CEPRID

LAS AMENAZAS DE EEUU CONTRA VENEZUELA PUEDEN BOICOTEAR LA VII CUMBRE DE LAS AMÉRICAS O ROMPER LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN

Lunes 30 de marzo de 2015 por CEPRID

COMITÉ INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA (CISPAL)

CEPRID

En medio de una realidad de decadencia del todopoderoso imperio y su notoria pérdida de influencia en América Latina y el Caribe, el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, devenido en señor de guerras de agresión imperial, pretende militarizar Latinoamérica, imponer nuevas bases militares y enviar miles de tropas a diversos países de la región con la intención de completar las acciones de la CIA y de grupos de la derecha neofascista estadounidense para desestabilizar primero a Venezuela, luego a otros países como Nicaragua, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador que, en la óptica de la Casa Blanca, son gobiernos revolucionarios antiimperialistas, adscritos al denominado Socialismo del Siglo XXI, “enemigo” de las democracias occidentales tuteladas por el interés imperial.

Además de la agresión a Venezuela, dirigida, financiada y apoyada por Washington y sus derechas radicales neofascistas del Tea Party que trabajan en público contubernio con el fascismo venezolano, Estados Unidos pisa un nuevo escenario dominado por la actual situación del restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba que tiene un trasfondo político importante: tatar de disminuir de alguna manera el rechazo y repudio de los pueblos latinoamericanos y caribeños al imperialismo y su política del “garrote y la zanahoria”. Zanahoria para Cuba y garrote para Venezuela.

Así, la dominación total tambalea ante la negativa de muchos gobiernos de obedecer dócilmente el dictado imperial, realidad que Obama pretende revertir con su asistencia a la Séptima Cumbre de las Américas que se celebrará en la Ciudad de Panamá, Panamá entre los días 10 y 11 de abril de 2015 y que por sus propias acciones podría ser boicoteada, para evitarse el bochorno del aislamiento. Las cumbres de las Américas reúnen a los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados Miembros del Hemisferio para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de hacer frente a desafíos presentes y futuros que enfrentan los países de las Américas.

En consecuencia, la Cumbre de las Américas se había convertido es una reunión de jefes de Estado del continente americano que se celebra cada tres o cuatro años. Estas cumbres eran dominadas por Estados Unidos, Canadá, y los gobiernos de países de América Latina y el Caribe oían pasivamente los “debates” encaminados a fortalecer las democracias, el respeto a los derechos humanos y libertades de acuerdo a los intereses coyunturales del imperio. La Cumbre de las Américas era un pomposo nombre de las reuniones habituales convocadas por la OEA que seguía siendo el “Ministerio de las Colonias” del imperio.

La primera se celebró en Miami, 1994; la segunda en Santiago, Chile, 1998; la tercera en Quebec, Canadá, 2001; la cuarta en Mar del Plata, Argentina, 2005; la quinta en Puerto España, Trinidad y Tobago, 2009; y la sexta en Cartagena de Indias, Colombia, 2012. Hubo además dos cumbres extraordinarias: una sobre desarrollo sostenible, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1996, y otra en 2004 en Monterrey, México.

La convocada Cumbre de Panamá estará dominada por dos temas políticos fundamentales: La normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y los procesos desestabilizadores de Venezuela patrocinados por los mismos Estados Unidos y que han sido reiteradamente denunciados por el presidente Nicolás Maduro, el ALBA y UNASUR.

Las Cumbre de Panamá podría ser el origen de la diferencia histórica si se recuerda que desde la primera Cumbre de Miami en 1994 quedó definido que participaban en ese cónclave sólo los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) y Cuba estuvo y está fuera de la OEA.

En la Cumbre de las Américas realizada en Perú, Lima en el año 2001 fue aprobada la denominada Carta Democrática, redactada y elaborada para excluir a Cuba de la organización. Los países miembros de la OEA se comprometieron a respetar esa Carta y cumplir sus postulados que no son otros que la visión de las democracias de la Casa Blanca que nunca ha dudado y no duda valerse de esas democracias para garantizar la vigencia de sus intereses. Basta un somero recorrido por la historia latinoamericana para comprobar que Estados Unidos ha impuesto las dictaduras más reaccionarias y fascistas en defensa de los objetivos geopolíticos de Washington, en particular para que todos los países actúen como un detente de lo que llamaba “penetración del comunismo internacional”, durante la Guerra Fría que mantuvo con la Unión Soviética.

