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Chile.- Un pingüino de Moneda

Jueves 30 de diciembre de 2021 por CEPRID

Facundo Ortiz Núñez

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Un no es un no. En otro punto de inflexión en la historia, Chile rechazó el domingo por enésima vez, y de manera sensacional, el pinoquetismo para abrazar la esperanza del cambio social. Ilusión, no miedo. Árboles, no acequias.

Gabriel Boric, el joven oriundo de Magallanes que ingresó a la arena política con el movimiento pingüino (1) en las luchas estudiantiles de 2011, abanderado de la coalición Apruebo Dignidad, superó a José Antonio Kast en casi un 12%, casi un millón de votos de diferencia. Ganó en 11 de las 16 regiones del país y obtuvo casi 3 millones de votos más que en la primera vuelta, el doble de la suma de las listas progresistas.

Si la primera vuelta estuvo marcada por un gran número de personas que no pudieron votar por el cierre de los colegios electorales, esta vez el problema fue el acceso al transporte público. De manera sistemática, en muchos centros urbanos (donde el voto borico era potencialmente más fuerte), había escasez de conductores y autobuses vacíos esperaban en las terminales, algo que ha sido denunciado por alcaldes, gobernadores, conductores, votantes e incluso el Servicio Electoral.

Pero, como en tantas otras ocasiones, los ayuntamientos y la ciudadanía han hecho todo lo posible por organizar soluciones, como recoger en sus vehículos a los vecinos que esperaban en las paradas de autobús abarrotadas, para llevarlos a los colegios electorales.

Incluso con este gran obstáculo, la victoria de Boric es un récord. La participación (55,63%, con casi 8,5 millones de votantes) supera a la del último plebiscito de 2020, lo que la convierte en la elección con mayor participación de votantes desde que la votación en el país se volvió "voluntaria"; eso es opcional.

Además, es la participación más alta de todas las elecciones celebradas en Chile en términos de número total de votantes, superando incluso al del plebiscito de 1988 que dijo “No” a la continuidad de Pinochet.

Gabriel Boric sigue siendo el presidente electo con mayor número de votos a su favor en la historia del país (más de 4,5 millones) y, con tan solo 35 años, también su presidente más joven.

Ante la nueva opción de "todo o nada", entre avanzar o retroceder, los chilenos dejaron de lado el desinterés que habían mostrado en las elecciones en la última década para frenar la ola reaccionaria que había surgido a raíz del empuje popular.

En su primer discurso como presidente electo, frente a los concurridos bulevares donde se celebraba la victoria, Boric agradeció a mucha gente. A los diferentes pueblos de Chile, a los niños que “nos llenaron de dibujos que expresaban inocentemente el Chile al que aspiran, un Chile verde y amoroso, que cuida la naturaleza y los animales, y que recupera las plazas de los parques para jugar, donde los padres y las madres tendrán más tiempo para estar con ellos y los abuelos y las abuelas ya no estarán solos”.

Agradeció a las mujeres, a los disidentes, a los pueblos originarios. También agradeció a todos los demás candidatos. “Sí, hasta José Antonio Kast”, añadió entre silbidos, “porque la democracia la construimos todos”.

Rechazó las trincheras, la violencia en la política y la sociedad, y prometió incluir en su proyecto a las pequeñas y medianas empresas, a los trabajadores y al mundo empresarial.

Mientras trataba de leer sus cartas, tuvo que hacer una pausa en varios momentos e improvisar para responder a los cánticos masivos que estaba recibiendo. A la canción "Liberen a los presos que pelearon", respondió: "Hablé con las familias y tuvimos muy claro lo que debemos hacer".

Concluyó cantando "Justicia, verdad, no impunidad", empujado por su público tras prometer una indemnización a las víctimas de violaciones de derechos humanos "de todos los tiempos".

Apenas unos segundos después, la multitud lo interrumpió nuevamente, repitiendo "AFP Never Again", a lo que insistió en que seguiría un sistema público sin fines de lucro. También se revisaron otras luchas sociales relacionadas con la vivienda, la educación, el trabajo decente, el cambio climático, que prometen avances graduales en todos los campos. "Con nosotros, la gente entrará en la Moneda".

