CEPRID

La economía cubana en 2023 y perspectivas para 2024

Jueves 29 de febrero de 2024 por CEPRID

José Luis Rodríguez

Granma

La economía cubana fue impactada el pasado año por los precios de los alimentos, un 20% más elevados que entre 2014-2016, así como la incidencia del precio del barril de petróleo que, si bien se redujo en relación a 2022, promedió más de 77 dólares el pasado año.

Debido a la compleja coyuntura enfrentada, el pasado año la economía cubana sufrió un importante retroceso, al decrecer su Producto Interno Bruto (PIB) entre el 1 y el 2%, según estimados oficiales, una evolución que puso de manifiesto la presencia de factores externos negativos y también los efectos de dificultades en la conducción de la economía nacional, que ya venían incidiendo desde años anteriores, con crecimientos inferiores a las cifras planificadas.

Para comenzar, si se quiere ser justo, un factor fundamental que no puede ignorarse en este sentido, es el creciente impacto del bloqueo económico de Estados Unidos, cuyas negativas consecuencias a lo largo de más de 60 años, y hasta febrero de 2023, fue de más de 159 084 millones de dólares, con 4 867 millones en solo un año, lo que lo ha convertido en el obstáculo fundamental para nuestro desarrollo, aunque no sea el único elemento que incide en la evolución de nuestra economía.

A lo anterior se suman las consecuencias de la crisis económica internacional, que mantuvo los precios de los alimentos un 20% más elevados que entre 2014 y 2016, así como la incidencia del precio del barril de petróleo que, si bien se redujo en relación a 2022, promedió más de 77 dólares el pasado año, todo ello en medio de la guerra de Ucrania, que actuó como catalizador de estas negativas tendencias, a lo que se añaden las consecuencias de la sangrienta guerra que libra Israel contra el pueblo palestino, que ya ha impactado fuertemente en lo económico, elevando los costos de la transportación marítima internacional.

La afectación de estos factores ha llevado a tasas decrecientes en los ritmos de crecimiento de la economía mundial, sobre la que sigue incidiendo la posibilidad del estallido de una crisis económica de grandes proporciones, lo que genera una gran incertidumbre sobre cualquier proyección de lo que puede ocurrir en la economía nacional, en países que –como Cuba– presentan un elevado nivel de apertura externa.

Además, de los elementos económicos apuntados, han seguido impactando en la economía mundial, y también en Cuba, las secuelas de la COVID-19, que ha afectado a alrededor del 10 % de nuestra población, con una tasa de letalidad de 0,77%, aunque sus efectos mortales no han sido mayores gracias a las vacunas desarrolladas por nuestros científicos.

Vulnerabilidades del sector externo cubano

Retomando la evolución de nuestro sector externo, el valor de las exportaciones de bienes y servicios en 2023 fue de 9 065 millones de dólares, un valor inferior en alrededor de 770 millones a lo planificado, cifra que incluye unos 2 155 millones en bienes y 6 910 millones en servicios, para un nivel de exportaciones también menor que lo logrado en 2022.

A lo anterior se añade un gasto superior a lo previsto en las importaciones de bienes, debido al incremento de precios, lo que representa una erogación de 718 millones de dólares adicionales en relación con el año 2019.

En el capítulo de nuestras exportaciones se registró una caída del 15% en el precio de la tonelada de níquel, cuya producción se mantuvo en 41 000 toneladas en el año, mientras que el precio del azúcar aumentó un 28 %, aunque la producción nacional quedó por debajo de lo planificado un 25%.

Otro flujo externo que se vio afectado el pasado año fue el volumen de las remesas recibido por la población, que se estima cayó por debajo de los 1 000 millones de dólares, luego de haber alcanzado más de 2 000 millones a finales del pasado decenio.

Al respecto, cabe apuntar que las remesas juegan un importante papel como capital del sector no estatal de la economía, pero también impactan en el fondo de consumo de la población que las recibe, y que las utiliza para compras en el mercado en moneda convertible que existe en la Isla.

En relación con la inversión extranjera directa (IED), se obtuvo un discreto avance en la cifra de nuevos negocios contratados, pero se mantiene la necesidad de una mayor flexibilidad en el tratamiento del inversionista extranjero que decide invertir en Cuba, tomando en cuenta que enfrenta riesgos mayores en función del bloqueo que impone Estados Unidos a nuestro país.

Por otra parte, resulta indispensable lograr mayores y mejores resultados en la concreción de negocios que aseguren una rápida elevación de la producción de alimentos, y un aseguramiento energético superior.

Además, Cuba continuó enfrentando las consecuencias del impago de la deuda externa, que se viene presentando desde 2019.

