CEPRID

El campo de concentración de Gaza: el nazismo del siglo XXI (y II)

Martes 2 de septiembre de 2008 por CEPRID

Agustín Velloso

CEPRID

3. El nazismo revive en Israel con el apoyo de la comunidad internacional.

Mientras en Europa y Estados Unidos valientes defensores de los derechos de la mujer disponen de los periódicos más influyentes y los programas de televisión de mayor audiencia para clamar contra el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas, no se les escucha clamar contra el Estado que niega el paso de medicamentos y suministros hospitalarios necesarios a la Franja, con la consecuencia de que algunas parturientas y sus hijos mueren durante el parto y otras dan a luz en el mismo puesto control en condiciones inapropiadas porque no son autorizadas a salir de Gaza.

El periódico israelí Haaretz publica en su edición de Internet del 4 de abril de 2008 la siguiente declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS): “Israel ha negado el paso a más enfermos palestinos en busca de tratamiento desde que Hamas se hizo con el control de la Franja y varios mueren innecesariamente cada mes.”

Según cifras de la OMS, 1627 pacientes de Gaza han visto denegadas sus solicitudes de tratamiento en 2007, es decir, ha habido un aumento respecto de los aproximadamente 470 que fueron rechazados en 2006.

A fecha de hoy (4 de agosto de 2008) 225 enfermos palestinos han muerto en Gaza desde que se inició el bloqueo, bien porque no han podido disponer de los suministros médicos necesarios al estar limitada al máximo su importación, bien porque no se les ha permitido viajar a hospitales de Cisjordania, Israel y Egipto en busca del tratamiento que no existe en Gaza.

El pasado día uno de agosto murió un niño de tres meses, Ahmed Abu Amra, que sufría una enfermedad cardiaca, porque a sus padres se les denegó el permiso para facilitarle tratamiento en Israel. Otros cuatro adultos fallecieron en las mismas 24 horas, nuevamente porque Israel no les dio permiso para tratarse fuera de la Franja los cánceres que tenían. Si se compara esta cifra con la que habría en España de darse las mismas condiciones, pongamos un bloqueo por parte de Francia, resulta que unos 7.000 españoles habrían fallecido.

Entonces ¿quién pensaría en Francia como la patria de la liberté, égalité y fraternité? ¿quién diría que Francia, con un nivel de vida superior, una imagen democrática, moderna, laica, de progreso científico y social puede someter impunemente a España a un bloqueo semejante ante los ojos del mundo? No obstante, Israel se las arregla para aparecer en la escena internacional no como el Estado terrorista que es, sino como el único país democrático y el más avanzado de Oriente Medio.

Los que en Europa ayudan a Israel promoviendo esa imagen falsa son, faltaría más, demócratas de pata negra e incluso progresistas e izquierdistas de toda la vida. Son o han sido presidentes de gobierno, ministros, defensores del pueblo, directores de medios de comunicación, presidentes del Parlamento Europeo, secretarios generales de la OTAN, altos representantes para la política exterior y de seguridad común de la Unión Europea, enviados especiales del Cuarteto en Oriente Medio en nombre de la ONU, la UE, los Estados Unidos y Rusia, altos funcionarios y diplomáticos. Alguien preguntará: ¿pero no hay cierta mejora por la reciente tregua entre Israel y Hamas? La organización israelí Médicos por los Derechos Humanos (PFHR por sus siglas en inglés) respondió el pasado 6 de julio que: “a pesar del acuerdo entre Israel y Hamas (en vigor desde el 21 de junio de 2008) no ha habido mejoras en la política israelí hacia los pacientes de Gaza, la cual incluso parece haber empeorado. A los impedimentos que impone el servicio general de seguridad a las personas que quieren salir de Gaza para recibir tratamiento médico, los pacientes se enfrentan a mayores dificultades burocráticas impuestas por el ejército, lo que les impide disfrutar de su derecho a la salud.” Las carencias a causa del bloqueo van más allá de los suministros médicos y alcanzan a la alimentación, al agua, a los materiales de construcción, a los repuestos de productos básicos, a la energía, a materiales educativos, en definitiva, a cualquier sector que se quiera observar.

El Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente, más conocido por sus siglas en inglés, UNRWA, recibe apenas el 56 por ciento de los recursos que necesita para atender a los refugiados y por ello les aporta el 60 por ciento de la dieta diaria, la cual no supera las recomendaciones occidentales en cuanto a la alimentación de las personas.

Las escuelas están tan masificadas que tienen que ofrecer dos turnos escolares cada día para no dejar a ningún niño sin enseñanza básica. Unos alumnos empiezan a las 8 de la mañana y salen a mediodía y otros entran a esa hora y salen a las 4 de la tarde. No hay lugar ni medios para actividades extraescolares, deportivas, ni de otro tipo.

Como los medios son insuficientes, se produce un colapso educativo y no hay forma de que la insuficiente educación que reciben los jóvenes les prepare para ser ciudadanos capaces de contribuir al progreso material y moral de la sociedad. No solamente no estarán bien capacitados en el terreno de las habilidades básicas, sino que la enseñanza que reciben en el ámbito moral y político es tan negativa que no permite abrigar esperanzas de que consideren las relaciones pacíficas entre naciones, la democracia, los derechos humanos, etc., como las opciones adecuadas para guiar su conducta de adultos.

John Ging, el director de la UNRWA, respondió el 23 de julio pasado a una pregunta que le formulé en su oficina de la sede central en Gaza sobre lo que hacen al respecto dos de los más significados cargos políticos citados anteriormente: “He invitado a Solana y a Blair para que vengan a Gaza y conozcan personalmente la situación de los refugiados, pero han desestimado la invitación”.

La penosa situación de un millón y medio de palestinos encerrados en 360 kilómetros cuadrados, donde son privados de sus derechos humanos, no resulta suficiente para mover las conciencias de los máximos responsables políticos occidentales y –como mínimo- dar un paso tan sencillo como el de retirar su apoyo a la política genocida de Israel en los territorios palestinos ocupados. Bastaría incluso con empezar por exigirle que respete la libre circulación de personas (categoría de momento aplicable a los palestinos) si no hacia Israel, por lo menos hacia el resto del mundo por tierra, mar y aire.

A John Ging parece hervirle la sangre cuando a continuación recuerda que la UNRWA dispone de 10.000 empleados y 200 millones de dólares para clínicas, escuelas y hogares, pero que Israel no permite ni siquiera que la agencia desarrolle su labor humanitaria al mantenerlos bloqueados. Él es diplomático y únicamente puede presentar esas y otras cifras y decir que Solana y Blair no le responden a sus llamadas. Los que no lo son pueden decir sin temor a equivocarse que las acciones de Israel son propias de un Estado nazi y que la falta de acciones por parte de los dos altísimos representantes y otros altísimos cómplices, los hacen también responsables por omisión del estado inhumano en que se mantiene a los palestinos.

John Ging es un irlandés valiente en su actuación y claro en su discurso. No deja marchar al visitante sin que se lleve una idea precisa de lo que ocurre en la Franja de Gaza y sobre todo de por qué ocurre. “El problema es un asunto de justicia, no de distribución de paquetes de comida y medicinas a gente necesitada. Al no haber un sistema mediante el cual Israel responda de sus acciones, no existe la justicia”.

De sus palabras se deduce inmediatamente que la responsabilidad recae no sólo en Israel, sino en la comunidad internacional, que no hace uso de la abundante legislación existente para terminar con una situación en la que ciudadanos corrientes, la mitad de ellos niños, son víctimas de las violaciones de las leyes internacionales.

La consecuencia natural de esta situación inacabable de violaciones de derechos fundamentales sin opción de obtener justicia, anuncia, es un creciente sentimiento de desesperación y violencia entre las víctimas. No hay que olvidar, recuerda, que los palestinos han escogido el camino de las conversaciones, han votado democrática y limpiamente, han optado por la tregua y, sin embargo, su situación no cambia como no sea a peor.

