CEPRID

Puerto Rico: Lo que realmente comunican los resultados electorales de 2008

Jueves 20 de noviembre de 2008 por CEPRID

Ángel Israel Rivera

CLARIDAD

A pocos días de celebradas las elecciones de 2008 hemos escuchado toda clase de “disparos al aire” y desatinos por parte de “analistas políticos” y funcionarios electos, conclusiones que no se sustentan con evidencia ni mucho menos con investigaciones científicas. Mediante estudios científicos, la Ciencia Política contemporánea ha descubierto, por ejemplo, que en las democracias actuales los ciudadanos tienen diversas intencionalidades al emitir sus votos. Definidos por la intención del elector, hay por lo menos unos 10 tipos de votos diferentes: el testimonial, el voto útil, el voto negativo derrotista, el voto temático o por propuestas específicas llamado en inglés issue voting, el voto por carácter o imagen de un candidato conocido también como “voto personalista”, el voto por ventajas personales o familiares, el voto defensivo, el voto por prejuicio, el voto por convicciones ideológicas y el voto de protesta, sea éste en blanco, con papeleta dañada o absteniéndose de ir a votar. Como la realidad comprobada por múltiples estudios de la Ciencia Política en diversos países democráticos es que los votos se emiten con intencionalidades variadas, y Puerto Rico no es una excepción, es un gran desatino suponer que tal o cual resultado electoral se debió a una sola o a dos o tres intenciones exclusivamente. Eso, sin embargo, es lo que leemos y escuchamos en los medios en estos días.

Para dar un ejemplo, uno de los disparates más torpes ventilado en los medios de comunicación es el que ha pretendido concluir que el Partido Popular Democrático debe abandonar su nuevo discurso de “construcción de país”, de descolonización y soberanía puertorriqueña, algo que se necesita para enfrentar, con poderes efectivos en Puerto Rico, los retos económicos del siglo XXI, porque supuestamente muchos votantes Populares se fueron a votar por el PNP, o por Luis Fortuño para Gobernador, huyéndole a la posición soberanista. Ya una primera encuesta post-electoral, publicada por El Nuevo Día el domingo 9 de noviembre, demostró que sólo un 6% de las personas identificadas con el PPD votó por Luis Fortuño. Y un 2% de los identificados con el PNP votó por Aníbal Acevedo. Si esos datos se aproximan a la realidad, con un margen de error conocido, entonces es evidente que es de una torpeza absoluta la reacción irracional y apresurada de quienes entre los “analistas” de los medios o entre los líderes electos del propio PPD, dijeron que los resultados electorales justificaban que el PPD se retractara de su rumbo soberanista. Es más bien al contrario: como muy bien señaló el alcalde reelecto de Caguas, William Miranda Marín, no tiene ninguna lógica ninguna que el PPD cambie de rumbo abandonando las posturas de un programa que apoyaron casi 800,000 electores para ir tras unas pocas decenas de miles de votos que emigraron, lo más seguro que sólo temporalmente, al PNP. Dicho en términos de los datos de la encuesta post electoral publicada en El Nuevo Día: sería un error craso del PPD traicionar la palabra empeñada con el 93% de ese partido para ir tras de un 4%, que es el saldo neto entre el 6% de Populares que votó por Fortuño y el 2% de votantes PNP que votó por Aníbal Acevedo.