Al respecto, se han logrado nuevos plazos para realizar los pagos, que van hasta 2027, pero la cifra a pagar está gravada por el recargo de intereses moratorios.

Resulta así evidente la necesidad de un rediseño en el tratamiento del endeudamiento externo, de manera que se logren materializar nuevas vías para el servicio de la deuda, con el objetivo de asegurar un financiamiento externo superior, sobre lo cual se profundizará, al examinar las perspectivas de 2024.

A pesar de las adversas condiciones que enfrentó el sector externo y los resultados globalmente negativos, la evolución de la economía nacional registró algunos resultados positivos, gracias a los esfuerzos de nuestros trabajadores, lo que se expresa en una gradual recuperación del turismo internacional, que creció un 51%, totalizando 2,4 millones de visitantes y 400 millones de dólares más en ingresos brutos.

También la mejor gestión de la industria eléctrica, que permitió reducir en un 70% los apagones el pasado año; se mantuvo en 3,1 millones de toneladas métricas la producción de petróleo en el país, lo que asegura –en cierta medida– la generación de nuestras termoeléctricas; y se firmaron 42 nuevos acuerdos de inversión extranjera, hasta un total de 343 negocios activos en 2023.

Mientras, en lo social, se logró reducir la tasa de mortalidad infantil, pues si en 2022 ese indicador fue de 7,6 fallecidos por cada mil nacidos vivos, la del pasado año cerró en 7,1, en tanto la tasa de mortalidad materna se fijó en 38,7 por 100 000, para una disminución de 5,4%.

Igualmente, se aseguró un nivel de atención priorizado –de acuerdo con las posibilidades– a las personas y comunidades en situación de vulnerabilidad.

Las adversas condiciones presentes el pasado año –unidas a la aplicación de medidas internas, que no dieron los resultados esperados– han motivado que el país haya sufrido, entre 2019 y 2023, una pérdida superior a 3 000 millones de dólares en los ingresos externos, según se informó en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, de diciembre de 2023.

Esta situación ha llevado a la necesidad de adoptar, sin dilación, medidas urgentes que, como ha señalado el Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, nos deben llevar a una mayor eficiencia en nuestra economía.

En este punto del análisis resulta útil tener una idea más amplia de la evolución de la producción de bienes y servicios en 2023, así como de la política económica aplicada, antes de pasar a examinar las perspectivas para el presente año.

La compleja situación internacional que hoy existe impone costos adicionales, y muy fuertes, a la economía cubana, que la han llevado a funcionar como una economía de guerra. Se hace muy difícil elevar la eficiencia de la producción y los servicios, lo cual ha retrasado la recuperación económica. Por tanto, resulta indispensable aplicar medidas adicionales y urgentes con vistas a reimpulsarla.

Al respecto, no debemos pasar por alto que, a los factores económicos externos, se sumó la irrupción de la covid-19 desde 2020.

En esta lucha por la vida, la experiencia demostró que, solo mediante la vacunación masiva de las personas —que ya alcanza alrededor del 90 % de la población cubana—, que incluye varias dosis de refuerzo, es posible frenar la enfermedad, retornar a la normalidad y sostenerla.

En este sentido, queda mucho por escribir sobre la heroicidad de nuestros científicos y personal médico, quienes en medio de un bloqueo acrecentado en el momento más álgido de la pandemia, pudieron —en apenas unos meses— crear las vacunas que salvaron a nuestro pueblo de una enorme catástrofe humanitaria.

La evolución de la economía en 2023 se agravó de forma notable, reflejando fuertes impactos externos, a lo que se añadió el efecto de un grupo de medidas que no dieron los resultados esperados. Esto ya se venía apreciando en crecimientos de 1,3 % en 2021 y 1,8 % en 2022, hasta una caída estimada entre 1 y 2 % el pasado año.

Sin embargo, estas cifras macroeconómicas no siempre se correspondieron con datos que reflejan –con igual intensidad– esas dificultades a nivel de distintas ramas o sectores de la economía.

Así, por ejemplo, las empresas estatales con pérdidas en 2023 fueron 338 —un 13,4 % del total—, frente a 477 el año anterior, para una reducción del 29,1 %.

Sobre los ingresos de los trabajadores, el salario medio de las empresas del Estado creció hasta 4 856 pesos en el primer semestre del año, un incremento del 15,1 %, mientras que el 26 % de las empresas fueron autorizadas a fijar salarios de forma flexible, lo que benefició con ingresos superiores al 37 % de los trabajadores.

Ciertamente, se trata de una evolución positiva, aunque se puede argumentar que estos incrementos no compensaron el aumento del Índice de Precios al Consumidor, que —como promedio— alcanzaba, al cierre del primer semestre de 2023, un incremento de alrededor del 45 % sobre igual periodo del año precedente, evidenciando un mayor deterioro en el poder de compra del salario.