Y fiel a lo que fue su campaña defendió la democracia, aquella en la que todos los sectores se sientan a hablar.

Ante el temor de un regreso a septiembre de 1973 y el enfado que aún persiste desde octubre de 2019, Boric reafirmó su compromiso con ese diálogo de noviembre de 2019 en el que, a pesar de las críticas, se reunió con todos los partidos políticos para elaborar un camino constitucional con su firma. en un intento por poner fin a la guerra social que estalló hace dos años. "Por ningún motivo un presidente debería declarar la guerra a su propio pueblo".

"La zanja", ¿derrotado?

La campaña para esta segunda vuelta había dejado imágenes mixtas. Mientras que 20 días antes de las elecciones, Kast se apresuraba a los Estados Unidos para reunirse con Marco Rubio y grandes empresarios, Gabriel Boric estaba tomando baños de masas en todo el país.

Por un lado, se presentó como un joven educado y responsable, un "yerno ideal", representante de un Chile sufriente, pero diferente y creativo, con el sueño de crear una sociedad mejor a través de cambios graduales, con un espíritu democrático y de diálogo donde adultos y jóvenes aportan su visión.

Por otro lado, Kast reveló un proyecto opuesto. La de un nacionalista con una visión monocultural, ávido de un autoritarismo y un orden que parecía desfasado, rodeado de figuras homofóbicas, sexistas y racistas.

Uno que pintó un país que no se parecía en nada al de Boric: un Chile de progreso atacado por criminales, devastado por flujos incontrolados de inmigrantes, amenazado por la audacia de "comunistas encubiertos" que vendrían a destruir la economía, un país de mapuche. "criminales y terroristas".

Y a pesar de sus posiciones antagónicas, ambos candidatos han intentado virar hacia el centro, apelando a la clase media, como intentando respectivamente ganarse al electorado que los rechazaba.

Si bien Boric llenó su discurso de propuestas contra el narcotráfico, la delincuencia y el problema migratorio, y llegó a defender la necesidad de más carabineros para las zonas populares donde faltan (enviando la propuesta para refundar la institución), Kast se vio obligado. suavizar los aspectos más criticados de su programa para ganarse a los últimos miembros de la derecha liberal que le quedaban.

Prometió mantener el ministerio de la mujer, se disculpó públicamente con quienes pudieran haberse sentido amenazados y cambió su tono sobre la diversidad sexual y el medio ambiente. Pero la sustancia de su discurso no sufrió un cambio radical.

Durante un debate en el que un reportero comparó su propuesta de aumentar los poderes del presidente en estados de emergencia para enjuiciar a los activistas con las técnicas de la DINA y el CNI, el candidato ni siquiera intentó negar la similitud.

Tanto él como sus seguidores optaron rápidamente por la estrategia de las fake news en un intento de desacreditar a su rival, siguiendo el guión de Trump o Bolsonaro, al insistir en acusaciones infundadas de la supuesta adicción a las drogas de Boric.

En las redes sociales había videos de tiroteos en otros países que se presentaban como si hubieran ocurrido en Chile, los votantes de Kast desinformaban a la gente del campo (“Boric proscribirá las iglesias, dará hogar a los inmigrantes…”).

En los debates de tesis, Kast acusó a Boric de abuso sexual y encuentros con terroristas, haciendo que los insultos dominen las redes mucho más que el "debate de ideas" esperado por el candidato de Apruebo Dignidad.

Esto, mientras los medios de comunicación descubrieron los estrechos vínculos entre el padre de José Antonio Kast y el nazismo. La tensión también llegó a las calles, donde hubo enfrentamientos entre los partidarios de Boric y Kast en la Plaza Dignidad, con los carabineros defendiendo y apoyando explícitamente a estos últimos.

Toda esta estrategia y estos discursos pueden haber fortalecido aún más la campaña "antifascista" que se había extendido por los sectores activos durante la revuelta y que temía un regreso al pasado. Pero quizás el verdadero golpe para Kast fue otra cosa.

