CEPRID

Siria: Cuando los caníbales predican el vegetarianismo

Viernes 30 de marzo de 2012 por CEPRID

Ahmad BARQAWI

CEPRID

Traducido por María Valdés

Recuerdo que durante la "revolución libia", los medios de comunicación informaban con un “dramático” fervor sobre el recuento de víctimas resultantes de la represión de Gadafi sin apenas dejar un momento para contrastar la avalancha de información no verificable y basada en “informes de testigos”.

Sin embargo, cuando la OTAN intervino militarmente y empezó a bombardear el país, la práctica ceremonial de recuento de cadáveres en nuestras pantallas de televisión se detuvo de repente y, en su lugar, comenzó a aparecer todos los días un mapa de las zonas capturadas por las “fuerzas rebeldes” respaldadas por la OTAN. Al mismo tiempo, los ataques aéreos americanos, británicos y franceses fueron silenciados pese a que se cobraron la vida de un número incalculable de civiles inocentes, la destrucción de infraestructura de vital importancia y la reducción de zonas residenciales enteras, universidades e instituciones civiles a simples escombros.

¿Cómo es que la preocupación de los medios de comunicación por los derechos humanos no se extendía a las víctimas de los bombardeos de la OTAN en las ciudades libias de Trípoli y Sirte? ¿Cómo es que la unidad de la comunidad internacional para proteger las vidas de civiles libios en Bengasi perdió fuerza el minuto de la intervención de la OTAN pese a aumentar el número de víctimas diez veces más?

La verdad del asunto es que lo que ocurrió en Libia no tenía nada que ver con la prevención de una inminente "catástrofe humanitaria" y todo estaba relacionado con la explotación de los recursos de un país rico en petróleo, a través de la fuerza bruta y el poderío militar.

Fue entonces cuando la primavera árabe se echó a perder. El escenario de Libia resultó ser un éxito para los países de la OTAN por que las potencias imperiales occidentales y sus satélites lo han adoptado como un modelo práctico diseñado para organizar, administrar el espíritu revolucionario del mundo árabe y derrocar los regímenes "hostiles" de la región. Siria ahora aparece en todas las casillas. Siria ha estado durante mucho tiempo en la lista del cambio de régimen de los Estados Unidos, junto con países como Libia, Somalia, Sudán, Líbano, Irán y, por supuesto, Irak. A tal fin, los esfuerzos de los sucesivos gobiernos estadounidenses para socavar el régimen de Bashar Al-Assad fueron implacables, fomentando grupos de oposición (especialmente los basados en los EEUU) con dinero y fondos bajo la presidencia de George W, aprobando la "Ley de Responsabilidad de Siria" en 2003, las sanciones económicas y las insinuaciones constantes sobre algún programa secreto de armas de destrucción masiva eran las armas preferidas, hasta la primavera de 2005, cuando el régimen de Bashar Al-Assad fue acusado arbitrariamente con el asesinato del ex Primer Ministro del Líbano y magnate de los negocios Rafiq El Hariri.

Sin embargo, la pretensión de Estados Unidos para derrocar Assad perdió un impulso considerable después de la humillación del ejército de EEUU en Irak y la victoria de Hizbulá en la segunda guerra de 2006 del Líbano con Israel; el régimen sirio parecía salir airoso de su enfrentamiento con el oeste, es decir, hasta los sangrientos eventos en la ciudad fronteriza del sur de Deraa que representaron una oportunidad que era demasiado buena, para Occidente, para dejarla pasar.

Borracho en su confianza en que de alguna manera es inmune a la más mínima autocrítica, el gobierno sirio presenta la cabeza del régimen en bandeja de plata para los que buscan su caída con su ataque sangriento, mal calculado y desproporcionado, contra los manifestantes en Deraa el 15 de marzo de 2011. Era cuestión de tiempo antes de que Siria se convirtiese en blanco de las potencias occidentales y sus aliados regionales para librar su guerra virtual contra el régimen baasista, no para el beneficio del pueblo sirio, sino para el beneficio de sus propios intereses estrechos y parasitarios contra un régimen "inconveniente" en la política exterior y con una firme postura anti-imperialista.

