Tres estrategias que dividen a la(s) izquierda(s) mexicana(s) –y Parte III César Enrique Pineda Ramírez
Martes 1ro de septiembre de 2009 por CEPRID
CEPRID
3. Una vez tomado el poder, puede gobernarse el sistema económico a favor del “pueblo”
Es quizá en las formas de producción económica donde las izquierdas mexicanas tienen su propuesta más confusa. Se habla desde una primera posición de sustituir al modelo neoliberal, impulsando “acciones para promover el empleo, tejer redes de seguridad social y de empoderamiento de la ciudadanía”; “la inclusión de todos los sectores sociales en el desarrollo”; “la construcción de políticas que propicien la competitividad de la economía a fin de generar empleos con plenos derechos”. “El crecimiento sostenido de la productividad como única garantía del bienestar futuro de México y su inserción ventajosa en el mercado mundial”.
Una segunda posición que buscaría “el impulso de la industria nacional y el desarrollo del mercado interno”; retomando el camino de la revolución mexicana, rescatando la soberanía con un “México que utilice sus recursos naturales como base de un crecimiento sostenido”, acelerando la capacidad productiva del país con una política expansiva en el sector energético especialmente en la industria petrolera; un agresivo desarrollo del sector comunicación y transporte y la ampliación industrial de la producción. Dentro de esta tendencia puede enmarcarse la exigencia de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del norte así como la demanda de garantías o fomento de la producción nacional.
Finalmente una tercera posición más ortodoxa y clásica habla de la estatización de la economía o de sus sectores estratégicos.
La visión de los procesos económicos en estas visiones de las izquierdas mexicanas adolecen al menos de:
a) abandono de la lucha por la igualdad. Mientras los discursos se llenan de frases, programas y proyectos de combate a la pobreza extrema no existe al mismo tiempo ninguna intencionalidad de combatir la riqueza extrema. Ahora el problema son los pobres y no la concentración de la riqueza y la propiedad. Aunque ésta se denuncie, las soluciones planteadas no intentan contener, gravar o erosionar la acumulación y la concentración sino convivir con estas formas de concentración o en el mejor de los casos lograr una redistribución estatal “más justa”. El horizonte de igualdad ha sido olvidado significando una enorme derrota programática y un vacío analítico que deja intocadas las relaciones de dominación y las relaciones de poder económico.
b) Un abandono importante de la lucha contra la explotación. Normalizada la explotación como forma de relación humana el horizonte ni siquiera se fija como meta la atenuación de la explotación; se ha olvidado por completo la lucha por nuevas formas de división del trabajo, eje de lucha en los orígenes del sindicalismo; se han concentrado los esfuerzos discursiva y prácticamente en la institucionalización de una negociación exitosa de subordinación pactada que son los rituales anuales de emplazamientos a huelga. Como resultado, quedan intocadas las relaciones de poder sobre el control de la producción y, como veremos más adelante, en general de las cadenas productivas y las cadenas de mercancías controladas por las elites.
c) Un dogmatismo desarrollista basado en el crecimiento económico; que considera que el desarrollo significa mayores dosis de infraestructura, comunicaciones y empleos y que para lograrlo necesita seguir produciendo y consumiendo en un crecimiento infinito, competitivo y que puede armonizarse con la protección ambiental. Es un dogmatismo que equipara desarrollo con crecimiento como meta principal, dejando intactas las relaciones y formas del sistema productivo. Es una visión caricaturesca que considera que el desarrollo es más cemento y más industria.