El gobierno de Piñera terminó mostrando todo su apoyo al candidato. Entre otras cosas, integrando a su mando a figuras como Paula Daza, subsecretaria de Salud Pública en el gobierno de Piñera.

Durante el último debate, Kast defendió hasta el amargo final el modelo AFP, que en los últimos años ha sido cuestionado de forma generalizada por gran parte de la población, y criticó la política de retirada del 10%, algo que habían obtenido chilenos de todas las tendencias ideológicas. con presion y cacerolazos .

En el último debate, incluso pareció imitar al presidente saliente, reduciendo la masiva movilización social de 2019 y la propuesta de nueva constitución al trabajo de "sectores radicales".

La famosa consulta online del Partido Popular (PDG), a cargo de Franco Parisi, para elegir a cuál de los dos apoyar sólo logró atraer la participación de 20.000 personas. Anteriormente, en su programa Bad Boys , los miembros del partido habían enfatizado el miedo a los conflictos sociales que produciría una victoria de Kast, pero también criticaron duramente el programa empresarial de Gabriel Boric.

Incluso con los rumores de una posible reunión en Estados Unidos y un acuerdo secreto entre los dos candidatos, el apoyo oficial de Parisi a Kast solo llegaría en el último momento.

Según el resultado, no parece haber tenido mucho impacto. Quizás porque otras figuras del nuevo partido ya habían avanzado y defendían la neutralidad. Quizás los votantes parisinos, que se decantaron por el PDG con un sentimiento "antipolítico" y "antipartido", no estaban dispuestos a permitir la victoria de alguien que llegó a simbolizar una continuación del actual gobierno de Piñera, que la mayoría aborrecía. . Antofagasta, su principal fuente de votos, se ha inclinado abrumadoramente por la candidata de Apruebo, Dignidad.

Aunque las encuestas mostraron una situación muy equilibrada entre los dos, Kast se quedó muy por detrás de Boric. Pero en ningún momento pareció preocupado. A la hora de votar, insistió en una frase que había repetido a lo largo de la campaña: "Al ganar, gano, y al perder, también gano".

Puede que no estés muy equivocado. Su discurso penetró profundamente en la sociedad chilena. La victoria de Boric es indiscutible, pero no hace desaparecer al 45% de los votantes que prefirieron como presidente a alguien denunciado como hijo de un nazi y abiertamente pinochettista y autoritario.

En el camino, logró desnudar a las tradicionales fuerzas conservadoras de Chile que durante años habían mostrado el rostro de "liberales modernos", disfraz que desapareció cuando todos se alinearon detrás del candidato del Frente Social Cristiano. Su rápida aceptación de la derrota, el mensaje de “no se preocupen, todo saldrá bien” a sus electores y el cordial encuentro que luego tuvo con su contendiente, indican un cambio de estrategia hacia el centro del futuro.

Y con el actual reparto de fuerzas en el Congreso, con un empate técnico entre conservadores y progresistas, los primeros tienen una vía abierta para recomponer el espacio de centro derecha, en cuanto acaben de sacar los cuchillos para definir si Kast retendrá el liderazgo. . o menos.

La brecha sigue ahí, y la élite, a diferencia de los sectores vulnerables, siempre tiene paciencia, tiempo de sobra para planificar su regreso y no necesita que nadie defienda sus intereses.   La parte superior. El tronco y las raíces del árbol

Hace año y medio, el joven candidato de Magallanes estaba en su peor momento. Sólo in extremis pudo recoger las firmas con las que se presentó a las primarias de Apruebo Dignidad, luego de que la diputada Pamela Jiles lo invitara a "irse a casa" y asegurara que la gente "lo odiaba".

El Partido Comunista imaginó una victoria segura con un candidato liderando las encuestas. La vieja Concertación lo miró con recelo, haciendo pucheros ante la enorme cantidad de críticas recibidas por parte de los frenteamplistas en los últimos años.

Para la derecha, era otro "comunista disfrazado". E incluso los jóvenes del levantamiento se burlaban de él por su participación en el Acuerdo de Paz y la ley anti-barricadas.

Todos lo subestimaron. Boric recogió las firmas, derrotó a Jadue, pasó a segunda vuelta para enfrentar al candidato rechazante y es hoy el presidente más votado en la historia del país.