Como las manifestaciones de los disidentes continuaron, la Liga Árabe, el más colorido conjunto de brutales dictadores con sus propios ciudadanos, entró en escena igual que lo había hecho con pasión durante la “revolución libia”. Nunca se había visto tantas reuniones, actividades y acciones "decisivas" en tan corto intervalo de tiempo de esta organización horrible antes de la crisis de Siria. Incluso durante la guerra de Israel contra Gaza en 2008/2009, la misma Liga Árabe que hoy produce ultimátum en serie, sanciones y medidas rápidas diarias en contra de Damasco no se convocó ni una sola vez durante la masacre de palestinos en la franja argumentando "problemas logísticos".

El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) tomó la iniciativa en la transformación de la Liga Árabe como un vehículo para la guerra de Occidente contra Siria (después de que Qatar comprase la presidencia de la Liga, que correspondía a la Autoridad Palestina) y, a partir de entonces, se ha dedicado a inflamar la situación sobre el terreno a través de provocadoras declaraciones públicas, armar a los disidentes y la incitación sectaria a la que tan acostumbrados estamos desde hace tiempo. Además, por supuesto, de la suspensión de Siria como miembro de la organización y la extraña insistencia en que el Consejo de Seguridad de la ONU aborde la cuestión siria miembras desechaba el informe de los observadores que la propia Liga Árabe había enviado a Siria por el temor de que se desmoronase [con ese informe] su torpe torre de naipes creada por los medios de comunicación occidentales, sauíes y los financiados por Qatar.

Por desgracia, la efímera revolución de Siria desde hace mucho tiempo se transformó en algo irreconocible y alarmante por igual, algo que está casi totalmente en desacuerdo con lo que se inició en el principio como un verdadero movimiento cívico con legítimas demandas y aspiraciones. Lo que está ocurriendo en Siria hoy en día parece imitar la Revolución Libia, una insurrección armada, financiada por gobiernos extranjeros, haciéndose pasar por una presunta rebelión contra el despotismo.

El nivel de hipocresía que uno encuentra en la cuestión siria es algo digno de admirar, y que dice mucho acerca de la verdadera agenda de los que quieren la cabeza de Assad, pero ninguno es comparable al de Hillary Clinton cuando en el período de sesiones del Consejo de Seguridad hizo un llamamiento a la intervención humanitaria “extraordinaria” y denunció al régimen sirio por su “campaña de violencia contra sus propios ciudadanos” mientras los aviones no tripulados estadounidenses asesinaban a civiles yemeníes y afganos mientras dormían. Un verdadero caso de caníbales predicando el vegetarianismo.

Para la lógica desigual empleada por estas personas amantes de la democracia, no se necesita mirar más allá de Bahrein (sede de la V Flota de los EEUU) para darse cuenta de que toda su charla a favor de la lucha del pueblo sirio por una reforma política y la dignidad no es más que humo.

Hace un año, la población de Bahrein comenzó una revuelta popular contra la monarquía gobernante exigiendo la igualdad social y mayores libertades políticas, pero su movimiento pacífico ha sido violentamente aplastado, no sólo por las fuerzas del gobierno de Bahrein, sino también por la fuerza militar del CCG (es decir: Arabia Saudita) que equivalía a una invasión extranjera del país. Desde entonces los acontecimientos en el pequeño reino han desaparecido en gran medida de los medios de comunicación y la revolución en Bahrein ya no está en el radar de los nuevos humanitarios, los que ahora se llaman "amigos del pueblo sirio".

El 24 de febrero el ministro de exteriores saudí, príncipe Saud Al-Faisal, dijo que el régimen sirio ha perdido toda legitimidad y que se había convertido en una “autoridad similar a la de una ocupación”. Esa declaración hipócrita es de risa porque ¿cómo llama entonces a la ocupación de Bahrein por las fuerzas sauditas? ¿una fiesta para tomar té? Por otra parte, propio tirano de Bahrein, el rey Hamad bin Issa al Jalifa, en una entrevista con Der Spiegel, de Alemania, informó el presidente sirio Bashar Al-Assad, que debe "escuchar a su pueblo". Una perversa ironía porque él no escucha al suyo.

