Queridos Amigos.
Por Ignacio Copani En los últimos días y a raíz de haber escrito una canción, que debe
ser la número mil doscientos y tantas de mi repertorio, he recibido
infinidad de comunicaciones. La mayoría con elogios, caricias y
aliento, que desde ya agradezco infinitamente.
Pero he recibido también otro tipo de contactos llenos de
reproches, cargados de odio, regados de violencia, intolerancia,
agresión y con un espíritu inquisidor que no creí que anidara
todavía en gente de mi comunidad.
He sido amenazado, agraviado, insultado, difamado, calumniado y,
peor aún, han sufrido ese tipo de atropello miembros de mi familia. No me refiero a los impunes foros de internet sino a e mails, cartas
y llamados recibidos.
Simplemente desde estas líneas aviso a quienes todavía tengan
intención de lastimarme, que lo logren o no, yo no cambiaré ni una
coma a las estrofas de mis canciones.
Aquellos que piensan que la Sra. Presidenta de mi país me paga por
verso, recital u opinión, simplemente están expresando su propia
escala de valores y asumiendo que ellos mismos podrían torcer sus
convicciones a un precio determinado. Yo no.
Hace más de veinte años que en cada escenario y en cada grabación me
comprometo con nuestra historia y siempre se me han cerrado puertas
por hacerlo de manera honesta, clara y sin esperar más recompensa
que el abrazo compañero de quien desea que un cantautor se exprese
libremente, como los viejos trovadores que anunciaban las bodas, los
bautizos y también los entierros.
En algunos medios de comunicación se han referido a mí de manera
descalificadora y/o despectiva. A esos mismos medios, durante años,
hemos mandado nuestro material artístico y la información de
nuestras actividades, sin lograr que se nos diera ni un segundo para
comunicarlo al público. Ni siquiera para difundir eventos
solidarios, benéficos o canciones tan o más comprometidas con la
realidad que el tema ¨Cacerola de Teflón¨.
Lamentablemente en algunos de esos medios se ha mostrado la canción
en cuestión, sometiéndola a una especie de ¨inspección¨ de ideas o
cortes marciales - musicales y al comentar alguna crítica agresiva,
en lugar de defender la libertad del artista para manifestarse, se
han escuchado de parte de los comunicadores, tristes y recordadas
frases como "él se la busca…¨o ¨por algo será¨.
Nunca discuto una crítica, sea como sea y venga de quien venga. Pero
en este caso no recibí opiniones sobre la conformación estética del
tema, de su métrica, de sus rimas, de sus sonidos, de la destreza
para ejecutarla, sino una violenta y censuradora mirada hacia el
contenido de mis ideas y mi conducta, bien típico de tiempos de
inquisición y dictaduras.
Pablo Milanés cantó "Pobre del cantor de nuestros días que no
arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida¨…
Yo no creo haber arriesgado mi vida, sencillamente describí, como
hago siempre, un episodio de este tiempo con total sinceridad.
Ni siquiera he pretendido mostrar una valentía destacable por la
simple acción de manifestar mi pensamiento. Valientes fueron mis
compañeros y familiares que hoy están desaparecidos. Valientes fueron Víctor Jara y Rodolfo Walsh. Yo soy solamente un
cantor.
No creo que a esta altura de mi carrera, deba dar cuentas de los
escenarios que pueda habitar. Estuve en Plaza de Mayo, cobrando Cero
Pesos, respondiendo a la convocatoria de apoyar nuestra democracia,
al igual que estuve el 25 de mayo de hace unos años, cuando decenas
de artistas hacían fila para subir a la escena triunfal.
Estuve en esa plaza que transité como ciudadano desde que tengo uso
de razón, como estuve en Semana Santa, como estuve con las Madres,
con las Abuelas, con los ex combatientes, con los maestros, con los
pibes de la calle y como pienso estar en cada evento al que me cite
mi conciencia.
Si esta acción espontánea se convierte en un acto de riesgo, pobres
de todos nosotros.
Si crear y expresarse es un acto de arrojo merecedor de insultos y
censuras, ha triunfado para siempre la cultura del ¨no te metas¨ y
la incultura sembrada durante el sanguinario proceso militar y la
inolvidable década del noventa.
Juro por mis hijas que yo no especulo con estas cuestiones. Que si
de momento, por mi decisión de ser coherente, pierdo trabajos y gano
enemigos, es un precio que debo pagar como tantas veces pagué. Nada más espero, que no sea nuevamente con el exilio.
¨Para escribir una simple canción, no sólo empeño y oficio se emplea, hay que embarrarse con la inspiración, hay que mirarse por dentro y no hacer lo que todos desean.
Mucho más cómoda es la posición de dar la crítica sorda y pedante, despedazando con rabia y rencor al autor y al cantante.
Sólo mi historia me obliga, Usted no me diga qué frase hay que usar… Haga su cuadro y elija
el color de la tinta que quiera mezclar.
Pero nunca se arrogue el derecho
de andar por mi techo espiándome la libertad, que ni una coma le voy a cambiar
ni a lo dicho ni al hecho. Y hasta el final del olvido… maltrecho…
diré mi verdad.
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