EL EMPERADOR AFROAMERICANO Y EL PATIO TRASERO DEL IMPERIO
Lunes 18 de abril de 2011 por CEPRID
COMITÉ INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA PARA AMÉRICA LATINA (CISPAL)
CEPRID
Cuando Barack Obama era candidato para convertirse en el primer emperador afroamericano, con su discurso de redentor y poses de muchacho bueno, cautivó a muchos intelectuales y políticos de América Latina, inclusive de sectores progresistas, democráticos y de izquierda radicales que creían que, con su presencia en la Casa Blanca, comenzarían a cambiar las realidades de dominación neocolonial, olvidándose del viejo adagio popular que dice que no importa el color del gato, siempre y cuando cace ratones y, en este caso, como si la melanina fuera, por si sola, capaz de liquidar la política exterior agresiva e imperialista que practica Estados Unidos desde hace algo más de doscientos años.
No importa que sea un presidente con raíces africanas, y tampoco importa su retórica de cambio porque el imperialismo es más poderoso que las intenciones y porque sus garras se clavan profundamente en las entrañas de nuestra América Latina, para extraer hasta la última gota de sus recursos naturales y humanos.
En la reciente visita al “patio trasero” representado por Brasil, Chile y El Salvador, Obama desempeñó su papel paternalista, firmó acuerdos comerciales, mantuvo algunas promesas, reiteró gastadas retóricas, encantó con su familia a los desamparados, y abrazó a empresarios y políticos para demostrarles que aún gozan de la confianza del poder yanqui y para reafirmar que habrá más de los mismo, o peor, en el camino trazado de injerencias y recuperación del terreno perdido en América Latina. La hegemonía imperial se mantiene muy a pesar de la UNASUR y ALBA.
El afroamericano Obama, en cuanto se instaló como inquilino de la Casa Blanca se convirtió en obediente continuador de las políticas económicas y guerreristas diseñadas por la clase dirigente anglosajona y mandó al baúl de los recuerdos al discurso prometedor de nuevas ópticas sobre las relaciones internacionales en las que los países tercermundistas debían convertirse en socios y dejar de ser sirvientes del amo imperial. Por encima de las experiencias de otros afroamericanos como Condolezza Rice o Collin Powell, muchos consideraron que Obama propondría y ejecutaría cambios sustanciales pero se toparon con la misma realidad o más execrable debido a la necesidad de Washington de recuperar la omnipresente hegemonía en América Latina. En consecuencia, sean emperadores blancos o negros, el carácter imperialista de Estados Unidos sigue siendo igual en sus objetivos geopolíticos, ambiciones coloniales, metodologías y prácticas respecto del Tercer Mundo.
El imperio administrado por Obama en nada ha cambiado. Medio Oriente, América Latina, Irak, Afganistán, los Balcanes o África son víctimas de la política injerencista o ¿acaso se acabaron el Plan Colombia, Plan Patriota, la Iniciativa Regional Andina, el Plan Mérida? ¿Ha sido retirada la IV Flota? ¿Estados Unidos ha retirado las bases militares de América Latina y el Caribe? ¿Palestina ya no es víctima de Israel y Estados Unidos? ¿Las tropas invasoras han salido de Afganistán e Irak?
Los palestinos aún son asesinados a mansalva, las tropas yanquis siguen en Irak, Afganistán y en los Balcanes, y África es el continente del saqueo y de todas las miserias humanas instaladas por los ex colonizadores y sus reemplazos yanquis. Ahora, con la OTAN que es el brazo armado del imperio y sus aliados europeos, inició guerras y desestabilizaciones entre los árabes, pero mantiene su política imperial en las cuasi colonias de Arabia Saudi y en Bahreim, con gobiernos traidores y entreguistas. Con Obama el mundo es igual o peor al de Reagan o Bush, Kennedy o Clinton, porque republicanos o demócratas son la misma cosa con diferente lana. Burro o elefante pisotean o patean con igual saña.