Cuando Arabia Saudita, Qatar y Bahrein encabezan una cruzada por la democracia y expresan su "indignación" por las violaciones de los derechos humanos perpetradas por el régimen sirio de inmediato se sabe que hay algo podrido en la "crisis de Siria" puesto que los regímenes del Golfo, junto a los que Assad puede parecer un altruista, no tienen ninguna autoridad moral para dar lecciones dado el nivel de tiranía y autoritarismo existente en esos estados.

Por la misma razón, me resulta difícil creer que la administración de EEUU realmente se preocupa por el pueblo sirio puesto que su propia historia está absolutamente plagada de abusos contra los derechos humanos, tanto dentro como fuera de sus fronteras; sus graves violaciones del derecho internacional se han convertido en un asunto de registro público, desde Somalia, Afganistán a Libia e Irak. El prontuario militar de Estados Unidos se lee como un guión de película de terror que se ha cobrado la vida de cientos de miles de inocentes.

No nos equivoquemos, no es Siria, la dictadura, la que está en la mira hoy en día; es Siria, el aliado de Irán, Hezbolá y Hamas. Esto es lo que los poderes regionales y sus patrocinadores occidentales no pueden permitir. No es que no puedan coexistir con un régimen no democrático en Damasco, sino que es que no pueden coexistir con lo que ellos llaman un "estado canalla", un régimen que tiene la audacia de no acatar la línea americana.

Siria, es un ferviente partidario de los movimientos de resistencia popular en Palestina, Líbano e Irak, y desafia la hegemonía de EEUU en la región de Oriente Medio. No se debe dar carta blanca, ni a este régimen ni a ninguno, para aplastar violentamente movimientos populares que exigen la dignidad, la libertad de expresión y la igualdad. Sin embargo, hay otra cara de la moneda, la búsqueda de la "democracia" y "derechos humanos" no puede ser utilizada como una excusa para invitar a las potencias coloniales para apoderarse del país, y eso es exactamente lo que el CNS está haciendo.

El Consejo Nacional de Siria cuenta con un colectivo político/militar que casi lo predispone a servir a los intereses occidentales como un caballo de Troya para la intervención extranjera y el cambio de régimen; es un batiburrillo de grupos de oposición y personalidades del exilio que vienen la voluntad, y el deseo, de pactar incluso con el mismísimo diablo para derrocar al régimen del presidente Bashar Al-Assad. Algunos son islámicos (la rama siria de la Hermandad Musulmana), algunos son "académicos progresistas" con algunas nociones de un pan-arabismo hueco, y algunos son francamente extremistas y fanáticos religiosos con un toque sectario evidente. No hace falta decir que la mayoría de estos componentes están en la nómina, lucrativa, del CCG.

En lugar de buscar el consenso nacional, un ingrediente indispensable para el éxito de cualquier revolución popular, el llamado "Consejo Nacional de Siria" ha optado por ir tras el consenso extranjero y lo ha hecho con tal repulsivo entusiasmo que no ha dejado roca sin remover hasta lograr reunir a las antiguas potencias coloniales de un no tan lejano pasado (es decir, Francia, Reino Unido y los EEUU). Detrás de esta “noble causa siria” lo que hay es la evidencia de la ruptura de relaciones con Irán y Hezbolá, como dijo el presidente del CNS Burhan Ghalyoun el 3 de diciembre de 2011. Traducción: la "Nueva Revolución Siria" se integrará en el club de "los estados árabes moderados". Ghalyoun no es más que un pelele de los países del CCG, a quien utilizan para liquidar cuentas con Bashar Al-Assad como lo hicieron con Abdel Jalil y su CNT para vengarse de Gadafi en Libia.