Claro está, desde el punto de vista de los hallazgos científicos de la Ciencia Política, sabemos que ni todos los casi 800,000 votos del PPD son de personas conscientes de la necesidad de construir un nuevo país basado en la soberanía propia, aunque mantenga la asociación con Estados Unidos, ni todas las decenas de miles de votos que migraron del PPD al PNP en estas elecciones lo hicieron “en estampida y acobardados” por los proyectos de soberanía del PPD. Como se dijo antes, las intencionalidades del voto son múltiples y no se puede presuponer que la mayoría de los votantes lo hizo con tal o cual intención única hasta que no se realicen los estudios científicos post-electorales. Incluso, para tener un cuadro más claro de lo que nos dicen los resultados de las elecciones de 2008 es necesario esperar a que la CEE tenga listos datos que no están disponibles todavía, como los votos para gobernador por partido en las 78 municipalidades del país. No obstante, aun sin poder realizar ahora análisis más profundos y sofisticados, resulta evidente que es un mito decir que el PPD debe abandonar su apoyo a la soberanía puertorriqueña debido al resultado electoral. Como tampoco puede atribuirse la debacle del PIP a que predica la independencia. Con la misma prédica hubo un tiempo en que el PIP obtuvo para su candidato a Gobernador más de 90,000 votos. Si en estas elecciones obtuvo sólo 37,000 ello se debió a múltiples factores y no únicamente al factor ideológico.

Aclarado esto, y dejando para otro momento los análisis más profundos con base en estudios científicos del comportamiento electoral puertorriqueño en 2008, puede decirse que los resultados hasta ahora conocidos, tomados en el contexto histórico de lo que viene ocurriendo en los últimos años, nos dicen, con bastante claridad y elocuencia lo siguiente.

Ola azul hacia la centro-derecha

En primer lugar, el resultado electoral de Puerto Rico comprueba que nuestro país, a pesar de su relación de subordinación y dependencia respecto de Estados Unidos de América, funciona como un sistema político aparte, con sus propias dinámicas y determinantes, bastante alejadas de las dinámicas y tendencias políticas que se dan en aquella otra nación, Estados Unidos. Mientras en las elecciones de 2008 la mayoría de los estadounidenses se movió hacia la centro-izquierda, con un triunfo amplio para el Partido Demócrata y con la elección, por primera vez en su historia, de un Presidente de raza negra e identidad bicultural, hijo de un padre africano extranjero y de una madre estadounidense blanca, en Puerto Rico la ola electoral se movió hacia la centro-derecha, eligiéndose por mayoría a un Gobernador que se identificó como Republicano y seguidor de John McCain, así como de las políticas neoliberales y de protección a los grandes intereses de los ricos que son la antítesis del discurso de Barack Obama. Incluso entre los dirigentes del PPD y del PNP, para las primarias Demócratas, el apoyo fue mucho mayor para Hillary Clinton que para Barack Obama. En otras palabras, aunque el llamado “partido estadista” ganó ampliamente las elecciones en Puerto Rico, el clima político dominante en nuestro país en las elecciones de 2008 está bastante distante del que se vive predominantemente en Estados Unidos, con lo cual la aspiración a ser parte integrante de Estados Unidos mediante la estadidad federada se va haciendo cada vez más irreal, más fantasmal, porque ni siquiera los estadistas conocen en detalle, ni se compenetran con, la dinámica política estadounidense ni con los asuntos que allá se priorizan en la política nacional.

Disgusto con sistema y partidos políticos

En segundo lugar, la mayor abstención electoral y el descenso en la proporción de los inscritos respecto de la población de los que son hábiles para votar observado en 2008 hablan elocuentemente sobre cómo va en ascenso en Puerto Rico el disgusto con todos los integrantes de la clase política, con todos los partidos y con el sistema político vigente. Por supuesto, como ocurre con la intencionalidad del voto, la intención consciente de la abstención y de la no inscripción es múltiple. Algunos asumen ese comportamiento por pura apatía o desinterés hacia lo político, sobre todo entre los jóvenes de niveles de educación más bajos y de sectores económicos desfavorecidos. Otros electores potenciales, como los jóvenes más educados, recurren más a menudo a la abstención como una forma de protesta contra los políticos y los partidos, a quienes perciben como gente interesada en su propio beneficio personal en lugar del bienestar colectivo. Al menos ése fue el resultado que obtuvimos en una reciente encuesta preelectoral realizada bajo mi dirección en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. En la muestra aleatoria y estratificada por Facultad y por género, de unos 550 estudiantes de Río Piedras, un 28% expresó que no se inscribió para votar o que habiéndose inscrito no iría a votar o votaría dañando la papeleta como una forma de protesta. En este grupo de abstencionistas universitarios, la mayoría expresó razones que demostraban una clara conciencia de disgusto y una intención clara de protesta contra el sistema y contra todos los políticos en lugar de mera apatía o desinterés. Este mensaje de los resultados electorales debiera entenderse por la clase política como una advertencia de que deben cambiar su conducta y sus estilos o se continuará erosionando la fe de la juventud, de las nuevas generaciones, en nuestras instituciones políticas y hasta en la propia democracia, algo bastante preocupante para cualquier país que desee mantener y mejorar su sistema democrático.

