EL NUEVO BILBAO METROPOLITANO

Cien años de civilización industrial

Tras la segunda guerra carlista, hacia 1876-1877, un grupo de hombres acaudalados del bando liberal vencedor concibieron la organización del territorio de Bilbao y sus proximidades.

Aquellos hombres (los Chávarri, los De la Sota, los Aznar, los Salazar, los De la Rica, los Ybarra, los Zubiría, los Zabálburu, los Echevarría, los Gandarias, los Artiach, los Chalbaud) imaginaron un centro de negocios establecido en un ensanche, una ría navegable para buques grandes, un puerto para esos buques, un área industrial en la margen izquierda del Nervión y un área de residencia acomodada en la margen derecha. Sus proyectos, concebidos sobre un mapa, se realizaron durante las décadas siguientes. Muchos de aquellos pensadores apenas llegaron a ver los astilleros, las factorías siderúrgicas, el crack bursátil de 1901, la inauguración de San Mamés en 1913, los palacios de Getxo. Sus planes iniciales superaban las generaciones, y sus sucesores los adecuaron a las coyunturas cambiantes.

Las dimensiones de aquellos proyectos desbordaban el simple análisis urbanístico, por más que la reordenación del territorio y en concreto la transformación de aquel suelo rural en suelo urbano e industrial sean un fenómeno impresionante. Lo que aquellos hombres pensaron no fue sólo una nueva ciudad en en el entorno de Bilbao. Fue, sobre todo, una nueva sociedad, la sociedad del capitalismo industrial, la misma que contemporáneamente emergía en la región norteamericana de los Grandes Lagos (Chicago), en la cuenca alemana del Ruhr, en la región fronteriza entre Francia y Bélgica, en el norte de Italia o se reconvertía en algunas regiones del Reino Unido y en Sajonia. Aquellos hombres y sus sucesores, los propietarios de las minas, de las fábricas, de los bancos, de las compañías eléctricas, de las navieras, los que vivían en mansiones ajardinadas y estudiaban en universidades extranjeras, los diputados, los ministros, los que comían en el Abra con Alfonso XIII y luego con el generalísimo, dotaron a la sociedad que habían creado de sus propios valores. De ese modo la propiedad, el enriquecimiento, la competencia, el confort y el orden descollaron como ideales asumidos por la mayor parte de la población.

Cierto que tuvieron problemas con los trabajadores a lo largo del siglo XX, pero no debe olvidarse que ellos habían inventado el proletariado mismo y lo habían desplazado a estas tierras. Nunca desapareció, al contrario que en otros lugares, la noción de que el trabajo industrial y los trabajadores sólo existirían mientras existieran aquellos empresarios. A la postre resultó verdad. Cuando el capital privado se retiró de las industrias el capital público (INI) las desmanteló en diez (Euskalduna) o veinte años (Altos Hornos de Vizcaya). Aquellos viejos liberales, es un decir, y sus hijos, ideologizaron a la población trabajadora mayoritaria en la bondad del esfuerzo, la obediencia, la disciplina y el ahorro. Sus hijos pequeños y sus nietos, con la excepción de los nacionalistas, apoyaron el levantamiento de 1936 y gestionaron la sociedad y la comarca en estrecha relación con el Estado de la dictadura franquista. Así pervivió la sociedad que unos imaginaron en 1876 hasta que un siglo más tarde, se dice pronto, empezó su declive al igual que en el Ruhr, en Chicago, en Alsacia, en Milán o en Glasgow. En nuestros días hemos asistido a sus últimos estertores.

El mundo diseñado por las transnacionales

Las industrias tradicionales y las contaminantes se desplazan a los países mano de obra barata en el Sur. Los países del Norte sólo conservan las industrias de alta tecnología, cuyos procesos robotizados apenas generan empleo, pero aún éstas se instalan en regiones distintas de las anteriormente industrializadas. En la nueva economía mundial emanada de las transnacionales el papel que queda a esas regiones en declive es la tercerización, la gestión a gran escala de los que producen otros. El nuevo mundo controlado desde unos pocos despachos es un mundo de metrópolis más que de ciudades. Un puñado de ciudades globales (Tokio, Nueva York, París, Francfort, Londres) dirigen puntualmente las producciones de todo el mundo gracias a los avances de las telecomunicaciones. En ellas están los centros financieros que condicionan las economías reales. Las megaciudades del Sur (Ciudad de México, El Cairo, Calcuta, Sao Paulo…) reciben el aluvión de población que no alcanza la subsistencia en la agricultura. Entre ambos extremos, una serie de metrópolis de menor rango pugnan por convertirse en cabeceras regionales para la distribución de todo tipo de bienes de consumo, desde café hasta video-clips. Ahí aparece Bilbao, el Bilbao metropolitano que reune un millón de habitantes, la mitad de los vascos, entre Arrigorriaga y Punta Galea.