d) Un dogmatismo nacionalista y estatista; que cree que apoyar a la iniciativa privada mexicana constituye un viraje en el modelo económico, que considera que el desarrollo de cadenas productivas “mexicanas” acarrea bienestar; y que cree que la generación de empleos acabará con la pobreza a través de la inversión pública y privada en los proyectos “mexicanos”. Por otro lado, se cree que el Estado puede orientar la economía y el desarrollo, cuando los patrones de desarrollo no son simplemente el producto de las estrategias de desarrollo estatales, sino que se deben “al punto de intersección de estructuras industriales globales, políticas estatales, estrategias de empresas locales e internacionales”. (Cordero:2006). Estados y corporaciones son una compleja articulación de dominación y acumulación entrelazadas
Estas cuatro características de la visión de la gestión económica de varias de las izquierdas mexicanas las deja ancladas más cerca del liberalismo de lo que ellos mismos piensan, siendo extremadamente funcionales a la reproducción económica dominante. Esta es la tercera y más importante división entre las izquierdas mexicanas: el tema del desarrollo económico que divide entre quienes aprueban, consienten, guardan silencio o apoyan los mecanismos de reproducción económica impulsados por gobiernos “de izquierda” así como el acuerdo con las corporaciones y quienes resisten, luchan y se organizan contra los proyectos “de desarrollo”, “modernización”; “inversión” y de reordenamiento económico. Se abre también una división de acción entre quienes luchan contra la explotación y superexplotación y quienes han petrificado la lucha en la negociación ritual anual del emplazamiento a huelga.
Estas cuatro concepciones sobre el desarrollo económico, aunque discursivamente se plantean sustentables, respetuosas del medio ambiente, o cuidadosas de los recursos naturales y la soberanía, lo cierto es que desconocen, ignoran o rechazan la principal contradicción de la economía capitalista actual, cuyos ciclos de producción y acumulación contradicen los ciclos de autorreproducción naturales del planeta, provocando la mayor crisis y devastación nunca antes vista. Estas concepciones son ciegas de la inviabilidad de seguir creciendo y por tanto produciendo, consumiendo, extrayendo y desechando a un ritmo insostenible para la humanidad y para los seres vivos del planeta. Seguir pues, creciendo de manera infinita en un planeta finito con recursos limitados. Estas concepciones además, reproducen la idea del desarrollo como la imitación de las formas de vida de una minoría que consume rápidamente todos los recursos.
Estas concepciones reorientan aparentemente el beneficio del sistema productivo hacia los más pobres, pero dejan intacto al propio sistema productivo, tanto en sus relaciones de control, gestión y división del trabajo (producción), así como en el resto de los nodos de las cadenas productivas; dejan sin cuestionar y sin transformar la FORMA de las cadenas de mercancías, es decir, las formas de extracción, producción, distribución, consumo y desecho, que son las que generan pobreza, desigualdad así como consumo excesivo de energía, contaminación y depredación. Estas concepciones de izquierda no miran que es la propia forma de la producción capitalista un acto depredador, cuyas formas de entrelazamiento son destructoras y explotadoras, en suma, absurdas e injustas como relación social de intercambio. La transformación radical de estas cadenas de mercancías requeriría a su vez la transformación del objetivo del trabajo que hoy se centra en la mayor producción, la máxima ganancia para la mayor acumulación. El trabajo visto como el mecanismo para la subsistencia colectiva y no para la absurda acumulación y concentración de poder y riqueza. Es por ello, que el sistema productivo no se puede poner al servicio del pueblo o de los trabajadores sino que debiera ser profundamente transformado. Sin embargo, las salidas que las izquierdas realizan son sumamente distintas. Pongamos un ejemplo muy esquemático para ello.
Supongamos que la izquierda se hace del gobierno nacional. ¿qué haría un gobierno frente a, digamos, una empresa embotelladora de agua?.
La primera posición que aquí llamaremos liberal-progresista buscaría que la empresa se desarrolle, cuidando la producción “sustentable” y armoniosa con el medio ambiente manteniendo las emisiones de CO2 bajo los estándares internacionales y promoviendo el reciclaje de materiales. Una segunda posición que aquí llamaremos, nacional-populista, sería impulsar una política de incentivos fiscales que promuevan la inversión en la industria embotelladora siempre y cuando sea capital nacional para generar el empleo y una industria “propia”. Una tercera salida que llamaremos ortodoxa, sería nacionalizar la empresa embotelladora, y poner los medios de producción en manos de los trabajadores, por supuesto, a través del Estado y la gestión central de la economía que incluiría esta empresa en el control estatal de la producción.