La política de alcantarilla de la oposición siria en el extranjero y sus delirios de grandeza han pesado mucho en la sublevación que dicen representar, y eso es exactamente por qué la revolución siria ha sufrido una hemorragia de deserciones cada día. Muchos ven al CNS como una mayor amenaza para la independencia de su país y la soberanía que el régimen de Assad, quien, de acuerdo con una encuesta de opinión pública encargada y patrocinada por nada menos que la Fundación de Qatar, todavía cuenta con el apoyo de la mayoría de los sirios.

A pesar de Turquía y los hercúleos esfuerzos de Qatar para limar las diferencias entre estos grupos de la oposición, el CNS no logra despegar. En un momento en que los medios tradicionales (es decir, las cadenas de noticias Al-Jazeera y Al-Arabiya) frenéticamente hurgan en busca de noticias de una deserción de alto perfil en las filas del gobierno sirio, el propio CNS fue testigo de su propia defección importante cuando varios miembros descontentos se separaron para formar de su propio frente de oposición: el Grupo Patriótico de Siria, encabezado por Haytham Al-Maleh.

Luego está el Ejército Libre de Siria (cuyo nombre suena inquietantemente similar a la milicia del pro-israelí de Saad Haddad: Ejército Libre del Líbano), que se compone de una serie de desertores militares de bajo rango, combatientes de Al-Qaeda y los elementos más peligrosos extranjeros que van desde ex combatientes rebeldes libios a los oficiales de inteligencia turcos. Gracias a la porosidad de las fronteras de Líbano y Turquía, Siria se ha convertido en la nueva meca para los diferentes grupos yihadistas fundamentalistas y los combatientes iraquíes a quienes se suma la enfasta presencia casi segura de la CIA y del MI6 -los informes que llegan del norte del Líbano revelan que los agentes de inteligencia británicos están vagando libremente por el área de la frontera y trabajan mano a mano con los rebeldes, a quienes prestan ayuda técnica, asesoramiento, equipos y capacitación-, lo que hace que sea una tontería la afirmación occidental de que no hay “botas sobre el terreno”. Al final resulta que el autoproclamado "Ejército Libre de Siria" no tiene nada de Siria y, definitivamente, no es libre.

Ni el CNS ni el ESL cuentan con los imperativos morales y políticos para predicar conceptos como "libertad" e "independencia" cuando van de la mano del Departamento de Estado de EEUU y el CCG.

La cobertura mediática de los acontecimientos que se desarrollan en Siria tienen el sello inconfundible del adoctrinamiento de masas y la manipulación –junto al constante elogio a los “sabios” dirigentes de Qatar y Arabia Saudita- y convierten en infalibles y fiables a los “testigos oculares” a los que constantemente se refiere el denominado Observatorio sirio para los derechos humanos, con sede en Londres. Sin embargo, todos ellos no dan ni una información sobre la pelea interna dentro de estos grupos y las constantes referencias a la legitimidad de unos y otros. Se retrata una situación que haga posible la “intervención humanitaria” –optando por la engañosa analogía de David contra Goliat- mientras se minimiza, cuando se habla de ello, el papel de las milicias armadas en la instigación de la violencia.

El parecido con Irak cobra fuerza cada día. Se retrata a Assad con una maldad casi caricaturesca. El 9 de febrero de 2012, el periódico inglés The Independet “informaba” que 18 bebés que estaban en la incubadora murieron en la conflictiva ciudad de Homs. Una historia similar también fue empleada en la guerra de Irak en 1991, resultando que era una información falsa. Publicar cosas como esta indican mucho de la profesionalidad de los periodistas y el cómo sirven a los intereses imperiales occidentales. Los canales estatales de televisión en siria no son mucho mejores.

El pueblo sirio grandes merece vivir en libertad y dignidad lejos de las garras de las fuerzas de seguridad y los aparatos de inteligencia del Estado, pero no hay absolutamente nada digno en arrastrarse a los pies de los países de la OTAN pidiendo una intervención militar; eso es sólo una manera de inducir a la ocupación extranjera.

Ahmad Barqawi , columnista y escritor independiente de Jordania, está especializado en investigaciones sobre el desarrollo económico y social en su país.


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