DEPENDENCIA NEOCOLONIAL
Martes 20 de mayo de 2008 por CEPRID
“Una economía subdesarrollada es una economía en la que el equipo de capital existente no es suficiente para el pleno empleo de la fuerza de trabajo disponible, de acuerdo con las técnicas modernas de producción” Lange
TRIBUNAL DIGNIDAD, SOBERANÍA, PAZ CONTRA GUERRA 20 - V - 2008 CEPRID
Los países del Sur comparados con los del Norte son países pobres y desde el fondo de esa realidad de espanto han sido llamados tercermundistas, periféricos, subdesarrollados, en vías de desarrollo, dependientes, neocolonizados. En nuestra América Latina cualquier denominación no pasa de ser un eufemismo para esconder el drama de la neodependencia y neocolonización impuestas por Estados Unidos en su última fase de potencia imperial unipolar.
Históricamente, nuestras patrias han sido conquistadas, sometidas y colonizadas sucesivamente por los imperios español, inglés, portugués. Holanda y Francia, también, se creyeron con derecho a tener parcelas coloniales en esta América Latina. Los imperialismos de distinta especie, épocas y modos se caracterizaron por ejecutar un sistemático saqueo de los ricos e incuantificables recursos naturales, y por ejercer la más inicua y execrable expoliación de los recursos humanos a los que sometieron a variadas formas de esclavitud y servidumbre.
El imperialismo depredador jamás ha querido reconocer su culpabilidad y responsabilidad en los procesos de atraco y explotación que condenaron a nuestros pueblos a la pobreza, a la indigencia, a vivir en el analfabetismo, en la insalubridad y sobrevivir en entornos de violencia social, desequilibrios y brechas profundas entre las minorías soberbias y prepotentes que nadan en la abundancia y las mayorías desposeídas que son excluidas y marginadas dentro del mismo sistema y de sus veleidades de desarrollo, progreso y bienestar, sistema diseñado para servir a los intereses de las clases dominantes que, curiosamente, han sido aliadas y cipayos del poder imperial.
El desconocer la responsabilidad imperial en el saqueo que negó el derecho de nuestros pueblos al desarrollo, ha sido una constante histórica que ha limitado, inclusive, cualquier plan de colaboración entre los imperios y sus “ex colonias”. El imperio actual ha preferido recurrir al indignante asistencialismo que ha provocado variados procesos de neocolonización y neodependencia, factores ciertos de realidades que demandan la urgente liberación de nuestras patrias que no pueden estar sometidas Planes de Ajuste Estructural, a numerosos planes de desarrollo que devinieron en fracasos absolutos o a modelos económicos ajenos a la realidad latinoamericana como la Alianza para el Progreso, el modelo denominado de sustitución de importaciones, las teorías cepalinas o el fatal y brutal neoliberalismo. Ningún plan originado en los escritorios imperiales o de sus testaferros ha sido capaz de superar los desequilibrios socio-económicos, combatir la inflación, el desempleo, la pobreza, o tratar siquiera de remediar las consecuencias del desarrollo desigual. El drama latinoamericano ha originado la toma de posiciones teóricas que tratan de explicar, por lo menos, el subdesarrollo y la neodependencia.
Los profesores W. W. Rostov y W.A. Lewiss diseñaron la llamada “Teoría del Despegue” según la cual, los países en estado de subdesarrollo deberían promover, para alcanzar su crecimiento, unas tasas de ahorro nacional que oscilen entre un 10% y un 12% por un período de dos o tres décadas. Pero, de qué manera se puede alcanzar ese ahorro en economías pobres y empobrecidas por el saqueo imperial de los recursos naturales y humanos y por la voraz usura de sus instituciones como FMI, BM y BID?
En esa teoría del despegue hay otros factores que posibilitarían el crecimiento y éstos se relacionan con la tenencia de una infraestructura básica, con una definida estructura política, social, cultural, con una estructura monetaria sólida y con un “hábito” de eficiencia y honradez en la administración pública. América Latina explotada desde adentro y desde afuera, víctima de una dependencia desarrollada que aniquila soberanías y libertades, dominada por élites políticas y sociales avaras y ambiciosas, parasitarias y explotadoras carece de adecuada infraestructura física y los pueblos sin poder de decisión están impedidos de participar en la toma de decisiones del Estado y de los gobiernos. La Teoría del despegue sólo aumenta el pesimismo porque proviene de la ideología capitalista dominante.
H. Myint explica que los países subdesarrollados sufren graves problemas y entre ellos, los más agudos se relacionan con su elevada dependencia, con la producción de dos o tres productos de carácter primario que, lógicamente, quedan a merced de los precios que imponen los países ricos y poderosos. De esta manera, se incrementa la dependencia y se mantiene a nuestros países en perpetuo subdesarrollo.
