CEPRID

Abstención electoral y auge huelguístico en El Salvador de 1978

Lunes 15 de septiembre de 2014 por CEPRID

Roberto Pineda

CEPRID

A principios de 1978 los partidos aglutinados en la Unión Nacional Opositora, UNO, (PDC, MNR y UDN) decidieron abstenerse de participar en las elecciones legislativas y municipales de marzo de ese año, mientras en las calles se desarrollaba un amplio movimiento huelguístico que reflejaba la profunda crisis política que vivía el país. Por otra parte, el régimen militar se lanzaba por el camino de la represión para detener el auge de las luchas populares. A continuación exploramos esa explosiva situación desde la perspectiva de los comunistas salvadoreños.

Actualidad política de El Salvador y la Abstención Electoral de la UNO

En el número 98 de Voz Popular, de la segunda semana de febrero de 1978, se evalúa la situación política del país. Se considera “que sigue pendiente de solución la crisis política estallada en febrero-marzo de 1972, cuando la dictadura militar derechista y su partido apéndice perdió el 20 de febrero la elección presidencial y, para sobrevivir, impuso a su candidato derrotado, Coronel Arturo Armando Molina, dando origen a un agudo repudio popular y al descontento en las filas castrenses que desembocará en la rebelión frustrada del 25 de marzo de 1972.”

Plantea que “en la base de la crisis política irresoluta hay una crisis estructural, también pendiente de solución, cuyo estallido se expresó en las agudas contradicciones surgidas en el Mercado Común Centroamericano, la guerra contra Honduras en 1969 y la ruptura total del MERCOMUN, con la paralización consiguiente del proceso industrializador, que hasta 1968 avanzaba con dinamismo.”

Argumenta que “entre julio de 1976 y julio de 1977 se vivió un año de extraordinaria actividad y significación política, durante el cual las diversas y contrapuestas fuerzas sociales intentaron sin conseguirlo, abrir la salida que cada una de ellas propugna para la crisis estructural y política que sufre El Salvador.”

Se hace una reseña del periodo señalado afirmando que entre julio y septiembre de 1976 ocurrió el “intento del gobierno de Molina de poner en marcha una salida reformista, burguesa, limitada y pro-imperialista, alrededor de la “Transformación Agraria” y su Primer Proyecto. Una vez que la oligarquía arrodilló a Molina y tiró al cesto de la basura la “transformación agraria” se unió, junto con casi toda la burguesía, alrededor de la candidatura presidencial del General Carlos Humberto Romero, para empujar hacia la vía fascista.”

Entre octubre de 1976 y el 28 de febrero de 1977 se da el “intento de abrir la salida democrática popular encabezada por la UNO, utilizando la campaña electoral y las elecciones para poner en pie de lucha a las grandes mayorías trabajadoras y amplios sectores de las capas medias, concertar un pacto con los militares demócratas y elevar el proceso de lucha a niveles decisivos. Este intento culminó con la derrota de sus metas máximas en la masacre del 28 de febrero, que cortó la huelga general política progresiva que estaba en desarrollo, aunque no sus metas mínimas: poner en pie de lucha al pueblo, extremar la polarización entre el pueblo y fascistas…”

Entre la masacre del 28 de febrero y la toma de posesión de la presidencia por el General Romero el 1ro. de julio se da el “intento el gobierno de Molina, para entonces totalmente bajo el control de Romero y su grupo dominante en el Alto Mando de culminar la apertura de la vía fascista de salida a la crisis, para lo cual se empeño furiosamente en un esfuerzo por aplastar al movimiento popular, destruyendo sus organizaciones sociales y políticas, agrediendo a la Iglesia para obligarla a renunciar a su orientación comprometida con el pueblo y quebrantando la moral combativa de las masas.”

“Ninguno de estos tres intentos- evalúa Voz Popular- de abrir una salida a la crisis política y estructural alcanzó el éxito total, pero su forcejeo produjo cambios imborrables en el proceso histórico-político de nuestro país, tanto en lo nacional como en su contexto internacional.”

