Introducción histórico-social al movimiento de la Autonomía-Obrera

Los antecedentes del movimiento autónomo se pueden situar en los años sesenta en las primeras luchas en las fábricas, que son los primeros momentos en que aflora una resistencia articulada contra la dictadura. Hay que cuestionar la constitución de CCOO como el resultado de este proceso autónomo, ya que están fuertemente influenciadas por la táctica del momento del partido comunista. Es decir, el PC plantea entrar en los sindicatos verticales y propiciar la autoorganización de movimientos de base, sobre todo en las minas; en concreto, en la mina de la Camocha, que es donde nace la primera comisión obrera, los promotores, aunque no todos, es gente vinculada al partido comunista. Pero, en cualquier caso, había este germen espontaneísta. A finales de los sesenta, ya constituidas las comisiones obreras, comienza un desgaste y se producen escisiones de tipo político dentro del marco estalinista, como algunas de carácter maoísta, pero también la de tendencias autónomas. Se da un cuestionamiento de la forma de la representación sindical, de la sumisión al partido, una autoafirmación de los trabajadores y la defensa de la asamblea como elemento de representación básico. Es así como en los años setenta hay bastantes movimientos espontáneos. Se convocan huelgas generales en diversas ciudades,(Vigo, Ferrol, Pamplona,…) que en muchas ocasiones se saldan con muertos, porque las cargas policiales se hacen con pistola. Las convocatorias de huelga general vienen avaladas muchas veces por los aparatos políticos, entre los cuales el hegemónico es entonces el PC, pero no son movimientos monopolizados por el PC, sino que había un componente de espontaneidad muy elevado, que es lo que hace que se constituyan esos otros núcleos que cuestionan el liderazgo y las formas de organización vinculadas al PC y a CCOO.

En la primera mitad de los años setenta se crea un clima general de ingobernabilidad y de radicalización de las luchas. Es decir, la represión hace que las luchas se continúen más allá de las previsiones de los gestores políticos de la oposición. Entonces, se entra en una dinámica en la que hay una situación real de ingobernabilidad por parte del Estado. A ello se une la propia descomposición interna del Franquismo tardío, dentro del cual incluso hay algunos empresarios muy relevantes, como Duran Farell, y presidentes de algunas patronales (las facciones más modernas y dinámicas del capital) que abogan por una apertura democrática y por el reconocimiento de los sindicatos. En concreto, Duran Farell entra en contacto con CCOO y le ofrece el reconocimiento de la representación del orden sindical, a pesar de su condición de clandestinidad. El hecho es que durante todos estos años, casi hasta finales de los setenta, hay un ciclo en el que la productividad va sistemáticamente por debajo de los aumentos salariales. Esto es la tónica general y lo que contribuye a acentuar la crisis política y económica y social que vive el estado español. En la oposición, el PC y las CCOO se ven en una situación de equilibrio bastante difícil, porque son las únicas entidades articuladas en la oposición, con una red bien establecida y con una capacidad de convocatoria y movilización real, aunque minoritaria, porque la oposición al franquismo tampoco fue tanto como ahora nos quieren hacer creer los periodistas. Pero esa capacidad de movilización se limita a esto, a la capacidad de movilización, porque después la recuperación del conflicto ya no está tan clara, y habitualmente el control situación se le va de la manos.

Esta es otra de las características de este periodo: los aparatos políticos establecidos, aunque estén en la clandestinidad, lanzan las luchas pero las luchas no son reconducidas por estos propios aparatos; siempre, si se convoca un huelga quedan unos flecos o se permanentiza más allá del tiempo que se había planificado por los gestores de la oposición política. Esto hace que el PC y CCOO estén continuamente jugando al control, tratando, por un lado, de propiciar movimientos que hagan presión sobre el aparato en descomposición del franquismo tardío y, por otro, de que no se les vaya de las manos por la izquierda; están en una posición comprometida y a veces se dan situaciones muy curiosas.

En 1975, como consecuencia de esta indisciplina laboral generalizada que había, sobre todo en los centros industriales, el gobierno promulga un decreto de regulación salarial que viene a evidenciar lo que propia debilidad del régimen, porque es un decreto que pretende disciplinar a la clase trabajadora y en concreto controlar los aumentos salariales, y lo que ocurre es todo lo contrario: hay un estallido que desborda por todos los sitios este decreto. La realidad práctica del movimiento va más allá de las pretensiones e incluso de la capacidad represiva del estado y organizativa de la propia oposición. En este periodo (segunda mitad de los 70) es cuando estallan los conflictos en Castellón, en la construcción en Madrid, en el metro en Madrid, en Roca, en el calzado de Alicante, en la Renault en Valladolid o el de Vitoria en el País Vasco. Es curioso porque se dan composiciones obreras muy diferentes. La de Valladolid es gente que trabajaba en la cadena fordista del automóvil. En Alicante, por el contrario, la producción del calzado estaba deslocalizada en las familias; es trabajo casero, en donde se externalizan los procesos de fabricación de los zapatos y zapatillas deportivas. En estos conflictos se dan movimientos muy fuertes, con asambleas, recuerdo, por ejemplo, la celebrada en un repleto estadio de fútbol en Alicante. Todo esto se da simultáneamente a los intentos acelerados de control por parte de la oposición política. Ya entonces han entrado los dineros de la Fundación Ebert, se ha construido a toda prisa el PSOE y tanto PC y PSOE intentan propiciar el pacto con los aperturistas del franquismo (Suárez). Todo esto se precipita, son procesos muy rápidos, en el contexto de indisciplina e ingobernabilidad cada vez mayor.