El periodista y analista José Antonio Gutiérrez D. refiriéndose al candidato Obama afirmaba: “Es que es un demócrata”, nos dicen. ¿Se olvidan que fue el demócrata Kennedy quien impulsó la invasión de Bahía Cochinos y que fue él quien, aplicando la teoría de la zanahoria y del garrote, impulsaba el bluff desarrollista de la Alianza para el Progreso a la vez que ajustaba la implementación de la doctrina de “Seguridad Nacional”? ¿Se olvidan de que fue Clinton quien bombardeó Irak (1998) y Somalia (1994)? Esto para no mencionar todos los criminales desaciertos en los Balcanes… ¿Se olvidan del embargo criminal que Clinton impuso sobre Irak, el cual, según cifras de UNICEF, costó la vida al menos a 500.000 niños? ¿Se olvidan de que fue Clinton quien comenzó con la retórica de las armas de destrucción masiva en Irak?
¿Qué nos ofrece a los latinoamericanos Obama? Algo quizás peor que Bush: más intervención, más dominación, más injerencia, más muerte. La política del mal menor se vuelve una cruel paradoja en los aires imperiales que se da Obama para hablar de su “patrio trasero”. Ahora que los EEUU están siendo desplazados de los mercados latinoamericanos por China y por la Unión Europea, que entran pujantemente en la región con sus propios Acuerdos de Libre Comercio, amén del poder regional emergente de Brasil (sin olvidarnos del pánico que causan en Washington los proyectos de unificación regional capitaneados por Venezuela, los cuales también disputan su hegemonía), Obama nos echa en cara de que convertirá a nuestro territorio en un campo de batalla para recuperar hegemonía y terreno. La competencia por nuestros mercados ya está echada y sabemos quiénes serán los grandes perdedores sea cual sea la potencia que gane: nuestros pueblos.
Que los seguidores de Obama que aún quedan entre políticos e intelectuales izquierdosos de América Latina terminen por desengañarse, porque el emperador afroamericano sólo sirve para continuar la política agresiva e intervencionista tradicional de los Estados Unidos hacia nuestra región, de un paternalismo trasnochado, el cual en su opinión no es aún lo suficientemente contundente.
Su visión hacia Latinoamérica no es diferente a la de Bush hacia Medio Oriente, solamente que los personajes se adaptan a las condiciones locales: las FARC-EP reemplazan a Al-Qaeda, la lucha contra el narcotráfico reemplaza la lucha contra el terrorismo, Chávez reemplaza a Saddam Hussein y Venezuela reemplaza a Irán. Los proyectos regionales independientes de Venezuela, Bolivia y Ecuador, que se apartan del “Consenso de Washington”, constituyen el nuevo “eje del mal”.
Para Obama, Venezuela es un régimen autoritario, que pretende acabar con la democracia y los derechos humanos como la libertad de expresión. Nicaragua, Ecuador, Bolivia al uncirse a la política de Chávez se constituyen en gobiernos perniciosos, una especie de eje del mal y virulento ejemplo para otros países de América Latina, razón suficiente para que sean exterminados y, para ello, es preciso apoyar a gobiernos como el de Santos en Colombia o García en el Perú, apoyar a la oposición y planificar, asesorar, financiar y ejecutar golpes de Estado con la CIA, la USAID, NED y otras organizaciones de penetración imperial. Honduras fue un ensayo exitoso.
J. A. Gutiérrez D. afirma que Obama nada nuevo puede ofrecer a América Latina a no ser el incremento de la diplomacia del dólar o sea más intervención económica, más ofertas de microcréditos y otras inmundas limosnas para incrementar la dependencia, y promesas vacías de ideologías fallidas como el Consenso de Washington. Su retórica, de hecho, está impregnada de la añeja Doctrina de Seguridad Nacional, y en su intento por recalentar programas intervencionistas fracasados llama, textualmente, a una Nueva Alianza para las Américas, que se parece sospechosamente al desacreditado fiasco de la “Alianza para el Progreso” impulsada por Kennedy en los ’60.
