CEPRID

Brújula para orientarse en el golpe de Estado en Burkina Faso

Viernes 18 de febrero de 2022 por CEPRID

Dagauh Komenan

Áfricaye

Tras siete años en el poder, el presidente de Burkina Faso, Roch Kaboré, fue derrocado por un golpe de Estado este lunes 24 de enero de 2022. Es la tercera toma de poder por militares en África occidental en tres años consecutivos. Kaboré acababa de empezar su segundo mandato presidencial, tras ganar las elecciones generales del 22 de noviembre de 2020 con el 57,74% de los votos. Para poner en perspectiva los acontecimientos, enumeraremos de forma sumaria los distintos momentos que han llevado hasta este último suceso.

Precedentes que contextualizan la situación actual

14 de noviembre de 2021: 57 de los 120 gendarmes desplegados en Inata, en el norte del país, fueron masacrados de forma horrible por combatientes de Ansaroul Islam (afiliado a Al Qaeda y principal grupo yihadista actuando en Burkina Faso). La cadena de televisión Francesa France 24 reveló que los gendarmes en dicho puesto carecían de material, de equipos y de raciones, lo que les obligaba a cazar para alimentarse.

17-25 de noviembre de 2021: Tienen lugar una serie de manifestaciones en varias localidades burkinesas, en las que se pidió (1) la dimisión del presidente Kaboré y (2) el fin de la cooperación militar entre Burkina Faso y Francia. La población, irritada por rumores de que un convoy militar francés pretendía entregar armas a los yihadistas, lo bloqueó durante varias horas entre Bobo-Dioulasso y Uagadugú (durante la noche del 17 al 18 de noviembre) y en Kaya (del 19 al 25 de noviembre). En dicho contexto, el gobierno decidió; (1) cortar el internet móvil durante 8 días para evitar la difusión de imágenes; (2) mandar unidades antidisturbios para dispersar los manifestantes; (3) no pedir ninguna investigación sobre las circunstancias de los heridos por balas (que según los manifestantes fueron causados por disparos franceses). Estas acciones del gobierno se han percibido como una confirmación de la sumisión del régimen de Kaboré a Francia. Ya en 2017 los burkineses habían vivido como una humillación una broma pública del presidente francés Emmanuel Macro hacia su homólogo Roch Kaboré en la universidad de Uagadugú.

8 de diciembre de 2021: Dimite el primer ministro, Christophe Dabiré, reemplazado por Lassina Zerbo. Reemplazo de comandantes militares de las regiones del norte del país.

9 de enero de 2021: La CEDEAO adopta sanciones contra la vecina Mali

10 de enero de 2022: Frustración de un golpe de Estado del Teniente Coronel Emmanuel Zoungrana y corte de las conexiones de internet en el país.

11 de enero de 2022: Maxime Koné, ministro de Seguridad, es interrogado sobre los cortes de internet, a lo que respondió en una entrevista en la televisión privada BF1: «No tenemos ningún comentario que hacer». Su frase fue interpretada como una ofensa al carácter soberano del pueblo entre organizaciones de la sociedad civil.

22 de enero de 2022: Manifestación popular en apoyo a Mali, a pesar de la prohibición del gobierno.

23 de enero de 2022: Nuevas manifestaciones e inicio de un motín en varios cuarteles.

Principales protagonistas

Roch Kaboré

Hasta el 24 de enero de 2022, presidente de Burkina Faso. Roch Marc Christian Kaboré es un economista y político burkinés nacido el 25 de abril de 1957 en Uagadugú. Estudió Economía en la Universidad de Dijon (Francia), con especialización en administración de empresas, donde obtuvo una licenciatura en 1979 y un máster en 1980. De 1984 a 1989, dirigió el Banco Internacional de Volta (BIV). Su carrera política empezó en los años 90 del siglo pasado, cuando se integró en el partido de Blaise Compaoré y ocupó varios cargos, como primer ministro entre 1994 y 1996 y presidente de la Asamblea Nacional de 2002 a 2012. A raíz de unas disensiones con Compaoré acerca de la limitación de los mandatos, pasó a la oposición. El 1 de diciembre de 2015, ganó las elecciones que marcaron el fin de la crisis política y movilización ciudadana consecutiva a la caída de Blaise Compaoré, que sacudió el país entre 2014 y 2015. Desde su llegada al poder con el 53,49% de los votos, su presidencia estuvo marcada por su desconfianza hacia el ejército nacional, al que consideraba aun fiel a Compaoré. Este hecho se tradujo en la falta de recursos dedicados al ejército y una apuesta por las milicias Kolweogo para la defensa territorial. Sin embargo, los métodos brutales de esta milicia, sobre todo contra la comunidad peul, acusada de apoyar a los grupos yihadistas, tienden a empeorar la situación.

El Movimiento Patriótico de Salvaguardia y de Restauración

Es el nombre adoptado por la junta actualmente en el poder. Su única aparición pública por el momento se consagró a declarar mediante su portavoz, el capitán Sidsoré Kader Ouédraogo, la destitución del presidente Kaboré y la instauración de la junta dirigida por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba. Durante esta comparecencia, enfatizaron la incapacidad del régimen de Kaboré para garantizar la seguridad de las poblaciones y de sus propiedades en todo el territorio nacional y prometieron restaurar la seguridad y la soberanía de Burkina Faso.