Esas metrópolis secundarias tienen que disponer de una red de comunicaciones completa y bien conectada con los grandes circuitos mundiales por tierra, mar y aire. En el norte de la Europa atlántica Rotterdam cumple esa función. En el sur dos áreas metropolitanas, Burdeos y Bilbao, compiten por llevarse ese gato al agua. Dejaremos para otra ocasión la valoración general de un modo de vida que concentra a la población en las ciudades y deja casi desiertos vastos territorios. Aquí interesa quién y cómo está reconvirtiendo a toda velocidad lo que el régimen franquista llamó el Gran Bilbao, a qué sectores de la población beneficia o perjudica ese lavado de cara y con qué vaguedades se justifica ante la opinión pública.

Faraones bilbaínos del tercer milenio

Todas las instituciones públicas se han implicado en el proceso de transformación social, económica y urbanística. La administración central mantiene cierta presencia en la gestión de los puertos y los aeropuertos y a través de RENFE planea un nuevo esquema ferroviario para la margen izquierda que tarde o temprano será absorbido por el Metro. El Gobierno Vasco aprobará el día menos pensado las Directrices de Ordenación Territorial. La Diputación Foral de Bizkaia ha adquirido o embargado terrenos y ha co-financiado costosas infraestructuras, tal que la línea de Metro de la margen derecha o el puente de Miraflores. Los Ayuntamientos ultiman sus Planes Generales de Ordenación Urbana que convertirán en suelo urbano, y por tanto susceptible de ser intervenido, barrios que como San Juan de Rompeolas en Santurtzi o El Karmen en Barakaldo estaban fuera del circuito de la especulación inmobiliaria. Los cuatro niveles de la administración participan en las Asociaciones Bilbao Metrópoli-30 y Bilbao Ría-2000 junto a/a través de Iberdrola, Petronor, Telefónica, RENFE, FEVE, BilboGas, Babcock Wilcox, Mondragón Corporación Cooperativa, la BBK, el BBV, Sefanitro, la Autoridad Portuaria de Bilbao y algunas otras firmas. Entre los socios aparecen las Universidades del País Vasco y Deusto, Eusko Ikaskuntza y Cáritas Diocesana pero no hay Asociaciones de Vecinos, sindicatos ni grupos ecologistas. Seguramente a estos organismos no les interesa la construcción del Bilbao del futuro.

La construcción de la ciudad de servicios consta esencialmente de una tupida red de comunicaciones y de una serie de equipamientos culturales y comerciales. El eje del nuevo Bilbao se traslada de la línea Arenal-Gran Vía a la ribera de la ría. Los terrenos ribereños desde el Teatro Arriaga hasta la desembocadura son el principal objeto de tratamiento urbanístico, seiscientas hectáreas en los terrenos llanos del estuario según la Diputación. Obsérvese que se trata de la única zona llana próxima a Bilbao a excepción de los terrenos que ocupa el aeropuerto. Hasta la fecha la ribera había sido de uso industrial y había vivido de espaldas a la ciudad. Allí se ubicaron los astilleros Euskalduna, los almacenes portuarios, los tendidos ferroviarios y todas las instalaciones industriales que se pueden imaginar en las riberas de los barrios bilbaínos de San Ignacio, Olabeaga, Zorroza y Zorrozaurre y de los municipios de Erandio, Barakaldo, Sestao, Leioa y Santurtzi. En las dos márgenes de la ría con las islas residenciales de Portugalete y, sobre todo, los barrios getxotarras de Las Arenas y Algorta.

Los nuevos planes contemplan la recalificación de los terrenos como suelo urbano y por tanto edificable, la demolición de las ruinas industriales, la mejora medioambiental, la realización de un paseo de varios kilómetros de longitud y las nuevas edificaciones. Las estrellas de la nueva ciudad son el Museo Guggenheim y el Palacio Euskalduna de Congresos y de la Música, en Abandoibarra, y el parque con viviendas y centro comercial en Amézola. Aguas adelante, Eroski y Pryca han erigido en tiempo récord dos hipermercados en la zona de Galindo, entre Barakaldo y Sestao. Habrá más, sin duda. El entramado definitivo dispondrá de todo tipo de accesos, los que debe garantizar una metrópoli con aspiraciones. También en este apartado unas obras se han empezado y otras se planean.

