Yemen: un lema y seis guerras
Martes 20 de octubre de 2009 por CEPRID
Khaled Fattah
Asia Times
Traducido para el CEPRID por María Valdés
Yemen, el más débil, menos desarrollado y más tribal Estado de Oriente Medio lucha por sexta vez contra una rebelión chií zaidí en el montañoso norte fronterizo con Arabia Saudita. La violenta rebelión está atrayendo la atención de los actores regionales e internacionales sobre el formidable conjunto de amenazas que enfrenta la única república de la Península Arábiga.. Aparte de los rebeldes zaidíes en el norte, el gobierno central de Yemen está enfrentado a secesionistas en el sur, militantes de al-Qaeda en el este, y a los piratas somalíes que actúan en su costa.
Un gran número de informes en los medios sobre la rebelión en el norte ha causado una tormenta política y de seguridad al poner de relieve la posibilidad de que la revuelta zaidí sea una guerra ideológica por encargo entre la monarquía saudita y el régimen iraní. El gobierno de Yemen ha desplegado todos sus recursos de coacción para reprimir la insurgencia, y ha puesto en marcha una intensiva campaña de acusaciones contra Irán, Hezbolá del Líbano y el clérigo sihií iraquí Muqtada al-Sadr, alegando que están canalizando dinero, armas y ofreciendo apoyo moral a los rebeldes.
El 31 de agosto, el ministro de Asuntos Exteriores de Yemen, Abu-Bakr al-Qirbi, convocó al representante iraní en Sana’a para presentar una protesta formal contra el presunto apoyo iraní a los rebeldes. Como resultado, la impresión existente fuera de Yemen es que Sana’a está bajo ataque del llamado “eje sihií” en Oriente Medio.
Una lectura alternativa de la rebelión
Un examen más detenido de la actual crisis en el Yemen sugiere que la rebelión zaidí en el norte, que se ha producido de forma intermitente desde junio de 2004, no es ni una guerra ideológica entre Riad y Teherán ni una guerra sectaria entre las corrientes suní y sihíes, las dos ramas del Islam.
El cada vez más aislado régimen de Teherán no está en condiciones de abrir más fronteras de confrontación, y mezclarse en los asuntos políticos de Yemen tiene más riesgos que ventajas. Desde una perspectiva militar, por ejemplo, la fuerte presencia armada de EEUU y de otras potencias occidentales en el Mar Rojo y el Océano Índico – y el contexto tribal de Yemen – hacen que sea muy peligroso para el régimen iraní hacer uso de la rebelión como un paso hacia algún ambicioso plan de lograr el control sobre las rutas marítimas del Mar Rojo.
El 21 de agosto, el gobierno de Yemen anunció que había descubierto seis escondites de armas en las provincias de Amran y Sa’dah que contenían algunos misiles de fabricación iraní, explosivos y ametralladoras. Estos hallazgos han sido considerados por algunos medios de comunicación como prueba del apoyo directo de Teherán a los rebeldes zaidíes. Sin embargo, los observadores de Yemen son bien conscientes de que, debido a la debilidad del Estado, las guerras civiles, la topografía y la fuerte cultura tribal, Yemen es uno de los países con más armas del mundo, con un amplio mercado clandestino de armas que incluye ametralladoras pesadas y lanzacohetes.
Las acusaciones de intervención en el conflicto de Irán contra Arabia Saudí también están fuera de contexto. El amplio apoyo multidimensional de Riad a las sucesivas administraciones de Yemen, sus líderes políticos y dirigentes tribales era un hecho bien conocido mucho antes del inicio de la rebelión zaidí. Desde la revolución de 1962 en Yemen, que puso fin a diez siglos de un sistema de imanato teocrático, los saudíes siempre han sido jugadores de gran influencia en el desarrollo sociopolítico de Yemen debido a vitales intereses geopolíticos y de seguridad nacional. Riad siempre ha actuado, y seguirá actuando, contra cualquier amenaza seria que emerja de Yemen.
