España y los inmigrantes (y II)
Miércoles 10 de septiembre de 2008 por CEPRID
Waleed Saleh
CEPRID/Rescoldos
Peculiaridades de los árabes y musulmanes en España
Los árabes y los musulmanes que viven en España tienen inevitablemente unas peculiaridades y características propias que no debería ser, en modo alguno, un inconveniente para su convivencia con el resto de la sociedad española, ni tampoco ser un elemento de privilegio o exigencia para tener un trato excepcional en detrimento de los demás sectores sociales. Los ciudadanos de esta procedencia como los demás ciudadanos tienen obligaciones y derechos. Son un componente importante de la sociedad española y deben ser considerados como ciudadanos y no como huéspedes ni inmigrantes. Las autoridades españolas, como han hecho en muchas ocasiones, deben demostrar una sensibilidad y un tacto hacia los inmigrantes y sus países de origen y no caer en el error de tratarlos con arrogancia o mezclar a la mayoría pacífica y trabajadora con la minoría fanática y violenta. Los violentos son individuos o grupos muy reducidos que dañan más la imagen de su propia cultura que a las sociedades occidentales. Pero no hay razones objetivas para confundirlos con el resto de los árabes y musulmanes que los rechazan categóricamente. Todos sabemos que el nazismo nació en Alemania, pero no por ello podemos considerar a todos los alemanes nazis.
Por su parte los ciudadanos procedentes de países árabes y musulmanes, deben conocer con claridad su lugar en las sociedades de acogida. El respeto de las leyes y constituciones de los países de destino es un deber insoslayable. Respetar el sistema laico repercute positivamente en su vida y en su trabajo. Un sistema teocrático supondría unas relaciones más difíciles con las demás comunidades, especialmente de las otras religiones. Procurar conseguir la integración positiva que representa un equilibrio entre las señas de identidad y los requisitos de la ciudadanía europea y la española en concreto.
Participar en los procesos políticos, en la votación y en las elecciones de los representantes políticos a nivel nacional y local, demostrando así su respeto hacia la pluralidad. Abandonar la idea tan anclada en las sociedades árabes y musulmanes de la conspiración que separa y agranda el abismo instalado entre ambos mundos.
Discriminación positiva, asimilación o integración
Los países europeos con experiencia en el tema de la inmigración vienen habilitando una serie de medidas que pretenden encontrar las formas más adecuadas para acoger a los trabajadores que proceden de otros países. Europa comienza a recibir inmigrantes a partir de la Segunda Guerra Mundial, y según Laura Mijares (4), la llegada de estos trabajadores se puede clasificar en tres etapas bien diferenciadas. Una primera que va desde 1945 hasta 1973, en la que los trabajadores venían como invitados. Una segunda etapa de 1973 a 1990 que se refiere al periodo posterior al cierre de las fronteras y se caracteriza por la adopción de medidas integradoras. Y la tercera y última es la que comprende el periodo de 1990 hasta la actualidad. En esta etapa los países del sur de Europa se convierten en receptores de inmigración. Muchos de estos trabajadores vienen con sus familias.
La política seguida por algunos países europeos con los inmigrantes se ha ido modificando a lo largo de estos años. La escolarización de los hijos de estos inmigrantes ha creado una nueva realidad para los países receptores. La educación de estos niños ha sido un tema de debate continuo entre políticos, educadores y agentes sociales. Algunos han aplicado una política asimiladora que no consideraba las diferencias culturales y lingüísticas de los alumnos. Otros, han aplicado una política compensadora que sí ha tomado en cuenta las diferencias que necesitan ser compensadas. Unos han defendido medidas multiculturales que reconocen las peculiaridades culturales de los grupos específicos y otros han habilitado medidas para promover acciones interculturales que no solamente reconocen las diferencias, sino también abogan por transformar las relaciones desiguales de poder existentes en la escuela y en la sociedad.