La gran obra de infraestructura en transportes y comunicaciones es la ampliación del Puerto en el Abra Exterior, entre el puertecito de Zierbena y el rompeolas de Santurtzi. Tampoco queremos profundizar ahora en la destrucción de la costa provocada por una dársena de 5 km2 y sus correspondientes muelles. Le sigue en coste humano, ambiental y presupuestario la Autovía del Cantábrico, que permite viajar en 53 minutos de Santander a Bilbao según se ha pregonado. Ambas, sumadas a la red viaria que conecta Bilbao con la frontera de Irún, el valle del Ebro y la meseta, completan la red de transporte de mercancías. Para los pasajeros, además de las carreteras, se encuentra avanzado el Metro y en fase de estudio la Y vasca de ferrocarril de alta velocidad entre las tres capitales vascas. Los medios de comunicación han empezado a hablar de nuevo de la estación intermodal de pasajeros en el centro de Bilbao, a la que acompañará otra intermodal de mercancías en las cercanías del nuevo puerto. La información viaja aún a mayor rapidez por cable o por satélite.

Menos lobos, más caperucitas

Hasta aquí los planes de las transnacionales que han asumido la clase empresarial y las instituciones europeas, españolas y vascas. Así vistos, parecen relativamente neutros, con su modelo desarrollista que beneficia en mayor o menor medida al conjunto de la población de los países ricos. En realidad nadie les ha sometido a análisis crítico desde Santurce a Bilbao. Los colectivos populares han trabajado en su sector y en sus barrios o municipios en el mejor de los casos (Asociación de Defensa del Abra de Santurtzi, Coordinadora de Asociaciones de Vecinos de Bilbao…). La información y la valoración ha partido de los promotores y sus medios de comunicación que, como es natural considerando que ejercen de juez y parte, las han estimado maravillosas. Sin embargo lo realizado hasta la fecha no anuncia ninguna mejora para la mayor parte de la población actual. Más bien todo lo contrario.

En un paseo en barca desde las obras de Abandoibarra hasta el Abra se apreciaría que los barrios de la margen izquierda son los más degradados, en sentido amplio. Olabeaga, Zorroza, Burceña, Lutxana, El Karmen, Simondrogas, las calles Rivas y Chávarri de Sestao, San Juan de Rompeolas. En medio queda la isla residencial de Portugalete a que aludíamos. En aquellos barrios muchas casa amenazan ruina, crece el desempleo, afluyen las poblaciones cuyo roce odia la ciudadanía biempensante, la ciudadanía biempensante huye y deja más casas en ruinas. Las instituciones han observado a distancia ese círculo vicioso. Recientes quedan las algaradas anti-gitanas en Lutxana. Las movilizaciones vecinales contra el trapicheo pasan cíclicamente de barrio a barrio desde hace años. Dejamos para otra ocasión el populoso barrio de San Francisco, probablemente el gran afectado de la reurbanización. Todo apunta a un proyecto inconfesable e inconfesado de demolición escalonada de esos barrios.

El proyecto se ha hecho realidad con conflictos en las calles Rivas y Chávarri de Sestao y en el barrio santurtziarra de San Juan. En ambos casos las instituciones han buscado la expropiación forzosa a precios de saldo y el traslado de los pobladores a zonas alejadas de la ribera, en concreto a la zona centro de Sestao y al barrio santurtziarra de Kabiezes. No mentía el diputado foral de Urbanismo cuando declaraba que “quien piense que todo se reduce a poner cuatro puentes y carreteras a lo largo de la ría se equivoca. Lo cierto es que el futuro del territorio sí está determinado por estos proyectos, porque cambiarán la vida de muchas personas”. Es importante que esas personas sepan si cambiarán sus vidas a mejor o a peor. Por lo pronto no es descabellado que les expulsen de sus viviendas e instalen en su suelo a otras personas. Se ofrece una ciudad mejorada ambientalmente, con abundantes zonas verdes, baja densidad de población y calidad de vida. Los precios de esas formas residenciales serán prohibitivos, pero al común de los mortales eso ya no le choca. La pregunta clave es dónde se van a instalar la cantidad de chalecitos y bloques bajos que van a hacer falta.

Las ochocientas viviendas de calidad que se plantean en Amézola no van a dar para mucha metrópoli. Abundantes testimonios confirman el colapso residencial de la margen derecha. Por lo tanto sólo quedan los terrenos ribereños de la margen izquierda. Los vecinos del resto de barrios de la margen izquierda no debieran considerar que la cosa no va con ellos. Quienes están en el punto de mira no son sólo los terrenos, es el conjunto de la otrora población trabajadora industrial. Las personas que vivan en el nuevo Bilbao metropolitano, y me estoy refiriendo a grandes sectores de población, tendrán que ser útiles en la ciudad de servicios que aspira a ser. Quizá ocurra que en el corazón de ese nuevo Bilbao no haya espacio físico en condiciones de confort para todos. Una ciudad no se reorganiza en seis meses. Hay tiempo y herramientas, muchas desde el Poder, para el aceleramiento de la expulsión de habitantes.

