CEPRID

América Latina.- Distribución versus producción: Neoliberales y “Progresistas”

Viernes 3 de junio de 2016 por CEPRID

José Valenzuela Feijóo

Alainet

1.- Neoliberalismo: afanes de legitimación

El modelo neoliberal genera un impacto en la distribución del ingreso que es brutalmente regresiva: a los pobres los hace más pobres y a los ricos más ricos. Por lo mismo, no puede extrañar que su implantación vaya asociada a regímenes autoritarios o del todo dictatoriales (caso de Pinochet). Estos fenómenos obviamente no operan a favor de legitimar al sistema: muy pocos son los beneficiados y, por lo mismo, muy pocos los que pueden estar satisfechos. En consecuencia, una vez que las fuerzas de izquierda han sido aniquiladas por la represión y dejan de ser un peligro, la orden de mando ha sido la de ensayar una vuelta –bastante tímida– a los cánones de la democracia formal.

Asimismo, se empezaron a ensayar algunas políticas de gasto social con cargo a las cuales se busca suavizar la situación de los grupos más pobres. O sea, los ubicados en el escalón de la “pobreza extrema”. Se trata de apagar los posibles incendios que puede provocar la dureza neoliberal. Al final de cuentas cuando no existe ya una oposición peligrosa para la estabilidad del sistema, seguir aplicando la represión abierta, como lo dijera el astuto Talleyrand, “más que un crimen sería una estupidez”.

En cuanto a los movimientos “progresistas” y lo que antes pudo ser una izquierda política, como regla apuntaron sus críticas al aspecto distributivo del neoliberalismo. Y se olvidaron por completo del aspecto producción (1).

Por lo mismo, tuvo lugar una especie de convergencia entre las nuevas políticas neoliberales (recomendadas por organismos internacionales como el FMI, la OCDE, algunos segmentos de las clases dominantes y el mismo Estados Unidos) y las políticas que empezó a enarbolar y proponer la oposición. Más aún, cuando estos grupos lograron acceder al gobierno (como Lula en Brasil, Bachelet en Chile, Mujica en Uruguay), concentraron sus esfuerzos en políticas sociales de corte redistribuido (2).

A la vez, dejaron intocados los cimientos del modelo neoliberal: en el plano de la producción, del relacionamiento externo y de la política económica. O sea, aplican un esquema neoliberal con algunas “aspirinas” o dosis de redistribución. De fondo, lo que se ha perseguido, por la derecha y por la seudo-izquierda, ha sido la legitimación del patrón neoliberal.

2.- El gasto social

El llamado gasto social es variado y multiforme. De él, deben restarse el gasto que se aplica en educación y salud públicas. Significativamente, este tipo de gastos, vis a vis las necesidades de la población, se han des-privilegiado cediéndole espacio al sector privado. O sea, hay un proceso de mercantilización acelerada de la educación y de la salud. En estos rubros, empieza a imperar el lucro capitalista y, por lo mismo, si el dinero no alcanza, la gente se queda sin salud y sin educación.

Los gastos que ahora nos preocupan, son de tipo diferente. Primero, son gastos que buscan apoyar a los segmentos más pobres de la población. Segundo, como regla no implican crear u ofrecer empleos productivos a esos segmentos. Tercero, no exigen contrapartida, vg. en términos de un trabajo equivalente.

Algunos gastos operan como ayuda monetaria directa a personas y familias. En otras, el apoyo se da en términos que favorecen a la llamada “micro-empresa”: semillas, fertilizantes, créditos de costo casi nulo, etc. El impacto que estos apoyos tienen en términos de producción es prácticamente nulo y lo que sí consiguen es ayudar a la subsistencia de los grupos que reciben su apoyo.

Una segunda línea de acción apunta al manejo de precios subsidiados. Es decir, se fijan precios que están incluso debajo de los costos de operación. En México, un ejemplo muy conocido es el precio del transporte por el metro de la ciudad. Aquí, el precio ha girado entre la mitad o cuarta parte del costo de operación por pasajero.