En un país como Holanda con una larga tradición con la inmigración y un gran esfuerzo realizado por las autoridades del país para abordar el tema desde diferentes ángulos, ha experimentado varias políticas relativas a los inmigrantes. En 1983 se decidió en este país adoptar una política de minorías para ofrecerles las mismas oportunidades que el resto de los ciudadanos. Además, tomaron algunas medidas de discriminación positiva hacia los inmigrantes, estableciendo un vínculo entre inmigración y ciudadanía. Luego llegó la idea de la reciprocidad de derechos y deberes, o sea, los inmigrantes deberían ser leales a la sociedad y a la cultura del país de acogida. Y por último, y a partir del año 1994 se ha fijado en el objetivo de la integración de los recién llegados para alcanzar la ciudadanía completa.
En España, la inmigración ha conocido una serie de leyes y medidas oficiales partiendo de la Ley de Extranjería publicada en 1985, con la que este tema se ha colocado en el centro del debate público como asunto preocupante para la ciudadanía. En 1991 fue creada la Dirección General de Migraciones y a continuación se publicaron varias leyes orgánicas para organizar la relación con los inmigrantes.
Curiosamente, el colectivo de los inmigrantes marroquíes que en la actualidad representan cerca del 20% del total de los inmigrantes en España y superan el medio millón, son considerados por parte de las autoridades como “los no integrables”. Estos se perciben como el colectivo con características específicas ligadas a la religión musulmana.
La opinión pública española en general considera la inmigración marroquí como una avalancha, que va unida a una serie de estereotipos manejados sobre el país de origen, mezclados, como señala Mijares en su libro mencionado anteriormente, con cuestiones étnico-religiosas con viejos lazos coloniales y culpando a los propios inmigrantes y a su cultura de la exclusión que sufren.
La integración
Se refiere a las medidas que tratan de gestionar la plena incorporación de los inmigrantes en las nuevas sociedades, medidas de protección social, educativa, de alojamiento y de empleo dirigidas a los extranjeros en situación regular. Estas medidas se ven condicionadas en cierto aspecto porque tienen que ver con la historia nacional, las tradiciones políticas, la situación demográfica y las necesidades económicas de los países receptores.
La integración de algunos inmigrantes musulmanes y en particular los procedentes de Marruecos en la sociedad española, se ve dificultada por una serie de elementos, algunos ajenos a los propios inmigrantes y otros relacionados con ellos mismos. Entre los factores ajenos, podemos destacar la postura de algunos intelectuales españoles que suelen provocar en sus escritos y declaraciones alarma social contra estos inmigrantes. Se les relaciona con la delincuencia y el terrorismo, una moneda común que se ha convertido en un argumento racista y xenófobo que procura mezclar los conceptos y acusar a todos los musulmanes, generalizando, de ser terroristas y fanáticos religiosos.
Podemos leer este tipo de acusaciones en algunos diarios de tirada nacional publicados por supuestos especialistas en el Islam, escritos como artículos de opinión. Algunos medios de información a su vez practican una militancia activa en contra de cualquier asunto relacionado con el Islam o los musulmanes. Asimismo, los partidos políticos de carácter xenófobo participan cada vez que tienen una oportunidad en contaminar el ambiente y sembrar dudas sobre esta cultura y la gente que la practica. Los roces históricos y su presencia en la memoria colectiva hacen que cada vez que haya alguna crisis o problema con los árabes o musulmanes, se activen las alarmas y vengan a la mente momentos de enfrentamientos y de conflictos que han tenido lugar a lo largo de la historia, con el temor de que se puedan repetir cualquier día.
En cambio, de entre los elementos relacionados con los propios inmigrantes que complican su integración, podemos señalar su falta de formación cultural. Muchos de estos inmigrantes que vienen a España tienen una formación cultural precaria, algo que repercute en su comportamiento y en sus relaciones con los demás. De algún modo, esta falta de cultura del inmigrante se convierte a veces en una barrera infranqueable para su integración en la sociedad de acogida. Esta circunstancia dificulta en ocasiones el aprendizaje del idioma del país de destino, herramienta muy necesaria para sus relaciones y para su incorporación a la nueva sociedad. La inmigración femenina, especialmente si es tradicional en la vestimenta representa una dificultad añadida para la integración. El pañuelo o el velo (hijab), independientemente de su valor cultural o social, se ve por parte de la población española como un símbolo de sumisión y de marginación. En ocasiones lo es, pero no siempre es así. Incluso en algunos países musulmanes como Turquía y Marruecos, está siendo tema de controversia y de debate. En el primero de estos dos países su uso ha estado prohibido en determinados lugares públicos como la universidad y el parlamento. Recientemente esta prohibición se ha suspendido.