Es curioso ver cómo las tres posiciones “de izquierda” dejan intactas las relaciones capitalistas de producción y que tienen más semejanzas que diferencias entre sí. Expliquémonos.
a) Las tres posiciones no cuestionan las relaciones de explotación al interior de la producción de la empresa embotelladora. No se cuestiona: la división del trabajo, la jerarquía, la concentración de conocimientos, la explotación misma. La producción en cualquiera de las tres versiones, se mantiene tal y como era antes de “ganar el gobierno”.
b) Las tres posiciones no cambian el control de la producción. En las dos primeras posiciones, el capital privado, es decir la elite, mantiene la dirección de la producción. En el caso estatizador, un grupo de elite mantiene el control, sólo que no es el capital privado sino una elite burocrática del Estado.
c) Las tres posiciones descuidan los pasos de la extracción y el desecho. Las cadenas de mercancías son útiles para pensar cómo es que se genera valor externalizando costos del producto. Es decir, si quienes producen una mercancía, tuvieran que pagar lo justo a quienes viven en territorios o comunidades desde donde se extraen materiales y recursos necesarios para la producción, las ganancias se reducirían drásticamente. Sabemos que la extracción siempre es depredadora y que se complementa siempre con mecanismos directos e indirectos de despojo. Por otro lado, si quien produce tuviera que resarcir el daño ambiental que se provoca por dicha producción o bien limpiar los desechos que por la producción y el consumo se realizan, entonces las ganancias simplemente no existirían. Aquí algo importante es que quienes se encuentran en los lugares y procesos extractivos sufren de ellos, y quienes se encuentran en los lugares de desecho también sufren por ello. Mientras no se mire que las formas de producción capitalista se aprovechan precisamente de esos nodos de la cadena, generando pobreza y contaminación cualquier política que lo ignore puede ser funcional a la dominación.
d) Tampoco se habla del consumo y una pregunta fundamental ¿debemos fomentar el consumo individual de agua embotellada plastificada?. Esto tiene que ver con el control de las emisiones y la contaminación. Las posiciones del control de CO2 o cualquier otra emisión o desecho tienen lo que se llama una política de “final de cañería”; es decir, se preocupan de qué hacer con los desechos (reciclarlos, mantenerlos dentro de niveles “racionales”, etc. ), pero no se preocupan por la “cañería” misma. El problema no es sólo cómo tratar los desechos sino porqué se está consumiendo de manera irracional, generando una enorme cantidad de desechos y en especial porqué se está produciendo un producto inundando al planeta de posteriores desechos, por ejemplo una botella de plástico.
e) Si seguimos indagando los daños ambientales que provoca la producción de botellas de plástico llegaremos a la conclusión de que éste y muchos, muchos otros productos no debieran producirse jamás. Las estrategias de la mayor parte de las izquierdas están muy lejos de llegar a esta aseveración, porque entonces surgen preguntas que podemos considerar desestructuran las cadenas mismas de mercancía, yendo al nodo de la producción: ¿quién debería decidir qué producir, cómo se realizaría la producción y quién controlaría la gestión de dichos procesos?. De nueva cuenta podemos ver que el sistema capitalista no es tal porque la burguesía haya ocupado los mandos directivos del sistema económico. Es un sistema económico capitalista debido a su forma.
Es por ello que surge una enorme división entre la izquierda que sostiene estas posiciones y quienes nos oponemos a ellas, como meros cambios de las formas de dominación por otras, y entre cambio de dominadores por otros, sin transformar las relaciones sociales. Todo ello por la urgencia de detener el proceso de erosión y destrucción del planeta, cuyo grado de alarma también nos divide.
Hemos llegado entonces al final de este análisis que trata de analizar ideas rectoras que significan estrategias distintas de acción que privilegian distintas luchas, sujetos, conceptos, lenguajes, ritmos, éticas, pero en especial distintos horizontes emancipatorios, distintos caminos, porque se busca llegar a distintos lugares. Así, la división de las izquierdas mexicanas puede entenderse no sólo como una disputa por las hegemonías – aunque esta exista- sino también por ser incluso izquierdas distintas. A ello habría que agregar las diferencias organizativas, y diversos ritmos, necesidades, y prioridades de lucha que las diversas izquierdas representan, para entender que la desarticulación no sólo es por falta de voluntad (aunque esta juega como elemento relevante) sino por múltiples diferencias que hay que enfrentar.