En tercer lugar, es bastante evidente que los resultados electorales de 2008 demuestran que el PNP tuvo éxito en utilizar efectivamente los siguientes elementos para alcanzar la victoria: (1) Hacer responsable al Gobernador y al PPD de los malestares económicos del Pueblo, sobre todo por las alzas en los servicios públicos; (2) Recordar a menudo los cargos federales contra el Gobernador para restarle credibilidad; y (3) Vender exitosamente entre sus votantes y los no afiliados, y a un pequeño sector de votantes del PPD, la imagen de un candidato a Gobernador que resultaba “cara nueva” respecto de ese cargo en específico aunque Fortuño hubiera ocupado otros cargos políticos en el pasado.

PPD-PNP: Se afianza el bipartidismo

En cuarto lugar, los resultados de los comicios de 2008 reafirman y afianzan más el sistema de bipartidismo cerrado PPD-PNP nacido hace cuarenta años. La polarización del voto entre los dos grandes partidos tradicionales y la pérdida de la franquicia electoral por los dos pequeños partidos que comparecieron a las urnas en estas elecciones se presenta como un indicador de una realidad: al menos por el momento, la mayoría de los votantes está conforme con un sistema bipartidista cerrado, que sólo admite posibilidad de triunfos electorales al PPD o al PNP, y con la alternación entre éstos como una forma de buscar mejorar la gestión gubernamental. Incluso, muchos de los que dicen no estar conformes con el bipartidismo cerrado sustentan ese sistema con su forma de votar. Tampoco parece existir evidencia que anuncie un rumbo de hegemonía plena de uno de esos dos partidos grandes, como ocurrió con el PPD entre 1944 y 1964 en que existió un sistema que algunos llamaron “cuasi-monopartidista” porque aunque existían varios partidos sólo uno tenía posibilidades reales de ganar las elecciones entonces: el PPD. Como ocurrió con las elecciones de 1996, y a pesar de que Pedro Rosselló obtuvo más de un millón de votos por primera vez en nuestra historia, las elecciones de 2008 no parecen ser unas elecciones críticas que van a resultar en una transformación del sistema de partidos y del funcionamiento típico del mismo entre 1968 y 2008. Es así tanto porque los partidos pequeños quedaron eliminados como porque el partido vencido, el PPD, cuenta aún con una fuerza activa de casi 800,000 electores.

La difícil situación del PIP

En cuanto al PIP y al independentismo, es claro que el mensaje del resultado electoral de 2008, colocado en el contexto de los resultados de 2000 y 2004, indican que la voluntad del electorado, incluso de la mayoría de los independentistas, es que el PIP desaparezca. Un continuado descenso en votos hasta llegar a la bochornosa debacle de sólo 37,000 votos y un 2% en 2008, unido a la ausencia total de representación legislativa para ese partido porque los electores enviaron a su casa y de castigo a Víctor García San Inocencio y a María de Lourdes Santiago, deja al PIP en una posición muy difícil e incómoda para intentar reinscribirse. Ya he escuchado decir claramente a muchos de mis amigos pipiolos que todavía en esta elección colaboraron con el PIP por aquello de “aguantar ese palo vivo”, es decir, para que existiera en Puerto Rico un partido independentista inscrito, pero que ante este resultado electoral lo mejor es dejar que muera el PIP para que, de sus cenizas, y a su debido tiempo y con otro cuadro de dirigentes muy diferentes en actitudes y conducta, surja un nuevo movimiento independentista no sectario, es decir, abierto a alianzas con otros sectores que aspiran a una solución política soberanista.