En otros rubros como electricidad, agua y otros servicios básicos, se dan situaciones parecidas. Los problemas que acarrean estas políticas son mayores: al no cubrir los costos de operación, estas empresas deben endeudarse y pasar a pagar los intereses del caso. Además, si tratan de expandirse, sólo lo pueden hacer con cargo a nuevos endeudamientos. Con todo lo cual, se va avanzando a una carga financiera que, a la larga, resulta imposible de solventar.

En este marco, surge la obvia pregunta: ¿no sería más racional generar ocupaciones productivas bien remuneradas, y aplicar una política de salarios reales crecientes que le permitan a la población trabajadora pagar los costos reales de los correspondientes servicios? En realidad, no hay que ser muy avisado para percatarse que esas políticas a la larga no se pueden mantener y sólo buscan ocultar los males que va generando una estructura económica que, por lo visto, no se puede o no se quiere modificar.

Al final de cuentas, lo que tenemos es una gran limosna estatal. En la cual se gastan fondos que no son menores y que, al final de cuentas, nada importante resuelven. Para mejor dimensionar el problema no se debe olvidar el telón que es estructural y de fondo: el estilo neoliberal no genera empleos productivos y lo que se observa es el incesante crecimiento de la población desplazada y marginal: cesantes abiertos, precarios, ambulantes, ilegales, sectas criminales, narcotraficantes, etc. Lo que antes pudo ser una mancha, ahora es un océano gigantesco que ya abarca a más de la mitad de la población económicamente activa (PEA).

El gasto estatal de marras genera otras consecuencias que se deben subrayar: a) en el personal que administra la distribución de los fondos tienden a irrumpir prácticas corruptas y clientelares. Al parecer, una parte nada despreciable de esos fondos no llega a las familias de destino sino que va a parar a los bolsillos de los funcionarios que administran la ayuda estatal; b) en los que reciben esos fondos, claramente se genera una mentalidad servil, propia de los que viven de limosnas.

En otros tiempos, el espectáculo era más visible: los domingos, al salir de misa, las señoras más empingorotadas y esposas de hacendados, lanzaban al aire una buena cantidad de monedas. Los pobres y lazaretos, arrodillados, peleaban por esas monedas y con la cabeza agachada gritaban el “dios se lo pague, buena y santa señora”. En breve, se asume la mentalidad del pordiosero y se pasa a depender de la voluntad de otros. Los cuales, además, son los mismos causantes de esa miseria de pordiosero.

La pregunta obvia es: ¿no será mejor, más eficaz y más digno, financiar desarrollos industriales que generen empleos productivos, calificados y bien pagados? Pero, ¿es posible esa reorientación del desarrollo sin alterar profundamente los parámetros centrales del estilo neoliberal? Ciertamente no se puede y el que no se siga ese camino es la confesión más prístina de que no se busca sepultar al neoliberalismo sino respetarlo y, dentro de lo poco que se puede, embellecerlo con una pequeña “manita de gato”.

En lo anotado también se expresa un error teórico mayor: pensar que se puede dar una transformación sustantiva en la distribución sin alterar el espacio de la producción. Es lo que pasamos a discutir.

3.- Un alcance teórico sobre una antigua controversia

La ignorancia esgrime frases que, a veces, tienen un eco malsano. Por ejemplo, cuando se dice, con gran desprecio, que “eso es pura teoría”. De fondo, se manifiesta aquí un rechazo por la teoría (por ende del pensamiento y la razón), que es propio de la más crasa estupidez. La discusión no va por ahí sino por el enfrentamiento entre las teorías correctas (verdaderas, profundas, verificadas empíricamente) y las teorías erróneas (lógicamente incongruentes y/o empíricamente falsas). Además, ese aserto es también reaccionario pues ninguna transformación medianamente importante puede darse sin el auxilio de una buena teoría (3). ¿Habrá que recordar, una vez más, eso de que sin una teoría profunda no hay revolución posible? (4)

En el caso que nos viene preocupando, resulta útil efectuar un breve recordatorio teórico. Concentremos la atención en el sistema económico, el que es parte del sistema social. En el sistema económico se pueden distinguir cuatro grandes subsistemas: a) la producción; b) la distribución; c) el cambio; d) el consumo personal. Entre estos cuatro grandes espacios o subsistemas, tienen lugar: i) relaciones de influencia mutua: un aspecto influye sobre los otros y viceversa; ii) tales relaciones son asimétricas: la influencia de un subsistema sobre los otros suele ser más potente que el que opera en sentido inverso. O sea, hay espacios económicos que son más importantes (poseen un poder regulador mayor) que otros; iii) en el caso que nos preocupa, que es el del sistema económico: la hipótesis más plausible y comprobable es la que sindica al espacio de la producción como el más importante y decisivo.