A riesgo de esquematizar, pero siempre entendiendo que estas ideas tres ideas estratégicas rectoras son sólo tendencias que mantienen a la vez numerosos vasos comunicantes, y que generalmente no son mutuamente excluyentes, podemos afirmar que tendencialmente, la idea de buscar el pacto con la clase política y la elite económica, o la búsqueda de un nuevo pacto social con fuertes dosis de liberalismo social, humano que busca mayores pero viables dosis de “justicia social” está sostenida en la mayoría de las organizaciones no gubernamentales progresistas; la casi totalidad del periodismo y los comunicadores de izquierda; por la mayoría de la academia progresista; puede encontrarse también en la parte más moderada de las organizaciones campesinas y de trabajadores, en los partidos de lo que fue el Frente Amplio Progresista, y en la mayoría del Partido de la Revolución Democrática.
Una segunda posición impregnada del programa nacionalista, con tintes populistas, es defendida por el resto del sindicalismo “combativo” y un segmento de las organizaciones campesinas, una parte de la academia de izquierda, por el resto del Partido de la Revolución democrática, por una parte importante de escritores, artistas y personalidades, numerosas organizaciones populares, así como por una buena parte de la población de “izquierda”.
La tercera posición que hemos llamado ortodoxa, está representada en especial por partidos políticos sin registro, sus organizaciones “de masas” así como la mayoría de los grupos armados “tradicionales”, así como varios grupos y corrientes.
Finalmente, están los sectores que toman distancia de estas tres posiciones: los pueblos indios, en especial el Congreso Nacional Indígena, el zapatismo, un puñado de organizaciones populares, académicos y organismos civiles, así como una constelación de microresistencias afectadas por la extracción, el desecho o los proyectos de “desarrollo” y “modernización” que han madurado a lo largo de sus luchas ideas como la autonomía y la autogestión . Más allá de la discusión sobre la clasificación o etiquetación como “izquierda” de todas estas tendencias, mi interés ha sido mostrar la enorme distancia de los horizontes emancipatorios de cada una de ellas para poder pensar la situación actual de los movimientos alternativos y antisistémicos mexicanos y en especial poder pensar las características de un mundo otro. Pensar, las posibilidades y dificultades emancipatorias. Entendiendo los límites y contradicciones de estas izquierdas, queda entonces buscar alternativas, políticas y prácticas que ayuden a la prefiguración de formas de relaciones sociales libres, cooperativas, solidarias, no depredadoras, anticapitalistas pues, que nos permitan construir nuestras propias estrategias de lucha. Lo más esperanzador es que estas prácticas existen ya y no son meras conjeturas o abstracciones utópicas. Algunos de los elementos de una sociedad poscapitalista ya existen hoy en el mundo actual. La urgencia de pensar en dichas alternativas es también lo que nos divide, ya que algunos pensamos que debemos concentrar toda nuestra energía, nuestro trabajo, nuestro esfuerzo y nuestra lucha, en esas alternativas, en esas que tal vez, y sólo tal vez, pueden ser la(s) ventana(s) hacia el mañana.
Enrique Pineda es licenciado en Sociología e integrante de Jóvenes en Resistencia Alternativa.
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Nota
[2] Entendiendo a las clases como luchas dinámicas, como prácticas de resistencia, desobediencia y antagonismo, no como grupos sociales determinados por el lugar que ocupan en el proceso de producción.
Ebrio de placer. Ebrio de las manos blancas y sedosas que alisaban su cabello y de la voz que le llamaba hermoso; ebrio del rostro que, en instantes de emoción, se llenaba de expresividad para hacerse luego más sereno y deslumbrante que si fuera de alabastro y joyas. Un rostro como un remanso de agua bajo el claro de la luna: un roce, aunque sea con als yemas de los dedos, y toda su vida sale a la superficie, para, a continuación, desvanecerse de nuevo en la quietud... Ann Rice.
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