Los sucesos revolucionarios de Bujalance. Diciembre de 1933

Los sucesos revolucionarios de Bujalance. Diciembre de 1933 (Dirección Única) es una crónica anónima y local de uno de los estallidos insurreccionales más generalizados en la historia de la región española. El relato de una de las tantas revueltas en el campo andaluz durante la Segunda República. Esta descripción, firmada por Juan del Pueblo y donde prima más la acción que el balance, fue publicada un mes después de los sucesos, en forma de folleto, por una pequeña editorial anarquista llamada Los Iguales. En esta cuidada reedición se ha añadido un estudio previo del historiador José Luis Gutierrez Molina. Además, para que podamos ponerle rostro a aquellos revolucionarios agrarios que hicieron temblar el orden latifundista, se ha añadido un anexo fotográfico con los retratos policiales de los detenidos y ejecutados en aplicación de la ley de fugas. La represión fue contundente. Los represaliados de Bujalance pasaron a engrosar las filas de los presos y ejecutados por el gobierno republicano-socialista. Meses después de estos hechos una octavilla anónima, reproducida en la página 87 de este libro, advertía: «Camaradas: a pesar de la Amnistía dada por el Gobierno, aún quedan en los presidios y cárceles españolas más de doce mil trabajaores revolucionarios. Y no olvidéis que todos estos trabajadores han pasado por los Tribunales de Urgencia, hijuela de la maldita ley fascista llamada de Orden Público que crearon los Socialistas en infame contubernio gubernamental con la clase media española. No lo olvidéis nunca, y cuando llegue el momento de la Revolución Social fusilar a los traidores».

Si no se hubieran producido las posteriores insurrecciones de 1934, 1936 y 1937, las insurrecciones de 1933 serían las más conocidas, las que habrían tenido mayor extensión y radicalidad. 1933 fue un año en el que el Comité Revolucionario de la CNT, apoyándose en estructuras proletarias pertenecientes o no a dicha organización, coordinó y eligió el momento más adecuado para lanzar un estallido insurreccional. Enero y diciembre, al iniciarse y finalizar el año, fueron los meses elegidos para intensificar la lucha y evaluar el posible contagio revolucionario. Los hechos de Bujalance se inscribe en el segundo intento, aún con las cárceles llenas de luchadores y el recuerdo de los fusilados, como en el caso de Casas Viejas, aun presentes. El informe policial que el ministro Rico-Avello leyó al Parlamento en diciembre de 1933 decía:

«Era un plan de insurrección armada que ha contemplado España entera. Tendía a la realización de eso que se llama comunismo libertario, para implantarlo por medio del pueblo en armas. […] Se recomendaba que no se respetase ninguna autoridad, que se fuese a destruir el Estado, a pulverizar la sociedad, a abolir, por consiguiente, la propiedad privada; que habría que ir al asalto y a la toma de los bancos, poniéndolos bajo el control de los propios comités; que la tierra se pondría igualmente a disposición de los comités anarcosindicalistas; que se habría de ir a la ocupación de las viviendas de las personas pudientes de todos los pueblos de España; que las tiendas y los almacenes, los comercios en general, habrían de ponerse bajo el control de los comités, de los comités de barriada, y que quedaba suprimida o se iba a la supresión de la moneda. ¿Procedimientos que se aconsejaban […] para la realización del comunismo libertario? Atentados, sabotajes, violencias. Se recomendaba, en primer término, la voladura de puentes y vías férreas para conseguir las incomunicaciones, se recomendaba el incendio de los depósitos de gasolina y los asaltos y la explosión de los polvorines de todas las poblaciones, […] el asalto de cuarteles; recomendaba el asalto de todas las oficinas públicas, juzgados, ayuntamientos, etc.; el incendio y destrucción de todos los documentos y sus archivos».

Según la crónica del folleto, los hechos de diciembre de 1933 en Bujalance se podrían haber desencadenado por los odios sociales producidos en el propio pueblo y el caciquismo imperante. La chispa que encendió la mecha fue la muerte de un señorito a manos de unos desconocidos. Durante tres días los jornaleros, que vivía en las calles periféricas, se enfrentaron a tiros con la guardia civil y con la oligarquía del pueblo, que ocupaba el centro del municipio. Los lazos vecinales y familiares y los núcleos militantes del pueblo hicieron posible la duración del estallido, los insurrectos pudieron refugiarse en lugares recónditos de las casas de sus vecinos durante las batidas de la guardia civil.

Cabe recordar que, durante los años treinta, las contradicciones sociales se polarizaron tanto en las zonas urbanas como en las rurales y el proletariado del campo, por ejemplo, tomó tierras y quemó varias fincas.

Documentos como el rescatado por la editorial Dirección Única, desmonta las tesis románticas del milenarismo andaluz de Eric Hobsbawm y sitúa a los campesinos en un grado de información política respecto a su realidad presente mucho más comunidad en lucha contra el sistema, guiada por principios y valores antagónicos a los imperantes.

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