares de tercera generación, y con la posibilidad (todavía no realidad) de plantas de energía nuclear de cuarta generación, los peligros son todavía enormes –dada la duración por cientos o miles de años de los residuos radioactivos, el manejo social de sistemas complejos, y el alto nivel de riesgo que implican. Además, la construcción de plantas nucleares toma alrededor de diez años y son extremadamente costosas. Existen todo tipo de razones, entonces (y una importante son las generaciones futuras), para ser extremadamente cautelosos con la energía nuclear como algún tipo de solución. Ir en esa dirección equivaldría prácticamente a tomar una oferta Faustiana.[50]

C. Soluciones de infraestructura de gran escala

Un vasto número de proyectos se han propuesto tanto para volcar CO2 fuera de la atmósfera o para incrementar el reflejo del sol de vuelta hacia el espacio, fuera de la Tierra. Éstos incluyen: Proyectos de secuestro de carbono como la captura de CO2 desde las plantas de energía y su inyección en la profundidad de la Tierra, y la fertilización de los océanos con hierro para estimular el crecimiento de algas que absorban el carbono; y sistemas mejorados de reflexión de la luz solar como el despliegue de grandes islas blancas en los océanos, la creación de grandes satélites que reflejen la luz solar, y la contaminación de la estratósfera con partículas que reflejen la luz.

Nadie sabe, por supuesto, qué efectos perjudiciales podrían derivarse de semejantes invenciones. Por ejemplo, una mayor absorción de carbono por parte de los océanos podría incrementar la acidificación, mientras que arrojar dióxido de sulfuro en la estratósfera para bloquear la luz solar podría reducir la fotosíntesis.

También se han propuesto numerosas alternativas de baja tecnología para capturar carbono como un aumento en la reforestación y la manipulación de suelos ecológicos para incrementar la materia orgánica de los mismos (que está compuesta principalmente de carbono). La mayoría de éstas deberían hacerse de todas formas (los materiales orgánicos ayudan a mejorar al suelo de muchas formas). Algunas podrían ayudar a reducir la concentración de carbono en la atmósfera. Aunque la reforestación, que captura carbono de la atmósfera, es a veces entendida como generando emisiones negativas. Pero las soluciones de baja tecnología no pueden solucionar el problema de un sistema en expansión –especialmente considerando que los árboles plantados ahora pueden ser cortados más tarde, y que el carbono almacenado como materia orgánica en los suelos puede ser convertido posteriormente en CO2 si las prácticas se modifican.

D. Los sistemas de comercialización

El dispositivo económico favorito del sistema son los mercados de carbono instrumentados para limitar las emisiones. Éstos implican establecer un tope en el nivel permitido de emisiones de gases y luego distribuir permisos (tanto por cuota o por subasta) que permitan a las industrias emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Las corporaciones que tengan más permisos de los que necesitan pueden venderlos a aquellas otras firmas que requieran cuotas adicionales para contaminar. Estos esquemas invariablemente incluyen “compensaciones” que actúan como indulgencias medievales, permitiendo a las corporaciones continuar contaminando mientras compren gracia divina ayudando a reducir la contaminación en otro lugar –digamos, en el tercer mundo.

En teoría, se supone que los mercados de carbono estimulan la innovación tecnológica para incrementar la eficiencia. En la práctica, no han ocasionado una reducción en las emisiones de dióxido de carbono en aquellas áreas donde han sido introducidos como Europa. El principal resultado de estos intercambios han sido enormes ingresos para algunas corporaciones e individuos, y la creación de un mercado de carbono sub-prime.[51] No existen controles significativos de la efectividad de los “compensadores”, ni de las prohibiciones para cambiar las condiciones que eventualmente resultarán en una liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.