Lo cierto es que la VII Cumbre a celebrarse en Panamá tendrá que pensarse en estos momentos especiales de las relaciones Estados Unidos-América Latina. El analista Nelson Caballero Díaz, sostenía que podría constituirse en un evento continental de trascendental importancia histórica. Aproximadamente, 35 países estarán presentes en la reunión, y especialmente, la presencia de Estados Unidos y Cuba hace mucho más interesante la referida cumbre porque puede surgir una plataforma para nuevas relaciones diplomáticas y de cooperación social, económica y cultural entre dos países tradicionalmente enemigos. Sin embargo de loa afirmado por Caballero, cabe resaltar que la normalización de las Relaciones EE.UU. – Cuba es un triunfo de los países latinoamericanos y caribeños que han venido presionando al imperio para que modifique su conducta; pero la lucha sólo terminará cuando Estados Unidos levante el bloqueo genocida que mantiene contra la Isla.

Por otro lado, dice Caballero, el tema central de la VII Cumbre, ‘Prosperidad con Equidad, desafío de la cooperación de las Américas’ permitiría puntualizar algunos conceptos sobre la realidad que experimentan los países latinoamericanos. A lo largo y ancho de Latinoamérica la pobreza es un ‘signo de nuestros tiempos’. Las desigualdades sociales, la mala distribución de la riqueza, la profunda ‘brecha entre ricos y pobres’.

Adicionalmente, gravita sobre nuestros países la inseguridad, la criminalidad internacional organizada, el narcotráfico que nunca ha estado tan activo y vigente como hoy día. Amén de un sistema social individualista, inhumano e injusto, en que los valores éticos y morales se han perdido y vivimos en una sociedad ‘muerta’ en que pareciera que ‘todos estamos contra todos’. La corrupción y la impunidad campea por todos los países y la política se alejó de aquel concepto filosófico de que es ‘el arte de gobernar’ para convertirse en un ‘estilo de gobernar’ donde tiene un gran peso el ‘espesor de las billeteras’ no el servicio al bien común. Existen otros problemas profundos como las constantes agresiones contra el medio ambiente, que por el afán de lucro y so pretexto de una ‘modernización’ nunca han tenido efectos tan devastadores en los países del área. En el año 2000, convocados por las Naciones Unidas, se reunieron cerca de 140 jefes de Estado y de gobierno de los 191 países, a fin de establecer estrategias en lo que se denominó ‘Objetivos del Desarrollo del Milenio’ y aseguraron al mundo que la lucha contra la pobreza, las pandemias y los atentados hará desaparecerán de la faz de la tierra, en virtud de tan grande unanimidad altruístisca de los países participantes.

Solo retórica, nada de acción

Resultados, solo retórica, nada de acción. Las enfermedades que habían sido casi erradicadas como la tuberculosis y la malaria han vuelto a atacar a la población de los países, la pobreza se arrastra a lo largo y ancho del planeta, el terrorismo, los enfrentamientos, los atentados, los conflictos en cadena, impactan de manera funesta en la vida de los pueblos.

Sin duda, hay preocupaciones, necesidades dominantes no resueltas, pero existe la esperanza de que la VII Cumbre de la Américas permita en debate, el buen juicio, con un sentido y espíritu crítico para que el tema central motivo de este evento nos lleve realmente a comprender que el crecimiento económico y la prosperidad, sin la justicia social, no es equitativa, en palabras de Nelson Caballero Díaz.

Por otro lado, es preciso considerar que en esta Cumbre, el presidente Obama de Estados Unidos, tratará de recuperar protagonismo, pero corre el peligro de quedarse mayormente aislado por sus amenazas directas de intervencionismo en la Revolución Bolivariana de Venezuela, injerencia que ha sido rechazada frontalmente por Unasur y Celac. De tal manera que el tema central de lucha contra la pobreza puede quedar rezagado al producirse un debate entre el imperio y los países que defienden a Cuba y Venezuela.

