Debate: ¿Rigor analítico y propositivo o progresismo débil y errático?
Domingo 26 de enero de 2014 por CEPRID
Alejandro Teitelbaum
CEPRID
La señora Isabel Rauber ha escrito un artículo (Gobiernos populares de Latinoamérica ¿transición o reciclaje?) publicado en Argenpress el 3/1/14 y en ACTA, Agencia de Noticias de la CTA el 2/1/14, donde comienza por referirse a una nota de Eduardo Gudynas (Izquierda y progresismo: la gran divergencia) publicado en ALAI, América Latina en Movimiento el 24/12/13, y después reflexiona sobre las problemáticas sociales actuales.
La parte en que se refiere a la nota de Gudynas critica a éste porque para calificar a algunos gobiernos de la región latinoamericana emplea la expresión “nueva izquierda” y luego los “subclasifica” –escribe Rauber- como “progresistas”.
La autora le reprocha a Gudynas no definir claramente qué entiende por “nueva izquierda”, “izquierda clásica” y “progresismo”.
Es posible que Gudynas, en su corta nota, haya dado por sobreentendido lo que supone que todo (o casi todo) el mundo sabe: que se denomina “nueva izquierda” a los movimientos o líneas de pensamiento que proponen la revisión de los planteamientos marxistas (los neo y postmarxistas). Que “izquierda clásica” hace referencia a quienes defienden la plena actualidad del marxismo, en cuanto método de análisis y conocimiento y como la crítica más elaborada y completa del sistema capitalista, basado éste en la propiedad privada de los instrumentos y medios de producción y de cambio y en la explotación del trabajo humano y que postula la necesidad de su abolición para sustituirlo por un sistema socialista de propiedad colectiva de dichos instrumentos y medios de producción y de cambio.
“Progresista” para Gudynas, en el contexto de su artículo, sería la consecuencia necesaria del neoizquierdismo. Y consistiría en el abandono de la perspectiva socialista contenida en la “izquierda clásica” para quedarse, en el mejor de los casos, en reformas dentro del sistema capitalista con alguna política redistributiva generalmente por vía asistencial, que, como la experiencia indica, tiene las patas cortas y no tarda en revertirse. Los Gobiernos latinoamericanos llamados “progresistas” o “socialistas del Siglo XXI”, serían, según Gudynas, ejemplo de esto último. El título de su artículo es bastante explícito: Izquierda y progresismo: la gran divergencia (subrayo “gran divergencia”). La moral que se desprende de la nota de Gudynas es que sin los instrumentos teóricos y la voluntad política de lo que postuló hace algunos decenios en la región la llamada “izquierda clásica” , los límites de las experiencias “progresistas” latinoamericanas actuales (entre las que encuentra “diferencias notables”) son, por lo menos, bastante estrechos.
La señora Rauber, en su ejercicio de demolición de la nota de Gudynas (a quien, entre otras cosas, acusa de escribir en forma confusa) incluso le imputa elogiar al CIDH, sigla que corresponde a la Comisión y a la Corte Interamericanas de Derechos Humanas. En el artículo de Gudynas, no encontré mención alguna al CIDH.
Por cierto, no es suficiente leer el artículo de la señora Rauber para saber qué escribió y quiso decir Gudynas. Es necesario leer el artículo de Gudynas para conocer las ideas que éste expresó en el mismo. El artículo de Gudynas puede encontrarse en ALAI, América Latina en Movimiento del 24/12/13.
Pero no es mi propósito hacerme el abogado de Gudynas sino comentar brevemente algunas de las ideas expuestas por la señora Rauber en su artículo.
No cabe menos que compartir lo que sostiene la señora Rauber en el sentido de que el camino de los cambios sociales a los que aspiran las mayorías es complicado, lleno de obstáculos y de algunos interrogantes no resueltos.
Comenzaré por citar textualmente algunos párrafos de su artículo, que he agrupado en dos temas: 1) la teoría y el método y 2) la crítica del sistema capitalista y las perspectivas de un cambio social radical.
1. Sobre la teoría y el método escribe la señora Rauber:
“Analizar con parámetros de ayer la realidad del presente es fuente segura de errores”.
