El papel de la izquierda en Pakistán
Lunes 7 de febrero de 2011 por CEPRID
Hassan Gardezi
CEPRID
Traducido por María Valdés
En los últimos meses están a apareciendo artículos en diferentes páginas web sobre el papel de la izquierda en Pakistán. Uno de ellos, de Pervez Hoodbhoy, expresa puntos de vista que, tomados en serio, pueden hacer mucho daño. El artículo comienza con la observación de que la sociedad pakistaní le debe mucho a personas y grupos de izquierda porque los trabajadores sindicalizados, industriales y ferroviarios, ayudaron a organizarse a los campesinos contra los poderosos terratenientes, a las minorías a organizarse para reclamar sus derechos y se manifestaron por la paz y contra el militarismo.
Especifica que a menudo se hacía con un coste personal enorme, en muchas ocasiones incluyendo la muerte. Pero después de decir esto, añade que “por extraño que parezca, la portación de la izquierda a Pakistán fue bastante marginal”.
Hoodbhoy explica esta contradicción afirmando que se debe “a la génesis de Pakistán” dado que la izquierda se asienta en ideas que han evolucionado de la Ilustración europea y, por lo tanto, son ajenas a “la profunda religiosidad de la sociedad pakistaní”. Y ya es sabido el papel preponderante de la religión en los asuntos de Estado, máxime cuando según una encuesta (de una firma de EEUU) dice que el 79% de la población desea la aplicación de la ley islámica y la mayoría de quienes así piensan dicen que debe aplicarse “de forma estricta”. También cita otra encuesta donde tres cuartas partes de los jóvenes se identifican como musulmanes mientras que sólo el 14% lo hacen como pakistaníes.
Esta imagen cruda de Pakistán como “propósito e identidad” islámica no proviene de un ideólogo de Jamat-e-Islami, sino de una persona que ha asumido el papel de un crítico de izquierda desde dentro. El objetivo es que se sepa que el Islam militante está aquí para quedarse y que la izquierda de Pakistán tendrá que cambiar para llegar a ser relevante. Gran parte del artículo trata sobre el generalizado “antiamericanismo” de Pakistán, un “antiamericanismo” que, dice, es producto de una “industria de la conspiración” y de la “promoción ardiente de demagogos religiosos y presentadores populares de TV”. Lo más curioso es que según él arraiga en las mentes de todo el mundo: paquistaníes ordinarios, militantes islámicos, élites occidentalizadas, estudiantes… incluso en los paquistaníes establecidos en forma permanente en EEUU. Una forma rara de consenso del que la izquierda pakistaní trataría de sacar provecho. Pero en todo este relato se subestima la ayuda permanente que EEUU ha ofrecido a Pakistán hasta hoy.
Es un uso selectivo de la evidencia histórica. EEUU hizo poco para hacerse impopular en Pakistán. Ha establecido una red de alianzas militares para combatir la propagación del comunismo desde los años 50 del siglo pasado, ha promovido los partidos islámicos para aplastar a la izquierda y en los años 80 [del siglo pasado] consideró a Pakistán como la “vanguardia” de la yihad antisoviética en Afganistán. Del mismo modo, mientras el terrorismo en Pakistán a raíz a raíz de la invasión americana de Afganistán en 2001 recibe mucha atención, hay un silencio total sobre la forma en que Pakistán participa en la llamada “guerra contra el terror” y a qué precio. Uno encuentra analogías con posiciones de Tariq Ali cuando dice que Pakistán es un condón usado por EEUU y desechado inmediatamente después de concluir el asunto. La cuestión es que cualquier sugerencia sobre el sentimiento anti-estadounidense en Pakistán es una respuesta razonable al alarde de poder imperial que EEUU hace en Pakistán. Es el caso de los ataques con aviones no tripulados. Pero para Hoodbhoy estos ataques son “relativamente precisos” pese a que matan también civiles, por lo que dice que a pesar de que la muerte de inocentes es terrible y merece una condena, estas muertes no alcanzan el nivel de las muertes de civiles en Vietnam, por lo que las protestas contra estos ataques son “demasiado fuertes” teniendo en cuenta que la muerte de inocentes “es muy poca”.
Además de ser una lógica muy de “A sangre fría” [la novela de Truman Capote], este argumento es bastante increíble viniendo de alguien que sabe el poco respeto por los principios que tiene la CIA cuando opera no sólo contra el derecho internacional en territorio soberano de Pakistán sino que, al constituirse en juez, jurado y verdugo viola las normas más elementales de la justicia tal y como se entiende en las sociedades civilizadas.
Este autor es un cínico cuando habla del “negativismo” de la izquierda. “Ir a un mitin de la izquierda es estar contra todo: contra el extremismo religioso, contra el Ejército, contra el imperialismo, contra los aviones tripulados y si se está contra todo ¿quién protegerá a la población de Pakistán de los militantes islámicos?” La respuesta a esta pregunta es fácil: Sólo EEUU y sus aliados, entre ellos el Ejército de Pakistán, puede proteger al pueblo de Pakistán de los militantes islámicos. Por lo tanto, el resto del artículo es una crítica contra la izquierda pakistaní por no cambiar su agenda política para facilitar el esfuerzo de guerra estadounidense, único medio para la seguridad y supervivencia de Pakistán. De lo contrario, se confirmaría que el “anti-imperialismo de izquierda quiere ver una victoria de los talibanes”.
El papel de la clase obrera no le preocupa, ni su movilización para resistir el extremismo islamista. Por eso su receta no es ninguna revolución, sino una vulgar reforma: “la izquierda tiene que saber que no hay una posibilidad entre millones de capturar el poder del Estado en el futuro; de hecho, los únicos que pueden provocar una revolución son los islamistas”.
Hay dos problemas con esta tesis. El primero, una revolución de izquierda es un proyecto emancipatorio que tiene por objeto la sustitución de un régimen opresivo y explotador de la clase minoritaria de los dueños de producción por el gobierno de la mayoría de la clase obrera como un primer paso. El objetivo último de la revolución de izquierda es poner fin a la dominación de clase, la violencia organizada, la guerra y la desigualdad de género. La lucha por esos objetivos sigue. Ha habido contratiempos y los habrá en el futuro.
El segundo, que la sugerencia de que los paquistaníes olviden las propuestas revolucionarias para aportar por el reformismo significa hacer que el sistema que genera pobreza, opresión, violencia y guerra pueda ser aceptable para algunos liberales de izquierda, pequeño-burgueses y defensores del status quo. Pero para el movimiento de izquierda eso sería el haraquiri.