Paul-Henri Sandaogo Damiba

Muy poco se sabe del militar actualmente al frente de Burkina Faso. Es teniente coronel de infantería del ejército burkinés y tiene 41 años. Hasta arrogarse sus “nuevas funciones”, era comandante de la tercera región militar de país (en el norte, más afectado por la actividad yihadista), puesto que obtuvo el 3 de diciembre de 2021, gracias a una reforma del ejército emprendida por el ahora expresidente Kaboré a raíz del ataque yihadista en la localidad de Inata. Miembro de la promoción 1992 del Pritaneo Militar de la provincia de Kadiogo y de la 7ª promoción de la Academia Militar Georges Namoano en Pô, se formó fuera de Burkina Faso. Principalmente en Gabón, donde obtuvo su certificado de Estado Mayor, y en Francia. En este ultimo país se graduó en la Escuela Militar de París, en la 24ª promoción de la Escuela de Guerra de 2017. Publicó su tesis, titulada Armées ouest-africaines et terrorisme: Réponses incertaines?(«Ejércitos de África Occidental y terrorismo: ¿respuestas inciertas?») en junio de 2021. En ella analiza las estrategias de los ejércitos en el Sahel y sus límites. Obtuvo también un máster en criminología en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de París, donde fue alumno de Alain Bauer (uno de los mejores criminólogos de Francia). Tiene un título de gestión de la defensa, mando y estrategia. Finalmente, es experto en inteligencia.

En cuanto a su hoja de servicio, Sandaogo Damiba fue comandante de unidad en el Regimiento de Seguridad Presidencial (RSP) entre 2003 y 2011. La antigua guardia del expresidente Blaise Compaoré (1.300 efectivos que equivalen al 10% de las fuerzas armadas, los mejor armados y preparados del ejercito burkinés) fue disuelta tras un intento de golpe de Estado bajo el mando de Gilbert Diendéré, que fracasó a los seis días de comenzar y se desarrolló entre el 16 y el 23 de septiembre de 2015. En 2015 fue jefe de cuerpo en la localidad de Dori antes de ser destinado a Ouahiguya en 2019. Sirvió como jefe de la célula de inteligencia de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA).

El pueblo burkinés

A veces se olvida incluirles en las narrativas sobre la situación del país, mientras que ha figurado siempre en el centro de toda la trama. La situación actual de la población burkinesa difiere de la de Mali o Guinea en dos aspectos. Primero, a diferencia del FNDC guineano o del M5 maliense, no existe una base popular estructurada. En segundo lugar, los burkineses se movilizaron en apoyo a los militares. En efecto, el principal motivo de las manifestaciones fue pedir al gobierno que entregara al ejército los medios para garantizar la seguridad del país, cosa que los militares reclamaban ya. A esta situación de descontento popular a raíz de la inseguridad, se añadieron otros factores generales, como la percepción de la corrupción y la desigualdad, y otros más específicos, como el último corte de internet móvil durante 8 días, sobre el que no hubo ninguna comunicación oficial tras justificar la toma de esta medida durante las primeras 48 horas. También la postura burkinesa a favor de las sanciones contra Mali, que se vivió como una violación de la voluntad popular. De hecho, las ultimas manifestaciones, del 22 al 23 de enero de 2022, exigieron la dimisión del presidente a raíz de todas estas cuestiones.

2015-2022: Siete años y un contraste

La realidad burkinesa ha cambiado mucho en siete años desde que en 2015 la movilización ciudadana desalojó del poder a Blaise Compaoré, principalmente con la aparición de grupos yihadistas en el país a partir de 2017. Pero, si algo no ha cambiado ha sido la existencia del triángulo formado por el pueblo, el poder ejecutivo y el ejército. Ahora, como en 2015, el triángulo da que hablar y las escenas de alegría, a veces incomprensibles, observadas en Burkina (como anteriormente en Mali y Guinea) por la llegada de los militares al poder son difíciles de digerir para los observadores internacionales. Todavía se guarda el recuerdo de un pueblo burkinés que forzó la caída del dictador Blaise Compaoré mediante cuatro días de protestas ciudadanas (a pesar de una represión que dejó una treintena de fallecidos y más de un centenar de heridos) y que posteriormente se movilizó para oponerse a la toma del poder por su guardia personal en 2015 (a costa de once fallecidos y 271 heridos). Esta imagen combativa contrasta con la de estos días: burkineses aclamando a unos militares que acaban de tumbar a un presidente reelegido hace menos de dos años. Sin embargo, esto demuestra a los que perciben la democracia con el prisma de la CEDEAO (un mero ciclo maquinal de elecciones) que los burkineses saben lo que quieren y que, al igual que muchos ciudadanos en el África francófona, no limitan su interpretación de la democracia al hecho de elegir un presidente cada cinco años. Burkina Faso ahora, igual que Mali en 2020 o la República de Guinea en 2021, demuestra su rechazo del modelo de gobernanza que le intenta imponer la comunidad internacional (empezando por la CEDEAO) para intentar crear uno propio que les parezca más equitativo, donde las poblaciones podrían hacer sentir –al menos– su soberanía y sus aspiraciones serían escuchadas.


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