“Hay hasta ahora cierto punto de empate, en el que los fascistas conservan a su favor las ventajas del poder y las utilizan para proseguir la represión bajo formas selectivas. El peligro de que los fascistas asesten su gran zarpazo e instauren su dictadura total continúa, por tanto, siendo muy grave y este peligro en realidad solo puede conjurarse infligiéndoles una derrota que quiebre profunda e irreparablemente sus fuerzas que le dan sustento.”

Subraya que “dentro de las maniobras actuales de enmascaramiento que realizan los fascistas, juega un papel destacado la farsa electoral convocada para marzo. El gobierno de Romero insiste así en su empeño por modificar su apariencia sin hacer concesiones reales que configuren una apertura democrática, que de antemano sabe será propicia para el fortalecimiento del movimiento popular.”

Analiza que la reciente visita del Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, Terence Todman, fue “un consciente y evidente esfuerzo por limpiar la cara del gobierno de Romero ante la opinión internacional, demostrando que Washington se siente complacido. Ello fue un éxito para la maniobra de los fascistas salvadoreños; pero a la vez, la conducta de Todman permite al pueblo salvadoreño constatar en su propio pellejo el doblez de la política Carter y lo previene de no forjarse ilusiones con ella.”

Establece que “la decisión de no concurrir a las elecciones de marzo adoptada por los tres partidos de la UNO, es una decisión justa que permite frustrar la maniobra de encubrimiento internacional y división de las fuerzas democráticas, pero ella se convertira en un factor verdaderamente anti-fascista , solo si pasa de la actitud de mera abstención al despliegue de una vigorosa ofensiva de movilización, orientada a desvirtuar nacional e internacionalmente, la validez moral y política de la farsa electoral que el régimen se dispone a realizar en marzo.”

Sostiene que “lo más importante de la decisión de no concurrir a las elecciones de marzo está, pues, en que ella lleva en sí la posibilidad de originar una nueva ofensiva popular y de imponer al régimen la batalla en otro terreno: en el de la lucha por la libertad de los presos políticos, “desaparecidos”, el cese de la represión y la tortura, el retorno de los exiliados, la Autonomía de la Universidad, el cese de la hostilidad contra la iglesia y el retorno de los sacerdotes expulsados del país, el respeto a los derechos sindicales y de las demás organizaciones populares, el respeto al libre ejercicio de las libertades y garantías democráticas fundamentales, la derogatoria de la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público y demás legislación represiva inconstitucional; la depuración de los cuerpos de seguridad, el saneamiento del sistema electoral para garantizar el derecho soberano del pueblo a elegir libremente a sus gobernantes, etc.”

Concluye que “este terreno es el más desfavorable para el gobierno de Romero, permite avanzar hacia la unidad de las fuerzas populares y hacia la coordinación de sus acciones; permite asimismo frustrar el operativo de encubrimiento de los fascistas y estimular la solidaridad internacional a favor de nuestra lucha, tomar la defensa de los derechos humanos en las propias manos del pueblo y curarnos de ilusiones en una supuesta protección paternal del gobierno de Carter, que puede causarnos un daño fatal si nos induce a confiarnos y bajar la guardia, mientras socava la unidad de las fuerzas democráticas, principal escudo actual del pueblo salvadoreño.”