VI. ¿Qué puede hacerse ahora?

En ausencia de un cambio sistémico, desde ya que hay ciertas cosas que se han hecho y todavía más se pueden hacer en el futuro para disminuir los efectos negativos del capitalismo sobre el ambiente y las personas. No hay ninguna razón particular por la que Estados Unidos no pueda tener, como en otros países capitalistas avanzados, un mejor sistema de seguridad social, incluyendo acceso universal a la salud. Para controlar los más graves problemas ambientales los gobiernos pueden dictar leyes y aplicar regulaciones. Lo mismo ocurre para el ambiente o para la construcción de vivienda social. Un impuesto al carbono como ha propuesto James Hansen -en donde el 100 por ciento de los dividendos retornan al público, estimulando la conservación al mismo tiempo que poniendo la carga sobre aquellos con grandes huellas de carbono y una riqueza mayor- podría ser implementado. Las nuevas usinas termoeléctricas de carbono (sin captura) podrían ser prohibidas al tiempo que las existentes cerradas.[52] A nivel global, se podría promover la contracción y convergencia de las emisiones de carbono, transitar hacia índices mundiales per cápita uniformes, con cortes mucho más profundos en países ricos y con mayores huellas de carbono.[53] El problema es la gran oposición a estas medidas por fuerzas muy poderosas. Por ende, este tipo de reformas se implementan, con suerte, limitadas, con una existencia marginal siempre y cuando no afecten el proceso básico de acumulación del sistema.

Es más, el problema con todas estas aproximaciones es que permiten a la economía continuar el desastroso camino que actualmente está llevando. Podemos seguir consumiendo todo lo que queramos (o lo que nuestros ingresos y riqueza nos permitan), agotando recursos, manejando mayores distancias en nuestros autos energéticamente más eficientes, consumiendo todo tipo de productos hechos por las corporaciones “verdes”, y así sucesivamente. Todo lo que tenemos que hacer es apoyar a las nuevas tecnologías “verdes” (algunas de las cuales, como las que convierten productos agrícolas en combustibles ¡no son verdes!) y ser “aplicados” al separar la basura que pueda ser compostada o reutilizada de alguna forma. De esta manera podemos seguir viviendo bastante parecido a como lo veníamos haciendo –en una economía de crecimiento y rentas perpetuas.

La gravedad del cambio climático debido a las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero generados por el humano ha desembocado en nociones donde lo necesario es solamente reducir la huella de carbono (que ya es un problema en sí). Sin embargo, la realidad es que existen numerosos problemas ecológicos interrelacionados y en aumento debido a un sistema en función de la infinita expansión de la acumulación de capital. Lo que es necesario reducir no es solamente la huella de carbono, sino también la huella ecológica, esto quiere decir reducir, o bien frenar, la expansión económica a nivel mundial, especialmente en países ricos. Al mismo tiempo, las economías de muchos países pobres deben expandirse. Los nuevos principios que podríamos promover son, entonces, los de un desarrollo humano sustentable. Esto quiere decir lo suficiente para todos y no más. El desarrollo humano no se vería dificultado, y podría ser considerablemente realzado para el beneficio de todos, si se hiciera énfasis en éste, y no en un desarrollo económico insustentable.

VII. Otro sistema económico no sólo es posible -Es esencial

El análisis precedente, si es correcto, apunta al hecho de que la resolución de la crisis ecológica no puede darse dentro de las lógicas del sistema actual. No hay esperanzas de éxito en las diversas sugerencias. El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones.

La transición a una economía ecológica –que consideramos que también debe ser socialista- será un proceso arduo que no ocurrirá de un día para el otro. Esto no es una cuestión de “asaltar el Palacio de Invierno”. Más bien, es una lucha dinámica, multifacética para un nuevo pacto cultural y un nuevo sistema productivo. La lucha es en última instancia contra el sistema del capital. Sin embargo, tiene que comenzar oponiéndose a la lógica del capital, esforzándose en el aquí y el ahora en la creación, en los intersticios del sistema, de un nuevo metabolismo social arraigado en el igualitarismo, la comunidad y una relación sustentable con la tierra. Las bases para la creación de un desarrollo humano sustentable deben surgir desde el interior del sistema dominado por el capital, sin ser parte de él, como la misma burguesía lo hizo desde los “poros” de la sociedad feudal.[54] Eventualmente, estas iniciativas pueden volverse lo suficientemente poderosas para constituir las bases revolucionarias de un nuevo movimiento y una nueva sociedad.