El capitalismo desarrollado ideó la División Internacional del Trabajo y condenó a los países del Tercer Mundo al monocultivo y a la provisión de materias primas para que los países ricos impongan sus productos manufacturados a precios exorbitantes. Así, para comprar un tractor agrícola producido en el país desarrollado, el país subdesarrollado debe producir y vender cientos de toneladas de arroz, de banano, de caña de azúcar, de aceite de palma africana. Los precios de los productos manufacturados suben en proporción geométrica en tanto que las materias primas y los productos primarios de los países subdesarrollados crecen en proporción aritmética. Resultado: El subdesarrollo impuesto es una constante del capitalismo mundial y, en especial, del capitalismo imperial que eleva la dependencia, incrementa el intercambio desigual que liquida cualquier intento de desarrollo.
El pensamiento latinoamericano
Bajo el auspicio de la ONU, Raúl Presbich propuso su teoría que se convirtió en el génesis de la denominada Escuela de Pensamiento Latinoamericana. Básicamente se opuso a los defensores del libre mercado y defiende el desarrollo de políticas internas para los países del Tercer Mundo, pero políticas económicas que de nada sirven si no vienen acompañadas de una eficaz cooperación internacional.
Según el chileno Presbich “la alternativa de los países subdesarrollados era:
Un desarrollo “hacia adentro” sustituyendo las importaciones y defendiendo sus incipientes industrias con fuertes medidas proteccionistas”
El valor de la propuesta de Presbich quizá radica en pensar que el desarrollo de los países de nuestra América Latina no debe depender jamás de las “ayudas” del Norte rico y desarrollado. La forja del desarrollo de nuestras patrias debe provenir de un nuevo Orden Económico Internacional que sea capaz de demoler y transformar las estructuras del comercio internacional que propugna y ampara el intercambio desigual y protege los desequilibrios. ¿Podrían nuestras patrias caminar hacia el autodesarrollo? Si se lograse una mayor equidad en el intercambio, tal vez, paulatinamente, se pudieran eliminar las secuelas funestas del subdesarrollo que se han enquistado en los países de nuestra América Latina y en todos los países del Tercer Mundo.
Nada es posible si persiste la inicua explotación que sufren nuestros pueblos por parte del imperio unipolar y hegemónico, pero el imperio estadounidense tampoco podría ejecutar sus planes geopolíticos y alcanzar sus objetivos de dominación neocolonial si no contara con la complicidad de las oligarquías criollas y sus derechas económicas, sociales, políticas y culturales, sus fuerzas armadas guardianas del sistema capitalista neoliberal y que actúan como ejércitos de ocupación en sus propias patrias para servir los intereses de las clases dominantes, de las transnacionales oligopólicas y del imperio.
Más allá de teorías, pensamientos y prácticas está la capacidad de resistencia y lucha de nuestros pueblos que, cansados de tanta expoliación, podrían desarrollar la conciencia necesaria para luchar por la segunda y definitiva independencia. El drama de los países en vías de desarrollo podrá concluir con el triunfo de los movimientos de liberación nacional que será posible cuando cada pueblo practique el valor de la solidaridad, la comprensión cabal de las causas y razones de la pobreza en que vive, cuando todos sean capaces de asimilar los conceptos de pobreza e indigencia y el por qué de esas insoportables realidades.
El subdesarrollo debe ser entendido integralmente para poder combatirlo eficazmente. El subdesarrollo no responde a conceptos puramente economicistas, a estadísticas que hablen del PIB, capacidad productiva, instalación y uso de infraestructura, capacidad de ingresos y egresos, de gastos corrientes y superfluos, de gastos en carreras armamentistas y en el uso de bien equipados aparatos represivos de los Estados. El concepto de subdesarrollo abarca la totalidad de las facetas de vida de los pueblos: política, economía, sociedad, cultura, pero ante todo es una posición mental, una definición doctrinaria e ideológica que enseñe a pensar en el por qué de estas situaciones de desnutrición, analfabetismo, enfermedad, carencia de vivienda digna, desempleo y subempleo, desigualdad social y económica, vida bajo los umbrales de la pobreza, muerte por falta de recursos o muerte prematura por las enfermedades de la pobreza. Subdesarrollo es falta de vías de comunicación, destrucción indiscriminada de la naturaleza, contaminación ambiental, inexistencia de hospitales y escuelas, falta de maestros, médicos y profesionales científicos y técnicos y, cierto que subdesarrollo es monocultivo, producción de materias primas a bajo precio, escaso nivel de crecimiento macro y macroeconómico, reducido uso de tecnologías de producción, ineficacia en los sistemas productivos, corrupción en todos los niveles del Estado y gobierno y en todos los estratos poblacionales. ¿Por qué?