Imperialismo empantanado
Es natural que Obama recrudezca la política imperialista hacia América Latina: mal que mal, él sabe que se está haciendo cargo de un barco que se hunde, de un imperialismo empantanado en problemas políticos, económicos y militares. La profundidad de la crisis norteamericana no es, esta vez, fruto de los deseos alucinados de algunos cuantos izquierdistas utópicos –magnates como Soros y economistas como Stiglitz se han convertido en los principales profetas de la crisis. Y todo imperio en crisis recrudece su violencia, de la misma manera en que una persona que se ahoga da manotazos ciegamente tratando de mantenerse a flote. De igual manera, Obama ya ha reiterado sus amenazas en contra de Venezuela y de Irán.
Todo proyecto agotado precisa remozar su imagen, darse ciertos aires de renovación para ocultar su extenuación. Es este agotamiento del American Way el que ha permitido que ocurra lo impensable ¡un presidente negro! El capitán perfecto para la crisis, un cambio cosmético para que la sustancia del sistema de dominación se mantenga igual: el imperialismo no es un asunto de melanina.
Las políticas imperialistas de los EEUU no es algo que cada presidente norteamericano decide: es un elemento muy bien engranado en la estructura estatal yanqui, en las fuerzas sociales que moldean la vida de esa nación, y la única fuerza que puede alterar esto es la movilización popular desde la base. Recordemos algo que frecuentemente olvidamos: en los EEUU también hay pueblo. De ese pueblo dependen los cambios. Un presidente norteamericano, a lo más, puede decidir qué versión del imperialismo es la que aplicará, si un imperialismo neandertaloide, o un imperialismo de “consensos” forzados, sostenía Gutiérrez.
El emperador afroamericano al dignarse visitar a Brasil, Chile y El Salvador pretendía difundir un mensaje esperanzador de abrir nuevas relaciones con América Latina al afirmar que la región importa, pero importa para la seguridad de Estados Unidos, para aprovechar los recursos latinoamericanos que le permitan paliar la peor de las crisis, para expandir las ventas norteamericanas a un mercado cautivo de más de 400 millones de personas. Obama fue enfático al admitir que “América Latina es más importante que nunca antes para la prosperidad y la seguridad de Estados Unidos, y se va a volver más importante…” Esta es la esencia del famoso Discurso a las Américas ofrecido en Santiago de Chile y, naturalmente, no pudo ser más claro: Importa Latinoamérica, pero para el bienestar y progreso de Estados Unidos y ante el poder y necesidad imperial, ¿qué importa la realidad de pobreza-indigencia, analfabetismo, violencia delincuencial, subdesarrollo y abandono en que permanecen los pueblos sumidos en democracias de papel, en ilusiones de libertad, en espejismos de respeto a los derechos humanos y en realidades de injerencias económicas y políticas bajo permanente amenaza militar que nace en las bases militares dispersas por toda América Latina y el Caribe?
El Discurso a las Américas se caracterizó por la retórica conocida, “pero se quedó muy corto en el de las propuestas y los proyectos concretos”. El periodista Daniel Zovatto destacaba el tipo de relación que la administración Obama desea mantener con América Latina: basada en el diálogo, el respeto y la cooperación entre “socios iguales” (reafirmando así lo que ya había expresado en la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009). Cabe agregar, pura retórica.
No formuló, en cambio, ningún compromiso concreto en cuanto a la pronta ratificación de los tratados comerciales con Colombia y Panamá, ni respecto a la eliminación de las barreras proteccionistas. Tampoco hubo avances concretos en materia de inmigración ni en relación con el levantamiento del embargo a Cuba. Éstos son los principales límites de la propuesta de Obama a la región que terminaron restando fuerza a la misma. Hay que buscar la causa principal de estas limitaciones al interior de Estados Unidos, donde el alto nivel de endeudamiento y de desempleo constituyen obstáculos a la capacidad de maniobra de Obama (de por sí debilitado políticamente luego de la elección de medio periodo), en relación con paquetes de ayuda y apertura comercial.