Para el imperio y sus halcones, la temática de la Cumbre debe ampliarse de manera directa para tratar temas referidos a la democracia, libertades y derechos humanos que son recurrentes para justificar todo tipo de agresiones, en este caso contra Venezuela y otros 4 países “cuyos gobiernos vulneran las libertades fundamentales, la libertad de prensa, tienen presos y exiliados políticos, han hecho desaparecer el Estado de Derecho, la división e independencia de los poderes públicos y manipulan las elecciones como mecanismo de perpetuación indefinida en el poder”.

Para las derechas neofascistas del imperio y de Latinoamérica, esta “reunión de los jefes de Estado y de gobierno de los Estados miembros del hemisferio, deben servir para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de hacer frente a desafíos presentes y futuros que enfrentan los países de las Américas”. Se olvidan que la clave de estos tiempos es la defensa irrestricta de la soberanía e independencia de los países ubicados al sur del Río Bravo. Ya no es el tiempo del “patio trasero” y del “lago particular” en los que Estados Unidos podía hacer y deshacer lo que le viniera en gana de acuerdo a las exigencias de sus intereses.

Sin duda son importantes los temas relativos a la libertad, democracia, derechos humanos y Estado de Derecho; pero si no se lucha contra la pobreza, la miseria, la ignorancia y el respeto al medio ambiente, ¿de qué sirven esos grandes e irrenunciables postulados? Sin justicia social no hay desarrollo equitativo, sin la eliminación de la aguda pobreza y la ignorancia el ejercicio de los derechos humanos y de las libertades pueden devenir en una farsa.

Para Estados Unidos y sus lacayos, la Cumbre debe resumirse en la “afirmación de valores comunes” para “concertar acciones a nivel nacional y regional” porque “es necesario hacer frente a este desafío presente y futuro”. Es decir, Estados Unidos quiere que la Cumbre de Panamá respalde su intervencionismo, incluso militar, tan anacrónico como criminal. Estos postulados injerencistas no son ni pueden ser los objetivos de la VII Cumbre de las Américas porque, además, ya han sido rechazados por la Unasur y la Celac.

Es indispensable destacar que Latinoamérica continúa dando la espalda a las políticas imperialistas de Estados Unidos y unen fuerzas para la integración de los pueblos. Así se demostró en la Cumbre No. 44 de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la que “la exigencia en común fue la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas 2015.

Los puntos claves de la unión latinoamericana a favor de Cuba fueron: 1. Representantes diplomáticos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina resolvieron que aseguraron que si Cuba no asistía a la Cumbre de las Américas del año 2015, ellos "difícilmente irían". 2. Las autoridades cubanas han expresado su buena disposición a participar en la próxima cumbre, si llegaran a recibir la invitación formal. 3. La cumbre está auspiciada por la OEA y se crean estrategias en común para resolver los problemas de la zona. 4. El tema de la 44 Asamblea fue el desarrollo e inclusión social. A propósito de ese tema, los participantes fijaron posición contra el bloqueo económico en el que ha estado sumida Cuba desde 1960, por represalias de Estados Unidos ante la resistencia del país caribeño.

El politólogo Ismael Medina al reseñar la III Cumbre de los Estados Latinoamericanos y Caribeños realizada en Costa Rica, (CELAC) con cierto pesimismo advertía que no cabe duda de que la entidad regional pierde tesón y fuerza y tendrá que ahondar en las razones por las cuales debería seguir existiendo luego del histórico anuncio, el 17 de diciembre 2014, de la normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.

Aparentemente, la Celac nació con el ciclo de vida corto, como una respuesta un poco tardía a la hegemonía de Estados Unidos sobre la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Washington. Aún así, algunos de sus 33 miembros desearían que el mecanismo mantenga el rumbo y sirva de catalizador de la integración latinoamericana y caribeña.

Los más ilusionados, en particular Brasil, se niegan a reducir el papel de la actual Celac a un simple trámite, pero está claro que el interés global es otro. Está previsto que la Comunidad emita una declaración consensuada de apoyo al dialogo iniciado entre Estados Unidos y Cuba y haga otro gesto más, el último coletazo quizás, reiterando la firme condena al embargo contra Cuba, antes de llegar a la VII Cumbre de las Américas el próximo mes de abril.

La Cumbre Celac es un ensayo de lo que se avecina en Panamá el 10 y 11 de abril, cuando por primera vez desde la creación de la Cumbre de las Américas en 1993, un presidente norteamericano, Barack Obama, estará sentado a la misma mesa que su homólogo cubano, Raúl Castro.

