Reproducido del diario de las Madres de Plaza de Mayo
¡Bienvenidos
Hijos del Exilio! |
VENTANA
A LA PLAZA DE MAYO |
Osvaldo Bayer |
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Estuve con ellos, vinieron a mi casa y nos reunimos allí. Se
anunciaron por teléfono como "Hijos del exilio" y
que habían formado un grupo con ese nombre. Les di un abrazo
a todos ellos y ellas. Como si hubieran sido mis hijos o mis
nietos. Los que vinieron, por su juventud me di cuenta que habían
nacido en otras tierras. Sí, pasaron su niñez y su
adolescencia en otras latitudes. Ahora estaban de regreso en
las tierras de sus padres. La tierra que tuvieron que dejar
para no perder la vida. Recordé ese tiempo cruel y por sobre
todo injusto. La melancolía de verse de pronto en otro país,
sin los amigos, sin el entorno, sin el paisaje, sin su tarea
de todos los días. Un extranjero.
Y me imagino los hijos: todo doble. Escuchar a los padres
hablar de "aquella tierra nuestra" y crecer ellos en
una sociedad distinta. Todo es irrecuperable. Todo se pierde
por la decisión de un general, de un uniformado, de un
alcahuete del sistema, de los dueños de la realidad, esos que
mueven los títeres y les dan bandera y les hacen gritar
"Viva la Patria". Recuerdo la tristeza al leer en
los diarios que se publicaban durante la dictadura el cobarde
ataque contra los exiliados por parte de los escritores
Abelardo Castillo y Liliana Hecker, y en "Clarín"
por parte de Luis Gregorich.
Sábato dirá con deprecio hacia los escritores exiliados:
"La inmensa mayoría está en el país". Mugica Láinez,
con sorna, escribirá: "los escritores más destacados no
se han ido". Silvina Bullrich, por su parte redactará:
"ni Borges, ni Mallea, ni Sábato se fueron". Y Luis
Gregorich usará de toda su profundidad habitual para espetar:
"después de todo ¿cuáles son los escritores
importantes exiliados?".
Pero regresamos, a proseguir la lucha de los queridos amigos
caídos.
Después de la derrota de la dictadura militar, Alfonsín
ignoró totalmente a los exiliados. No sólo nombró como su
secretario de Cultura a Luis Gregorich, sino que demostró su
desprecio en la comida que hizo a los intelectuales argentinos
al día siguiente de recibir el mando, no invitando a ninguno
de los escritores exiliados recién regresados de nuevo al
suelo donde habían nacido. Tampoco recibió a Cortázar
cuando solicitó verlo. Cortázar, el que más luchó en el
exterior por los desaparecidos.
Pero ahora también están aquí los hijos de los exiliados.
Se han presentado con un documento emocionante. Dicen:
"Somos hijos del exilio. Nuestros padres fueron exiliados
políticos de la dictadura militar. Ellos se vieron obligados
a dejar el país porque sus vidas corrían peligro. También
las nuestras. Desde pequeños nos convertimos en víctimas de
la violenta represión que azotó a nuestro país".
Más adelante señalan, con firmeza, que "el exilio político
que nos tocó vivir es una violación a los derechos humanos.
Una situación traumática y conflictiva que nos acompañó
durante años y que nos acompañará el resto de nuestras
vidas. Sus consecuencias han sido muchas y aún hoy, treinta años
después, persisten. Ha habido peores atrocidades que el
exilio, como las desapariciones de personas, las torturas, los
secuestros clandestinos y las apropiaciones de niños. A esos
delitos los sentimos como si nos hubiesen pasado a nosotros,
en muchos casos también nos sucedieron. Por respeto, de
nuestra parte ha habido silencios. Había dolores mayores y
violaciones a los derechos humanos más urgentes para
denunciar, para repudiar, elaborar y procesar en tanto
sociedad. Pero esos silencios y emociones no borran las
heridas. Esas heridas están, persisten y han crecido en estos
años. Hoy creemos que es tiempo de hablar de todo esto que
nos pasó y nos pasa."