Por otro lado, la diversidad ideológica, la pluralidad de estrategias de desarrollo y la evolución desigual de las democracias han generado una región heterogénea. Asimismo, las diferencias en cuanto al peso específico de los países de América Latina y la diversidad de prioridades entre los países de América el Sur con los de América Central y México, sugerían la importancia de que el discurso de Obama tomase en cuenta esta diversidad, lo que lamentablemente no sucedió, se dolía Zovatto.
El indicado analista manifestaba que la visita a Brasil, séptima economía mundial y 40% del PIB regional, arrojó un resultado moderadamente positivo no sólo por los acuerdos firmados (sobre todo en materia de energía, financiación para infraestructura y una hoja de ruta para futuras negociaciones comerciales) sino también por el afianzamiento de la relación entre Estados Unidos y Brasil, las cuales se habían deteriorado durante la última etapa del gobierno de Lula. Más modestos fueron, en cambio, los resultados en materia de apertura de los mercados estadounidenses para las exportaciones brasileñas y lograr un apoyo explicito de Obama (como ocurrió durante su gira a la India) para que Brasil se convierta en un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, el cual no se concretó.
Chile, además de la firma de varios convenios, entre ellos uno sobre cooperación en materia nuclear, fue el país que Obama escogió para ofrecer su Discurso a las Américas, dirigido a relanzar las relaciones con la región.
En El Salvador, los temas centrales fueron inmigración, pobreza, seguridad regional y narcotráfico. Con respecto a la inmigración (de mayor importancia), no se llegó a resultados concretos pese a que en Estados Unidos viven dos millones de salvadoreños, la mayoría de ellos de forma ilegal o con permiso temporal. El monto de las remesas que éstos envían excede los 3.000 millones de dólares. En cambio, Funes obtuvo un fuerte espaldarazo a su gobierno: la inclusión de El Salvador en el programa Asocio para el Crecimiento, y 200 millones de dólares (suma claramente insuficiente) para combatir el narcotráfico en la región centroamericana.
En la hora de los balances, la reciente visita del emperador afroamericano Barack Obama a Brasil, Chile y El Salvador diferentes y diversos países de América Latina, fue “mucha bulla y pocas nueces” en palabras de nuestros pueblos y propicia ocasión para demostrar la fanfarria de los desplazamientos oficiales de los inquilinos de la Casa Blanca: movilizó los sectores de gobierno, los grandes medios de comunicación, el empresariado, politólogos y los intelectuales de los países visitados. “A pesar de eso, los resultados de la presencia de la principal potencia del planeta pueden ser considerados poco expresivos. Veamos las razones de eso:
En primer lugar, encontramos una situación que no se podía predecir en la agenda de Obama, la crisis política en los países del norte de África y Medio Oriente, y el terremoto (inmediatamente seguido de un tsunami y de una crisis nuclear) en Japón.
En esos días, los ojos del mundo estaban enfocados en esos eventos, lo que redujo la exposición mediática de la visita del presidente estadounidense. Incluso, la intensificación de la crisis en Libia y la orden de ataque al régimen de Muammar Gadafi, dada por Obama directamente desde Brasilia, complicaron en gran medida los acontecimientos ocurridos en el continente sudamericano.
Aparte de eso, la visita también hizo poco para contener el poder de China sobre América Latina, un ascenso perjudicial para los negocios estadounidenses, que enfrentan una competencia mucho más dura en las economías que crecen rápidamente en la región.
En líneas generales, lo que se vio fueron discursos poco profundos y llenos de clichés, además de una fuerte exposición de la familia presidencial en eventos festivos.
Las protestas fueron expresivas en cuanto rechazo al imperio y si bien no convocaron a manifestaciones masivas, éstas se caracterizaron por la significación antiimperialista que existe en esta parte del mundo. El viajecito de Obama de nada o muy poco servirá, si se comparan con las iniciativas chinas, que ya pasaron a Estados Unidos como principal socio comercial de países como Brasil y Chile, justamente las dos importantes escalas que realizó el emperador de turno.
