CEPRID

BIBI, EL BLANCO PERFECTO (y III)

Martes 20 de mayo de 2008 por CEPRID

Ricardo Rodríguez 20 - V - 2008 CEPRID

Primera parte del artículo BIBI, EL BLANCO PERFECTO (I) http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article104

Segunda Parte del artículo BIBI, EL BLANCO PERFECTO (II) http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article119

Benazir Bhutto sobrevivió a múltiples atentados contra su vida. Muchos de ellos conocidos y otros no tanto. Estuvo al borde de saltar por los aires en varios intentos fallidos realizados por el operativo de Al Qaeda, Ramzi Yusef, en la pasada década de los 90. El sujeto, fue el mismo que en 1993, introdujera e hiciera estallar un camión con tres mil kilos de explosivos en el sótano de las Torres Gemelas de Nueva York. El 18 de octubre del 2007, minutos después de retornar al país, salvó a duras penas en Karachi de dos poderosas explosiones al costado de su vehículo blindado. Más de 170 de sus adherentes perdieron la vida y otros 600 quedaron heridos. Una clara y brutal advertencia que no sirvió de mucho.

Una relación incompleta de sus enemigos capaces de matarla contempla personas y organizaciones de variada índole, tamaños y condiciones sociales, étnicas y religiosa. Son tantos y tan diversos, que resulta casi imposible establecer una somera descripción de cada uno de ellos más allá de una aproximación.

Primeramente, los nombres escritos de su propio puño y letra en una carta-denuncia al dictador de Pakistán, responsabilizándolo directamente si ella moría en un atentado después de la feroz tentativa del 18 de Octubre que estuvo a punto de matarla. Según Benazir Bhutto, los cuatro hombres interesados en asesinarla son el ex ministro Chaudhry Parvez Elahi, el ex Director General del todopoderoso Servicio de Inteligencia (ISI), Hamid Gul, el ex Vicepresidente de la Oficina Nacional de Control, Hassan Afzal y el ex Brigadier Ijaz Shah, Director de la Oficina de la Inteligencia Nacional. Todos ellos, multimillonarios y antiguos y leales colaboradores del general y dictador Zia-ul Haq, que derribó en un golpe de Estado al padre de Benazir y, dos años más tarde, lo ahorcó a pocos metros del Parque Lashkar-y-Taybba, donde Benazir fue asesinada.

Otros enemigos destacados contemplan grupos y fracciones del ejército y de los Servicios Secretos que sienten que su presencia amenaza sus prebendas. De religión musulmana, Benazir Bhutto pertenecía a una secta chiíta, la misma que su madre, de origen iraní, en un país dominado por la vertiente sunita del Islam. Grupos ortodoxos sunitas, una docena en total, fuertemente armados y organizados originalmente por los Servicios Secretos de Pakistán, (ISI) algunos desmovilizados después de la derrota del ejército de la ex URSS, también pueden encontrarse entre sus peores enemigos. Varias de estas organizaciones, como los talibanes pakistaníes que operan y controlan la extensa frontera con Afganistán, entre ellos Lashkar-i-Tayyba o Ejército de los Puros, Hizbul Muyahidin o Guerreros del Partido de Dios, Jaish-e-Mohammed o Ejército de Mahoma, Lashkar-i-Jhangvi y Sipah-e-Sahaba la acusaban de ser “una hereje en manos de la política de Washington” y calificaban su retorno como una amenaza a sus intereses en la convulsa zona del sur de Asia.

Una antigua e importante formación política islamista donde también tenía múltiples enemigos es Jamiat Ulema-e-Islam’s (JUI), que junto a otros cinco pequeños partidos islamistas componen el frente político que se denomina Muttahida Majis-e-Amal (MMA), que ganó más de un 10% de los votos nacionales y forman gobierno en dos de las cuatro provincias del país, incluida la conflictiva Baluchistán, cuyas ambiciones independentistas explotan frecuentemente.