Estas luchas en los intersticios de la sociedad capitalista están teniendo lugar en todo el mundo, y son demasiado numerosas y complejas para ser desarrolladas en su totalidad aquí. Los pueblos originarios hoy en día, con nuevos bríos gracias a la continua lucha revolucionaria en Bolivia, reintroducen una nueva ética y responsabilidad hacia la tierra. La Vía Campesina, una organización campesina global, promueve nuevas formas de agricultura ecológica, como el MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra) en Brasil, como en Cuba y Venezuela. Recientemente, el presidente venezolano Hugo Chávez enfatizó las razones sociales y ambientales por las cuales había que liberarse de una economía basada en la renta petrolera, siendo Venezuela un gran exportador de petróleo.[55] El movimiento de justicia climática está demandando soluciones igualitarias y anticapitalistas a la crisis climática. En todos lados estrategias radicales, esencialmente anticapitalistas están emergiendo, basadas en otras éticas y formas de organización más que en la motivación de ganancia; ecoaldeas; el nuevo ambiente urbano promovido en Curitiba, Brasil, y otras partes; experimentos en permacultura, agricultura comunitaria, cooperativas industriales y agrícolas en Venezuela, etc. El Foro Social Mundial ha dado voz a muchas de estas aspiraciones. Como ha dicho el destacado ambientalista norteamericano James Gustave Speth: “El movimiento internacional por el cambio –que se refiere a sí mismo como ‘el irresistible ascenso del anticapitalismo global’- es más fuerte de lo que muchos pueden imaginar y seguirá cobrando fuerza”.[56]

La oposición a la lógica del capitalismo –teniendo como horizonte desplazar al sistema en su totalidad- crecerá imponentemente debido a que no existe otra alternativa, si es que la tierra como la conocemos y la humanidad misma han de sobrevivir. Aquí, los objetivos de la ecología y el socialismo se encontrarán necesariamente. Será crecientemente más claro que la distribución de tierra, salud, vivienda, etc. tendrían que ser en base a la satisfacción de necesidades humanas más que las fuerzas de mercado. Esto, desde ya, es más fácil decirlo que hacerlo. Pero quiere decir que la toma de decisiones económicas tiene que ser en niveles locales, regionales y multirregionales por procesos democráticos. Tenemos que enfrentar cuestiones: (1) ¿Cómo podemos satisfacer las necesidades básicas de comida, agua, vivienda, vestimenta, salud, y dar las mismas oportunidades de educación y cultura a todo el mundo? (2) ¿Cuánto de la producción económica tendría que ser consumida y cuanto invertida? Y (3) ¿Cómo tendrían que ser dirigidas las inversiones? En el proceso, las personas tienen que encontrar las mejores maneras para llevar adelante estas actividades en una interacción positiva con la naturaleza –para mejorar el ecosistema. Nuevas formas de democracia serán necesarias, enfatizando nuestra mutua responsabilidad, tanto al interior de las comunidades como con aquellas repartidas por el mundo. Alcanzar este deseo, desde ya, requiere planificación social en todos los niveles: local, regional, nacional e internacional –que solamente puede ser fructífero si es de y por, y no sólo aparentemente para el pueblo.[57] Un sistema económico democrático, razonablemente igualitario, y capaz de poner límites al consumo significará sin lugar a dudas que las personas vivirán con un nivel de consumo menor del que se denomina, algunas veces en los países ricos, el estilo de vida de la “clase media” (que nunca fue universalizado incluso en estas sociedades). Un estilo de vida más sencillo, a pesar de ser “más pobre” materialmente, puede ser más rico cultural y socialmente al reconectar a las personas entre sí y con la naturaleza, y al tener que trabajar menos horas para proveer las cosas esenciales para la vida. Una gran cantidad de trabajos en los países capitalistas ricos son improductivos y pueden ser eliminados, lo que indica que la jornada laboral puede ser acortada en una economía organizada más racionalmente. El eslogan que algunas veces se ve en los parachoques, “Vive sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”, tiene poco sentido en una sociedad capitalista. Vivir una vida sencilla, como hicieron Helen y Scott Nearing, demostrando que es posible que sea gratificante e interesante, no ayuda a los pobres en las circunstancias presentes.[58] Sin embargo, el eslogan tendrá importancia real en una sociedad bajo control social (más que privado) que intenta satisfacer las necesidades básicas de todas las personas.