En pleno desarrollo movimiento huelguístico

Se encontraban en huelga a principios de 1978 los trabajadores de la Fábrica “María Pía”, protestando por despidos injustificados y 279 panaderías de COMAPAN, exigiendo un aumento salarial. Ambas huelgas eran conducidas por la central sindical FESTIAVTSCES. Asimismo más de 200 trabajadores de la fabrica CONELCA, de la central sindical FESINCONTRANS. Y también en el Beneficio San Lorenzo, en Santa Ana, donde la patronal se negaba a negociar reformas al contrato colectivo. Estos trabajadores aglutinados en el Sindicato de la Industrial del Café, SICAFE, estaban afiliados a FENASTRAS:

Y el principal conflicto huelguístico se localizaba en Sonsonate, donde cerca de mil trabajadores organizados en FENASTRAS, del Central Azucarero Izalco, propiedad de la familia oligárquica Regalado Dueñas, exigían el pago de horas extras y otras demandas. Al nomás declarar la huelga fueron objeto de represión por parte de efectivos de la Guardia Nacional, los cuales golpearon y capturaron a 19 trabajadores, los cuales fueron luego encarcelados y se les acuso de actos terroristas aplicándoseles la Ley de Defensa del Orden Público.

Por otra parte, los partidos UDN, PDC y MNR, que integran la UNO denunciaron que el 2 de febrero no se les permitió por parte de efectivos del ejército y los cuerpos de seguridad, la realización en la Plaza Libertad de un mitin en solidaridad con lucha del pueblo nicaragüense, en su lucha por liberarse de la dictadura de Anastacio Somoza.

Necesaria unidad y coordinación de fuerzas democráticas

En el número 99 de Voz Popular de finales de febrero de 1978 se analiza el paso del Gobierno del General Romero a una nueva ofensiva represiva, ya que “la huelga del ingenio azucarero Izalco fue agredida antes de las 24 horas de iniciada, por medio de un espectacular operativo de la Guardia Nacional durante el cual realizó decenas de capturas, apoyada por un ruidoso coro propagandístico previamente concertado.”

Asimismo “los mítines convocados por los partidos de la UNO y la CUTS para el 2 y 3 de febrero respectivamente, con el objeto de expresar solidaridad hacia el hermano pueblo nicaragüense, fueron impedidos por los cuerpos de seguridad, ocupando por anticipado la Plaza Libertad y demás plazas de la capital.”

Por otra parte “se ha incrementado fuertemente el número de enjuiciados bajo los términos de la inconstitucional “Ley de Defensa y Garantí del Orden Público” promulgada a fines del año pasado…Aplicando esta ley, violatoria de los derechos y libertades individuales, el gobierno pretende dar apariencia legal a la represión ante la opinión pública nacional y extranjera.”

Considera que “la decisión del régimen es, no permitir que se mueva le ambiente político ni moverlo por propia iniciativa, imponer la inmovilidad y el silencio militarizado para que en la escena nacional únicamente declame y actúe el gobierno, mientras la represión encubierta y selectiva cumple su misión de silenciador final.”

Por lo que “los fascistas están de este modo pasando a la ofensiva, tratan de romper del todo el freno que les puso la lucha popular y la solidaridad internacional el año pasado, y volver a la galopante carrera hacia la instauración de su dictadura desplegada.”

Precisa que existen dos factores que explican este accionar gubernamental. El primero que “durante su reciente visita a El Salvador, el Sub-secretario de estado para Asuntos interamericanos, Terence Todman, dio al gobierno de Romero la seguridad del respaldo de Washington” y el segundo “la facilidad con que ha conseguido impedir las concentraciones de los partidos y otras organizaciones, asestar golpes al movimiento huelguístico de los trabajadores, a las tomas de tierras campesinas, y aplicar con creciente ritmo la ley de orden público.”

“Esta facilidad se deriva- considera la VP- en parte, del retraso de las organizaciones en modificar los métodos de la lucha de masas, mientras el gobierno mejora los suyos; pero, fundamentalmente, es la consecuencia de la división en las filas de la izquierda, de la insistencia de algunas de sus fracciones en lanzarse solos a combates improvisados y aislados, subestimando al enemigo y llevados del ciego deseo de “hegemonizar.”