Se llega a marzo del 76 donde se llegue a ese punto de inflexión del movimiento autónomo que es Vitoria. En Vitoria ya hay una manifestación clara de represión, un intento claro de aterrorizar por la vía del ametrallamiento, de inducir un clima de terror entre los sectores autónomos indisciplinados. Paralelamente, los sindicatos en la clandestinidad, CCOO y UGT, preparan una jornada simbólica de lucha en noviembre del 76. Lo que intentan con este alarde es poner de manifiesto que son capaces de controlar el movimiento obrero, que son capaces de gestionar la conflictividad social y, por tanto, que sirven como un elemento de presión para precipitar el pacto, las conversaciones que ya están llevando la oposición democrática, la plataforma democrática y la junta democrática -que ya se habían unido-, con los franquistas reformistas que encabezaba Suárez. Este es un hecho bastante significativo ya que hay un cambio táctico por parte de CCOO y UGT, un punto de inflexión, porque se pasa de la convocatoria de huelga a la institucionalización de la jornada de lucha: un día de demostración de fuerza ante la negociación. Esto les sale medianamente bien o mal: en varios sitios esa jornada se convierte en varias jornadas y en algunos grandes centros industriales en una ruptura mucho más acentuada en la cual se evidencia el papel de los sindicatos, aún clandestinos, como enemigos directos de las intereses de la clase trabajadora. Sin embargo, facilita y legitima en cierto modo la intervención de los aparatos represivos del estado sobre los movimientos autónomos porque los sindicatos de orden, CCOO y UGT, ya explícitamente comienzan el discurso de denuncia contra los “provocadores”, con los tópicos sabidos por todos contra aquellos que no obedecen las consignas emanadas de sus centros de decisión.

En 1978 ya han habido las primeras elecciones, el pacto de La Moncloa, pacto económico, político y social que firman los aparatos políticos, entre ellos el PC ya legalizado. Los sindicatos no lo firman porque es un acuerdo estrictamente político, no sindical. pero hacen una convocatoria pública de apoyo incondicional a este pacto. Básicamente, el pacto se traduce, en lo que se refiere a las relaciones laborales, en una serie de acuerdos, como el Acuerdo Marco Interconfederal o el Acuerdo Nacional de Empleo. Así, cada año los sindicatos, en colaboración con la patronal, elaboran una normativa para adecuar las relaciones laborales a las condiciones de explotación modernas capitalistas tal como funcionaban en Europa. Y aquí ya se define claramente lo que podríamos llamar el frente del orden político sindical contra el movimiento obrero autónomo. A partir de aquí ya viene el declive de las tendencias autónomas. Se inicia el proceso de reconversión industrial legitimado y avalado por los sindicatos mayoritarios y hay una confrontación clara entre los aparatos del poder político sindical y las tendencias autónomas; aquellos agentes directos del Estado a nivel laboral y calle, es con quienes se da la confrontación directa más fuerte. En un clima en el que el auge de las tendencias autónomas ya ha pasado van apareciendo nuevas luchas vinculadas no tanto a la reivindicación salarial como al mantenimiento del empleo y a la indemnización, son las luchas del Naval: Sestao, Cádiz, Ferrol, Gijón, Euskalduna (la que más duró), los transportes urbanos de Madrid o la reestructuración portuaria.

La base social del movimiento obrero en estos años 60-70 si sitúa en los movimintos migratorios de reciente experiencia industrial. En la década del 50 al 60 hay un millón de personas que emigran de las regiones más deprimidas a Madrid, Cataluña y el País Vasco. Entre el 60 y el 70 son dos millones los emigrados. Hospitalet, por ejemplo, qque es la ciudad no capital de provincia más grande del estado español con tiene 400.000 habitantes, en el año 50 no creó que tuviera más de 20.000. Hay también una urbanización precipitada y sumamente especulativa que hace que haya luchas no sólo fabriles sino también de carácter más ciudadano, sobre servicios, transportes, etc. Igualmente, entre el 60 y el 75 hay 600.0000 personas que emigran a Europa.