“El autor [Gudynas] presenta sus enfoques aún atrapado por los límites del pensamiento lineal fragmentario propio del siglo XX”
“Recuperar la dimensión analítica y sistémica de la categoría “modo de producción””
“En relación con esto, está claro que los caminos de la transición hacia la nueva sociedad y el nuevo mundo cuyo horizonte se redefine y abre con la llegada de estos gobiernos de la “nueva izquierda progresista” latinoamericana, ya no pueden analizarse con los lentes de una lupa del siglo XX, cuyos parámetros pertenecen a un mundo y un tiempo histórico que ya no existe”.
“Es interesante notar que en el tiempo en que los posmodernistas anunciaban el fin de la totalidad y del “relato” colectivo, revive con fuerza el pensamiento científico que argumenta la concatenación universal de los fenómenos en la naturaleza y en la sociedad. Por supuesto, se trata de una totalidad nueva, profundizada y ampliada con el apoyo de la nano-sociología hasta lo macro, siempre con la mirada integradora que anuncia que lo analítico (fragmentado) es parte de un fenómeno social mayor al que se articula y que en esa articulación se define socialmente, o más exactamente, se interdefine permanentemente en procesos de interacción constante y redefiniciones mutas, cambios, saltos… Tales son las dinámicas sociales dialécticas, más precisamente identificadas ahora como tales, por la denominada “teoría de la complejidad””.
La señora Rauber, además de olvidar que, por lo menos desde Marx, se ha elaborado y escrito mucho y en profundidad sobre la categoría “modo de producción”, que ahora propone “recuperar” entierra, sin mayores ceremonias, todo el pensamiento teórico y la acción práctica política, económica y social, incluidos los del siglo XX (los parámetros de ayer fuente segura de errores, límites del pensamiento lineal fragmentario propio del siglo XX, lupa del siglo XX, etc).
Niega el papel creador autónomo de la teoría (cuyas hipótesis deben, por cierto, verificarse en la práctica: unidad e interacción dialéctica de la teoría y de la práctica) olvida que sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario, que éste debe estar dotado de un proyecto que motive a los oprimidos y explotados. Recuérdese la famosa frase de Marx sobre la abeja y el arquitecto: la abeja construye el panal sin haberlo concebido previamente en su cabeza, el arquitecto construye la casa habiendo ya pensado el proyecto.
La señora Rauber escribe que el pensamiento del siglo XX es lineal y fragmentario, olvidando el método dialéctico materialista que no tiene nada de fragmentario y que en el plano epistemológico propone la dialéctica de lo abstracto y lo concreto: de la experiencia sensible a la abstracción y de esta a lo concreto pensado en sus múltiples determinaciones.
(Véase Marx Introducción a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método y Grundrisse, Tomo I, Introducción, par. 3: El método de la Economía Política).
Marx también escribió sobre su método en Miseria de la Filosofía (1847), Capítulo II, La metafísica de la economía política- El método y, junto con Engels, en La sagrada familia, (1844), Capítulo V, párrafo II, El misterio de la construcción especulativa).
Metodología imprescindible no sólo en las ciencias sociales sino también en las ciencias llamadas “duras”.
¿Qué nos propone en cambio la señora Rauber? Una nueva rama de la sociología: la “nano-sociología”, es decir la sociología a nivel de lo infinitamente pequeño, de los átomos y las moléculas. Sin comentarios. Y la “teoría de la complejidad” que otros llaman “teoría de los sistemas complejos”. Se habla también de los sistemas complejos autorregulatorios.
Serían sistemas complejos autorregulatorios los sistemas vivos que tienen la capacidad de recibir e interpretar información procedente de su interior o del medio circundante y, a partir de la misma y de sus propios requerimientos vitales, transformar su estructura y su funcionamiento dentro de ciertos límites, con el objetivo, aparentemente contradictorio, de transformarse y simultáneamente conservar su identidad. Esta característica recibe el nombre de homeostasis, autorregulación o auto ajuste: el sistema modifica sus variables de manera tal que logra alcanzar una estabilidad dinámica lo más parecida posible al estado existente antes de recibir la información. Los defensores de la perennidad de la economía de mercado dicen que el mercado capitalista es un sistema autorregulatorio: después de una crisis se autorregula, recobra su equilibrio y todo vuelve a la normalidad.
2. La crítica del sistema capitalista y las perspectivas de un cambio social radical
La señora Rauber escribe:
…”Estas polémicas…ahora tienen lugar en la realidad de un nuevo sistema-mundo regido por la hegemonía global del capital”…
“Ser revolucionario es ser parte del proceso colectivo de cambio del mundo en sentido de justicia, equidad, paz, progreso humano, en el sentido y con el contenido que esto tiene para el horizonte revolucionario”.