Mientras que en Marruecos, las autoridades ahora están debatiendo la posibilidad de prohibir su uso como lo estaba en Turquía anteriormente. Algunos usos y costumbres de los inmigrantes musulmanes que viven en España suscitan rechazo e incomodidad para la población autóctona. La presencia de lugares de culto propios o las tiendas que venden productos y alimentos consumidos por los inmigrantes, no siempre se ven con buenos ojos por parte de determinados sectores sociales de la población española. Y si a esto añadimos otras prácticas como el hecho de que algunos inmigrantes reciban en sus casas varias visitas al día que es una costumbre habitual entre los musulmanes, el vecindario siente malestar y molestia por ello y repercute negativamente en las relaciones de ambas partes.
Pasos necesarios
La inmigración presentada por parte de algunos políticos como uno de los problemas más serios para los gobiernos occidentales, incluido el español, necesita en realidad un trato sabio y prudente y alejado de todo tipo de sentimiento de odio o rechazo. La inmigración es una necesidad inevitable para las sociedades occidentales en este momento y a pesar de la posible desconfianza que suscitan en las poblaciones autóctonas, su aportación tanto en la economía como en lo social es de un valor incalculable. Son millones los trabajadores inmigrantes que realizan los trabajos más duros en Occidente y sostienen, en parte, el sistema de la seguridad social. Y como afirman algunos estudiosos “los inmigrantes están contribuyendo significativamente al crecimiento de las economías de los países europeos y también de los países de origen” (5). Pero aparte del elemento económico, los inmigrantes que proceden de un sinfín de países y representan un gran número de culturas, traen consigo muchos valores, usos y costumbres que no siempre son negativos o contrarios a los valores de las culturas occidentales. El mundo está cada vez más abocado a la formación de unas sociedades multiculturales. La mezcla que está teniendo lugar en muchos sitios del planeta entre diferentes etnias y religiones es imparable pese a los que se oponen y creen en razas superiores y religiones verdaderas. En España si tomamos la ciudad de Madrid como ejemplo, veremos que algunos barrios se han ido formando en virtud de las nuevas circunstancias y realidades. El barrio de Lavapiés representa esta nueva realidad, donde conviven una multitud de inmigrantes llegados de todos los continentes junto a los ciudadanos originarios y donde uno puede encontrar decenas de tiendas con productos propios de los países de origen de estos inmigrantes, además de gran número de restaurantes de todo tipo y de diversas nacionalidades. Incluso hay quien piensa que la integración de los inmigrantes en el mercado garantiza su incorporación natural a la sociedad en la que viven por medio de su música y su comida tradicional, por ejemplo. Pero esta integración la consideran otros como un paso incompleto que queda limitado al ámbito del folklore y que necesita para completarse la intervención del estado tomando medidas efectivas para facilitar esta deseada integración (7).
Los gobiernos occidentales están llamados ahora más que nunca a llevar a cabo una política responsable en relación con la inmigración, dedicando más recursos técnicos y económicos a este asunto y tomando medidas integradoras y no exclusivistas como pretenden algunos partidos políticos conservadores. Deben estar alerta con algunos medios de información que utilizan discursos y argumentos xenófobos y racistas que son contrarios a los derechos y la dignidad humana.
Notas:
1- Al-Shahi, Ahmed and Lawless, Richard (2005). Middle East and North African Inmigrants in Europe, Routledge, London.
Waleed Shaleh trabaja en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autonoma de Madrid. Este artículo fue publicado en el nº 18 de la revista de diálogo social Rescoldos, perteneciente al primer semestre de 2008. Es editada por la Asociación Cultural Candela www.nodo50.org/candela
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