En el caso específico brasileño, el presidente estadounidense frustró algunas expectativas, como una discusión más efectiva en cuanto a las cuestiones de visas, algunas decisiones sobre problemas relativos a las barreras comerciales y, más importante, (desde el punto de vista del gobierno de Dilma Rousseff), alguna palabra sobre la inclusión de Brasil como miembro del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU. En líneas generales, lo que se vio fueron discursos poco profundos y llenos de clichés, además de una fuerte exposición de la familia presidencial en eventos festivos. En definitiva fue más parafernalia y menos efectividad política.
En el escenario más amplio de América Latina, la situación se repite. La falta de evolución en el debate, con respecto a un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Colombia, que hace tiempo está detenido; la relación con Cuba, las demandas bolivianas, ecuatorianas y peruanas, y un mayor enfriamiento en las relaciones con Argentina y con Venezuela, continúan reflejando los grandes impases que existen entre América Latina con el “Gran Hermano” del norte.
EEUU no tiene amigos, sino intereses
Claro está que la política, en su gran mayoría, está hecha de simbología y una cierta reaproximación de Estados Unidos, vía Barack Obama, con los países latinoamericanos, en especial con Brasil, es importante y puede generar frutos futuros, pero para quién? Para que esos frutos sean generados, son necesarias acciones concretas (por medio de acciones de acuerdos y fines) y, más todavía, una profundización real en las relaciones entre las partes, algo que el viaje no dejó claro. En palabras de Shakespeare, que no sea mucha bulla por nada, expresaba el analista, sociólogo y politólogo brasileño Andre César.
En cualquier análisis que se realice respecto de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, nunca se debe olvidar que “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses” y son los intereses lo que llevaron a Obama a Brasil, Chile y El Salvador. El periodista J. Ordóñez sostiene que “de repente apareció un país en América Latina que los Estados Unidos parece mirar de igual a igual o, al menos, como un socio muy estratégico. El gigante dormido -que desde los años 60 se auguraba- se convirtió realmente en un creciente gigante y en uno de los países emergentes que más incidencia tendrán en el siglo XXI, junto con India y dos o tres más. La visita de Obama a Brasil evidenció varias cosas:
Que la posición de Brasil en el G-20 es muy importante para Washington, en un momento en que China juega un rol cada día más incisivo como segunda superpotencia. Washington necesita que la nueva presidenta sea su aliada geopolítica, rol que Lula da Silva jugaba en el plano económico, pero no siempre en el político. Recordemos la posición de éste en relación a Irán o sus intermitentes cercanías con Chávez en varios temas. Dilma en pocos meses se ha separado de Lula, se ha mostrado más pragmática y parece aceptar convertirse en socia geopolítica de los Estados Unidos. Pero tratará de cobrar la factura con un rol más decisivo de Itamaratí en el Consejo de Seguridad.
Respecto de Chile, Obama y su equipo consideraron que es importante estrechar la relación política de Washington con Santiago y para muchos es vital, pues la economía chilena tiene tanto o más relación comercial hoy día con China y la cuenca asiática (y también con la Unión Europea) que con las importaciones o exportaciones norteamericanas. Los Estados Unidos podrían convertirse en un segundo socio comercial rápidamente, por debajo de China, y ello tiene implicaciones políticas serias. A toda costa, el Departamento de Estado debe conservar la relación comercial y política con Chile, un socio vital en el Hemisferio, y en un Continente donde el ALBA de Chávez y sus socios tienen todavía mucha presencia en la OEA y en la agenda regional. Piñeira era, pues, una visita obligada y más todavía si se considera que el Presidente chileno representa a las derechas con ansias de modernización.