¿Por qué vivir bajo el umbral de la pobreza siendo tan ricos nuestros países?
¿Por qué aceptar pasivamente la división entre ricos y pobres, es decir entre los que tienen todo y los que apenas sobreviven con un dólar o menos al día?
¿Por qué los hijos de los pobres no van a las escuelas, colegios y universidades?
¿Por qué los niños pobres tienen que trabajar, ser objeto de explotación sexual, de tráfico de menores, de venta de órganos?
¿Por qué el hambre y las enfermedades se ensañan y castigan a los pobres?
¿Por qué habiendo tanta pobreza, se paga la inmoral deuda externa que ya está pagada hasta diez veces?
¿Por qué nuestras patrias siguen tendiendo fuerzas armadas que no sirven a los pueblos sino al imperio y a los ricos?
¿Por qué nuestra pobreza compra tantas armas para ser usadas en qué guerras?
¿Por qué nuestra América Latina no tiene hospitales, centros de salud, médicos, enfermeras, medicamentos, alcantarillado, agua potable y por qué niños y mujeres, hombre y ancianos siguen padeciendo enfermedades que ya no existen en los países ricos y siguen muriendo sólo por ser pobres?
Una reflexión indispensable
Es preciso reflexionar en el sistema de tantas injusticias que permite la existencia de desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales.
Es indispensable pensar en una realidad básica e irrefutable: Todos los países que se formaron de antiguas colonial han pasado a ser parte del denominado Tercer Mundo y desde la aplicación del neoliberalismo que socializó la pobreza y privatizó la riqueza, inclusive, del Cuarto Mundo.
Los países ricos y poderosos alcanzaron riqueza y poder por las siguientes razones:
Saquearon los recurso naturales de nuestras patrias hasta caso agotarlos o extinguirlos.
Explotaron despiadada e inhumanamente a los pueblos aborígenes con la complicidad de las clases dominantes u oligarquías de cada una de nuestras patrias.
Impidieron el desarrollo industrial sometiendo a nuestras patrias al monocultivo, a la producción de materias primas para ser compradas a bajo costo y vendernos productos manufacturados a precios elevados. Este es el famoso intercambio desigual.
La revolución científico-técnica fue utilizada como una poderosa arma imperial para someter a nuestros pueblos, incrementar la dependencia científica y tecnológica para explotar de mejor manera a nuestras patrias.
El uso de la tecnología occidental liquidó las formas artesanales de producción.
Las guerras de la independencia iniciaron la deuda externa y aumentaron la dependencia.
La independencia alcanzada por nuestras patrias permitió el afianzamiento de las clases dominantes al interior de nuestras patrias.
El imperio español fue reemplazado por el imperio estadounidense que utilizó formas sutiles de dominación, neocolonización y neodependencia.
El imperio estadounidense saqueó, explotó y depredó a nuestras patrias con invasiones y guerras de por medio o con la imposición de gobiernos serviles y dictaduras fascistas, crueles y sanguinarias en los siglos XIX, XX y primeros años del siglo XXI.
Estados Unidos en su fase imperial ha sometido a nuestros pueblos con el poder del dólar, de las armas y con la política del gran garrote. Se ha llevado el petróleo y los minerales, las materias primas y los cerebros de hombres y mujeres latinoamericanos formados a elevados precios pagados con la pobreza de nuestros pueblos para que vayan a servir al imperio que les ofrece residencia y buenos sueldos pagados en dólares.
Estados Unidos ha penetrado profundamente en la vida de nuestros pueblos. Hoy, prácticamente no hay esfera en la que Estados Unidos no intervenga. La injerencia del imperio en América Latina es inmensa e innegable y para ello cuenta con las actividades encubiertas de la CIA que planifica y ejecuta golpes de Estado en contra de gobiernos democráticos y progresistas. Estados Unidos desestabiliza naciones, destruye economías nacionales, comete magnicidios, forma, asesora, equipa y financia a fuerzas armadas y a todos los aparatos represivos de nuestras patrias, instruye y capacita en métodos de tortura, ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada de personas, todo en nombre de la democracia, las libertades y los derechos humanos.
Estados Unidos es el poderoso imperio causante del subdesarrollo y la pobreza, de la muerte y desaparición de centenares y miles de patriotas latinoamericanos. Estados Unidos es el origen de la dependencia y neocolonización de nuestras patrias.
Quito, mayo de 2008
CEPRID
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