Reitera que “una vez más repetimos nosotros, ha llegado la hora para el entendimiento de la izquierda, es necesario, urgente concertar al menos la unidad de acción de la izquierda y, más ampliamente, coordinar el esfuerzo de todas las fuerzas democráticas y opuestas al fascismo.”

Concluye que “la nueva ofensiva que están iniciando los fascistas con el respaldo vergonzante de Washington, debe ser frenada y derrotada. Esta es una tarea de importancia incalculable para el movimiento popular en su conjunto y también para cada una de sus organizaciones; emprendámosla juntos, compañeros y amigos.”

Fortalezcamos la unidad contra el fascismo. En el 1er. Aniversario del 28 de Febrero. Manifiesto del Partido Comunista de El Salvador.

En el número 100 de Voz Popular de la segunda semana de marzo de 1978, aparece un extenso análisis de PCS en el que se plantea que “para tener una idea aproximada de lo que significó la vasta movilización política de masas de la campaña electoral de la UNO conviene conocer los siguientes hechos: más de 250 mítines de plaza pública con participación de uno o los dos candidatos, más de 400 sin la participación de los candidatos; cientos de asambleas obreras, de vecinos, de mujeres, de jóvenes, etc.”

“A lo extraordinariamente multitudinario de esa movilización –indica- es necesario señalar su amplia composición social, política e ideológica: desde al clase obrera, las masas trabajadoras del campo, hasta mayoritarios sectores de las capas medias, incluidas pequeñas fracciones muy acomodadas de las misma, e incluso a algunos segmentos burgueses; desde los comunistas, los socialdemócratas, los cristianos, los religiosos, los ateos, hasta grupos y elementos simplemente demócratas constitucionalistas, revistiendo particular importancia la participación activa o de apoyo de sectores democráticos de los militares.”

Señala que “el hecho de que ese movimiento no alcanzara la victoria a pesar de su empeño, planta indiscutiblemente para las grandes masas, para las fuerzas revolucionarias en particular, el problema de abrirse una ruta eficaz hacia el poder, ruta que será siempre de masas, una ruta para la acción histórica del pueblo mismo.”

Considera que “solo llevando a término consecuente la revolución democrática anti-imperialista, pude abrirse la entrada a una transformación revolucionaria más profunda, la entrada a la sociedad socialista y comunista, lo cual ha sido confirmado hoy por al experiencia histórica viva de la lucha de clases en nuestro país. No existe ningún abismo o muralla entre la revolución democrática anti-imperialista y la socialista, y que como lo ilustra la experiencia cubana, la realización consecuente de la primera, bajo al dirección de una vanguardia firme, conduce hacia la segunda prácticamente sin interrupciones.”

Subraya que “la clave está en el derrumbe del viejo poder reaccionario, la destrucción de su aparato político-militar, comprometido con la oligarquía y el imperialismo, señalando que l primera condición a cumplir para conquistar el poder (aunque no la única) es la de contar con fuerzas suficientes y superiores.”

Reconoce el manifiesto del PCS que “las FPL y el BPR, independientemente del desacuerdo con fundamentales tesis de su línea y aspectos concretos de algunas de sus acciones, realizaron bajo las condiciones duras del Estado de Sitio, un valiente y sustancial aporte para mantener en pie, elevar la movilización y combatividad de las masas. De igual manera, el FAPU también hizo importantes contribuciones a este esfuerzo común para todo el movimiento popular.”

Pero a la vez señala que “estas organizaciones se lanzaron a realizar sus acciones llevando adelante al mismo tiempo una intensa campaña de desprestigio contra el PCS, contra la UNO y otras organizaciones. En esta campaña han incurrido en el error de emplear mentiras y calumnias, en el afán de negar el carácter revolucionario del PCS haciendo, asimismo, todo lo posible para rebajar la importancia y la significación de la jornada electoral, de la huelga política y de la multifacética lucha que rodeó a esta, sin explicar entonces ni ahora, a la clase obrera y el pueblo en general, por qué se mantuvieron ellos pasivos, por qué no apoyaron la huelga Política.”

