Colombia: entrega total de la soberanía
Miércoles 29 de julio de 2009 por CEPRID
Hernando López
Voz
El gobierno de Uribe se comporta como el de una banana republic. Hasta ahora están pactadas tres bases militares, pero el general Padilla de León dice que le están rogando a Estados Unidos que acepte incluir dos más. Se prevé más guerra y mayores dificultades con los vecinos. Después de negarlo una y tantas veces, desde cuando el ministro de Defensa era Juan Manuel Santos, el gobierno de Uribe Vélez, en presentación pública ante los medios de comunicación de tres de sus ministros, el del Interior, Fabio Valencia Cossio, de Relaciones Exteriores, Jaime Bermúdez y de defensa (e) general Freddy Padilla de León, aceptó, el pasado 15 de julio, que Colombia pactó la presencia de tropas norteamericanas en tres bases, a saber: Base aérea “Alberto Pouwels Rodríguez”, Malambo, Atlántico; Base aérea “Germán Olano Moreno” en Palanquero, Puerto Salgar (Magdalena Medio); y Base aérea “Capitán Luis Fernando Gómez Niño” en Apiay, Meta.
El anuncio lo hicieron poco después que la revista colombiana “Cambio” hiciera la revelación, mantenida en secreto por las autoridades de Washington y Bogotá.
Pero lo que más sorprendió fue la tranquilidad con que el ministro de Defensa (e) Padilla de León, explicó que el pacto con el Gobierno de los Estados Unidos es sobre las tres bases militares arriba mencionadas, pero que el Gobierno colombiano está proponiendo que sean dos más, Tolemaida y Larandia, aunque ambas no tienen la confianza gringa porque están cuestionadas por actos de violación de los derechos humanos y les crearía dificultades con la mayoría demócrata del Congreso, los sindicalistas y las ONG humanitarias de su país.
El gobierno de Uribe Vélez se comporta como el peor de una banana republic.
Mientras que Estados Unidos trata de recuperar lo que perdió en presencia militar continental con el retiro de la Base de Manta por demanda del presidente Rafael Correa de Ecuador. La dignidad que le sobró a Correa le faltó a Uribe al momento de decidir sobre la presencia de bases militares foráneas y agresivas en su territorio, no importa la incomodidad y la reacción que ello provoque en el vecindario. La jugada de Uribe Vélez busca reanimar el Tratado de Libre Comercio, hasta ahora hundido en Washington por el tema de los asesinatos de sindicalistas; recuperar el apoyo militar contrainsurgente, pues el Plan Colombia tuvo un declive en el apoyo financiero y apenas llegó al monto de US$527 millones en el año pasado; y de repente recibir el espaldarazo de la Casa Blanca para la segunda reelección y el tercer mandato presidencial, objetado por el propio presidente Obama en la reciente visita del mandatario colombiano a Washington. Aun al precio de entregar la soberanía territorial pues nadie se come el cuento uribista de que el control y el mando de las bases aéreas correrán por cuenta de los oficiales colombianos.
El pacto se proyecta por diez años, precisamente cuando está en marcha la campaña electoral, que culminará con la elección del nuevo presidente en mayo del próximo año o a más tardar en junio de darse la segunda vuelta, con la antesala, desde luego, de las elecciones de Senado y Cámara de Representantes. No está claro qué pasará con la presencia de los gringos, nunca explicada, en Tolemaida y Tres Esquinas, desde donde participan, inclusive, en operativos militares contrainsurgentes. Este pacto se conoce, cuando prácticamente está en marcha el “Salto Estratégico” (del cual VOZ hará un informe especial en la próxima edición), diseñado por el Pentágono yanqui, igual que el Plan Colombia, cuya agonía es un hecho sin pena ni gloria. Las bases militares en Colombia, sean tres o cinco, no importa el número, prolongarán el conflicto armado interno, porque profundizará la confrontación hacia nuevos niveles impredecibles todavía. Lo ha dicho de manera clara el Gobierno Nacional: “Es para combatir el narcotráfico y el terrorismo”. Pero además, se convierten en una amenaza a los países vecinos y no sólo a ellos, como quiera que el alcance del control de los satélites gringos como del rápido desplazamiento aéreo, abarcan desde Centro hasta Suramérica sin descartar la región Caribe. La Base de Malambo, por ejemplo, al lado del aeropuerto de Soledad (Atlántico), es clave para las operaciones a lo largo y ancho del continente, mientras que la de Apiay (Meta), además de servir de soporte a los operativos contra las FARC en el sur del país, alcanza para el control de la extensa frontera colombo-venezolana.