Los actuales enfrentamientos militares están teniendo lugar a lo largo de una frontera en gran parte despoblada y mal definida entre Yemen y Arabia Saudita. Es algo normal, por lo tanto, que los dos países cooperen para impedir la infiltración de militantes de al-Qaeda, y el contrabando de armas hacia el reino [saudita]. El reciente intento de asesinato contra el máximo funcionario antiterrorista saudí, el príncipe Muhammad bin Nayef bin Abdel Aziz, fue realizado por un militante saudí buscado que había residido anteriormente en un pueblo de Yemen cercano a la frontera con Arabia Saudita. El incidente dejó en claro que después de la vigorosa campaña saudita contra el terrorismo, la red al-Qaeda está explotando la creciente inestabilidad en Yemen para constituir una amenaza a la seguridad nacional de Arabia Saudita. También es importante recordar que el propio presidente Ali Abdullah Saleh es un sihí zaidí, y los zaidíes – que constituyen más de un tercio de la población – están muy bien representados a todos los niveles de las instituciones estatales, incluidos el aparato de seguridad y los militares. Además, un número de tribus y clanes sihíes zaidíes están luchando junto a las fuerzas del gobierno contra los rebeldes radicales del norte. En resumen: la rivalidad irano-saudí no puede ser interpretada en Yemen como lo fue en el Líbano.
En vista de la escasa evidencia de una intervención de Irán en el conflicto, y la acusación claramente falsa de represión auspiciada por el Estado contra la comunidad sihí en Yemen, la actual escalada de la violencia puede ser mejor comprendida no a través de los prismas de la lucha por el poder a niveles sectario o regional, sino más bien a través del prisma más amplio del turbulento clima político y de seguridad que fue creado por la coalición [dirigida por EEUU] “guerra contra el terror”. En muchas partes de Oriente Medio, particularmente en países con regímenes pro-Washington, las consecuencias de la “guerra contra el terror” llevaron a una aún mayor deslegitimación de las elites gobernantes, una mayor radicalización de los grupos de oposición, y el surgimiento de sentimientos de frustración y cólera acumulados durante décadas. Estos sentimientos son subproductos de la falta de poder político, la alienación socio-cultural, la marginación económica y un sentimiento colectivo profundamente arraigado de subordinación y humillación a manos del mundo occidental.
El lema que moviliza a los rebeldes zaidíes del norte de Yemen: “Dios es el más grande… Muerte a EEUU e Israel… Victoria para el Islam y los musulmanes”, es un ejemplo de cómo las ramificaciones de las acciones de EEUU e Israel en Irak, Líbano y Gaza pueden ser muy amplias. Si los lemas son efectivos instrumentos de persuasión que apelan a necesidades particulares, ¿por qué estos rebeldes usan un lema antiestadounidense para expresar su preocupación por problemas locales, y sus preocupaciones como, por ejemplo, la creciente influencia del salafismo en la provincia de Sa’dah?
¿Cómo puede una revuelta montañosa en una zona tribal en la parte norte de Yemen obtener gran parte de su atractivo con el uso de consignas antinorteamericanas? ¿Cuál es el vínculo entre la rebelión en Sa’dah y las consecuencias de la “guerra contra el terror? Para sugerir algunas respuestas, hay que hacer una visión retrospectiva del escenario internacional que generó la rebelión zaidí y sustentó la movilización de los rebeldes durante los últimos cinco años.
La fase de acción colectiva de la rebelión
La actual rebelión norteña zaidí tiene sus raíces ideológicas en las actividades de un grupo zaidí que se llamaba al-Shabab al-Mum’en (la Juventud Creyente o Fiel). El establecimiento y organización del grupo pasó por dos fases evolutivas: acción colectiva y respuesta militante. La fase de acción colectiva comenzó en 1990, como resultado del pluralismo de los partidos y de la eliminación de las restricciones de asociación y expresión, que fueron las piedras angulares del proyecto de unificación del norte y el sur de Yemen.