El Salvador fue otra visita obligada, también de significación geopolítica. Fortalecer la agenda reformista y moderada de Funes parecería central para la política de los EEUU a los efectos de que el sector más duro y ortodoxo del FMLN (proclive a Caracas y la Habana) no gane todo el poder en la próxima elección salvadoreña, máxime con la expectativa de una reelección de Daniel Ortega en Nicaragua. La expectativa de un eje Caracas-Managua-San Salvador no le debe hacer mucha gracia al Departamento de Estado. Sin embargo, todo está por verse. La conformación de un centro político (Funes-Saca) todavía es incipiente. San Salvador fue una escala mucho más importante de lo que algunos creen ya que Funes fue empleado de la famosa CNN durante muchos años. Y un ex empelado de una transnacional estadounidense de la comunicación ubicado en tan alto nivel en un país cualquiera, siempre será un punto de apoyo básico para la expansión o concreción de las políticas imperiales.
El emperador de turno, Barack Obama no viajó a la región con un tema nuevo o seductor, aparte de los ya conocidos de seguridad, lucha contra la droga, y esquemas de comercio sub-regional o nacional. Ninguna nueva Alianza para el Progreso, como hizo Kennedy cincuenta años antes. Se evidencia que América Latina tiene hoy para Washington mucho menos importancia que otras regiones del mundo.
Brasil, Chile y El Salvador han sido testigos de la soberbia actitud imperial. En cada lugar la “diplomacia” estadounidense se impuso a la local y fue un repetir de prepotencias, de patanerías, groserías y poses de gran patrón visitando posesiones distantes y todo ello, a más de la parafernalia, resignadamente se vieron obligados a soportar los anfitriones, inclusive que los equipos de Obama aprobaran las .listas de invitados a los banquetes vegetarianos impuestos por el cheff de la Casa Blanca y la primera dama estadounidense, y lo más detestable fue que los agentes de seguridad cacheen a ministraos de Estado y altos funcionarios y personalidades nacionales.
El ilustre visitante hizo gala de su descortés prepotencia al dar la orden de atacar a Libia mientras Obama mantenía una reunión privada con Dilma Rousseff en el Palacio do Planalto, sede del gobierno brasileño. “A cierta altura del encuentro, que duró poco más de 40 minutos, un asesor se acercó al presidente y le entregó un papelito. Obama pidió excusas a su anfitriona y allí mismo, por teléfono, dijo un alto y claro “procedan”. Minutos después, al otro lado del mapa, empezó el bombardeo de la flota naval norteamericana sobre Libia. A partir de ese momento, se hizo evidente la tensión de Obama, quien pasó el resto del día intercalando palabras con miembros del gobierno brasileño, discursos y declaraciones a la prensa con llamadas telefónicas a Washington.
Y en medio de la guerra dispuesta por Obama, los equipos de los dos gobiernos lograron firmar nada menos que diez acuerdos bilaterales. La presidenta brasileña logró clavarle al visitante un par de delicados alfileres en su discurso de homenaje y que el presidente norteamericano logró lanzar algunos elogios significativos a Brasil en su propio discurso. Diciendo hablar “en nombre de la franqueza”, cuyo objetivo es el de “construir una relación de mayor profundidad”, Dilma Rousseff le espetó al visitante que “una relación comercial más justa y equilibrada exige que se rompan las barreras que se levantan contra nuestros productos”. Y para no dejar dudas, mencionó directamente al etanol, a la carne bovina, jugo de naranja (Brasil es el mayor productor y exportador mundial), algodón y acero. Se declaró heredera del gobierno de Lula (las relaciones personales entre el ex presidente y Obama terminaron muy mal), y pidió apoyo de Washington para “las reformas urgentes en organismos como el FMI y el Banco Mundial”. Luego mencionó a las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, en el cual Brasil pide un asiento permanente luego de la tan postergada reforma de la ONU.
En su discurso de respuesta, Obama dijo que su gobierno pretende equiparar su trato destinado al país al que mantiene con India y China. Anunció que los Estados Unidos y Brasil son las “dos mayores democracias de este continente y también las mayores economías”, y resaltó que su país está interesado en ser “un gran cliente” del petróleo brasileño en el futuro.