Tal vez los Consejos Comunales de Venezuela –donde los habitantes locales reciben los recursos y deciden las prioridades para la inversión social en sus comunidades- son un ejemplo de planificación a nivel local para la satisfacción de necesidades humanas. Este es el camino por el que necesidades tan importantes como escuelas, clínicas, caminos, electricidad y redes de agua pueden complacerse. En una sociedad realmente transformada los concejos comunales pueden interactuar con los esfuerzos que se hagan a nivel regional y multirregional. Y el uso del excedente de la sociedad, una vez satisfechas las necesidades básicas de las personas, debe basarse en sus propias decisiones.[59]

El propósito mismo del nuevo sistema sustentable, que es el resultado necesario de estas innumerables luchas (necesario en términos de supervivencia y realización de la potencialidad humana), debe ser la satisfacción de necesidades básicas materiales y no materiales de todas las personas, mientras se protege el ambiente global y los ecosistemas locales y regionales. El ambiente no es algo “externo” a la economía humana como lo dicta nuestra ideología presente; constituye la base vital esencial para todas las criaturas vivientes. La cura para la “ruptura metabólica” entre la economía y el ambiente implica nuevas formas de vivir, de producir, cultivar, transportarse, etc.[60] Tal sociedad debe ser sustentable; y la sustentabilidad requiere igualdad sustantiva enraizada en un modo de producción y consumo igualitario. Concretamente, las personas deben vivir más cerca de sus lugares de trabajo, en hogares ecológicos y energéticamente eficientes como también confortables, y en comunidades diseñadas para el compromiso público, con suficientes espacios, como parques y centros comunitarios para reunirse y tener oportunidades de divertimento. Son necesarios mejores medios de transporte masivo dentro y entre ciudades para reducir el uso de automóviles y camiones. El tren es significativamente más eficiente energéticamente que el transporte de carga (413 millas por galón de nafta por tonelada versus 155 millas para los camiones) y causan menor cantidad de accidentes fatales, al mismo tiempo que emiten menos gases de efecto invernadero. Un tren puede llevar la carga de 280 a 500 camiones. A su vez, está estimado que una sola vía ferroviaria puede llevar la misma cantidad de personas que numerosos carriles de autopistas.[61] La producción industrial debe basarse en los principios ecológicos “de la cuna a la cuna”, donde los productos y edificios se diseñan para un consumo de energía bajo, utilizando lo más posible luz y calefacción/refrigeración natural, una construcción sencilla como también facilidad para la reutilización y asegurando que el proceso de manufactura produce pocos o ningún desperdicio.[62]

La agricultura basada en principios ecológicos, llevada adelante por familias campesinas o cooperativas, reencontrándose con la tierra en la que cultivan su propia comida, ha demostrado ser no solamente tanto o más productiva que la producción a gran escala, sino que a su vez tiene un impacto negativo menor en las ecologías locales. De hecho, los mosaicos creados por pequeñas granjas intercalados con vegetación nativa son necesarios para proteger especies en peligro de extinción.[63]

Una mejor existencia tiene que ser alcanzada para los habitantes de villas miserias, un sexto de la humanidad aproximadamente. Primero y principal, un sistema que requiere un “un planeta de villas miseria”, como lo ha dicho Mike Davis, tiene que ser reemplazado por un sistema que tenga lugar para comida, agua, viviendas y empleo para todos.[64] Para muchos, esto puede implicar -con una provisión de tierra, vivienda y otros apoyos adecuados- un regreso a la vida campesina. Se necesitarán ciudades más pequeñas, con habitantes que vivan cerca de los lugares de producción de sus alimentos y donde la industria se encuentre dispersa, y en menores escalas.