Por otro lado, también se observaron modestos avances en indicadores de gestión de las empresas estatales, tales como un incremento del 8 % en las ventas netas, y del 25 % de las utilidades, lográndose una rentabilidad por peso de venta de 16 centavos, sobre 14 en 2022.

En el contexto nacional, las llamadas formas de gestión no estatal computan algo más del 15 % en la creación del Producto Interno Bruto (PIB), y cubren alrededor del 35 % del empleo del país.

Nuevos retos

Al mismo tiempo, se registraron 685 micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) con pérdidas en su gestión, lo que representó, al cierre del año, un 7,2 % del total.

Estos llamados nuevos actores económicos, que incluyen el sector privado, cooperativo y mixto, tuvieron una significativa expansión en 2023, cuando llegaron a una cifra superior a 10 000 emprendimientos solamente en el caso de las mipymes, a las que se añadió un número menor de cooperativas no agropecuarias.

Estos actores desarrollan sus actividades, principalmente, en gastronomía y alojamiento (22,1 %), los que —según algunos estudios— muestran la mayor rentabilidad; la construcción (19,5 %); la industria manufacturera (18,4 %) y la producción industrial de alimentos y bebidas (12,7 %).

También han desarrollado actividades de comercio exterior, y en 2023 realizaron importaciones por encima de mil millones de dólares, pero no se han desarrollado con la misma fuerza las exportaciones, que no llegaron a 200 millones, un 0,2 % del total exportado por el país el pasado año.

Muchas de estas empresas desarrollan también una actividad comercial, lo que permite una rotación más rápida del capital invertido, con menos dificultades operativas.

Además, cuentan —buena parte de ellas— con financiamiento externo por la vía de las remesas, y compiten ventajosamente con el Estado en segmentos del mercado en los que la empresa estatal no está presente.

Igualmente, se estima que han creado unos 183 000 nuevos empleos con una remuneración —en general— superior al sector estatal, lo que está incidiendo en la emigración de la fuerza de trabajo hacia el segmento no estatal de la economía.

Los resultados de la actuación de los nuevos actores económicos, hasta el momento, no se han apreciado favorablemente por una parte de la población, que, si bien observa una elevación de la oferta de bienes y servicios, estos se venden a precios superiores a la capacidad de compra de la mayoría.

El posible encadenamiento productivo con el sector estatal, para lograr un impacto directo en la producción de alimentos y otros bienes de consumo, está por lograrse aún, y dependerá en buena medida de las acciones que se implementen por el Estado para incentivar, adecuadamente, a las empresas estatales y al sector privado y cooperativo —que incluye actualmente también a unos 596 000 trabajadores por cuenta propia—, con vistas a satisfacer nuestras necesidades.

En una mirada al potencial de desarrollo del país, destacan las inversiones. Si se examina su volumen en los últimos años, se observa que el esfuerzo inversionista se ubica en una proporción algo menor del 10 % del PIB, cuando los análisis, a mediados del pasado decenio, planteaban que, para alcanzar un crecimiento del 5 % anual, era preciso invertir el 25 %, con un volumen de inversión extranjera directa de unos 2 000 a 2 500 millones de dólares anualmente.

En la actual coyuntura resulta clave la orientación de la política inversionista hacia sectores o actividades que determinan en lo inmediato la recuperación de la economía. En tal sentido, entre enero y septiembre de 2023, sectores como la agricultura absorbieron solamente el 2,8 % del total invertido, mientras que la industria azucarera recibió el 0,5 %. Esta desproporción es preciso eliminarla, si se quiere avanzar en la producción de alimentos y en la del azúcar.

De igual modo, parece indispensable incrementar las inversiones referidas al suministro de electricidad, gas y agua —que recibió un 10,8 % del total invertido—, especialmente como parte de la necesaria estabilidad energética que el país demanda.

En la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular fue informado el nivel de afectación que sufrió la economía por falta de insumos indispensables, tales como el combustible diésel, que solo alcanzó el 34 % de la demanda, lo cual afectó fuertemente a sectores como la agricultura, la industria azucarera, el transporte y la generación eléctrica en el país.

De este modo, en 2023 se reportaron descensos continuados en sectores claves como la producción de alimentos, incluyendo viandas, maíz, carne de cerdo, leche y huevos.

Vale destacar que —con relación a 2019— se acumularon descensos del 81 % en la producción de arroz, 61 % en la producción de huevos y 49 % en la de leche, entre los productos que sufrieron los mayores impactos.

Corresponderá ahora evaluar cuáles serán las direcciones principales en las que debemos concentrar los recursos, y qué decisiones resultarán más efectivas para enfrentar el año 2024.


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