La elección de la provincia Sa’dah, a 240 kilómetros al norte de la capital Sana’a, como base del poder del grupo es evidente. Sa’dah es la antigua sede política de la escuela zaidí de pensamiento. El zaidismo es una de las tres principales ramas del sihiísmo de Yemen, junto con los duodecimanos y la rama sh¡í ismailí. Se distingue de las otras dos ramas por limitarse al Yemen y ser más cercana al Islam suní que otras tendencias del sihiísmo. El zaidismo es tan cercano a la tendencia suní que algunos grupos se refieren a el como la quinta escuela de la jurisprudencia suní. Comparte, sin embargo, uno de los aspectos más importantes de la creencia sihií: un imanato legitimado por presuntos descendientes del Profeta Muhammad.
Durante la fase de acción colectiva, las actividades del grupo se concentraron dentro de centros de verano, donde se realizaban a diario conferencias religiosas, debates, actuaciones teatrales, y eventos deportivos. Ante la ausencia de oportunidades de trabajo y la falta de instalaciones gubernamentales para la juventud durante las vacaciones de verano, estos centros se convirtieron en destinos populares para estudiantes no sólo de Sa’dah sino también de otras provincias y localidades que son conocidas históricamente por tener un sentido tradicional de pertenencia zaidí, por ejemplo Hajah y Amran. En unos pocos años, 24 de estos centros se establecieron en Sa’dah y 43 en otras nueve provincias. Según una serie de informes, esos centros contaban con entre 15.000 y 18.000 estudiantes sólo en la provincia Sa’dah. Los centros eran administrados por un consejo de administración, compuesto por seis miembros.
El éxito de al-Shabab-Mum’en en la fase de acción colectiva se atribuye a la reacción entusiasta de la juventud zaidí ante el desafío ideológico y de identidad planteado por el movimiento salafista en Sa’dah – el corazón y la mente del zaidismo. Tal desafío se cristalizó desde el establecimiento del llamado “centro Dammaj para salafistas convencionales”.
El centro salafista estaba bajo la dirección de Jeque Moqbil Hadi Al-Wade’i, fundador del salafismo en Yemen. El jeque, que murió en 2002, fue un crítico muy fuerte con todas las formas de doctrina sihií. En sus sermones, libros y casetes, acusó a menudo a los sihiíes de ser herejes propagando creencias y prácticas supersticiosas no-islámicas.
En la década de los años noventa, el choque ideológico zaidí-salafista en Sa’dah alcanzó un nivel dramático cuando los salafistas intentaron apoderarse de la mezquita de Razih – la mayor mezquita de al-Shabab-Mum’en. Las confrontaciones salafistas-zaidíes se intensificaron y fueron descritas por algunos autores como “el choque de los fundamentalismos”. En la fase de acción colectiva, el movimiento zaidí en la parte norte de Yemen tomó la forma de un movimiento social de defensa, que tenía a los salafistas como el grupo desafiante y la provincia Sa’dah como su territorio. A pesar de su éxito masivo, sin embargo, el movimiento no creció para ser una poderosa organización islámica de base como Hezbolá en el Líbano y Hamás en los territorios palestinos.
La fase militante
En 1999, los centros religiosos zaidíes de verano comenzaron a ser clasificados en moderados y conservadores. Estos últimos fueron dirigidos por Hussein Badraddin al-Houthi, fundador del grupo radical Houthi, hijo de un influyente clérigo zaidí, y ex miembro del parlamento yemení en 1993-1997.
En algunos casos, la tipología conservadora moderada tuvo lugar incluso dentro del mismo centro. Un año más tarde se llevó a cabo una separación formal entre los centros, y el consejo de administración ya no pudo administrarlos. La división de los centros puso de relieve la división en la elite chií zaidí en el Yemen.