Otros grupos, vinculados a la guerra en Cachemira contra la dominación de la India, también la acusaban de “haber vendido la causa en Cachemira”. Sin embargo, lo que hace fuerte a estos grupos, marginales algunos y de muy poca significación otros, son sus conexiones con los Servicios Secretos de Pakistán y sus vinculaciones con fuerzas activas y en retiro de las Fuerzas Armadas que se utilizan mutuamente para continuar con el expolio y la dominación que ejercen en el país las FFAA desde hace 60 años. Aunque se movilizan y actúan con objetivos diversos, luchan entre sí en algunos planos y se unen en otros. Se encuentran indisolublemente unidos por sus ideas religiosas ortodoxas, por la concepción más radical del Islam y por tener como enemigos jurados al imperialismo, al sionismo y a la India, componentes de una conflictiva alianza que funcionó muy bien frente a la invasión soviética a Afganistán en los 90 del pasado siglo.

Distintos grupos, con menor peso específico que los anteriores, se oponían a ella porque era mujer, secular, occidentalizada, poco religiosa y chiíta, y otros, porque veían que a través de ella podrían fructificar los siniestros planes que los EEUU y Gran Bretaña tenían y tienen para la zona.

Finalmente, un grupo islamista muy radical centrado en la lucha en Cachemira, Jaish-e-Muhammad (Ejército de Mohammed), que dirige un antiguo discípulo del ISI, Maulana Masood Azhar, también podría estar implicado en el atentado toda vez que desde hace un tiempo rompió con sus mentores en el Servicio Secreto y actúa por cuenta propia. El ex Jefe de la estación de la CIA en Islamabad desde el año 1999 hasta el año 2002, Robert Grenier, asegura que son varias las organizaciones armadas y organizadas por el ISI pero, en los últimos tiempos, se han desprendido de su tutela y se han lanzado a la lucha por su cuenta. La inteligencia india acusó a esta organización de haber lanzado el ataque contra la sede del Parlamento indio en Nueva Dheli en diciembre del año 2001 y esta misma organización fue la que secuestró al periodista estadounidense Daniel Pearl y lo decapitó semanas más tarde acusándolo de ser un agente del Mosad israelita.

Después de asesinato de Pearl, más de dos mil militantes de esta organización fueron capturados, incluido Azhar, pero en menos de un año, todos ellos quedaron libres con la sola excepción del asesino de Pearl, que según muchos investigadores, tenía excelentes relaciones con agentes del ISI. Las fuerzas de seguridad suponen que estos muyaidines se esconden en las áreas tribales de Bajaur o en las cercanías de Dir y que tenían muchos activistas en la Mezquita Roja de Islamabad que fue asaltada por el ejército en julio del 2007 con centenares de muertos.

Un poderoso estamento de presión que opinó con fuerza contra ella antes de su retorno a Pakistán, es la comunidad técnico-científica-militar agrupada en torno al Programa Nuclear que quizás, no sin razón, estimaban que, tarde o temprano, la heredera de la dinastía, en su tercer intento por hacerse con el cargo de Primera Ministro, hubiese llegado a un acuerdo secreto con los americanos para entregar al venerado científico A.Q.Khan, padre de la bomba atómica pakistaní y héroe nacional al FBI y a la CIA para interrogarlo sobre sus actividades y negocios con iraníes, coreanos y libios en torno a la venta de secretos nucleares. La red de ventas de secretos nucleares es aún un misterio para el FBI y la CIA y fue desarrollada en secreto teniendo a decenas de agentes de los EEUU a corta distancia. El gobierno de USA ha solicitado, en varias oportunidades, interrogar al científico a lo cual se ha opuesto rotundamente el gobierno de Pakistán.

