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Cuba.-Algunas reflexiones sobre plan y mercado en el modelo socialista (y II)

Viernes 30 de junio de 2023 por CEPRID

José Luis Rodríguez

Cubaperiodistas

La construcción de las nuevas relaciones de producción que supone el socialismo implica un enorme desafío histórico, ya que el hombre debe prepararse para participar de forma consciente en este proceso.

En Cuba, el pueblo llegaba al triunfo de la Revolución después de siglos de preponderancia de los intereses individuales y de su materialización a través de la propiedad privada.

La implantación de la propiedad social sobre los medios de producción no suponía meramente un acto jurídico, sino una raigal transformación de la mentalidad del ser humano que debía aprender a conjugar, en un período de tiempo muy breve, sus intereses individuales con los intereses sociales, aceptando –además– la prioridad de estos últimos como premisa para el avance de los proyectos personales.

Ello suponía un proceso político e ideológico de adaptación a las nuevas condiciones sociales que no podía transcurrir sin atravesar complejas circunstancias y profundas contradicciones, especialmente si se tiene en cuenta la tradición que durante siglos llevó al ser humano a enfrentarse a sus semejantes para lograr la supervivencia, basado primero en la existencia de la producción mercantil simple asociada personalmente a su trabajo y después a la producción mercantil capitalista, al servirse del trabajo ajeno.

El hecho de que durante la transición al socialismo no fuera posible eliminar a corto plazo las condiciones que engendraban la producción mercantil y las categorías mercantiles, a partir del bajo nivel de desarrollo alcanzado, reforzaba en el individuo la noción del carácter “natural” y permanente que durante siglos ya tenía la producción de mercancías.

En la medida en que los factores subjetivos no se desarrollaron suficientemente como para permitir una comprensión de este complejo proceso, fue hasta cierto punto lógica la aceptación primero y la asimilación acrítica después, del mercado en el socialismo. Si a ello se añade la complejidad técnica presente para el desarrollo de las nuevas formas de dirección económica de la sociedad a través de la planificación,[1] parecería a muchos que la misma no hacía más que entorpecer la actuación “natural” del mercado.

No es de extrañar entonces que la búsqueda de resultados económicos más eficientes a nivel microeconómico se encontraran casi siempre potenciando el aislamiento social de las empresas frente a la planificación estatal que, en las condiciones del socialismo europeo, resultaba ineficiente en muchos aspectos.

Ese fue el rumbo que comenzaron a tomar las reformas económicas de los países socialistas europeos en los años 60 del pasado siglo,[2] a través de las que se abrieron espacios cada vez más amplios para los mecanismos de mercado limitando, por su supuesta o real ineficiencia, la aplicación de la planificación social que, además de sus carencias de orden técnico, se asociaba a la ausencia de participación popular en la toma de decisiones que se adoptaban central y burocráticamente en el denominado socialismo real.[3]

Una ilustración histórica del papel de los factores políticos e ideológicos y sus vínculos con una dirección socialmente planificada ineficiente, se pone de manifiesto en la historia económica de Europa Oriental y muy especialmente en el caso de Yugoeslavia, donde el desarrollo de la autogestión obrera a nivel de empresa no encontró otro camino para su inserción en la economía que acudir a los mecanismos de mercado, desechando la planificación; en Hungría, que proclamó la identidad entre socialismo y nivel de vida alimentando una suerte de consumismo insostenible y eliminando la planificación centralizada en 1968, o el caso de Polonia, donde ni siquiera las reformas orientadas al mercado tuvieron una funcionalidad mínima ni una aceptación social para hacerlas viables.[4]

La interpretación de las relaciones monetario-mercantiles como un fenómeno propio del socialismo y por tanto, no contradictorio con este sistema, condujo a que se extendiera el modelo de socialismo de mercado en los años 80, hasta que solo quedó el mercado y nada del socialismo con la desaparición de la URSS en diciembre de 1991.

