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La soledad de la razón humana en la acción del inconformismo árabe

Martes 3 de mayo de 2011 por CEPRID

Asocamerlat

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Cuando se plantea el problema de la razón, somos enviados a muchos puertos. Uno de ellos es al racionalismo, pero el que nos ocupa, por tratarse de un acontecimiento inesperado, masivo y sorprendente que llena de emoción y también de anhelo, porque interroga el pasado, el presente y el porvenir de todo un territorio, nos conduce necesariamente a la noción de progreso y a la noción de conciencia, elementos decisivos para bosquejar la rebelión árabe. En lo que se relaciona al progreso, éste tiene dos aspectos. Por una parte está el progreso material de toda la sociedad humana, y por la otra, el progreso de las codificaciones intrínsecas que determinan el proceder tanto del individuo como el de la sociedad. Proceder que es la consecuencia de la manera de pensar en cada estadio de la evolución de la especie humana. En breve, a esto último es a lo que denominamos conciencia.

En cuanto a los avances, la sociedad humana nunca antes había tenido a su disposición tantos bienes materiales para la satisfacción de sus necesidades primarias y secundarias. Decir o sostener lo contrario, es ignorar la realidad de hoy y de su pasado.

Pero ¿qué sucede? Entre el colosal desarrollo material y el desarrollo de la conciencia hay un desequilibrio abismal; mientras que los medios materiales conquistan el espacio cósmico, la conciencia humana apenas está saliendo de la edad de piedra.

¿De qué otra manera puede explicarse tanta desigualdad e injusticia que anda dando zancadas por el mundo? Desmanes en el manejo del poder diría un cínico. Un moralista lo explicaría por la desmedida ambición del dinero, y un pensador constata que los pueblos están hoy apenas en la conciencia del en si, es decir, saben que existen. La conciencia del para si, o sea, aquélla que pone en sus manos los medios políticos y económicos a su servicio, apenas está en boceto mirando el porvenir. ¡He aquí la problemática de la revuelta árabe! El descontento que estamos presenciando de los árabes, que es fundamentalmente el descontento de su juventud, con la cual nos identificamos y nos solidarizamos plenamente, no presenta antecedentes en la historia reciente de las sublevaciones populares. En cuanto a su origen podemos aventurar varias hipótesis; sin embargo, se presenta una constatación al analizar con detenimiento que está impulsado por dos motores: la espontaneidad y la injusticia social; entendido este último término en el más amplio sentido de la palabra. Esto no descarta fenómenos colaterales como la incitación y los intereses foráneos que están pescando en río revuelto para no quedar por fuera en la nueva realidad.

No vamos a enumerar aquí las causas, las que todos saben y gritan, porque de tanto gritar se convertiría en un murmullo que al final nadie oye por lo indefinible del sonido. Los que manejan el poder, cuando se sienten amenazados, recurren a mil razones, una de ellas es la razón de Estado, para hacer lo que tienen que hacer en defensa de sus intereses, que obviamente es la defensa de los intereses de la franja social en el poder, de ahora y de siempre. Frente a ésta, está la razón de los pueblos, que en el caso es la razón árabe.

Para comprender la razón árabe, es determinante saber qué es el Estado. Él es el horizonte y también la brújula del cambio social, debido a que es la herramienta con la cual se modifica la estructura colectiva vigente. El Estado es una institución morigeradora de los intereses de los asociados y para ejercer su función es coactivo; esencia simple. Lo conforman varias ramas que tiene funciones específicas, como es la de aplicar justicia, dar educación, crear desarrollo y sucesivamente. La razón del pueblo árabe, no está en el apoderamiento físico del Estado, pues todos los Estados del mundo sin excepción en lo que constituye su corporidad material, lo conforman las clases populares. En la sociedad de mercado o capitalista, nunca se ve a un millonario como empleado público, pues éste es un oficio que no le concierne, ni tampoco le interesa. Es de fácil conclusión que el Estado es un aparato ejecutor. La clave entonces se encuentra celosamente guardada en la norma, que es la esencia determinante de lo público y de lo privado.

La razón de la voluntad popular árabe debe estar condensada en la norma, si esto no sucede no habrá ningún cambio, escasamente pintura en la fachada del muro social, y con letras indelebles el graffiti de la historia escribirá una frustración más de los pueblos de esta parte del mundo.

¿Qué normas? Esta respuesta sólo la puede dar la juventud y el pueblo árabe que tiene un pasado brillante e envidiable, un presente rebelde y un futuro promisorio. Su descontento hoy se ha convertido en tea que atrae las miradas del planeta en espera de un desenlace digno de su combate.

Como escritor, soy un constructor de mundos imaginarios y también de mundos posibles; por ello sueño con un amanecer al revés, donde los que están arriba pasen abajo. Veo en la distancia una Arabia Saudita convertida en República, con una asamblea popular, cuyos miembros hayan sido elegidos por votación, removibles a todo momento y sancionados en caso del menor asomo de corrupción. Encuentro inadmisible e incomprensible, que toda la riqueza de Arabia Saudita, la cual es una riqueza natural, y en razón de esto, le pertenece por igual a cada uno y a todos los sauditas, y no a sus Majestades, verdaderas obsolescencias, que son una ínfima minoría empotrada en el poder en nombre de la tradición y otras supercherías para legalizar el apoderamiento de la riqueza que produce el suelo. Igual cosa sucede en otros Estados en el área. Ilusiono que la escoba del cambio ice el asta de la República desde Marruecos hasta Bahrein, barriendo a todos los déspotas, no importa cual sea su pelambre, y como todo lo inútil, lo boten al cesto de la historia.