Por lo pronto, las expectativas se han disparado y aunque no contemplada en la agenda oficial de la Celac, la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba constituye el punto de arranque de un nuevo capítulo en la arquitectura geopolítica hemisférica.

No en balde, el eje central de los debates previos a la III Celac no ha podido ser otro que este sorprendente giro y el nuevo momento en que cubanos y norteamericanos se dan la mano y negocian con o sin intermediarios.

Cuba albergó la II Cumbre del mecanismo Celac en enero de 2014, cuando la Isla aún deshojaba la margarita para saber hasta dónde iría en sus conversaciones reservadas con Estados Unidos, con la mediación del Vaticano.

Está claro que ni el aliado venezolano de Cuba, ni los demás miembros de la Alianza bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) sospechaban de la existencia de estas negociaciones llevadas en total hermetismo.

Se necesitó un año y medio de contactos, antes de comunicar al mundo, el 17 de diciembre 2014, la gran noticia a la que el Líder Máximo cubano, Fidel Castro, quiso poner un broche, el 26 de enero, dos días antes del inicio de la III Celac.

El líder cubano no parece ni fervoroso, ni convencido por la decisión tomada por su hermano. Tardó más de un mes en reaccionar y finalmente lo hizo a través de un mensaje escrito dirigido a una asamblea de estudiantes, con el sugestivo título de: “No confío en la política de Estados Unidos”. En el mensaje, Fidel Castro hace un recuento y reflexiona sobre la revolución cubana y sobre otras revoluciones afines en el mundo antes de “advertir” a las nuevas generaciones que “las ideas revolucionarias han de estar siempre en guardia a medida que la humanidad multiplique sus conocimientos”.

Subraya que “el Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba”.

Le faltó quizás, algo de audacia para llamar las cosas por su nombre. Se limitó a señalar que “el saludo personal de los presidentes de Cuba y Estados Unidos se produjo en el funeral de Nelson Mandela” y que él, se veía en la necesidad de “explicar” a los “muchos amigos de Cuba” su “posición esencial en breves palabras”. Y esa posición la resume en un “no confío en la política de Estados Unidos”.

“No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra”, dice en el mensaje, agregando: “Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que estamos reclamando para todos”.

Iroel Sánchez en La Pupila Insomne afirmaba: Hasta la mañana del 17 de diciembre de 2014, el gobierno de Estados Unidos se enfrentaba a un callejón sin salida en relación con Cuba: La Cumbre de las Américas en Panamá en abril de 2015 pendía como una espada de Damocles sobre la política de aislamiento de EE.UU. contra Cuba, la mayoría absoluta de los países había asegurado no asistiría si Cuba no era invitada en igualdad de derechos.

La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, efectuada en La Habana en enero de 2014, dio un espaldarazo a Cuba y respaldó “el compromiso de los Estados de la América Latina y el Caribe de respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones”.

El consenso latinoamericano y caribeño sobre Cuba era tal que nadie discutía si el presidente Raúl Castro estaría en la próxima Cumbre de las Américas en abril de 2015. Lo que se debatía era si Obama asistiría -en esas condiciones- a un espacio donde Washington se había negado, desde su surgimiento en 1994, a aceptar a Cuba.

Las encuestas dentro de EE.UU., incluyendo el electorado cubanoamericano, y sectores importantes del stablishment como los representados por The New York Times y la Cámara de Comercio estadounidense se expresaban pública y crecientemente contra el bloqueo.

El caso del “contratista” de la USAID Alan Gross, preso en Cuba, ocupaba cada vez más espacio en la opinión pública estadounidense junto a la solución propuesta por el gobierno cubano de un acuerdo humanitario que implicara su liberación junto a la de los tres antiterroristas cubanos, del grupo de Los Cinco, aún presos en EE.UU., por los que un creciente movimiento de solidaridad presionaba a la Casa Blanca.

Hacer de la necesidad virtud

Ante ese panorama, fruto de dos circunstancias: la resistencia y permanencia de la Revolución cubana y el cambio de escenario en América Latina, Barack Obama decidió hacer de la necesidad virtud: Sumarse a los que condenan el bloqueo, dar la bienvenida a Cuba en Panamá, anotarse el regreso a casa de un prisionero y estar en mejores condiciones, con una “normalización” de las relaciones con Cuba, de -en palabras de Obama, dos días después del 17 de diciembre- “ejercer alguna influencia, y quizás entonces utilizar tanto zanahorias como palos”.