Además de estos grupos, abundan las sectas religiosas, minorías étnicas, pequeños partidos políticos radicales vinculados a crecientes movimientos separatistas que en determinadas épocas han mostrado su insatisfacción con las políticas pro occidentales de Benazir Bhutto. Tampoco pueden descartarse del amplísimo radio de enemigos que rodeaban a la dirigente política paquistaní, a los servicios de espionaje extranjeros, muy activos en la zona desde hace muchos años. La CIA, el Mosad, el MI-5, los sauditas, los iraníes, los indues, los rusos, los chinos y otros se han mostrado muy dinámicos en la infructuosa búsqueda de Osama Bin Laden y toda la cúpula de Al Qaeda que se supone podrían estar en algún lugar de una amplia zona que comprende la porosa frontera con Afganistán. De hecho, aviones a control remoto “Predator”, operados por la CIA, surcan frecuentemente la zona y disparan sus misiles contra blancos que ellos consideran sospechosos. Curiosamente, en la inmensa y variada lista de posibles autores intelectuales del crimen que elabora la prensa internacional, no se incluye, a su propio marido que se queda como heredero político además de una colosal fortuna. Asif Alí Zardari, ha pasado 11 años en la cárcel por diferentes delitos y muchas fuentes lo vinculan directamente con el asesinato de Murtaza Bhutto. Aunque siempre ha operado desde las sombras, su esposa Benazir, en un insólito nombramiento, lo colocó al frente del Ministerio de Inversiones del su segundo gobierno (1993-1996). O sea, el zorro cuidando el gallinero. Los jueces calculan que la trama de corrupción –cargos por los cuales Benazir fue destituida como Primera Ministra en sus dos períodos- alcanza los 1.500.- millones de dólares. Todo esto en un país de 160 millones de habitantes, carente de infraestructuras, azotado por el analfabetismo, la miseria y la pobreza extrema.

Sin estabilidad institucional

Pakistán, que significa la tierra de los puros nunca ha gozado de estabilidad institucional y siempre se ha encontrado al borde del abismo presa de una creciente y sistemática corrupción, guerras perdidas con la India, el interminable conflicto de Cachemira, la desmembración en otro país de lo que es hoy Bangladesh en 1971, disputas tribales en la zona fronteriza, separatismo en Baluchistán y frecuentes asesinatos políticos. La seguridad nacional y la religión han caminado paralelamente durante sus 60 años de historia. La religión musulmana y sus FFAA han sostenido su estructura como país fuertemente dividido en etnias muy diversas. Hay que constatar, que la única institución que ha funcionado y sobrevivido a las peripecias del joven país (independencia en 1947), han sido las Fuerzas Armadas y, como núcleo indivisible al interior de ellas, el todo poderoso Servicio de Inteligencia (ISI) vinculado simbióticamente a la CIA americana y al británico MI-5.

Desde su fundación como Estado, las Fuerzas Armadas de Pakistán han dominado la vida política, institucional, económica y financiera del país a través de una sólida maraña de redes financieras, oscuras instituciones locales y regionales, variadas empresas de utilidad pública y privadas, grandes extensiones de tierras para el desarrollo de tecnología militar, fábricas de armas, municiones y equipos militares, anexos y conexos, hasta controlar, en sus más mínimos detalles, todo el vasto programa nuclear, sus armas atómicas y el moderno esquema de cohetería de corto, mediano y largo alcance que comprende su variado arsenal. En su libro, “Military Inc.”, naturalmente prohibido en Pakistán, Ayesha Siddiqa, revela que sólo los activos inmobiliarios del Ejército de Pakistán ascienden a 14 mil millones de euros. Calcula que más de un tercio de la industria pesada pakistaní y un 7% de todos los activos del país se encuentran bajo su control. Oficiales en activo y en retiro poseen cinco millones de hectáreas de tierra, la mitad de las cuales se encuentra inscrita a título personal. Siddiqa también manifiesta en su libro que el Ejército controla la más vasta red de transporte del país a través de la National Logistic Cell, que cuenta con 1700 vehículos, talleres para sus reparaciones y empresas importadoras de repuestos.

La penetración de intereses militares –dice Siddiqa- en la estructura económica del país se ha disparado durante la dictadura de Musharraf. Los uniformados a través de fundaciones militares controlan o gestionan grandes sectores como fábricas de cemento y las industrias del hierro y del acero, grandes bancos, gasolineras, plantas de fertilizantes para la agricultura, sectores importantes de la industria química, universidades y empresas de seguros, fábricas de alimentos y otras.