Lo que hasta la fecha despunta con nitidez es el formidable negocio inmobiliario al calor de las infraestructuras pagadas con fondos públicos. Las instituciones derriban las ruinas industriales y pagan las autovías, los museos y el metro. Las macroconstructoras (Dragados y Construcciones, Agromán, Ferrovial) sacan tajada de los proyectos faraónicos que son su razón de ser. Los promotores locales adquieren terrenos a precio regalado con la tutela de las instituciones, que se los recalifican. Propongo una quiniela. ¿Cuánto costará el m2 a unos tiros de piedra del Guggenheim? ¿Cuánto en los antiguos terrenos de Altos Hornos de Vizcaya en Sestao y Barakaldo? ¿Cuánto en el Abra, con vistas al mar? Si desde Santander se tardan 53 minutos en coche a Bilbao, ¿Cuánto desde San Juan, Lutxana, Olabeaga? ¿Y en Metro? Todo indica a unas plusvalías sustanciosas con, permítaseme la broma, la garantía del Estado. El Ayuntamiento de Bilbao y Bilbao Ría-2000 ya han anunciado que el porcentaje de viviendas de protección oficial a que la legislación actual les obliga entre las que levanten en Abandoibarra y Amézola se construirá el último. Es difícil desentrañar el criterio con que se ponen el disfraz de instituciones públicas obligadas al cumplimiento de sus propias leyes y con que se lo quitan para pasar a ser promotores inmobiliarios a partir un piñón con el capital nominalmente privado. Ya hemos dicho que tampoco hay prisa. Acaso cuando llegue el turno a las viviendas de protección oficial la legislación haya cambiado.

Modernos, diseñadores y charlatanes

De este negocio especulativo a gran escala la publicidad oficial no dice esta boca es mía. Por el contrario, reitera las bondades de los nuevos planes con el argumento mágico de la creación de empleo. Descender a pormenores al respecto sería impropio de gente tan ocupada y elegante, que muestra sus planes para el siglo XXI en Cannes y Londres. La estética cuenta. El Bilbao metropolitano será de diseño, y por eso se ha contratado a los arquitectos más prestigiosos. El lenguaje con que se explican los proyectos es el de la modernidad, con ese optimismo progresista que siempre ha acompañado a los grandes negocios. El mismo lenguaje de hace ciento y pico años. Sin embargo los empleos estables del nuevo Bilbao no se ven por ningún lado. El Superpuerto no demandará demasiada mano de obra, cuando los puertos de tercera generación, ésta sí es la jerga, están totalmente mecanizados. Por lo pronto, el Puerto se limita a despedir trabajadores. En cuanto a la mano de obra en los centros comerciales, con ver las condiciones de trabajo de Eroski los y las aspirantes pueden echarse a temblar. La mano de obra excedentaria del sector industrial, ¿gozará del beneplácito de los mandamases del sector servicios, o preferirán otra más joven y moldeable? Brazos desesperados no faltan.

Adivinar en qué acabará esta aventura no es fácil. Los hombres que promovieron la sociedad industrial sobre cuyas cenizas se levanta ésta seguramente tampoco lo sabían. Aquellos oligarcas levantaron enormes fortunas pero también generaron riqueza que al cabo de muchas penurias alcanzó a la clase trabajadora. Hoy basta un vistazo a los consejos de administración de las empresas que participan en Bilbao Metrópoli-30 y Bilbao Ría-2000 para ver los mismos apellidos. Eso obviamente no garantiza ninguna mejora colectiva. No sé si es asumible la perspectiva de treinta años de sacrificios para una nueva etapa de comodidades en la clase trabajadora o lo que sea que salga de esta reconversión. Al vecino de Lutxana o San Francisco que participa en los pogroms anti-gitanos o anti-magrebíes yo le preguntaría si no le asalta la duda de que con su actitud esté llamando a excavadoras que no distinguirán entre blancos y rojos sino entre útiles e inútiles, poderosos y débiles. Al ciudadano de a pie, excedente laboral o parado de larga duración le preguntaría si no teme que estén construyendo la nueva ciudad a otros, más blancos que rojos, que le expulsarán de donde ha vivido y casi siempre nacido. Yo al menos conozco a muchos vizcaínos y vizcaínas a quienes no ha quedado más remedio que buscarse el pan fuera.

Soledad Frías
(Barakaldo)

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