De entonces acá el resto de los instrumentos de la política hacia Cuba han sido respaldados por las acciones de la administración estadounidense: El 23 de diciembre se asignaron por el Departamento de Estado 11 millones de dólares para organizaciones estadounidenses o basadas en el extranjero interesadas en programas que “promuevan los derechos civiles, políticos y laborales en Cuba”.

Entre el 17 de diciembre y el 31 de enero EE.UU. pagó cerca de un millón de dólares en contratos a “independent artist, writers and performers” por trabajar para Radio y TV Martí, su emisora oficial hacia Cuba cuyas transmisiones son consideradas ilegales por la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

Reiteró la permanencia de la Ley de ajuste cubano y la “política de pies secos pies/ mojados” que estimula la emigración ilegal desde Cuba, y da el trato de refugiados políticos a cualquier nacido en la Isla que pise suelo estadounidense, un trato que no da a personas de ningún otro país.

Ratificó que mantendrá en suelo cubano la base militar en la Bahía de Guantánamo, una ocupación contra la voluntad del pueblo cubano que se remonta más de un siglo.

Mantuvo sus encuentros y apoyos -incluyendo contactos con la máxima dirección de la delegación estadounidense que visitó Cuba para conversar con el gobierno cubano sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas- con las personas que EE.UU. financia y organiza dentro de la Isla para el “cambio de régimen” que tanto Obama como sus enviados a las conversaciones de La Habana ratificaron sigue siendo su objetivo en el nuevo escenario.

La gran prensa internacional se horroriza porque Fidel ha dicho no confiar en la política de Estados Unidos pero sólo hay que leer lo anterior y conocer la actuación de EE.UU. en todo el mundo, revelada por los cables secretos del Departamento de Estado publicados por Wikileaks, para darle la razón.

El presidente Raúl Castro preguntó en la reciente cumbre de la CELAC en Costa Rica:¿Acaso podrían restablecerse las relaciones diplomáticas sin reanudar los servicios financieros a la Sección de Intereses de Cuba y su Oficina Consular en Washington, cortados como consecuencia del bloqueo financiero? ¿Cómo explicar el restablecimiento de relaciones diplomáticas sin que se retire a Cuba de la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo Internacional? ¿Cuál será, en lo adelante, la conducta de los diplomáticos estadounidenses en La Habana respecto a la observancia de las normas que establecen las Convenciones Internacionales para las Relaciones Diplomáticas y Consulares?

El gobierno estadounidense se equivocaría si toma como muestra del pensamiento de los cubanos a aquellos que, como los políticos de la Isla anteriores a 1959, acuden a conversar con Washington para saber qué decir en La Habana.

Si quieren saber cómo piensa el pueblo cubano, más que hablar con quienes han entrenado para decir lo que quieren escuchar, los diplomáticos estadounidenses debieran leer a figuras de raigal cubanía como la etnóloga Natalia Bolívar, cuyas palabras son algo más radicales que los pronunciamientos oficiales del gobierno isleño: “Yo no tengo ninguna confianza porque, en definitiva, esto son conversaciones, y así lo están diciendo: conversaciones. Primero, para haber conversaciones nos tienen que quitar de los diez países más terroristas, eso lo primero, porque el terrorismo está por todos lados, y nosotros no tenemos terrorismo; nos tienen que quitar la base militar de Guantánamo, que ya debieran haberla quitado hace más de 4 ó 5 años, creo que desde el gobierno de Bush; y nos tienen que levantar el bloqueo. Si no, ¿qué conversación vamos a tener? ¿Abrir una embajada? ¿Y para qué?”

Como decía el Comandante Fidel Castro: “No confío en la política de Estados Unidos”. ¿Quién podría confiar en la política de Estados Unidos, cuando el imperio por boca del emperador de turno Barack Obama reafirma su política injerencista sin descartar una agresión militar a la República Bolivariana de Venezuela? Sólo a Obama, sus halcones y neofascistas se les puede ocurrir que Venezuela es un peligro para su seguridad nacional. Absurda, torpe e irresponsable es la declaración de emergencia nacional decretada por el señor Obama.