Avizoro en el horizonte del cosmos un destino distinto para el pueblo árabe, allá donde la utopía de las aspiraciones y el soñar comienzan a tangibilizarse, para cristalizar la idea de libertad que corresponde a la modernidad que exige el siglo XXI, la cual se encuentra en la concretización de la satisfacción de las necesidades primarias y secundarias, lo que es posible si el pueblo árabe se funde en una sola unidad de intereses comunes, a todo lo ancho y largo de su geografía, creando una zona similar a la Comunidad Económica Europea. Hecho que le permitirá un verdadero desarrollo, consecuencia de haber creado las condiciones para el nacimiento de una ciencia y una tecnología propia, capaz de industrializarlos; condición determinante para brote una nación verdaderamente grande y libre; lo demás no es cosa distinta a fastuos aislados, vitrina de algunos países cuyas puntas de sus edificios le rascan el ombligo al cielo sobre un piso deleznable al compás de la sinfónica hecha por cantos de sirenas cuyo fin último es anestesiar a sus sectores populares.

La revuelta árabe ha sacado a flote los titileos de un nuevo orden jurídico internacional, el que ahondándose y siendo justo e imparcial, sería un progreso en materia de derecho internacional. Él podría asumir la conflictualidad emanada de las distintas asimetrías nacionales como es la violencia armada interna o externa entre estados. El desalojo de los déspotas, la restitución de los gobernantes legítimos en caso de golpe de estado, la obligatoriedad de reconocer el resultado de las urnas entre los contendientes, y en ese orden, otras endemias en un país dado. Situación que afecta a los Estados directa o indirectamente, en mayor o menor grado, y por ello les concierne a todos. Esto que es objetivo puede sustentar una deontología avalada por un organismo internacional que permita intervenir en un país determinado en casos específicos, con sus delimitaciones estrictas, producto de una legalidad establecida, emanada previamente de un acuerdo unánime por todos los miembros de la comunidad internacional, que en este caso puede ser la ONU. Institución si logra reconstruirse para garantizar la equidad en sus decisiones, porque hasta ahora allí se impone la voluntad de los Estados fuertes. La insurgencia de los pueblos árabes nos ha permitido observar la fenomenología donde la realidad supera la ficción, expresada más arriba en el aforismo popular, "en río revuelto, ganancia de pescadores". Distintos intereses confluyen en la reestructuración de los Estados árabes; ninguno por sincero humanismo o filantropía, cada uno en protección de lo suyo, ¡esa es la verdad! Para ello se ha echado abajo la soberanía de las naciones, la libre autodeterminación de los pueblos y la no ingerencia en los asuntos internos de los países. Todos los anteriores puntos, conquista de los estados débiles para defenderse de los abusos de las grandes potencias.

La intervención en Libia es legal, puesto que emana de la ONU, cosa distinta es cómo se llegó a esa legalidad y los términos de la misma. La resolución se sustenta en una pretendida defensa de una presunta población civil en peligro, lo que es un eufemismo para decir lo menos. Hay muchas razones que demuestran lo contrario, recurro solamente a una. Cómo se puede defender a una población civil a punta de bombas que les caen desde el cielo, lanzada por aviones que ni siquiera tienen enemigo en el horizonte que les haga segregar la adrenalina y añorar el heroísmo.

El objetivo fundamental en el conflicto que estamos presenciando, es el derrocamiento de coronel Gadafi, asunto que no contempla la resolución. Como el tema tiene mucha tela para cortar, resumo. Aquí el remedio puede presentarse peor que la enfermedad, ¡riesgo delicado!.

El movimiento social se acelera cada vez más por múltiples razones. Resultado, los individuos viven realidades que apenas alcanzan a digerir, muy particularmente los jóvenes que en su corto pasado nada tienen, mientras que el futuro les muestra todo un mundo por ganar. En ese horizonte palpable y alcanzable se encuentra el secreto fascinante de occidente, que es más poderoso que sus portaviones y bombas inteligentes. En Yemen, país donde la población civil ha puesto muchos muertos hasta el momento, y donde las mujeres para poder salir a la calle deben llevar todo su cuerpo cubierto, además de pedir permiso al padre, hermano o marido. Una joven de nombre Fátima Al Aghbari acaba de abrir en Internet un blog que la puso en contacto con otras jóvenes. Ellas ahora salen a manifestar sin velo y en medio de una muchedumbre masculina, exigiendo la igualdad de género en todos los planos; aquí se cumple una vieja consigna de la mujer latinoamericana: "la liberación de la mujer es obra de ella misma". Esta brecha era la que debían haber tenido en cuenta algunos apologistas, ellos filósofos de diploma francés, en vez de meterle leña a la fogata. Nueva realidad social que afecta también en su avance y cambio a las potencias. Constatamos que se ha iniciado la muerte de las hegemonías mundiales, las políticas imperiales entran en declinación cualquiera que sea el que las promueva por carecer de espacio. En su reemplazo está emergiendo la horizontalidad en las relaciones entre estados y pueblos, acompañada de lo pluripolar y la unidad de lo diverso. Igualmente la sublevación árabe nos muestra que la guerra clásica ha entrado en el espacio agónico en compañía de la concepción militar estratégica y táctica, y haciéndole dúo su aparato militar. En vista de lo poco eficaz, que ha sido en término de dividendos para alcanzar el objetivo estratégico, apenas ha logrado convertir los lomos de Libia en un amplio polígono de ensayo y entrenamiento. Y para quienes compran armas sofisticadas con el propósito de defensa de agresiones externas, la decisión resulta equivocada, debido a que sus aviones y cohetes no logran ni siquiera despegar del suelo, en razón de que tecnologías más avanzadas y secretas, producidas por sus vendedores, los anulan al menor parpadeo.


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