La dolorosa enseñanza del derrumbe del socialismo en Europa no puede llevar a la conclusión –manejada por no pocos autores- de que el socialismo no es perfectible y de que la preponderancia absoluta del mercado es inevitable.[5]

Bastaría para refutar la tesis de que el mercado resulta más eficiente que la planificación, lo sucedido en los últimos 30 años con la implantación del capitalismo neoliberal en los antiguos países socialistas europeos y la ex URSS. Además del enorme costo político y social que ha conllevado la variante de capitalismo salvaje allí introducido, desde el punto de vista económico estos países se ubicaron en la periferia del capitalismo como los más atrasados de la Unión Europea o dejaron de ser una potencia mundial, como fue el caso –durante los años 90- de Rusia como heredera de la URSS.[6] En este último caso y a partir de la presidencia de Vladimir Putin, comenzó un proceso de recuperación económica y social para revertir la catástrofe de los años 90, que llevó a un enfrentamiento creciente de Rusia con la OTAN desde el año 2007 y que ha desembocado en el conflicto ucraniano actual.[7]

La experiencia histórica reciente muestra que, si bien la existencia de las relaciones monetario-mercantiles tiene una base objetiva en las condiciones del socialismo y no es posible negar su presencia, sobrevalorarlas puede llevar a la destrucción del sistema.

El llamado socialismo de mercado mostró que no era posible asimilar la producción mercantil sin tomar en cuenta su carácter esencialmente contradictorio con el socialismo en múltiples aspectos, por lo que ofrecen muchas dudas aquellas interpretaciones que plantean la “utilización” del mercado como un mero instrumento de dirección en función de la construcción de la nueva sociedad, sin valorar sus efectos perversos en lo social y en lo político.

Al respecto el Che fue categórico cuando en 1964 advirtió “Negamos la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción entre productores y consumidores…” y más adelante subrayó “La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución; podemos, pues, decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista.”[8]

El manejo de relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, a partir de su existencia objetiva, tanto mayor en la medida en que más bajo sea el nivel de desarrollo de la sociedad, debe realizarse tomando en cuenta su carácter contradictorio, asimilándolas como un elemento no consustancial al socialismo, pero en cuya construcción el mercado tendrá que ser tomado en cuenta durante largos años.[9]

Cómo hacerlo supone un delicado manejo político y económico que impida que el mercado obstaculice el desarrollo de relaciones sociales de producción superiores, al tiempo en que se le concede el espacio indispensable para evitar un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.

Un interesante análisis sobre las medidas que pudieran propiciar la asimilación de la heterogeneidad en las formas de propiedad y el incremento de las relaciones monetario-mercantiles en el caso de Cuba fue emprendida por el destacado economista Alfredo González ya desde inicios de este siglo.

En su ensayo “Socialismo y mercado”,[10] este autor subrayaba la importancia de no “…combatir la extensión de las actividades mercantiles con métodos coercitivos, no económicos…”, y proponía medidas para lograr una mayor diversidad de oferta y una mayor capacidad competitiva de la propiedad estatal respecto a la no estatal, brindando a las empresas públicas un mayor nivel de autonomía, incentivos, restricciones financieras efectivas y flexibilidad para responder a la demanda; implementar la competencia entre formas de propiedad no estatales, propiciando el desarrollo de las de mayor contenido social como las cooperativas y acotar el crecimiento de formas de propiedad no estatal asociándolas al Estado y reconocer las desigualdades de ingresos laborales derivadas de la heterogeneidad productiva y atenuarlas mediante un sistema salarial coherente, incentivos multilaterales, nivelación del mercado de trabajo y una política más selectiva de subsidios, impuestos y mercados segmentados, entre las más destacadas.

Al propio tiempo González subrayaba en el caso cubano como en la convivencia entre diversas formas de propiedad resultaba “…determinante la evolución del entorno externo y, en especial, del diferendo con los Estados Unidos, pues a nadie se le escapa que la promoción unilateral de dichas reformas de mercado persigue, en muchos casos, objetivos ulteriores, nada favorables al desarrollo del socialismo en Cuba.”[11]

Un enfoque más adecuado de las relaciones entre plan y mercado se encuentra en la “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista” aprobada en el 2016 y actualizada en el 2021.[12]

En ese documento se recogió la necesidad de tomar en cuenta la existencia objetiva de relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, al tiempo que se les ubicó subordinadas a la planificación.