Concluye el manifiesto del PCS que “quedo demostrado que cuando el movimiento popular emprende una ofensiva de gran envergadura, que pone en peligro el poder establecido, es necesario preveer que la contra-revolución pondrá en tensión sus fuerzas y lanzará un ataque concentrado para cortar dicha ofensiva.”

La política de Carter: apariencias y realidades

En el numero 99 de Voz Popular inicia un esfuerzo por comprender los cambios en la política exterior de Estados Unidos provocados por la llegada del sureño bautista James Earl Carter y su política de derechos humanos. Considera esta tarea de “urgencia actual” por “las ilusiones y la confusión que ella tiende a propiciar entre los cuerpos dirigentes de las organizaciones democráticas y aún entre las masas, puede causar un grave daño a la causa de la emancipación latinoamericana.”

Agrega que “la política Carter es un intento de hacer reajustes en la posición de los EE.UU. ante el mundo actual y en la posición de la burguesía norteamericana y de su sistema político ante el pueblo de su propio país; es un intento de absorber las apremiantes presiones surgidas de la crisis del imperialismo yanqui, la cual constituye el núcleo principal y decisivo de la crisis general del sistema capitalista como formación económico-social histórica, cuando se encuentra muy avanzado el proceso de su reemplazo a escala mundial por una formación económico-social superior, el socialismo.”

“La política Carter –señala- es una modificación obligada en la política de los EE. UU. como consecuencia e la tremenda derrota sufrida por el imperialismo yanqui en Vietnam, expresión cimera de tantas otras derrotas sufridas por él durante las últimas décadas en todos los continentes; es una consecuencia del escándalo de Watergate y el derrumbe de Nixon, expresión aguda de un avanzado proceso de crisis y corrupción del sistema político de los Estados Unidos.”

Considera que “la orientación del gobierno Carter hacia América Latina no es compartida unánimemente por todos los centros de poder de Estados Unidos, ni tampoco es aceptada unánimemente pro las clases dominantes y centros de poder en todos los países latinoamericanos y caribeños. Es por eso, que la política Carter hacia nuestra región comporta la estimulación de ciertas contradicciones dentro del campo de fuerzas enemigas de los pueblos, que deben ser estudiadas a fondo y en concreto, sin exagerarlas ni minimizarlas, ni ilusionarse con que ellas, por sí solas, regalaran la victoria de la causa popular democráticas en nuestros países.”

No obstante “la esencia de la política de los Estados Unidos hacia el mundo y hacia América Latina, continúa siendo la misma, no ha cambiado. La política Carter es también política del imperialismo yanqui, el cual no ha dejado de existir, ni mucho menos, por la llegada de un nuevo equipo de hombres a la Casa Blanca. Esta es una verdad que no conviene olvidar en ningún instante. Se trata siempre de la política del imperialismo: hegemonista, explotadora de los pueblos y de sus riquezas naturales, causante del subdesarrollo, contra-revolucionaria, opuesta ala liberación y la autodeterminación nacional en el tercer mundo.”

En términos generales se evalúa que la política Carter “esta orientada fundamentalmente contra la Unión Soviética y la comunidad socialista internacional” bajo tres aspectos “la agitación d la defensa de los derechos humanos; la atracción de la República Popular China hacia la unidad de acción antisoviètica y los esfuerzos por realizar una política de atracción o neutralización de las fuerzas democráticas e incluso avanzadas en los países del “tercer mundo”, incluidos los de América Latina.

Analiza que “ciertos sectores de la gran burguesía monopolista de los Estados Unidos vinculados ala producción de mercancías para el consumo pacífico y sus correspondientes círculos políticos, se muestran partidarios de la distensión , ya que están interesados en aprovechar sus consecuencias a favor de una creciente liberalización del comercio con el mundo socialista y en lograr la descarga de los consumidores norteamericano de buena parte de los impuestos que hoy pagan para sostener el gigantesco presupuesto militar , favoreciendo así la expansión de sus ventas de mercancías civiles.”