O sea, es el que tienen mayor poder causal. Por ejemplo, al revés de lo que sostiene la teoría neoliberal, no es el consumidor individual el que determina qué tipo de bienes se va a producir sino que, muy al contrario, son las grandes empresas de producción, las que definen qué se va a producir y luego, qué se va a consumir. La Coca-Cola, por ejemplo, se consume no por una decisión primaria de los consumidores sino por la presión de las grandes corporaciones que producen esa bebida y por la vía de una propaganda que atosiga, terminan por convencer (u “obligar”) al consumo de tal refresco.

Entre producción y distribución también existen relaciones asimétricas. Y que van, en el sentido del poder causal (o “poder de determinación”), desde el espacio de la producción al espacio de la distribución. Como bien apuntaba Marx, ““es equivocado en general, tomar como esencial la llamada distribución y hacer hincapié en ella, como si fuera lo más importante.” (5)

Precisemos los conceptos. Por esfera de la producción entendemos el conjunto de relaciones sociales que organizan y regulan la actividad de los hombres en el proceso de producción (6). Por distribución se entiende la forma y proporción en que se reparten los resultados de la producción, ente los diversos grupos sociales. Más precisamente, entre las diferentes clases sociales. Por ejemplo, entre asalariados y capitalistas. Marx, en este respecto, escribía que “por relaciones de distribución se entiende aquí los distintos títulos que autorizan a percibir la parte del producto destinado al consumo individual”.(7) Contemporáneamente, se habla de distribución del Ingreso Nacional.

Sobre las relaciones de causalidad entre producción y distribución, valga insistir sobre el punto, Marx es muy terminante. En su célebre comentario al programa de los socialistas alemanes, escribía “la distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y esta distribución es una característica del modo mismo de producción.

Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción le son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa es solo propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural.

Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución.” (8)

El espejismo de la distribución ha contaminado a procesos de corte más radical. En el Chile de Allende, por ejemplo, se empezó (fines de 1970 y a lo largo de 1971) con un fuerte impulso a la participación salarial (salarios sobre Ingreso Nacional) y ya hacia 1972, surgieron presiones inflacionarias y sobre el balance de pagos muy difíciles de controlar. La razón era muy clara: la oferta no respondió en la medida necesaria.

Es decir, la variable producción no se acomodó a la variable distribución y se generaron desequilibrios inmanejables. Se desató la inflación y un fuerte déficit en el balance de pagos. En este contexto, el gobierno de Allende, que en plano político no fue más allá de la ocupación del aparato estatal tradicional, no fue capaz de controlar algunos centros de producción vitales y buscando controlar la inflación, corto de cuajo la capacidad de acumulación del incipiente sector productivo estatal.

La moraleja que se pudo extraer parece nítida: la distribución se puede mover solo en la medida que lo hace la producción. Esta es la que precede y regula. Si este principio no se respeta, emerge algo parecido a un caos económico.

En otras experiencias latinoamericanas, se han observado, en mayor o menor grado, fenómenos parecidos. Señaladamente éste parece ser el caso de Venezuela, la que en los últimos años (Chávez-Maduro) viene experimentando un fuerte proceso inflacionario (que ya es hiper-inflación). En este país, las políticas de gasto social fueron muy fuertes. Pero, a la vez, se observa un fracaso total en materias de desarrollo productivo, industrial y agrario.

Al cabo, tenemos que no hubo ninguna sustitución de importaciones (no se agilizó la oferta interna), se despilfarró el excedente petrolero y hoy (mediados del 2016), el gobierno de Maduro aborda una situación económica gravísima y que lo puede llevar a su revocación. Con un más o un menos, y con los matices del caso, estos afanes se repiten en otros países y muestran a una izquierda muy contaminada por el reformismo distributivo e, incluso, con el ideario neoliberal.