Armado de su personalidad rebelde y carismática e inspirado por las ideas revolucionarias de Ayatolá Ruhollah Jomeini y las estrategias organizativas de Hassan Nasralá, al-Houthi comenzó a radicalizar a un número creciente de jóvenes zaidíes.
En 2003, la autoridad central de Yemen se alarmó por las actividades de Al-Houthi cuando sus seguidores comenzaron a gritar “Muerte a EEUU” dentro y fuera de la gran mezquita de la capital después de las oraciones del viernes. En Sa’dah, seguidores de al-Houthi escribieron su lema antiestadounidense en las paredes de los edificios, incluidas las oficinas del gobierno, y distribuyeron panfletos, que acusaban al gobernador de Sa’dah de ser agente de la CIA, y al gobierno de Sana’a de ser aliado de EEUU en la “guerra contra el terror” contra el mundo musulmán.
El presidente Saleh fue colocado ante un dilema después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, por el lenguaje de Washington de “a favor o en contra” y la percepción del Pentágono de Yemen como otro posible Afganistán que tendría que ser invadido. Para salvar a su país y su régimen, Saleh tuvo que ofrecer su cooperación, a pesar del sentimiento generalizado contra EEUU que se ha intensificado en Yemen desde el inicio de la “guerra contra el terror”. En la capital y en la gobernación de Sa’dah, las autoridades comenzaron a arrestar a cientos de personas que gritaban los lemas antiestadounidenses de al-Houthi.
Según Hassan Zaid, secretario general del partido de oposición zaidí, Al-Haq, los organismos de seguridad de Yemen pensaron que si hoy los seguidores de al Houthi gritaban “Muerte a EEUU,” mañana vocearían “Muerte al presidente de Yemen”. Después de Sa’dah, al-Houthi comenzó a movilizar a la población del norte con el objetivo de deslegitimar a la autoridad central. En sus discursos, al-Houthi alentó a la población a dejar de pagar todo tipo de impuestos a la autoridad central. El gobierno de Saleh intentó numerosas veces, a través del uso de técnicas de mediación pacífica, de disminuir la tensión. Sus intentos, sin embargo, no tuvieron éxito.
El desafío de Houthi contra Sana’a aumentó hasta el punto que sus seguidores bloquearon la vital carretera a la capital, ocuparon oficinas del gobierno local, se apoderaron de posiciones estratégicas sobre varias montañas, y comenzaron a adoptar tácticas de guerrilla y formar milicias.
Sana’a tenía que reaccionar. El 18 de junio de 2004 hubo enfrentamientos entre fuerzas de la milicia de al-Houthy y el ejército de Yemen. La operación militar contra al-Houthi, sin embargo, no fue tan rápida y eficaz como se esperaba. Unos cientos de rebeldes mostraron una resistencia feroz, y se informó de la muerte de decenas de soldados. Aunque las tropas del gobierno lograron matar a Hussein al-Houthi, su muerte no significó el fin de la violenta insurgencia. Durante los últimos cinco años, desde la primera ronda de enfrentamientos, ha habido cinco feroces choques armados con un número creciente de reclutas de al-Houthi, dirigidos por Abdel Malik, el hermano más joven del difunto Hussien al-Houthi. Con cada nuevo enfrentamiento, los choques iban aumentando en intensidad, alcance y repercusiones, provocando nuevos agravios y multiplicando así los puntos de conflicto.
Los seis enfrentamientos que se han producido han causado miles de víctimas y decenas de miles de civiles desplazados. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, los actuales enfrentamientos, que comenzaron el 12 de agosto, han desplazado unas 50.000 personas. Eso eleva el número total de personas desplazadas internamente [dentro de Yemen] en las provincias del norte a 150.000 desde los primeros enfrentamientos en 2004.
