CEPRID

El “Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nóbel”

Sábado 23 de octubre de 2010 por CEPRID

Alejandro Teitelbaum

ARGENPRESS/CEPRID

El “Premio del Banco de Suecia en ciencias económicas en memoria de Alfred Nóbel”, de este año acaba de ser atribuido a tres economistas que avalan con sus teorías la actual ofensiva mundial contra la seguridad social.

En efecto, en la última parte de la publicación oficial de la Academia Sueca que explica la decisión de conferir el premio a los tres economistas puede leerse:

...La teoría de la búsqueda se utiliza ampliamente en estudios teóricos y empíricos de los efectos del seguro de desempleo; la teoría establece que el otorgamiento de beneficios más altos, pueden generar un mayor desempleo y alargar el tiempo de búsqueda de trabajo para los desempleados; una relación que también ha recibido un fuerte apoyo empírico. Así esta teoría también ha resultado de gran utilidad para analizar diseños alternativos de los seguros de desempleo. Con el fin de determinar la estructura de dicho seguro, debe tenerse en cuenta la tranquilidad que conlleva el aseguramiento del ingreso al momento de producirse el despido. (nuestro el subrayado) Un buen diseño de estos seguros puede además facilitar la eficacia para ubicar al trabajador desempleado ("la persona adecuada en el lugar correcto").

La teoría de la búsqueda se ha convertido en el modelo predominante para medir los efectos de las medidas de política económica en el mercado laboral, permitiendo analizar asimismo muchos otros fenómenos sociales. (http://nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/2010/info.pdf)

Dicho de otra manera, según los premiados, el desempleo es alto porque los desocupados prefieren cobrar “generosos” seguros a trabajar. Según ellos, habría mucha oferta de empleo y poca demanda de trabajo.

Cómo es habitual, el Premio del Banco de Suecia actúa como taparrabos ideológico de la economía ultraliberal dominante (aunque a veces no lo parezca) y este año, además de publicitar falsos argumentos contra el seguro de desempleo, pretende ocultar el hecho de que el aumento de la desocupación registrada en los últimos años es el resultado de la crisis y la recesión económica provocada por el gran capital, particularmente financiero. (12 millones más de desocupados en las economías desarrolladas y 4 millones más en América Latina y el Caribe sólo en 2009, según la Oficina Internacional del Trabajo).

Además, contrariamente a lo que sostienen los “nobelizados”, no hay en los hechos relación alguna entre la “generosidad” de los seguros de desempleo y una alta tasa de desocupación. Por ejemplo Austria y Holanda, los dos países europeos con una tasa de desocupación más baja (4,8 y 3,4% respectivamente en 2009), están entre los países de Europa con mejores seguros de desempleo.

Hay algo de impúdico en estas teorías frente a los cientos de miles de millones de dólares de los dineros públicos entregados a los grandes Bancos con apuros financieros.

A lo que hay que agregar que, según un estudio publicado por el Wall Street Journal el 12 de octubre, las instituciones financieras de USA se disponen a pagar un monto record de 144 mil millones de dólares de remuneraciones a sus dirigentes y empleados, en concepto de primas, bonus y stock opciones, superior a los 139 millones pagados en 2009. Esto, como resultado de que los beneficios de los grandes Bancos han vuelto a ser astronómicos, lo que no se refleja para nada en las persistentes consecuencias sociales de la crisis.

Tenía razón John Kenneth Galbraith, asesor de Roosevelt en la política del New Deal y uno de los mayores economistas contemporáneos (que por cierto no recibió el premio del Banco sueco), cuando escribió irónicamente: “en lo que se refiere a la ayuda a los pobres...se afirma que proporcionarles un ingreso o una ayuda de cualquier tipo, dará por resultado estropear su comportamiento, su sentido de la iniciativa y del esfuerzo...Así como los ricos tienen necesidad del estímulo de más dinero, los pobres tienen necesidad del estímulo de menos dinero”.

Todo esto lo explicó en términos sencillos hace doce años el escritor español Arturo Pérez Reverte, en un artículo publicado en ‘El Semanal’ el 15 de noviembre de 1998:

Los amos del mundo

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos.

Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.

Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad.

Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.

Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.


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