Los diez acuerdos bilaterales firmados durante la visita de Obama a Brasilia establecen proyectos conjuntos en diversas áreas, como biocombustibles, educación y el uso del espacio sideral. Uno de los acuerdos prevé que se establezca una comisión destinada a negociar cuestiones comerciales y resolver divergencias entre los dos países. Resumiendo: nada especialmente relevante.
Quejas y más quejas han ido saliendo a flote después de la visita del presidente Obama a Brasil, y todavía se sigue haciendo allí una suerte de recuento de los daños, puesto que sin siquiera ofrecer nada concreto, ni formular un mensaje mínimamente constructivo para rectificar en algo la criticada política de Estados Unidos hacia América Latina, dejó adicionales motivos de malestar.
“Cualquier estadista anfitrión con dignidad tiene que sentirse insultado de que desde su territorio se ordene una guerra intervencionista e imperial, tal como hizo Obama contra Libia, guarecido en una tienda de confidencialidad electrónica que llevó consigo, para evitar que se filtrara lo que era un secreto a voces. Por otro lado, varios ministros brasileros calificaron de “muy agresiva” la forma en que fueron tratados por las fuerzas de seguridad del mandatario, que se comportaron con prepotencia extraterritorial, y los sometieron a molestos controles, en la capital de su propio soberano país. Como se puede apreciar nada nuevo ni distinto, aunque fuera un gesto de respeto, llevó el visitante al país suramericano”.
Los mensajes de Obama para América Latina
El chileno Genaro Arriagada que es abogado, cientista político, ex ministro, consultor internacional y ex embajador en Estados Unidos dijo que la visita de Obama no tiene un mensaje para Latinoamérica sino tres.
En Brasil, los temas más importantes debían ser: la política internacional y especialmente sobre los devaneos de ese país con Irán, donde bajo Lula se negaba a condenar los proyectos nucleares iraníes. También en la agenda debía constar el G-20, la energía (hoy la principal potencia energética de América Latina ya no es México ni Venezuela, sino Brasil) y el cambio climático. En términos de política internacional, lo realmente importante es Brasil.
Decía que Chile es un actor menor en la política internacional. Se podría afirmar que políticamente podría ser considerado mucho más importantes que lo que permitiría la escasa dimensión de la economía. Dicho en un ejemplo: si la importancia económica de Chile lo ubica en el lugar número 60, su importancia política lo ubica en el lugar número 30. Pero eso no basta para considerarlo un jugador importante en la vida internacional”.
La visita de Obama a Chile podría significar que para el imperio es un ejemplo para la región al creer que ha avanzado en progresos políticos y económicos debido a la aplicación de políticas de libre mercado; es decir del neoliberalismo que ha cobrado nuevos impulsos con Piñeira en el poder.
El Salvador es un mensaje enteramente distinto, afirma Arriagada y sostiene que se trata de un país muy pequeño, acosado por la violencia y el crimen organizado. Obama en El Salvador expresar el interés de Estados Unidos por colaborar con las pequeñas naciones de Centroamérica en la lucha contra la violencia, las mafias, las “maras”, el narcotráfico.
En resumen: en Brasil Obama busca un socio; en Chile, proyectar un ejemplo de buenas políticas; y en El Salvador, expresar el compromiso de colaboración en la lucha contra la violencia y el crimen organizado. Tres mensajes enteramente distintos y una sola gira nomás.