Evo Morales, presidente de Bolivia, ha capturado la esencia de la situación en sus comentarios sobre el cambio hacia un sistema que promueva el “vivir bien” en vez del “vivir mejor” del capitalismo. Como ha dicho en la Conferencia Climática de Copenhague de diciembre de 2009: “El vivir mejor es explotar seres humanos. Es agotar recursos naturales. Es egoísmo e individualismo. Entonces, en esas promesas del capitalismo no existe solidaridad ni complementariedad. No hay reciprocidad. Por eso es que estamos tratando de pensar otras formas de vivir y de vivir bien, no vivir mejor. Vivir mejor es siempre a costa de otro. Vivir mejor es a costa de la destrucción del ambiente”.[65]

Las anteriores experiencias de transición hacia sistemas no capitalistas, especialmente en sociedades de tipo soviético, indican que esto no será fácil y que lo que se necesita son nuevas concepciones de lo que constituye el socialismo, distinguiéndolas claramente de esos tempranos, y frustrados intentos. Las revoluciones del siglo XX se erigieron típicamente en países relativamente pobres y subdesarrollados, que fueron rápidamente aislados y continuamente amenazados desde el exterior. Tales sociedades posrevolucionarias se terminaron burocratizando fuertemente, con una minoría al mando del estado y gobernando sobre el resto de la sociedad. Se terminaron reproduciendo muchas de las relaciones de producción jerárquicas que caracterizan al capitalismo. Los trabajadores continuaron proletarizados, mientras que la producción fue expandida por el bien de la producción misma. Las mejoras sociales reales existieron demasiado frecuentemente con formas extremas de represión social.[66] Hoy en día debemos esforzarnos por construir un sistema socialista genuino; uno donde la burocracia sea puesta bajo control, y el poder sobre la producción y la política resida verdaderamente en el pueblo. Así como los nuevos desafíos que enfrentamos están cambiando en nuestra época, también lo están haciendo las posibilidades para el desarrollo de la libertad y la sustentabilidad.

Cuando el reverendo Jeremiah Wright habló en la reunión del sexagésimo aniversario de Monthly Review en septiembre de 2009 repitió continuamente la pregunta “¿Y qué pasa con las personas?”. Si todavía queda esperanza de mejorar significativamente las condiciones de vida de la vasta mayoría de los habitantes del mundo –muchos de los cuales viven desesperanzadamente en las peores condiciones de existencia- y al mismo tiempo preservar a la Tierra como un planeta habitable, necesitamos un sistema que constantemente pregunte: “¿Y qué pasa con las personas?” en vez de “¿Cuánta plata puedo ganar?”. Esto es necesario, no sólo para los humanos, sino para todas las otras especies que comparten el planeta con nosotros y cuyos destinos se encuentran íntimamente ligados al nuestro.

Notas:

[41] Julia Werdigier, “British Bankers Defend Their Pay and Bonuses,” New York Times, November 7, 2009.

[42] For a contemporary view of the reserve army, see Fred Magdoff and Harry Magdoff, “Disposable Workers,” Monthly Review 55, no. 11 (April 2005), 18-35.

[43] Matthew Miller and Duncan Greenberg, ed., “The Richest People In America” (2009), Forbes, http://forbes.com; Arthur B. Kennickell, “Ponds and Streams: Wealth and Income in the U.S., 1989 to 2007,” Federal Reserve Board Working Paper 2009-13, 2009, 55, 63; “World GDP,” http://economywatch.com, accessed January 16, 2010; “World’s Billionaires,“ Forbes.com, March 8, 2007; Capgemini and Merrill Lynch Wealth Management, World Wealth Report, 2009, http://us.capgemini.com, introduction.

[44] “How Many Recessions Have Occurred in the U.S. Economy?” Federal Reserve Board of San Francisco, January 2008, http://frbsf.org; National Bureau of Economic Research, Business Cycle Expansions and “Contractions, January 17, 2010,” http://nber.org.