Ante una carrera cuesta arriba tras el resultado de la primera vuelta, su plan para llegar a la Moneda se repartió de distintas formas. Boric primero ganó el apoyo leal de los perdedores: el Partido Socialista, Marco Enríquez Ominami y los Demócrata Cristianos. Para este último, redactó una carta de mea culpa por sus críticas pasadas, que fue leída por el presidente del partido en el encuentro nacional antes de respaldarlo.

Con los brazos de la DC abiertos de par en par, y numerosos perfiles técnicos moderados llegando al mando del frentamplista, se caían las últimas barreras de la vieja socialdemocracia, y toda la centroizquierda le apuntaba como candidato.

El expresidente Ricardo Lagos también dio muestras públicas de apoyo y trató de suavizar las preocupaciones de la prensa española, interpretando la situación actual como un cambio generacional en el proyecto que alguna vez lideró.

La imagen de unidad era tal que, en lugar de la revancha reacia de una oposición derrotada, parecía la palmada en la espalda de los padres que admitían que era hora de que sus hijos se hicieran cargo.

La estruendosa forma en que los activistas del Frente Amplio celebraron el apoyo que recibieron de Michelle Bachelet durante la semana pasada fue la guinda del pastel de la transformación discursiva que ha experimentado la coalición, cuyo germen comenzó en las protestas estudiantiles de la "revolución pingüino" . Precisamente en oposición al mercantilismo de los sectores públicos que llevó a cabo la Concertación después de la dictadura.

Al mismo tiempo, en las calles, atentos a la abstención que había marcado la primera vuelta, se lanzó la militancia en un esfuerzo acelerado: mareas de memes invitando a votar en las redes sociales, videos que recuerdan la lucha social de los últimos años, hechos. convocado por Arica a Punta Arenas.

Liderados por Izkia Siches, ex portavoz de la Asociación Médica y principal rostro de la oposición de la sociedad civil a la política de salud de Piñera, a quien Boric firmó como líder de campaña, los simpatizantes salieron a las calles en una campaña masiva puerta a puerta para convencer a los votantes.

A este movimiento se sumaron paulatinamente los sindicatos, como el Colegio de Maestros, los trabajadores del cobre, las organizaciones sociales territoriales, las organizaciones de derechos humanos, los comedores comunes, todos los colectivos que habían participado en la revuelta social en ese momento por una sociedad más justa y que ahora temía la persecución prometida por Kast.

Incluso figuras políticas que hasta hace unos meses se habían posicionado en la oposición a Boric desde la izquierda, como Jorge Sharp (alcalde de Valparaíso), o Cristian Cuevas (un sindicalista que se convirtió, por unos días, en el candidato del Partido Popular. List) - se sumaron a la ola de ciudadanos que entendieron que el centro no era suficiente, y pidieron activamente apoyar su candidatura.

Boric también recibió el apoyo explícito de figuras destacadas de la Convención Constitucional que no habían expresado previamente su apoyo a ningún candidato, como la machi Francisca Linconao y la presidenta Elisa Loncon.

El 10 de diciembre, día de los derechos humanos, Boric abrazó finalmente a Fabiola Campillai y Gustavo Gatica, sellando así la alianza definitiva con "la carretera".

En una ola de adhesiones y acciones espontáneas, que crecieron como el tsunami de la campaña por el plebiscito constitucional, el joven de Magallanes logró lo que hasta hace unos meses parecía imposible: unir a todo el "mundo de Apruebo" en apoyo de su candidatura que, en 2020, se pronunció a favor de una nueva constitución y un nuevo rumbo para el país.

Desde los comunistas, que han pasado a un segundo plano tras perder las primarias, a los miembros de la ex Lista del Popolo y otras caras del octubrismo, a los partidos de la Concertación, incluidos los demócratas cristianos, así como a las organizaciones sociales y la ciudadanía. que llevan años luchando por cambiar el modelo económico y social de la calle, hoy todos celebran su victoria, una vez más, gritando “Chile ha despertado”, porque la victoria también es de todos.   Un puente hacia la brecha

En términos porcentuales, los resultados son casi milimétricos similares a los del plebiscito de 1988 que dijo "No" a Pinochet. Y efectivamente, esta segunda vuelta se definió en los mismos códigos y con una retórica muy similar.