Ging concluye con un pronóstico que cualquier persona que no acepte el racismo y el imperialismo de Israel y los que le apoyan, comparte sin problema alguno: “las políticas de Israel están incrementando la hostilidad de los palestinos quizás hasta un punto de no retorno. Además, los palestinos no van a marcharse, están ahí y la demografía lo confirma.”

4. De Yabalia a Rafah: destrucción, muerte y resistencia.

Un taxi lleva a los visitantes hasta el campo de refugiados de Yabalia, cuna de la Intifada que empezó el 7 de diciembre de 1987. Tras callejear un rato por algunos barrios del campo, que están saturados de viviendas precarias, que carecen de infraestructuras y equipamientos de saneamiento, transporte, educativos y de otro tipo, llegan al hospital Al Awda, que quizás algo irónicamente significa El Retorno. Allí les recibe personal directivo, que les informa de la situación sanitaria de la Franja en general y acerca del hospital en particular.

Es mejor abstenerse de visitar la sala donde se guardan las fotografías de los heridos, mutilados y muertos por los ataques del ejército de ocupación israelí, a no ser que se tenga un interés profesional que lo justifique o que se desee intensamente ser testigo –al menos mediante documentos gráficos- de la barbarie de la que es capaz el “ejército más moral del mundo”, según la tradición hagiográfica de los israelíes.

Miles de palestinos con mutilaciones horribles, heridas inimaginables, cuerpos quemados e inválidos de por vida desmienten la versión de los gobernantes israelíes en espera de que sean citados a declarar por un tribunal encargado de juzgar los crímenes contra la humanidad que se han cometido en Palestina, Líbano y otros países.

Ese día no habrá escasez de testigos a la vista de la cifra de víctimas causadas por los ataques israelíes: 12.261 palestinos han resultado heridos por el ejército de ocupación israelí solamente desde que empezó la Intifada de Al Aqsa el 29 de septiembre de 2000 hasta mayo de 2008. Para obtener el total de víctimas del sionismo, cifra muy superior, habría que añadir las víctimas de la primera Intifada y las de anteriores agresiones en forma de ataques concretos y de guerras. Una vez más, en España la cifra correspondiente asciende a 122.610 personas solamente en los últimos siete años.

El Centro Palestino de Derechos Humanos, PCHR por sus siglas en inglés, tiene su sede en la ciudad de Gaza, es una entidad consultiva del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y miembro de la Comisión Internacional de Juristas con sede en Ginebra. Ofrece abundante información sobre la larga lista de violaciones de derechos humanos por parte de Israel en los Territorios Ocupados que abarcan el uso de la tortura, la detención arbitraria, la destrucción de propiedad palestina, los ataques a los equipos médicos, las ejecuciones extra judiciales, los ataques a civiles no implicados en hostilidades, etc., etc.

Mientras el visitante intenta asimilar una catarata de datos sangrientos, se ve incapaz de responder a la pregunta ¿qué tiene que ver la supuestamente sacrosanta seguridad de los israelíes con el derecho a la salud de los palestinos?

Basam Naim, ministro de Sanidad del gobierno de Hamas, recibe a los visitantes en su despacho, donde les informa de los problemas causados por el bloqueo internacional al sistema de salud. No obstante, la información más interesante para unos extranjeros que no son especialistas en cuestiones sanitarias tiene que ver con la política antes que con la medicina. Por ello aclara a los visitantes la confusión que existe en Occidente sobre la situación de la Franja de Gaza.

No es correcto considerar que Gaza es una prisión, como algunos advierten en Europa, sino que es un campo de concentración, porque los internos en prisiones europeas reciben suficiente alimentación, cuidados médicos adecuados, están libres de ataques militares y no se les impide el ejercicio de otros derechos como el de la educación por ejemplo. Todo esto tiene lugar en la Gaza ocupada por Israel. Con otras palabras, el fin del campo es la limpieza étnica, no solamente encerrar a los palestinos.

Añade otra reflexión importante: la comunidad internacional, no solamente Israel, es también responsable de la situación. Por rechazar los resultados de las elecciones de 2006, que fueron limpias según constataron los observadores internacionales, y además por permitir que Israel viole continua y gravemente la ley internacional. Tiene razón en su acusación el ministro porque según la ley con la que se ha dotado esa comunidad, cada país tiene la obligación de cumplirla y hacer que los demás miembros la cumplan. Es decir, no basta con no violar la ley, sino que hay que impedírselo al que lo hace.