En el colmo de la prepotencia imperial y en pleno uso del más craso de los cinismos, el presidente de Estados Unidos firmó un decreto en el que declara emergencia nacional con respecto a Venezuela. Obama declaró que la situación en Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos.

Ante esa amenaza propia del arrogante imperio, el Gobierno Revolucionario de la República de Cuba emitió la siguiente declaración: El Gobierno Revolucionario de la República de Cuba ha conocido la arbitraria y agresiva Orden Ejecutiva emitida por el Presidente de los Estados Unidos contra el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, que califica a este país como una amenaza a su seguridad nacional, en represalia por las medidas adoptadas en defensa de su soberanía frente a los actos injerencistas de autoridades gubernamentales y del Congreso estadounidense.

¿Cómo amenaza Venezuela a Estados Unidos? A miles de kilómetros de distancia, sin armas estratégicas y sin emplear recursos ni funcionarios para conspirar contra el orden constitucional estadounidense, la declaración suena poco creíble y desnuda los fines de quienes la hacen.

Sin embargo, semejante pronunciamiento en un año en que se realizarán elecciones legislativas en Venezuela reafirma, una vez más, el carácter injerencista de la política exterior estadounidense.

La gravedad de esta acción ejecutiva ha puesto en alerta a los gobiernos de América Latina y el Caribe que en enero de 2014, en la Segunda Cumbre de la CELAC en La Habana, declararon a la región como Zona de Paz y repudiaron cualquier acto que atente contra ello, pues acumulan suficientes experiencias de intervencionismo imperial en su historia.

El Gobierno Revolucionario de la República de Cuba reitera nuevamente su incondicional apoyo y el de nuestro pueblo a la Revolución bolivariana, al gobierno legítimo del Presidente Nicolás Maduro Moros y al heroico pueblo hermano de Venezuela.

Nadie tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de un Estado soberano ni a declararlo, sin fundamento alguno, como amenaza a su seguridad nacional.

Así como Cuba nunca estuvo sola, Venezuela tampoco lo estará.

Absolutamente honesta y clara la Declaración de la Habana que no sólo es un enérgico rechazo a los planes intervencionistas de Washington sino un pronunciamiento a favor de la unidad latinoamericana y caribeña que en última instancia luchó por la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos sin renunciar al respeto a las normas del derecho internacional y al respeto que se merece la revolución cubana. Bien se podría calificar como un hecho histórico la victoria de los Estados latinoamericanos y caribeños en su lucha contra la hegemonía imperial de la Casa Blanca que debe reconocer que se le acabaron los tiempos del dictado y órdenes a los gobiernos que ahora anhela vivir en paz y con pleno respeto a la soberanía e independencia.

Washington ya no controla ni controlará los procesos de integración de América Latina y el Caribe que avanzan a pesar de las divergencias ideológicas y de la diversidad política, social y cultural. En la actualidad los Estados y gobiernos de la región ya no son víctimas pasivas de la política del garrote y zanahoria del imperio. Hoy son más libres porque son más unidos, pues trabajan en la concreción de un gran frente común para negociar las cuestiones de la paz y del comercio en igualdad de condiciones.

El momento histórico exige la vigencia de un gran frente común a favor de Cuba para luchar contra el bloqueo genocida y para detener los planes intervencionistas del imperio contra Venezuela.

Gobiernos y pueblos han asumido conscientemente la imperiosa necesidad de fortalecer la unidad para acelerar el desarrollo, reducir la pobreza, la ignorancia, la marginalidad y la insalubridad y su plena libertad para establecer relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo, y naturalmente con Rusia y China que han incrementado su influencia en la región, situación que incomoda y disgusta al imperio, otra razón para mantener su nefasta política de la zanahoria y el garrote.

Declarar que Venezuela es una amenaza para la seguridad de Estados Unidos es el mayor disparate de Obama y sus secuaces, a no ser que, con esas burdas amenazas, quieran demostrar su prepotencia para recuperar su dominio perdido o para boicotear la próxima realización de la VII Cumbre de las América en la que ya no ordenará a sus lacayos o con la repudiable acción para detener y romper los procesos integracionistas: ALBA, CARICOM, UNASUR, CELAC.


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