[45] Benjamin Barber, “A Revolution in Spirit,” The Nation, February 9, 2009, http://thenation.com/doc/20090209/barber.

[46] Paul Hawken, Amory Lovins, and L. Hunter Lovins, Natural Capitalism (Boston: Little, Brown and Co., 1999). For a detailed critique of the ideology of “natural capitalism,” see F.E. Trainer, “Natural Capitalism Cannot Overcome Resource Limits,” http://mnforsustain.org.

[47] “Gucci Joins Other Fashion Players in Committing to Protect Rainforests,” Financial Times, November 5, 2009.

[48] Daniel McGinn, “The Greenest Big Companies in America,” Newsweek, September 21, 2009. http://newsweek.com.

[49] Fred Magdoff, “The Political Economy and Ecology of Biofuels,” Monthly Review 60, no. 3 (July-August 2008), 34-50.

[50] James Lovelock, The Revenge of Gaia (New York: Perseus, 2006), 87-105, Hansen, Storms of My Grandchildren, 198-204. On the continuing dangers of nuclear power, even in its latest incarnations, see Robert D. Furber, James C. Warf, and Sheldon C. Plotkin, “The Future of Nuclear Power,” Monthly Review 59, no. 9 (February 2008), 38-48.

[51] Friends of the Earth, “Subprime Carbon?” (March 2009), http://foe.org/suprime carbon, and A Dangerous Obsession (November 2009), http://foe.co.uk; James Hansen, “Worshipping the Temple of Doom” (May 5, 2009), http://columbia.edu; Larry Lohman, “Climate Crisis: Social Science Crisis,” forthcoming in M. Voss, ed., Kimawandel (Wiesbaden: VS-Verlag), http://tni.org//archives/archives/lohmann/sciencecrisis.pdf.

[52] Ver Hansen, Storms of My Grandchildren, 172-77, 193-94, 208-22.

[53] Ver Aubrey Meyer, Contraction and Convergence (Devon: Schumacher Society, 2000; Tom Athansiou y Paul Baer, Dead Heat (New York: Seven Stories Press, 2002.

[54] Ver Karl Marx y Frederick Engels, Collected Works (New York: International Publishers, 1975), vol. 6, 327; Karl Marx, Capital, vol. 3 (London: Penguin, 1981), 447-48.

[55] Ver “Chávez Stresses the Importance of Getting Rid of the Oil Rentier Model in Venezuela,” MRzine, http://mrzine.org (11 de enero, 2010).

[56] Ver James Gustave Speth, The Bridge at the Edge of the World (New Haven: Yale University Press, 2008), 195.

[57] Ver On planning, ver Magdoff and Magdoff, “Approaching Socialism,” 36-61.

[58] Ver Helen y Scott Nearing, Living the Good Life (New York: Schocken, 1970). Scott Nearing fue por muchos años columnista “World Events [Eventos del mundo]” de Monthly Review.

[59] Ver Iain Bruce, The Real Venezuela (London: Pluto Press, 2008), 139-75.

[60] On the metabolic rift, see Foster, The Ecological Revolution, 161-200.

[61] C. James Kruse, et al., “A Modal Comparison of Domestic Freight Transportation Effects on the General Public, Center for Ports and Waterways,” Texas Transportation Institute, 2007; http://americanwaterways.com; sitio Mechanical Database, Rail vs. Truck Industry, última vez visto; http://mechdb.com, 17 de enero, 2010.

[62] William McDonough y Michael Braungart, Cradle to Cradle (New York: North Point Press. 2002).

[63] Ver Miguel A. Altieri, “Agroecology, Small Farms, and Food Sovereignty,” Monthly Review 61, no. 3 (Julio-agosto 2009), 102-13.

[64] Mike Davis, Planet of the Slums (London; Verso, 2007).

[65] Entrevista a Evo Morales por Amy Goodman, Democracy Now, December 17, 2009, http://democracynow.org/2009/12/17/bolivian_president_evo_morales_on_climate.

[66] Ver Paul M. Sweezy, Post-Revolutionary Society (New York: Monthly Review Press, 1980).


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