LA VIDA NO ES ASÍ (AUNQUE LO DIGA EL CORTES INGLÉS)

Publicamos a continuación el relato que más nos ha gustado de entre los participantes en esta segunda edición del concurso literario. Aunque el concurso en sí quede ya cerrado, en próximos números publicaremos más relatos de los que nos habéis enviado. Nos gustaría que este espacio siguiera publicando vuestros textos, pero eso queda en vuestras manos.

LA VIDA NO ES ASÍ (AUNQUE LO DIGA EL CORTES INGLÉS)

Para ser mí primera detención todo me estaba resultando muy decepcionante. Con todas las historias que había visto por la tele -me pirro por las pelis de polis, tiros, de suspense, de aventuras..-, y las que había oído a los colegas del barrio, esperaba algo más emocionante.Y prácticamente lo único que hice fué éso, esperar, y perder mí valioso tiempo.

Nada más entrar al sótano-garaje de la comisaría primer chasco, ni fotógrafos ávidos de criminales, ni reporteros acosándome con sus micrófonos, y a los que poder gritar alguna chorrada para la posteridad del pelo de: ¡A mí el habeas corpures!! (que realmente no tenía ni puta idea de lo que era, pero según el Tolo, el mangante number güan del barrio que tenía el recor de detenciones y hasta pasó 15 días en el talego por mangar 4 botellas de güisqui del bueno, de cosecha, pues él lo primero que hacía era pedir el habeas ese -que no es una bendición papal, que va, que va), y por lo visto al Tolo le funcionaba, pues decía que nada más hacerlo los maderos se cagaban por las patas, y hasta de usted le llamaban.

Así que, de entrada triunfal nada de nada; Además el garaje era de lo más tétrico, y para ser sincero me estaba entrando cagalera. Decidí obedecer formalmente todo lo que los sres. agentes mandaran, para no enemistarme con ellos. Por cierto que uno de los maderos era clavaó, clavaó al Culombo, pero en flaco, y más calvo.

Subimos por unas escaleras muy estrechas, con un madero delante, y el Culombo detrás. Me habían puesto unas esposas en las manos (aquí empecé a desconfiar de las historias del Tolo, pues según él te esposaban los pies, las manos y el pescuezo, y creo que también lo había visto en alguna peli, pero igual éso dependía del delincuente), así que, por si las flais, decidí hacerme el detenido «ejemplar», por evitar problemas.

Por fin llegamos a unas oficinas en las que había más luz, más movimiento, y un mazo maderos (nada que ver con “Canción triste de jil estrit”, para nada). Me metieron en un cuartito, con sólo un banco por mobiliario y compañía. Sin ventanas, y la puerta era una reja. Así podía vigilarlos, e ir familiarizando con el ambiente, y de paso no me aburría. Todo muy bien pensado.

Los maderos que me habían traído le entregaron mi de.ne.i. a un madero-mastodonte, con pinta de agricultor bestia. Le debieron contar algo bueno de mí, pues me miraban, y cada vez se reían más. Yo por hacerme el simpático también empecé a reirme (desde luego nada que ver con lo que contaba el Tolo, me iba a oír), cuando de pronto el mastodonte-agricultor pegó un berrido: ¿Se puede saber de qué te ries tú jilipollas? Nos ha salido graciosillo el chaval, ¿eh? Pues tranquilo que si tienes ganas de cachondeo lo vas a tener…

En vista de que no tenían intención de contarme el chiste, opté por ponerme serio.

-Bueno, pues aquí te dejamos a éste pardillo. Le quito las esposas y te lo dejo en la celda hasta que le saquéis para tomarle declaración, y que te sea leve porque me parece que tiene menos luces que un puticlúb de pueblo…

Y dicho y hecho, sin abrir la reja me desposaron, y hasta se despidieron de mí, y la verdad me quedé un poco apenado pues ya me había familiarizado con éllos. Y como no conocía a nadie más por este antro me entró la congoja. Me senté en el banco, y así pasaron lo menos dos horas -lo que significaba que ya me había perdido los Simpson, el Super y difícilmente llegaría para el Cuponazo, cagüendiez…- De pronto otro agente con cara pito, me llamó por nombre y apellidos -que educao el jodío-, me sacó del cuartucho y después de un corto paseíllo entramos en otro cuarto, pequeño también, pero más amueblado. Hasta un poster del rey firmado y todo había.

Cerró la puerta que era de las de verdad, no de reja, (seguro que cerró para que no nos interrumpiera nadie, ni nos molestasen los ruidos, majo detalle). Se sentó detrás de un escritorio, y me mando sentar a mí también, pero denegé amablemente su invitación pues tenía el culo medio dormido después de las horas que pasé en el banco. Aún así insistió en que me sentara y ésta vez menos amablemente, asi que acaté la órden y me senté.