“Se trata de una pulseada permanente con el poder del capital en general y con los nichos de su hegemonía que están dentro de nosotros mismos”.
”Reflexionar sobre esto ayudará a pensar hasta dónde un proceso de cambios sociales raizales puede avanzar dentro del capitalismo, realidad sociopolítica, económica y cultural en la que viven y se desarrollan todos los países, gobiernos y procesos del mundo, y desde la cual y en la cual también creamos, construimos los cambios y pensamos la transición”. ”¿Acaso supone el autor que los que ganaron las elecciones podrían romper inmediata y tajantemente con el capitalismo? ¿Cómo?, ¿con cuáles fuerzas sociales?, ¿con cuales propuestas?, ¿reemplazándolo con qué sistema?, ¿apuntalando cuál civilización? ¿Acaso considera el autor que ya existe, prefabricado, el nuevo sistema productivo-reproductivo social que puede reemplazar al del mercado, y que solo se trataría de “aplicar” su recetario a las realidades concretas? ¿Se trata acaso de “aplicar” o de crear, construir y apostar a lo nuevo, conociéndolo en la medida que se lo va creando y construyendo? Estas son solo algunas interrogantes que pueden estimular el pensamiento colectivo acerca de estas problemáticas de fondo”.
“Si se acepta que los procesos todos se desarrollarán durante bastante tiempo dentro del capitalismo, es de suponer entonces, pulseadas constantes, palmo a palmo, con el poder del capital, luchando por construir, sostener y desarrollar desde abajo otra hegemonía, popular, orientada a abrir cauces a una nueva civilización, anclada en el Buen Vivir y Convivir”.
“Que estas reflexiones contribuyan a promover debates necesarios acerca de la transición hacia el mundo nuevo, alentando la búsqueda de un nuevo modo de producción y reproducción que haga posible el Buen Vivir y Convivir entre la humanidad y la naturaleza, anclado en nuevos paradigmas de bienestar, progreso, desarrollo y democracia, alimentando así un nuevo pensamiento critico revolucionario que nos convoca hoy a defender la vida atravesando los campos minados por el capital, sin entrenamiento previo”.
La señora Rauber, cuando escribe que la hegemonía global del capital es de ahora, olvida que la hegemonía global del capital existe desde que existe el capital como sistema, con el paréntesis parcial y finalmente fracasado del socialismo real y olvida que la mundialización existe según algunos estudiosos desde el descubrimiento de América y la colonización y, sin duda, desde hace más de cien años con el imperialismo y con algunas particularidades que se remontan a algunos decenios que no han modificado, sino acentuado, su esencia explotadora y alienante. Sobre el estado actual de la explotación capitalista y otros temas, CEPRID me publicó el 29/12/13 “Explotación capitalista: tiempos modernos y tiempos actuales” (http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1796).
La señora Rauber pronostica que hay capitalismo para rato (“una pulseada permanente con el poder del capital”, “Si se acepta que los procesos todos se desarrollarán durante bastante tiempo dentro del capitalismo”).
La señora Rauber formula una serie de preguntas que deja sin respuesta. Es decir no tiene propuestas salvo un incierto futuro de “justicia, equidad, paz, progreso humano” y de “nuevos paradigmas de bienestar, progreso, desarrollo y democracia”, con la terminología de un político burgués en plena campaña electoral.
No se ha ocupado la señora Rauber en su artículo ni la ha mencionado una sola vez la cuestión crucial que está planteada desde hace rato, que la profundidad de la crisis actual ha puesto al orden del día y que constituye el núcleo de un cambio social radical: la abolición de la explotación capitalista.
La señora Rauber, queriendo replicar a Gudynas, con su artículo no ha hecho otra cosa que confirmar la tesis de este último: el abandono de lo que Gudynas llama la izquierda clásica, que yo prefiero llamar la crítica marxista del capitalismo y un proyecto de sociedad socialista que implica la abolición de la explotación capitalista y la instauración de una democracia participativa sin líderes providenciales con virtudes mágicas, conduce inevitablemente al callejón sin salida de un “progresismo” que no tarda en revertirse en “regresismo”.
Marx, como desde hace ya cierto tiempo lo reconocen economistas y otros pensadores de distintas especialidades y tendencias, tiene rigurosa actualidad.
Alejandro Teitelbaum
Autor de La armadura del capitalismo. El poder de las sociedades transnacionales en el mundo contemporáneo. Editorial Icaria, España. 2010.
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