Así se señalaría: “En el país rige un sistema de economía socialista basado en la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, como la forma de propiedad principal y la dirección planificada de la economía, que tiene en cuenta, regula y controla el mercado en función de los intereses de la sociedad.”[13]

Más adelante, en el título 1.2 “Principales transformaciones que fundamentan la actualización del modelo”, epígrafe b, se precisaban las directrices para lograr una integración del mercado a los propósitos de desarrollo de la sociedad, al señalar: “Reconocer, regular y lograr un adecuado funcionamiento del mercado, de modo que las medidas administrativas centralizadas, en interacción con las políticas macroeconómicas y otras, induzcan a los actores económicos a adoptar decisiones de acuerdo con los intereses de toda la sociedad.”[14]

Por otra parte, al precisar el papel de la propiedad no estatal y su gestión, se reafirmaba: “El reconocimiento y diversificación de diferentes formas de propiedad y de gestión responden al insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas, al nivel de socialización alcanzado por la propiedad social y a los objetivos de la construcción del socialismo, al contribuir a movilizar recursos humanos, materiales y financieros nacionales y extranjeros. (…) La existencia de formas de propiedad y de gestión no estatales tiene como objetivos posibilitar que el Estado y el Gobierno se concentren en las complejas tareas que le son propias, tributar a la eficiencia integral de la economía, generar empleos, desplegar iniciativas, impulsar las fuerzas productivas, incrementar los ingresos al Presupuesto del Estado y contribuir al bienestar en función del desarrollo socialista.”[15]

En esencia se reflejaba así la necesidad de reconocer un mayor espacio a las relaciones monetario-mercantiles, tomando en cuenta el nivel de desarrollo real alcanzado por la sociedad cubana actual, en tanto que no era posible aspirar al reconocimiento directo del carácter social del trabajo y a la satisfacción de las necesidades de la sociedad si esto no era acompañado de un elevado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.[16]

En el caso de Cuba el carácter subordinado que se otorga al mercado refleja la comprensión de las contradicciones que –en su desarrollo- el mismo conlleva, lo que supone –en el socialismo- la activa participación del Estado para potenciar sus efectos positivos, al tiempo que se frenan sus más indeseables consecuencias.

Estos propósitos se reflejan más detalladamente en el capítulo III “La dirección planificada del desarrollo económico y social”, al expresarse: “Una función fundamental del Estado y el Gobierno es la regulación de los mecanismos del mercado, para enmarcarlos en los principios que rigen la construcción de nuestro socialismo y estimular su desarrollo.” Estos propósitos recogen sintéticamente: La igualdad en el acceso a los mercados de producciones e insumos de todos los actores económicos;el establecimiento de pautas de producción y consumo racionales y sostenibles; la delimitación de los ámbitos de la vida económica y social en que no será reconocido el mercado; el respeto y el control de los derechos y obligaciones de todos los actores económicos y sociales; el establecimiento de políticas comerciales y de precios para regular la competencia y evitar las malas prácticas y la especulación; la no tolerancia de prácticas de tipo monopólico.[17]

La experiencia muestra que la regulación del mercado en la construcción del socialismo ha sido históricamente compleja y su eficiencia limitada.

En el caso de la economía cubana, se ha vivido este proceso en medio de la excepcionalidad que supone un bloqueo que dura ya más de 60 años y su enorme costo para el desarrollo del país. A esta realidad incontrastable, hay que sumar que solo en una época relativamente reciente, se reconoció la existencia objetiva del mercado en la construcción socialista y la necesidad de su regulación a través de mecanismos económicos y no sólo mediante decisiones administrativas.

A esta situación se añade una crisis en la que se han sumado los impactos acumulados de las 243 sanciones adicionales como parte del bloqueo económico de EE.UU., implementadas por el gobierno de Trump y su aplicación continuada por Joe Biden; las consecuencias de la COVID 19, que provocó la caída de 10.9% en el PIB del año 2020 y la crisis internacional, con su secuela de inflación, potenciada por los efectos de la guerra de Ucrania desde febrero del 2022 y que ha elevado sustancialmente los precios de los alimentos y los combustibles en el mercado mundial.

Ante esta realidad, no es posible una regulación apropiada del mercado y los precios si primero no se implementan las medidas urgentes de un Programa de Estabilización Macroeconómica.