En el modelo neoliberal, los afanes de legitimación, se traducen en los conocidos programas de “superación de la pobreza”. Estos afanes, pueden asumir alguna importancia en tanto la capacidad para importar del país sea alta. Lo cual, va muy asociado a un eventual boom en las exportaciones de bienes primarios.

Sea por el lado de las cantidades (fuerte demanda internacional, vg. impulsada por compras de China), o por el lado de los precios, lo que para Brasil sí tuvo lugar durante el gobierno de Lula. En este caso, el sector exportador, al generar las divisas que permiten importar los bienes de consumo que reclaman trabajadores y capas medias beneficiadas por los aumentos salariales, pasa a operar como si fuera un sector productor de bienes de consumo. ¿Cuánto puede durar el auge exportador? Como ya lo expusiera la antigua y clásica Cepal (Prebisch, Pinto, etc.), el que se especializa en productos primarios, más tarde o más temprano se hunde en el subdesarrollo y la dependencia estructural que lo acompaña.

Esto, es algo que Dilma, la sucesora de Lula, ha empezado a pagar con creces. Y es también importante subrayar: en el Brasil de Lula, mejoró la situación de algunos grupos en extrema pobreza, pero la distribución del ingreso no se alteró. En Chile, sucede algo parecido.(9)

Conviene subrayar: cuando se elevan sustancialmente los salarios (y en general, el ingreso de los segmentos populares), no sólo se eleva la demanda en términos inusitados. También, se altera fuertemente su composición. Luego, tenemos que la respuesta de la oferta no sólo debe apuntar a fuertes y rápidos incrementos en la producción de bienes-salarios. También es necesario que opere un cambio en la composición del producto, el que debe pasar a corresponderse con la nueva composición de la demanda. Ninguna de estas exigencias es sencilla. Elevar la producción difícilmente tiene lugar de un día para el otro: requiere elevar la inversión y que esta madure, algo que es lento y difícil.

Cambiar la composición exige fuertes traslados de recursos y también un fuerte esfuerzo de acumulación. Nada que sea sencillo e inmediato.

Si la capacidad para importar (disponibilidad de divisas) se expande (vg. se dispara el precio del petróleo, suben precios de materias primas, etc.) el problema se puede suavizar o, más bien, disimular. Pero éstos no son más que cortos “veranitos de San Juan”. Las dificultades crecen si se piensa que en el marco de un gobierno popular y con masas radicalizadas, el sector privado difícilmente va a impulsar y ejecutar las inversiones adecuadas. Lo que en realidad hacen los capitalistas es incurrir en una especie de huelga productiva. O, si se quiere, paralizan la inversión.

Por lo mismo, si la dinamización de la oferta no la hace el Estado, nadie la va a hacer. Como sea, el punto a subrayar es: si la variable producción no se mueve y transforma de cuajo, todo intento por mover la distribución con un mínimo de vigor, estará fatalmente condenado al fracaso. Y claro está, los cambios estructurales apuntados sólo pueden ser impulsados si existe un vigoroso y amplio bloque popular, dirigido por la clase trabajadora. Es decir, lo que debe realizar el Estado, también exige que éste sufra un reajuste de fondo, que sea expulsado el actual bloque en el poder y que en su reemplazo, surja una nueva clase hegemónica.

¿Qué clases o fracciones de clase pueden asumir ese papel? ¿La burguesía industrial nacional y no monopólica? ¿La clase trabajadora anclada en la gran industria? ¿Otros grupos? Como vemos, esto abre una problemática bastante compleja y que aquí no vamos a abordar.

Pero hoy (2016) la situación de países como Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y otros, pareciera que obliga a plantear una exigencia mayor: retomar el gran proyecto histórico de avanzar más allá del capitalismo.

De seguro, esto plantea otras interrogantes aún más complejas: ir más allá del capitalismo, ¿qué significa en términos del modelo socioeconómico que lo debe reemplazar? ¿Puede darse un proceso en términos “aislados”, a nivel de tal o cual país particular? ¿Se puede avanzar en el tercer mundo sin que se mueva el primero?