Después, estos jóvenes, me informan que han comenzado a
reunirse y hablan de las experiencias mutuas entre ellos. Y
emplean una hermosa figura. Dicen "Así encontramos por
primera vez un espejo en el cual reflejarnos" . Y
entonces, a partir de ese momento pudieron desarrollar los
conflictos como "la doble identidad que todos albergan,
la argentina y la de los países que nos refugiaron, y en los
cuales nacimos y crecimos". La llamada dualidad
identitaria, que les dificultó echar raíces. Y confiesan:
"algunos de nosotros, después de mucho tiempo, hemos
podido resolver este conflicto fundamental, y otros, aún
continuamos buscando un lugar de pertenencia donde construir
nuestras vidas".
Justamente luego, el documento describe la frialdad y el egoísmo
de la sociedad argentina para con los exiliados. Lo mismo me
ocurrió a mí, que cuando regresé en octubre de 1983, pese a
mis esfuerzos, no conseguí ningún empleo, ni en el
periodismo, ni en la docencia universitaria, y por supuesto
para el gobierno de Alfonsín "no existíamos" o tal
vez nos consideraba no argentinos. A mí, Osvaldo Bayer, no me
quedó otro recurso casi a los sesenta años de tener que
volver a Alemania, trabajar seis meses por año allá y
ganarme las divisas que me permitieran vivir en la Argentina
los otros seis meses. Sólo en 1987 conseguí trabajo en
"Página 12" y un poco más tarde en la docencia
universitaria y entonces ya pude volver a asentarme
definitivamente en mi suelo. Ahora, ellos, los hijos de
exiliados relatan: "El regreso a la Argentina fue muy
duro de sobrellevar. Fue muy difícil tratar de encajar en una
sociedad llena de prejuicios e indiferente a la peor pesadilla
de nuestra historia. Difícil adaptarse a una sociedad que no
podía, no quería o no sabía contenernos y que incluso
muchas veces nos acusaba. ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cuál
es nuestro lugar en el mundo? ¿Qué código natural
manejamos?"
Luego, los Hijos del Exilio toman en profundidad el tema del
exilio en general y lo señalan: "El exilio político
como una violación a los Derechos Humanos es un cercenamiento
de la libertad, estás obligado a irte de tu país por tu
propia integridad física, es la vida la que corre peligro, y
no hay posibilidad de elección, sencillamente no podés estar
en tu país, con todo lo que ello implica: familia, amigos,
trabajo, estudios, cultura. Y dentro del exilio hay diferencia
entre los adultos y los niños, unos y otros sufren, pero los
primeros comprenden lo que ocurre, a diferencia de los
segundos. Eso es lo que nos pasó a nosotros. Sufríamos y veíamos
sufrir a nuestros padres, y aunque nos explicaban no podíamos
entender completamente el motivo".
Así es, en la Argentina, nuestro país. Los gobiernos que
sucedieron a la dictadura no creyeron importante discutir el
tema de los exiliados. La Alemania de posguerra a todos los
exiliados por el nazismo les procuró trabajo y vivienda, se
les hizo valer los años transcurridos en el exterior como válidos
para la jubilación y otras medidas que trataban de hacer
justicia con las víctimas de la crueldad y la injusticia.
Nuestro país, en cambio dio vuelta la espalda, como diciendo:
si se fueron, allá ellos. La mayoría se quedó en la
Argentina, no necesitó exiliarse como dijo Sábato. Claro, se
quedó y gritó los goles del 78 y aplaudió al bestial Videla
cuando entregó la copa a Pasarella, mientras otros siguieron
luchando y dando sus vidas en el país. Bien, los Hijos del
Exilio no quieren ahora hacer oír sus lamentos sino
participar, y -como lo dicen ellos con sus propias palabras-
"poder concretar nuestros sueños de un país justo,
solidario, con libertad y en democracia".
Bienvenidos. Yo, que fui exiliado, los considero a todos ellos
mis hijos y mis nietos. Me dejaron el contacto para todos
aquellos hijos de exiliados que se quieran relacionar con
ellos.
Es: hijosdelexilio@ yahoo.com. ar Se harán reuniones,
congresos, seminarios, conferencias, encuentros. Se hablará
de recuerdos y de proyectos futuros. Se mantendrá contacto
con todos aquellos hijos de exiliados que no pudieron volver,
o con aquellos que volvieron pero que no encontraron el lugar
donde trabajar y estudiar y tuvieron que retornar al
"exilio de sus padres".
Como sus padres lo hicieron, lucharán aquí estos Hijos con
voluntad de futuros, por una sociedad más justa y para que no
haya más niños con hambre en estas pampas cargadas de
espigas de oro. ¡Bienvenidos a vuestra tierra! |
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