El poder destructivo de un lema
Los lemas son titulares repletos de significado. Mientras más correctamente el lema expresa el descontento y el sufrimiento de la gente, más efectivo será en la movilización de las emociones latentes. Observadores de la rebelión Houthi están perplejos ante la centralidad del eslogan antiestadounidense en los corazones y las mentes de los rebeldes.
Algunos informes describen cómo seguidores de al-Houthi en prisión se niegan a comprometerse a dejar de gritar el lema [anti EEUU] a cambio de su liberación. La historia de esta empecinada insistencia en gritar el lema data del 17 de enero de 2002, cuando el asesinado Hussein al-Houthi comenzó a gritarlo en uno de sus sermones que tuvo lugar en la escuela al-Imam al-Hadi en Ma’ran, provincia de Sa’dah. En el sermón, hizo un llamamiento a la gente a hacer algo en la cara de lo que calificó de “la masiva arrogancia estadounidense.”
“¿Por cuánto tiempo seguiremos sin hacer nada en respuesta a la arrogancia estadounidense?” preguntó al-Houthi a sus seguidores. Y se respondió a sí mismo con la siguiente declaración que enardeció a sus seguidores: “Os digo, hermanos, ¡gritad! ¿No tenéis la capacidad de gritar: Dios es grande… Muerte a América [EEUU] y a Israel… Victoria para el Islam y los musulmanes? ¿No creéis que sea posible que cada uno de vosotros lance este grito? Es un gran honor para nosotros que tengamos este lema, aquí mismo, en esta escuela.
“Al lanzar este grito ahora, seremos los primeros, y es seguro que será lanzado no sólo en esta sala sino también en otros lugares. Con la ayuda de Dios, encontraréis a aquellos que lancen este grito con vosotros en otros sitios. Gritad conmigo: ¡Muerte a EEUU y a Israel!” Desde este sermón, el grito anti-EEUU se ha convertido en un lema sagrado para los seguidores de al-Houthi, y se ha convertido en parte integral de sus ceremonias religiosas y religiosas, incluyendo la oración del viernes.
Abdel Malik al-Houthi, que actualmente asume la dirección operacional de la rebelión, dijo en una entrevista del 9 de mayo de 2005 que la consigna es la razón directa que está detrás de todos los acontecimientos que han tenido lugar. Justifica la continuación del grito del lema argumentando que es lo menos que él y sus seguidores pueden hacer para enfrentar “la cruzada estadounidense contra el mundo musulmán.”
¿Qué hemos aprendido?
Los conflictos generan coyunturas de las que podemos aprender. El complejo y multifactorial conflicto en las provincias norteñas de Yemen nos enseña cómo los sentimientos antiestadounidenses y antiisraelíes en la región sirven de aglutinador para defender demandas locales y como catalizador para la movilización de comunidades locales contra sus propios gobiernos centrales.
El conflicto nos enseña, también, que las acciones de EEUU en el mundo posterior al 11-S han contribuido significativamente ala movilización de la insurgencia, y no sólo en Irak. Aunque los al-Houthis son enconados adversarios de los grupos radicales y extremistas suníes y al-Qaeda, comparten una hostilidad feroz contra las políticas de EEUU en Oriente Medio. Visitantes a zonas remotas en Yemen son interrogados por gente normal de las tribus sobre las acciones de EEUU e Israel en Irak, Líbano y Palestina.
En el Siglo XXI, los canales árabes de televisión por satélite llevaron a las tribus en Yemen las imágenes de prisioneros iraquíes torturados y que sufrieron abusos sexuales, la brutal destrucción del sur del Líbano y las familias palestinas sitiadas sentadas frente a sus casas bombardeadas y derruidas. La reestructuración del orden internacional y regional en Oriente Medio se ha hecho muy esencial para comprender los conflictos locales, incluso si tales conflictos tienen lugar en una remota área tribal en el norte montañoso de Yemen.
Khaled Fattah es investigador en la Escuela de Relaciones Internacional, Universidad de St Andrews, Reino Unido.
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