De momento baste decir: la profundidad de la crisis del capitalismo contemporáneo, obliga a pensar con mayor profundidad, rigor y radicalidad en los problemas de hoy y en las eventuales rutas que se pudieran seguir.

Notas

1. El partido Socialista en Chile, el PT en Brasil, el antiguo PRD (el de hoy es pura basura de tránsfugas) en México, son claros ejemplos de esta “adaptación”. Del chileno se dice que practica y predica un “socialismo neoliberal”(!!!). Este distanciamiento ha ido muy unido a otro que transcurre en el plano ideológico: el olvido (y hasta repudio) de los fundamentos de la teoría esgrimida por Marx.

2. Ver artículos de Roberto Pizarro (sobre Chile), de Severo de Salles y N. Ouriques (sobre Brasil) y de O. Mañán (sobre Uruguay), en V. Palacios y J. Valenzuela, “Crisis neoliberal y alternativas de izquierda en América Latina”, Ciestam (UACH), Escuela Superior de Economía (IPN), INIFPCPP, PRD; México, 2013. 3. “Aquel que bien pretende obrar / tiene que usar la mejor herramienta”. J. W. Goethe, “Fausto”.

4. López Obrador, el destacado dirigente mexicano, en mayo del 2016, ha declarado que “ser de izquierda no es levantar el puño de esa mano o leer a Carlos Marx, sino ser buena persona. Si no sientes el sufrimiento del prójimo y de los que necesitan apoyo, de qué sirve ser de izquierda. Hay que tenerle amor al pueblo para serlo” Según La Jornada, 17/05/2016. Este tono de pastor evangélico o de cura de aldea no es nuevo en este dirigente. Y adviértase: nos habla de “apoyo” y de “amor” en vez de luchar por la organización independiente y consciente del pueblo trabajador. Y nos ofrece, como gran aporte teórico, su teoría: la sociedad se divide entre “personas buenas” y “personas malas.” En un dirigente que siempre ha manifestado gran temor ante la clase obrera políticamente independiente anclada en la gran industria, este llamado a “la caridad cristiana” y no a la lucha de clases, amén de ridículo, es bastante revelador. En cuanto al analfabetismo teórico que predica y practica este sedicente “cordero de Dios”, si uno fuera una “mala persona” y por ende no estuviera en el bando de los “buenos”, podría recordar los planteos muy similares que en su tiempo hicieran algunos generales franquistas. O los del cura Saturnino, párroco del pueblo de Chiripungato, allá por las haciendas de Don Pancho Francisco: “no lean, no lean, que por allí se nos llega Lucifer.”

5. C. Marx, “Crítica al Programa de Gotha”, en Marx-Engels, Obras Escogidas, Tomo 3, pág. 16. Edit. Progreso, Moscú, 1974.

6. Producción = actividad que genera productos. Entendiendo por productos los resultados que son útiles en cuanto son capaces de reproducir la vida de los humanos y/o los medios de producción que utilizan en su trabajo.

7. C. Marx, “El Capital”, tomo 3, página 812. FCE, México, 1974.

8. C. Marx, “Crítica al programa de Gotha”, pág. 16. Edición citada.

9. El coeficiente de Gini, calculado al modo tradicional (encuestas de ingreso y gasto), a veces muestra una mejoría. Pero calculado con más rigor (declaraciones tributarias), se altera en favor de una peor distribución. En el caso de Brasil, recientes estudios muestran que no se ha dado ningún cambio sustantivo y se mantiene la muy regresiva distribución del ingreso. Para Chile y Uruguay, se da algo similar. Según Cepal, “en el Brasil el coeficiente corregido permaneció estable entre 2006 y 2012, con valores alrededor de 0.7 en todos los años, lo que contrasta con los resultados obtenidos usando solamente las encestas de hogares que muestran una baja en la concentración del ingreso entre 2006 y 2011.”.Cf. Cepal, “Panorama Social de América latina, 2015”, pág. 16. Santiago de Chile, 2016.

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