Las causas de la debacle y de la condición moribunda del PIP son múltiples. Pero hay principalmente cuatro (4) que parecen ser las que más contribuyeron al desastre: (1) Las actitudes soberbias y sectarias de los dirigentes del PIP, tanto de los visibles como de los poderes que en estas elecciones se mantuvieron casi todo el tiempo “tras bastidores”; (2) La ausencia de un proceso auténtico y efectivo de educación sobre la necesidad y posibilidad de la independencia, algo que se ha abandonado por años; (3) La manera burda y destemplada como los dirigentes del PIP convirtieron lo que antes fue un partido ideológico y patriótico en un grupo cerrado de empresarios para manejar una porción del fondo electoral para dar empleos y otros beneficios a militantes del “partido”; y (4) El error de los dirigentes políticos de ese partido de atacar a los Populares y los penepés sin hacer una distinción adecuada entre los dirigentes de los partidos y sus votantes.

La primera se dramatizó en estas elecciones con la actitud soberbia de María de Lourdes Santiago cuando rechazó siquiera dialogar con el MINH porque a ella le parecía innecesario contar con un respaldo concertado de los independentistas no pipiolos. La segunda se exhibió patéticamente con el recurso del PIP a la misma publicidad carente de contenido a la cual recurren los grandes partidos. Los partidos grandes, como el PNP, se pueden dar el lujo de la publicidad vacía de contenido porque tienen muchos votos asegurados y pueden afianzarlos con anuncios o “spots” lindos, pero sin contenido, como el de los niños y adultos subiendo por una loma esperanzados en el cambio y a quienes, al final, cerca de la cúspide, se les unían Fortuño y su familia. Pero para los partidos pequeños, que necesitan explicar, educar y convencer para atraer votos, a contra corriente y a marcha martillo, es contraproducente basar una campaña en la pura publicidad superficial. “Declara tu independencia” fue una invitación al voto testimonial, un tipo de voto que va en descenso en todas las democracias del mundo en estos tiempos de pragmatismo en que impera el “voto útil”. La “opción radical” fue un eslogan abstraído de la realidad puertorriqueña. Y lo más increíble de todo: cuando el PIP tiene como candidato a Gobernador a un economista inteligente, que en sus libros y escritos demuestra muy bien cómo y por qué es necesaria la soberanía para impulsar nuestra economía en el nuevo mundo de la globalización, lo reduce a repetir una y otra vez: “declara tu independencia para unirnos al resto del mundo”. Y ¿a cuál resto del mundo? ¿Al que prospera en lugares de Asia y Europa y en otros lugares de América o al que malvive en África, Oriente Medio o en Haití? La ausencia total de explicación racional, de utilización de datos que comprueben la necesidad y viabilidad de la independencia, aun cuando el candidato era esta vez un experto en la materia, denunciaban de por sí públicamente la ineptitud e irrelevancia de la campaña del PIP.

La tercera se puso más recientemente de manifiesto cuando los propios líderes del PIP hablaron de cómo, al perder los escaños legislativos, se perdían numerosos empleos para los militantes del PIP. No es que esté mal que en las asesorías legislativas se les brinde empleos a pipiolos que estén desempleados. Eso lo hacen también los partidos grandes. Incluso, sabemos que parte de la crisis fiscal que padece el gobierno central de Puerto Rico proviene del mal hábito, tanto del PPD como del PNP, de utilizar las agencias públicas como si fueran principalmente agencias de empleo para sus militantes. El problema del PIP es que no se puede convertir a un partido que dice ser el más patriótico en una agencia de empleos y en un negocio de administración del fondo electoral, casi exclusivamente para beneficios personales de los líderes y militantes y con un destino mínimo de esos fondos para educar y explicar a fondo sobre la necesidad y viabilidad de la independencia, sin que esto a la larga le rebotara como un boomerang en la forma de un rechazo mayoritario de parte de los propios independentistas. Si Aníbal Acevedo Vilá, a pesar de haber obtenido el 41.4% del voto en estas elecciones, se echó a un lado y renunció a sus cargos en el PPD con humildad, honestidad y gallardía, me parece que, por comparación, se le hace prácticamente imposible a los dirigentes actuales del PIP repetir el truco de distribuir culpas hacia otro lado e insistir, con desparpajo, en la reinscripción del PIP. ¿Para qué? ¿Para bajar al 1% en las próximas elecciones?