La gira de Barck Obama por Brasil, Chile y El Salvador aún será analizada para determinar que el imperio tiene intereses geopolíticos y económicos para su propio beneficio en América Latina. El escritor argentino Atilio Boron afirma que a Obama: “…lo que [...] más le interesa en su calidad de administrador del imperio es avanzar en el control de la Amazonía. Requisito principal de este proyecto es entorpecer, ya que no puede detener, la creciente coordinación e integración política y económica en curso en la región y que tan importante han sido para hacer naufragar el ALCA en 2005 y frustrar la conspiración secesionista y golpista en Bolivia (2008) y Ecuador (2010). También debe tratar de sembrar la discordia entre los gobiernos más radicales de la región (Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador) y los gobiernos ‘progresistas’ -principalmente Brasil, Argentina y Uruguay…”
“Para los más osados estrategas estadounidenses la cuenca amazónica, al igual que la Antártida, es un área de libre acceso en donde no se reconocen soberanías nacionales…”
Fidel Castro reflexionaba sobre la gira de Obama y afirmaba que confesó que el “Discurso para las Américas” -así lo califica- se funda en una “alianza igualitaria” con Latinoamérica, que casi nos deja sin aliento al rememorar “La Alianza para el Progreso” que precedió la expedición mercenaria de Playa Girón.
Obama confesó textualmente:
“nuestra visión para el hemisferio [...] se funda en el concepto de alianza igualitaria que he perseguido desde que asumí la Presidencia de Estados Unidos. “‘También me enfocaré en áreas especificas en las que podemos trabajar juntos, como el crecimiento económico, la energía, la seguridad ciudadana y los derechos humanos’… “Esa visión, puntualizó, tiene por objetivo ‘mejorar la seguridad común, expandir las oportunidades económicas, asegurar un futuro energético limpio y apoyar los valores democráticos que compartimos’. “…promover un hemisferio seguro, estable y próspero en el que Estados Unidos y nuestros aliados comparten responsabilidades en asuntos claves tanto a nivel regional como global.” Todo como puede apreciarse maravillosamente bello, digno de enterrarse como los secretos de Reagan, para publicarlo dentro de 200 años.
Fidel concluía: “Faltaría solo hacerle una pregunta a Obama. Tomando en cuenta que uno de sus ilustres predecesores, Richard Nixon, promovió el golpe de Estado y la muerte heroica de Salvador Allende, las torturas y el asesinato de miles de personas, ¿pedirá el señor Obama excusas al pueblo de Chile?
La periodista Mercedes Iriondo Bert, se preguntaba: ¿por qué no quieren a Obama en América Latina? Igual que para los norteamericanos, Barack Obama se convirtió en un símbolo de esperanza para América Latina. En sus promesas de campaña, había muchas enfocadas a fortalecer la relación con los países de la región, de convertirlos en socios igualitarios.
Entre las promesas que hizo, estaba el hacer de la Cumbre de las Américas un evento anual, designar un Enviado Especial para las Américas, aumentar la ayuda económica a la región y, la más importante: una reforma migratoria que legalizaría a millones de hispanos viviendo en Estados Unidos.
De todas estas promesas, no ha llevado a cabo ninguna. En Brasil, Chile y El Salvador, Obama ha sido recibido con protestas y reclamos, unos más fuertes que otros. Los brasileños lo tachan de hipócrita, los chilenos quieren que se disculpe por haber apoyado el golpe de Estado de Augusto Pinochet (no él directamente, pero el gobierno de Estados Unidos), y los salvadoreños lo ven con desconfianza porque, en el fondo, saben que no hará nada por los 200 mil compatriotas que viven en Estados Unidos.
En conclusión, la gira de Obama por estos tres países de América Latina ha sido más de lo mismo: entre él y los presidentes anfitriones, quieren dar atole con el dedo para hacernos creer que de verdad somos países importantes.
“No nos hagamos falsas ilusiones. El imperialismo ni puede ser reformado, ni puede ser derrotado en las urnas. Será derrotado en las calles, en los lugares de trabajo, en los lugares de estudio, en las luchas que libramos por controlar nuestros recursos y nuestros destinos, que libramos en los campos y las ciudades, que libramos en todos los espacios. Es una lucha difícil, pero es la única opción realista”, decía Gutiérrez..
¿Qué esperamos? ¿Qué otros nos saquen las castañas del fuego? Seamos realistas, sólo de los pueblos y sus luchas es posible el fin del imperio y el amanecer de la libertad al conquistar la segunda y definitiva independencia.
Correo electrónico: tribunalpazecuador@yahoo.com
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