Empezó a hacerme preguntas de todo tipo, y debía ser muy interesante lo que le iba diciendo porque lo iba anotando todo en un ordenador. Hasta por mís padres me preguntó, por la fecha de mí cumpleaños, mi dirección (igual era para mandarme algún detallito por las molestias). Incluso se interesó por mí salud preguntandome por las enfermedades que había tenido, si tomaba medicamentos, bueno, super majo el tío. Luego ya pasamos a los hechos que me habían traído por éstos lares, y aunque según el Tolo en la comisaria no hay que decir ni mú, y en todas las películas el detenido insiste en no hablar ni en presencia de un abogado, el caso es que con la confianza que dá el hablar de detalles tan íntimos como los que habíamos tratado y lo preocupado que se había mostrado, no quería defraudarle. No me veía capaz de romper el ambiente tan relajado que había, y como yo era el primer interesado en aclarar el error que me había llevado allí, me decidí a contarle todo, (igual aún podría llegar a Crónicas murcianas). Ya tenía suficiente tema para fardar con los colegas. Se iba a chinar el Tolo, incluso algún productor me propondría hacer una película, que yo mismo podría protagonizar. ¿Por qué no?; físico no me falta, y aunque no soy muy alto, con las camperas engaño mucho. Y por el peso tampoco sería problema; en la teletienda venden un aparato que la grasa que sobra en un sitio, por ejemplo en la tripa, te la pone donde quieras…en la espalda, o en los brazos…

Mientras iba cavilando todo ésto (y es que cuando me pongo a eculubrar me quedo como embobao, con la mirada fija, la boca abierta, a veces incluso se me cae la baba, pero, como mí madre dice, éso es que estoy en Mi Mundo), el madero parecía que empezaba a ponerse nervioso. Dejándose llevar por la impaciancia me gritó:

– Ya vale de chorradas, joder! Me vas a contar de una puta vez a dónde coños ibas con el frigorífico, y como conseguiste llevarlo hasta el garaje?
-Pues al lado del montacargas había un cacharro de ésos con rueditas, que sirven para llevar cosas pesadas. Quité unas cajas que tenía encima, y listo. Por cierto, ¿ha probado la veleriana Kneip, o Pepcid? Esos nervios le van a provocar una úlcera de…
– Basta ya de anuncios y de hoxtias! O declaras de una vez o o… no sé que te hago.
– Bueno, bueno, relájese sr. comisario (se ve que también sufría en silencio de horroídes, pero cualquiera le aconseja que tome el hemoal ese). La historia comenzó cuando a mí viejilla se le cascó el frigo, y con su paga, pues ya sabe. Y como en el anuncio del corte inglés a todo el que va y le gusta algo le dicen… ¡lléveselo!, ¡ya lo pagará!, pues éso hice. Fui a la sección de aparatos, y una dependienta muy simpática me fue enseñando todos los modelos y las prestaciones al uso (flipaó le tenía con mí lenguaje, pues estaba con la boca abierta, y me miraba como hipnotizada). La vendedora me animó a que me llevara la que más me gustaba, y como había más gente que requería sus servicios, la dije que se marchara mientras yo pensaba con cual me quedaba. Al final me decanté por la no frost, la del anuncio ése de los pingüinos, ¿sabe?. Cojí la carretilla que había junto al montacargas, cargué la nevera, y hasta el segureta me ayudó para que no se me cerraran las puertas. Una vez en el garaje empezaron los problemas, porque claro no iba a ser tarea fácil cargarla en el 127, pero el cabrón del Manolo no quiso dejarme su Cequince. Es más agarrado que una ladilla cojonera. Entonces se me acercaron otros dos guardas y empezaron a hacerme preguntas, a pedirme factura… No les convenció mí argumento y entonces es cuando les llamaron a ustedes, y éso es todo sr. capitán. ¿Puedo irme ya?
– ¿Y pretendes que me crea esa sarta de tonterías?. Me estás poniendo muy mala leche, y, o empiezas a decir la verdad o te van a caer más años que al Vaquilla. Encima de robo, desacato…

En vista del mal cariz que empezaba a tomar el asunto, viendo que su inicial amabilidad había sido un astuto truco para encubrir su carácter violento y sabiendo de las torturas de las que eran capaces, sino, ya ves como lo paso el del Espreso de medianoche, o la del Lute Camina o te revientan, opté por seguir los sabios consejos del Tolo, y gritando todo lo fuerte que pude dije:
– ¡¡Quiero mi habeas corpurem!! Y no pienso decir nada ni ante mi abogado de oficio…

El comisario pasando del rojo violento al morado cardiaco chilló a su vez:
– ¡¡Que se lleven a éste subnormal de mí vista!!
Y esposándome otra vez, me llevaron medio a rastras hasta una celda, me soltaron dentro, y se marcharon cerrando el cerrojo por fuera. La celda era minúscula. Un escalón grande de piedra hacía las veces de cama y banco. Pero lo peor de todo, sudaba mientras recorría con la vista el minúsculo cuarto, no me lo podía creer: No había televisión!!!!!!!!!!

Txus C.C. (Bilbo)

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