No hay que olvidar, que el apoyo de los militares gringos en Tres Esquinas fue definitivo para la operación contra el campamento de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano.
Con licencia para asesinar
No es casual, que tres días después del anuncio de las bases militares gringas, en Colombia, aparezca el sospechoso video en que el “Mono Jojoy” lee una supuesta carta de Manuel Marulanda en que reconoce la financiación por parte de las FARC de la campaña presidencial de Rafael Correa. Esta decisión es una especie de advertencia, como lo es también para la República Bolivariana de Venezuela, que no es de la simpatía de la ultraderecha uribista.
Ochocientos militares estadounidenses llegarán a las tres bases ya pactadas, acompañados de 400 contratistas, que son más bien mercenarios, como los tres gringos que estuvieron en poder de las FARC, liberados en la “Operación Jaque”. Todos contarán con inmunidad diplomática lo cual se sale de lo normal en este tipo de acuerdos bilaterales, de tal suerte que les concede licencia para delinquir y abusar de su condición privilegiada.
Una especie de licencia para asesinar como en las películas del 007. Es la entrega total de la soberanía nacional, territorial y jurídica. “Lo único que falta es que Estados Unidos designe un virrey como hacían los españoles en los tiempos de la colonia”, dijo un periodista al término de la rueda de prensa de los tres ministros que hicieron el anuncio, pero que no aceptaron preguntas de los comunicadores.
Las negociaciones se hicieron a escondidas, de manera secreta hasta que se filtró a los medios o, mejor, a la revista “Cambio”, que divulgó el esperpento en la edición del 2 al 8 de julio del presente año.
El delito de traición a la patria quedó al desnudo, pero los voceros uribistas, todos a una, con derroche de cinismo salieron a defender el entuerto, hasta pocos días antes desmentido, diciendo que no eran bases sino cooperación en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Mientras unos hacían más énfasis en lo primero, otros lo hacían en lo segundo.
Protestas en el país y en el exterior
A la velocidad del rayo los tres ministros fueron a calmar a los miembros del Consejo de Estado que protestaron, porque el Gobierno Nacional está obligado a consultar con este organismo judicial la presencia de tropas extranjeras en territorio nacional. Y varios miembros del Congreso de Colombia también exigieron que el tema sea llevado a ambas cámaras, pues cualquier tratado de esta naturaleza debe estar avalado por el poder legislativo aun en las condiciones de arrodillamiento de la mayoría de los “padres de la patria” a los dictados del poder Ejecutivo. Ya se conoce muy bien cómo logran la mayoría los ministros para los proyectos de ley de especial interés de la “Casa de Nari”.
También presidentes como Hugo Rafael Chávez Frías, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, protestaron por la instalación de bases militares norteamericanas en Colombia, así como otros demostraron su incomodidad.
Con toda seguridad la amenaza yanqui precipitará la carrera armamentista en la región. Uribe vuelve a ser mirado como el Caín de América, como un pobre peón del imperio. Miembros de la oposición declararon que “estamos ante el delito de traición a la patria, por el cual tendrán que responder ante los organismos competentes, quienes lo promovieron y lo aceptaron”.
Algunos analistas uribistas de profesión y otros vergonzantes, dicen que el debate sobre la presencia militar estadounidense llega diez años tarde, aunque en realidad ésta es de mayor tiempo, pero la verdad es que por primera vez es un pacto expreso para la utilización de tres bases militares y, por supuesto, las condiciones políticas en el continente son otras, muy diferentes a diez años atrás.
En el país, en los próximos días, se realizarán manifestaciones de rechazo a las bases imperialistas, convocadas por los partidos de oposición, las centrales obreras, organizaciones populares y sociales. “El atentado contra la soberanía nacional no pasará en vano”, dicen sus promotores.
Fuente: Semanario VOZ de Colombia
CEPRID
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