De tal modo, la situación actual requerirá –prioritariamente- una renegociación de nuestra deuda externa con un mínimo de liquidez, de manera que se inicie un proceso de apertura del financiamiento externo que hoy resulta inexistente. A esto debe acompañarlo un programa antinflacionario, que incluya medidas de mitigación para la población más vulnerable y que sufre en mayor medida, el impacto de la inflación, donde los precios de los alimentos crecieron –entre abril de 2022 y el propio mes del 2023- un 70.67%, con un promedio de crecimiento en todos los precios de 45.36%.[18] A esto se suma el indispensable aumento de la oferta de alimentos a precios al alcance de la población y la estabilización de la disponibilidad de portadores energéticos y la generación de electricidad.

Por último, no es posible olvidar que los mecanismos económicos que se utilicen para lidiar con el mercado en las actuales circunstancias, serán siempre instrumentos auxiliares, pues nunca deberá perderse de vista que –como señalara el Comandante en Jefe en 1975– “…ningún sistema en el socialismo puede sustituir la política, la ideología, la conciencia de la gente; porque los factores que determinan la eficiencia en la economía son otros que no pueden existir de ninguna manera en el socialismo, y sigue siendo un factor fundamental y decisivo el aspecto político, el aspecto ideológico y el aspecto moral.”[19]

Notas

[1] Ya a finales de los años 20 del pasado siglo los ideólogos del liberalismo burgués se encargaron de impugnar la posibilidad de alcanzar decisiones económicas racionales a través de la planificación, por las dificultades técnicas que ello suponía. En tal sentido la refutación inicial a estas impugnaciones de autores como Ludwig Von Mises por parte del economista marxista polaco Oskar Lange se estructuraron a partir de una suerte de simulación del mercado con los instrumentos de la planificación. Surgieron así las primeras variantes de lo que sería después el socialismo de mercado.

[2] Una visión ya completamente afín a la existencia del mercado en el socialismo había sido adoptada desde 1950 por el modelo de autogestión yugoslava.

[3] La enorme significación del componente democrático de la sociedad y por tanto de la planificación para su adecuado desarrollo, sólo fue incorporado formalmente al debate económico en el llamado socialismo real. Sobre el tema se han desarrollado diferentes estudios en la búsqueda de una planificación participativa. Ver de Michael Albert y Robin Hahnel “The Political Economy of Participatory Economics”, Princeton University Press, Princeton, 1991 y de Pat Devine “Democracy and Economic Planning” Polity Press, Cambidge, 1988.

[4] Ver el análisis de Alec Nove en “La economía del socialismo factible”, Editorial Siglo XXI, Madrid, 1991, Tercera Parte.

[5] En este caso se encontraría el destacado economista húngaro Janos Kornai. Lamentablemente a esa conclusión llegaron también múltiples autores ex soviéticos. Ver de Leonid Abalkin “The Market in a Socialist Economy” in Anthony Jones and William Moskoff (eds) “The Great Market Debate in Soviet Economics”, M. E. Sharpe, New York, 1991.

[6] Ver el caso de Rusia en el libro de David M. Kotz y Fred Weir “Russia’s Path from Gorbachev to Putin” Routledge London and New York, 2007.

[7] Ver la evolución de la Federación de Rusia hasta años recientes en el libro de José Luis Rodríguez “El derrumbe del socialismo en Europa” Ruth Casa Editorial y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016, capítulos I y III.

[8] Ernesto Che Guevara “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, Op. Cit. p. 82.

[9] En la literatura económica cubana el criterio erróneo que asimila las relaciones monetario-mercantiles al socialismo señalando que estas relaciones tienen ahora un nuevo contenido que las hace diferentes, ha permanecido con fuerza desde los años 80 del pasado siglo.

[10] Alfredo González “Socialismo y mercado” Revista TEMAS Nº 30 Julio-Septiembre de 2002.

[11] Ibidem, página 26.

[12] Ver PCC “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista. Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución para el Período 2021-2026” Comité Central del Partido Comunista Cubano, La Habana, junio de 2021.

[13] Ibid. p. 16.

[14] Ibid. p. 21.

[15] Ibid. p. 23.

[16] No debe olvidarse que ya Marx y Engels habían expresado en 1846 “Este desarrollo de las fuerzas productivas constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella solo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la miseria anterior.” Carlos Marx y Federico Engels “La Ideología Alemana” Edición Revolucionaria, La Habana, 1966, página 35.

[17] Ibid. p. 42.

[18] ONEI “Indice de Precios al Consumidor Abril 2023” Mayo 19 2023 www.onei.gob.cu

[19] Fidel Castro “Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Informe Central”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1978, p. 113.


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