En ese momento, la Concertación apostó por una consigna optimista: “La alegría ya viene”, ante el caos prometido por la dictadura si el pueblo votaba en contra del general. En 2021, Boric y su mando optaron por un lema similar: "Que la esperanza le gane al miedo". Sin embargo, el miedo al otro fue un elemento clave a lo largo de la campaña.

El resultado de estas elecciones es, sobre todo, una victoria generacional. Paulatinamente, en los últimos meses, todas las viejas figuras de la política chilena han aceptado y saludado, una tras otra, al candidato presidencial de 35 años que tanto habían rechazado.

El último de ellos, cuando ya se esperaba el resultado y hasta Kast reconoció su derrota, fue Sebastián Piñera. El presidente saliente lo felicitó, le dio algunos consejos y Boric, antes de despedirse, respondió: "Espero que lo hagamos mejor".

Chile parece estar acercándose a una segunda transición. La primera, como dejó claro el estallido social (“La alegría nunca llegó”), estaba incompleta a pesar de que Pinochet había dejado Moneda.

¿Será buena la transición? ¿Llegará la alegría esta vez? Ciertamente, algunas cosas han cambiado. La Convención Constitucional, ahora sana y salva, promete una nueva ley fundamental más acorde con las múltiples sensibilidades del país, en lugar de responder únicamente a los intereses de la minoría que controla las palancas económicas de la nación.

Pero al mismo tiempo, el Congreso actuará como freno a las ambiciones de Boric y del campo popular. Dividida en dos, la nueva composición de la cámara legislativa significa que cada nueva ley dependerá de arduas negociaciones, y el Senado estará dominado por un polo conservador que, como lo ha demostrado la historia reciente, mostrará furiosamente los dientes cada vez que se sienta obligado. la prueba esquina.

El joven presidente tendrá que navegar en un difícil equilibrio, con una fuerza policial que ha llegado a simpatizar abiertamente con los postulados de Kast, un aparato mediático en su contra, una compleja situación económica pospandémica, un conflicto abierto con la Araucanía (la región donde Kast triunfó), y un sector conservador que se ha quitado la máscara moderada para abrazar la agenda de la extrema derecha internacional.

Por otro lado, estará bajo la presión de un movimiento popular y callejero que fue fundamental para su victoria, que brotó de las traiciones de la Concertación y que tendrá mucho cuidado de que esta vez se cumplan las promesas.

Boric tendrá que interpretar este campamento popular en un diálogo fuera de los pasillos del edificio, ya que las instituciones siguen teniendo pocos interlocutores, además de Fabiola Campillai.

Los dos universos a los que el nuevo presidente pide colaboración, la élite que se resiste al cambio y el camino rebelde que lo requiere, no están cerca de desaparecer, ni de hacer las paces.

Gabriel Boric parece confiado en la posibilidad de involucrar a una poderosa minoría que estaba dispuesta a arrancar los ojos de cientos de sus conciudadanos para frenar su rebelión, y a un pueblo maltratado, ahora consciente de su fuerza, que no quiere llevarse ni un solo Paso atrás.

Las claves del futuro estarán en esta línea: ¿podrá su gobierno responder a las enormes ilusiones que ha logrado despertar? ¿Qué relación establecerá con la calle, que parece querer apaciguar? ¿Intentará incorporarlo a su proyecto de enfrentamiento con la derecha o intentará moderarlo?

¿Cuánto estará dispuesto a dar para consolidar su gobierno ante un boicot conservador? Y lo más importante, ¿cuánto podrá mantener un término medio con los pies en ambos lados de la división social mientras trata de reparar las heridas recientes y antiguas que se han ganado durante décadas?

El nuevo capítulo de esta difícil y fascinante batalla que libra el pueblo chileno desde hace dos años (o 30, o incluso 50) acaba de comenzar.

(1) Pingüinos en referencia al uniforme escolar chileno


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