Pero por otra parte “el gigantesco sector industrial-militar de la economía de EE.UU. necesita de la carrera armamentista como el cuerpo humano necesita de oxigeno. Los intereses monopolistas de este sector se encuentran fundidos con el Estado; a ellos obedece el Pentágono y constituye por eso uno de los centro de poder y decisión más fuertes de ese país. Todo ellos nos indica que no deben subestimarse las tendencias anti-disensión de la actual política de Washington, que viene encubiertas tras los desplantes moralistas de Carter.”

Nuestra polémica con la ultraizquierda

En un interesantísimo balance desde el PCS de la situación de la izquierda salvadoreña, con la cual en diciembre de 1979 cristalizaría el primer acuerdo unitario, que concluiría en octubre de 1980 con la creación del FMLN, se considera que “hace exactamente tres años (enero de 1975) –se plantea en la Voz Popular 100- iniciamos desde estas páginas, de manera sistematizada, nuestra polémica ideológica con las organizaciones ultraizquierdistas existentes entonces en el país.”

“Después de ese tiempo –continúa el análisis de VP- transcurrido y de esa acción, que muchos al principio no entendieron en su dimensión positiva, constatamos unas modificaciones, tanto en la situación orgánica de esos agrupamientos como en sus concepciones y opiniones acerca de problemas estratégicos y tácticos de la revolución en El Salvador.”

Opina que “se aprecia también –aunque muy débilmente todavía- la posibilidad de comenzar a caminar hacia el entendimiento de las fuerzas de izquierda, cuestión por la que hemos abogado persistentemente, aún en lo más enconado de nuestra polémica con esas desviaciones en el movimiento revolucionario del país.”

Agrega que “estas modificaciones de que hablamos son las siguientes: han ocurrido divisiones internas y desgarramientos en las fila de algunas de estas organizaciones, lo que ha conducido a la formación de otro agrupamientos ultraizquiedistas, aumentándose su “especie” por efecto de su propia atomización; algunas han revisado sus postulados (entonces tenidos como divinamente correctos) que partían de organizar a las masas en dependencia de lo que los revolucionarios consideraran como correcto, y a partir de las formas que el enfoque de tal organización lo necesitara, y no a partir del nivel de su conciencia y de las condiciones concretas en que estas se desarrollan.”

Se registra que “hay cambios de enfoque (sin reconocerlo autocráticamente, entonos los casos) sobre el papel que juegan las fuerzas democráticas del país y su contribución a la lucha de nuestro pueblo en contra del régimen militar opresor.”

Indica que “se ha llegado a la aceptación –unos más, otros menos- de que en este periodo de la vida política del país, el enemigo principal de nuestro pueblo y el objetivo a vencer por el movimiento popular y revolucionario son los fascistas, aunque no se hagan esfuerzos consecuentes por darle forma coordinada, por lo menos, a las luchas que se desprenden del reconocimiento de aquella verdad.”

Establece que “algunos han sometido a crítica sus enfoques militaristas y dogmáticos, en lo que se refiere a las formas de lucha (por lo que se lee en sus documentos) lo cual no es otra cosa que el reconocimiento de un error que señaláramos oportunamente: la deificación que se ha venido haciendo de las formas armadas de lucha.”

Agrega que “hay también otros reconocimientos no menos importantes: aunque no todos los que los hacen sen honestos y consecuentes (caso del FAPU), como por ejemplo: el de sostener que es necesaria la unida de las fuerzas democráticas y de las revolucionarias; el de aceptar que ninguna organización revolucionaria por separado puede hacer avanzar el proceso revolucionario de los niveles que ya ha alcanzado; el llamar a deponer actitudes vanguardistas y hegemónicas, etc.”