Lo que define las tendencias autónomas es una lógica en el proceso de reivindicación, una lógica proletaria contrapuesta a la razón económica, a la razón del capital. En los procesos asamblearios se fijan las cuotas de aumento salarial en función de los criterios que va manifestando la gente que participa en las asambleas; no se tiene en cuenta consideraciones como las de hoy (ej. el IPC) y no se había interiorizado de ninguna manera la lógica del capital. Este es uno de los elementos clave que explica esa indisciplina económica. El gobierno intenta recuperar los aumentos salariales del 20, 25% vía inflación, como hace siempre, pero esto acorta y agrava más el ciclo; antes de finalizar el convenio se desencadena la lucha por nuevos aumentos salariales. Esto es una espiral imparable. Otro aspecto muy característico es la representación directa, la no aceptación de la mediación de los aparatos de representación político-sindicales, aunque debemos verlo con una cierta reserva. Es curioso ver que donde se dan tendencias autónomas con más fuerza, virulencia y estructuración es en las zonas de reciente industrialización y de composición social de proletariado de reciente experiencia industrial. En las zonas de viejo movimiento obrero, como las minas de Asturias, donde se mantiene una ligera continuidad histórica de la formación clásica sindical, UGT y CCOO se hacen muy fuertes en seguida. Es curioso observar igualmente como en esta clase obrera, que viene del siglo XIX, es donde inciden más las formas clásicas del movimiento y donde menos se detectan las tendencias autónomas. Es una situación, en la negociación, en la vida cotidiana de la fábrica, donde hay lo que se puede llamar dictadura del proletariado porque las decisiones están a la zaga de lo que determina la iniciativa de los trabajadores en estos años.

También para caracterizar un poco lo que era la estructura social y productiva, en estos años la población activa rondaba en torno a los 13 millones de personas, de los cuales 7 son población asalariada y de ésta, el tejido industrial en un 95 % era (y todavía hoy es) pymes, pequeñas empresas con menos de 15-20 trabajadores. De hecho, las grandes movidas autónomas se dan allí donde hay una agregación relevante, sea vía fordista en torno al automóvil, sea en la construcción o en sectores estratégicos, como el metro, donde la comunidad de intereses y la capacidad de presión son muy fuertes. En la pequeña empresa las luchas vienen arrastradas un poco por las de estas grandes concentraciones industriales.

Ya para acabar, hablaría más de tendencias autónomas que de movimiento autónomo. No hay un movimiento, no se articula una coordinación entre los procesos asamblearios más allá de algunos momentos conflictivos coyunturales (con quizá algunas diferencias en el caso del País Vasco). El contenido de la lucha es eminentemente reivindicativo salarial, de carácter sindical aunque la forma no es sindicalista. No hay un proceso de elaboración más allá de los asuntos salariales.
Por último, como se habla mucho de la derrota, yo quisiera relativizar la noción de la derrota por varios puntos. Hay un hecho real: a pesar de que a partir de los 80 con la reconversión industrial el movimiento autónomo se transforma en pequeños sindicatos de base en La Naval, Sagunto, etc. pero a pesar de esta descomposición del movimiento, hay un pacto tácito y una extinción aceptada en cuanto que ha habido una mejora de las condiciones generales de vida de la clase trabajadora en esos años. Esto es un hecho palpable, e incluso sectores que han participado activamente en estas luchas aceptan el pacto de transición democrática y dejan solamente cada vez más aislados a los sectores más anticapitalistas, a los segmentos que intentaban llevar el discurso un poco más allá del mero ámbito sindical reivindicativo. Del mismo modo, contribuyen a la desarticulación del movimiento la represión directa, la reconversión selectiva y la expulsión de los elementos más conflictivos de los centros de producción, aprovechando las regulaciones de empleo. Estos sectores son también los más concienciados, los que van más allá de lo sindical, cuestionando el trabajo y propugnando la huida de la fábrica.

La política de indemnizaciones que sigue a la reconversión favorece que mucha gente tome el dinero y corra porque ya no quiere continuar en la fábrica, ven la evolución de los acontecimientos como algo irreversible y se buscan la vida, abandonando la fábrica. Esta paz social tiene un coste elevado, el de la reconversión, que se eleva en la primera fase a un billón de pesetas entre las indemnizaciones a las fábricas y a los trabajadores. Luego, a partir del 86, con la integración en la Unión Europea entran fondos que permiten la gestión de esta paz social, de este potencial conflictivo.

Hay una creciente profesionalización de la representación sindical y con la articulación de las relaciones laborales, homologándolas a los modelos capitalistas modernos, se introducen unos elementos de complejización en lo que es la negociación de las condiciones de trabajo, de manera que se va generando una casta de especialistas dentro de los propios trabajadores, en colaboración con los gabinetes de abogados, asesores legales, etc, lo que irá usurpando y detentando la representación de los trabajadores. Por un lado, hay unos intereses claros por parte de esta casta burocrática de monopolizar la representación y, por otro, un amplio margen de población asalariada deja hacer, aún sin estar totalmente de acuerdo. La prueba es que nunca ha habido una afiliación masiva a los sindicatos, aunque a estos le va bien que las cosas hayan ido de esta manera. Estas son un poco las limitaciones del movimiento, para verlo críticamente y puede decirse igualmente que las tendencias autónomos en la primera mitad de los setenta, hasta la firma del pacto de La Moncloa, sirven de coadyuvantes del pacto de transición, una transición se precipita de una determinada manera porque los negociadores, los aparatos de la clandestinidad y los herederos del franquismo, tienen interés en hacerlo rápidamente para evitar que se les vaya de las manos.

NOTA: Este texto lo hemos adaptado para facilitar su comprensión.

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