La cuarta causa resulta ser la antítesis de las estrategias inteligentes de Barack Obama en Estados Unidos, quien se cuidó exquisitamente de no lucir como que atacaba a los votantes Republicanos. Sus ataques fueron siempre a McCain o a las políticas de la Administración Bush, nunca al pueblo votante del Partido Republicano. Por el contrario, los dirigentes del PIP no sólo atacan a los dirigentes del PPD y del PNP sino que ofenden a sus votantes. Incluso han ofendido a los propios electores independentistas que no votan PIP llamándoles traidores o sugiriendo que tienen el mismo espíritu pusilánime del hombre que le presta su mujer a un vecino. Los insultos de esa naturaleza y los ataques despiadados a “Populares y penepés” explican por qué los miles de afiliados del PPD y del PNP que en elecciones anteriores daban sus votos a los candidatos legislativos del PIP esta vez dejaron de hacerlo. A ello se sumó, por supuesto, la inocua labor “fiscalizadora” de los legisladores del PIP que no han sido ni sombra de la época brillante del representante David Noriega a quien hasta electores Populares y penepés llamaban “fiscal del Pueblo”.

PPR: Falta de ideas claras y organización

Finalmente, el resultado de estas elecciones generales de 2008 les habló elocuentemente a Rogelio Figueroa y al PPR. Les indicó varias verdades inexpugnables: (1) La historia puertorriqueña demuestra que los partidos nuevos sólo obtienen muchos votos en una primera comparecencia electoral cuando hay divisiones irreconciliables en uno o más de los partidos existentes y ello no ocurrió en 2008; (2) No se puede aspirar a crear un nueva opción electoral que sea creíble sin organización a lo largo y ancho de todo el país y sin un cuadro de candidatos conocidos y prestigiosos, es decir, con un “partido virtual” más que real y (3) No se puede lograr éxito en una nueva opción electoral si esta funciona como el espectáculo de un solo hombre (Figueroa) quien además, aunque atraiga por su simpatía, al mismo tiempo aleja votos con la falta de claridad y especificidad de sus propuestas, presentadas en una lenguaje verbal y no verbal percibido por muchos como fantasioso o por lo menos ambiguo.

Para que una opción nueva sea creíble tiene que contar, además de con ideas claras, y no fantasiosas sobre diversos asuntos, con un cuadro de candidatos entre los cuales haya muchas personas con buena reputación bien ganada en varias áreas del mundo privado y público de Puerto Rico. Un nuevo partido, para que sea exitoso, no puede enfocarse excesivamente en un único tema como el ambiental ni dejar sin explicación clara su posición sobre estatus. Si así ocurre, como pasó con el PPR en 2008, las simpatías no se traducen en votos, por más amor que los boricuas les tengamos a nuestro entorno natural y a la figura y al canto de ese simpático símbolo nacional que es el coquí.

En este artículo he resumido algo de los mensajes que pueden derivarse del resultado de las elecciones de 2008. En escritos subsiguientes será de utilidad abordar el tema de los rumbos que pueda seguir una alianza de las fuerzas puertorriqueñistas y soberanistas del país.

Ángel Israel Rivera es Catedrático del Departamento de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y autor del libro Puerto Rico ante los retos del siglo XXI: Cambio económico, cultural y político en los inicios del nuevo siglo.


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