Evalúa que “esas modificaciones que se aprecian en el seno de los agrupamientos ultra-izquierdistas, ni son unánimes, ni totalmente conscientes, pero al fin de cuentas, son hechos que no pueden dejar de registrarse, si queremos sacar algunas enseñanzas del periodo transcurrido, pero sobretodo, si queremos descubrir el sentido positivo que contienen para la lucha de nuestro pueblo y de la clase obrera en el proceso revolucionario del país.”

Sostiene que estos hechos “son, por otra parte, producto de la práctica política concreta en la que hemos estado; de la confrontación de los esquemas en la realidad del país; de los resultados reales conseguidos y no de los inventados; del estado actual de la correlación política de fuerzas; de los aciertos y errores; y, en muchos casos, del deseo sincero de hacer avanzar la lucha de nuestro pueblo.”

Reconoce que “durante el periodo transcurrido, como no puede ser desmentido por nadie, se han logrado avances significativos en la lucha de nuestro pueblo por su liberación. Más sectores se han incorporado, mucha fuerza política hemos logrado poner en pie, se han utilizado diversas formas de lucha, pero todavía el pueblo no ha podido derrotar a la dictadura militar derechista, ni contener totalmente a los fascistas, aunque si les ha dificultado y entorpecido sus proyectos de fascistización rápida del país.”

Considera que “un elemento significativo y muy valioso en este sentido, lo constituye la lucha de las fuerzas democráticas del país, encabezadas por la UNO (el movimiento popular más amplio y totalizador en este periodo), que ha venido a desarrollar la conciencia popular de lucha por el poder político para desalojar de él a las fuerzas oligárquicas e imperialistas que lo han venido detentando. Se trata, pues de un periodo de lucha intensa de nuestro pueblo y e sus organizaciones que ay comienza a dar sus frutos.”

Precisa que “es en este marco objetivo que nosotros vemos la posibilidad de comenzar a caminar en el entendimiento de las fuerzas de izquierda, aunque el horizonte se vea aun nublado por la conducta concreta mostrada en la práctica por algunas de esas organizaciones.”

Argumenta que “a esa posibilidad de entendimiento de la izquierda, todo revolucionario sincero debe salirle al encuentro, pues la revolución en El Salvador se hará a condición de que se unifiquen las fuerzas revolucionarias de izquierda y democráticas, en el objetivo común de derrotar al régimen oligárquico e imperialista, y para dar origen a nuevas relaciones de producción transitorias, y a una correlación de fuerzas políticas poderosas, necesaria para preparar el paso al socialismo.”

No obstante esto, estima que “esta actitud realmente revolucionaria que demandamos, no presupone que cese la lucha ideológica , al contrario, creemos que debe no solo realizarse, sino incluso intensificarse en momentos como el presente, en el que todos debemos respondernos a la interrogante, no teórica, sino real, de como hacer avanzar el proceso.”

“Pero además, - continua el artículo de VP- para ser consecuentes, también debe obrarse hacia la búsqueda de coincidencias y ala concertación franca y honesta de esfuerzos n el terreno práctico de la acción, a fin de avanzar en el conocimiento mutuo, la solidaridad y el encauzamiento, cada vez con menos prejuicios, de la lucha ideológica.”

Insiste en que “de nuestra parte, hemos dado muestras de es conducta y a seguiremos ofreciendo, pues estamos convencidos de su justeza y corrección. No hay otro camino para conseguir el cumplimiento de esa tara estratégica de al revolución.”

Concluye que “fieles a esa posición y como contribución al debate ideológico en el seno del movimiento revolucionario, nosotros abrimos de nuevo, con el presente número, la columna cuyo titular encabeza esta nota: Nuestra Polémica con la Ultraizquierda., en la cual procuraremos recoger las modificaciones en el terreno de sus concepciones y de su praxis que han sufrido las organizaciones ultraizquierdistas, conscientes de que esa polémica está situada actualmente en una fase nueva.”


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