En cuanto a los detalles concretos de la actividad médica corriente bajo el bloqueo, el ministro presenta un ejemplo que basta para poner de manifiesto la crueldad de sus responsables. Suena el teléfono en un centro hospitalario de guardia una noche cualquiera: ha habido un ataque con misiles en el campo de refugiados de Khan Younis, en la mitad sur de la Franja y hay que evacuar a los heridos al hospital. El equipo médico no puede acudir al lugar del suceso porque la ambulancia no tiene combustible para llegar hasta allí.

Uno tiene la tentación, que resiste, de señalar que quizás se puede considerar una mejora respecto al pasado. Habida cuenta de que el ejército de ocupación israelí ha atacado en diversas ocasiones a los equipos médicos que acuden a auxiliar a los heridos, es mejor que se queden en sus bases. Se trata de graves violaciones calificadas como crímenes de guerra por la 4ª Convención de Ginebra de 1949, relativa a la protección de civiles en tiempos de guerra. Según el PCHR, varios miembros del personal médico de Gaza han resultado muertos por disparos de metralleta, de artillería y por misiles realizados por militares del ejército israelí.

Todos los médicos, generales y especialistas, se ven afectados por el bloqueo, ya que no se les permite actualizar sus conocimientos mediante estancias en centros extranjeros y tampoco recibir publicaciones internacionales en la Franja, que de todos modos serían demasiado caras para sus bolsillos. Lo peor es que la comunidad internacional no sólo no pone fin a esta situación, sino que ni siquiera envía equipos de especialistas durante un tiempo a la Franja, para que traten los casos más difíciles: algunos tipos de cáncer, enfermedades cardiacas, ortopedias complicadas, etc.

Aunque la salud no es el único sector social perjudicado gravemente por el bloqueo, ilustra muy bien, sin necesidad de recorrer uno a uno los demás sectores que también se ven afectados, que en realidad Israel no se defiende de los palestinos, sino que quiere acabar con ellos con la excusa de protegerse.

La salud es el primer derecho fundamental sin el cual los demás no puede disfrutarse. Si los palestinos no comen lo suficiente, si no se les permite tratar las enfermedades adecuadamente, si las depuradoras de agua no funcionan porque no hay combustible ni repuestos, si las aguas residuales corren libremente hasta el mar y se filtran por doquier al no poder ser tratadas por la misma razón, si las condiciones sanitarias se deterioran, la vida se convierte en una lucha por la supervivencia.

Los israelíes castigan cruelmente a los palestinos por el mero hecho de ser palestinos. Se trata de que acepten que no tienen futuro alguno y finalmente que emigren “voluntariamente” a otros lugares donde la vida no sea tan peligrosa y difícil.

Sólo el arraigado racismo sionista puede explicar que Israel se empeñe en martirizar a millones de palestinos que viven desde hace siglos en la tierra de sus ancestros para que la abandonen y así poder apropiársela. Es cierto que mueren miles, que millones sufren, que el mundo consiente cuando no anima las políticas israelíes, pero es suficiente con realizar una visita al hospital Al Awda o a cualquier otro para comprobar que decenas de niños palestinos nacen todos los días, centenares cada mes.

La alta tasa de natalidad y la resistencia sostenida a través de los años hacen que Israel, además de ser un Estado terrorista, sea también un Estado sin futuro. Desde su establecimiento hasta la actualidad ha sido gobernado por colonialistas racistas, a su vez sostenidos por los votos de sus habitantes y con la cooperación de otros estados imperialistas.

Es mucho lo que han conseguido los sionistas a sangre y fuego en los 60 años de la existencia de Israel, pero no se acercan a su objetivo: un Estado judío solamente para los judíos. Resulta que no sólo es un Estado ilegal e inmoral, es inviable también.

Agustín Velloso es profesor de Ciencias de la Educación de la UNED en Madrid avelloso (arroba) edu.uned.es


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