Ha sido vox populi, que una de las principales aspiraciones del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), al servicio incondicional de la dinastía Bhutto desde su fundación, tenía que ver con desplazar el control de los militares de los sectores más dinámicos de la economía hacia la burguesía burocrática y los terratenientes. Los pocos discursos de Benazir, desde su retorno al país a mediados de octubre 2007, apuntaban a la depuración de la Fuerzas Armadas y muy concretamente del ISI y la lucha contra los islamistas ortodoxos que más allá de prácticamente apoderarse de inmensas zonas fronterizas, se establecen y operan hoy en las principales ciudades del país. Una de sus recurrentes quejas en el exilio fue que, siendo dos veces Primera Ministra, nunca tuvo acceso a las cuestiones vitales del Ejército, de los Servicios Secretos ni del Programa Nuclear. Tres ámbitos claves que según ella, minaron su opaco desempeño político. Una excusa muy poco creíble.

Por todo esto, grandes e importantes fracciones dentro de las instituciones armadas y especialmente en los Servicios Secretos, no veían con buenos ojos la tercera llegada de Benazir Bhutto como Primera Ministra. Estos sectores tampoco ven con buenos ojos el intrusismo de la Casa Blanca en los asuntos internos de Pakistán aunque se han beneficiado en el reparto de los 11 mil millones de dólares entregados por Washington como “ayuda” en la “lucha contra el terrorismo”. Los uniformados, con justa razón, sentían su condición y sus prebendas económicas bajo creciente y real amenaza. Las masivas inyecciones de la moneda verde americana no han logrado ni mucho menos cumplir con las expectativas de la Casa Blanca.

Cada cierto tiempo, los congresistas americanos, encargados de fiscalizar las “ayudas”, se preguntan a dónde habrán ido a parar los millones de dólares que aportan los contribuyentes estadounidenses a “la guerra contra el terror”. El acuerdo de inyectar las sumas antes mencionadas se inició a finales del año 2001, cuando las relaciones entre Washington e Islamabad se encontraban en precario estado por el desarrollo secreto del programa nuclear y por el golpe de Estado del general Pervez Musharraf contra el también corrupto y multimillonario ex Primer Ministro, Nawas Shariff, una ficha de Arabia Saudita enquistada en Pakistán.

Fue el propio Sharif quien promovió a Musharraf a la Comandancia en Jefe durante su segundo período como Primer Ministro y fue Sharif también uno de los principales artífices de las acusaciones de banalidad, extorsión, desfalcos y corrupción en contra de Benazir Bhutto. Muerta la acusada, la posibilidad que se reabran es nula. Y se supone que también se anularán las causas pendientes en Suiza, Gran Bretaña por lavado de dinero y en Valencia, España. ¿Qué pasará con las causas abiertas a su viudo y heredero?

A finales de septiembre del año 2001, poco después de los atentados en Nueva York y Washington, el entonces ex general y Secretario de Estado, Colin Powell, envió a su oscuro brazo derecho, el neoconservador Richard Armitage, a preparar el camino de la delicada retaguardia pakistaní. El mensaje de Bush al general golpista era claro: “Pakistán debe romper relaciones con los talibán. Si no hacen a la brevedad, deben prepararse para ser bombardeados. Y deben prepararse para volver a la Edad de Piedra”. Las brutales amenazas también incluían la autorización a la Fuerza Aérea de los EEUU a controlar el espacio aéreo de Pakistán, que aún, seis años más tarde, lo utilizan a su antojo; permitir estacionamiento de tropas y uso de pistas de aterrizaje y aprovisionamiento a sus fuerzas en Afganistán vía Pakistán. Prevenir manifestaciones anti-USA en todo el territorio y cooperar sin discusión con los diktak americanos.

Muy poco les tiene que haber gustado a los militares pakistaníes, especialmente a los cuadros superiores del ISI, la afrenta americana a sus dignidades y a sus negocios en Afganistán después de todo el tiempo e inversiones en el país fronterizo que actúa como colchón sunita contra el Irán shiíta y como aliado contra la India. El mazo y la zanahoria se colocaron entonces encima de la mesa de “negociación”. Levantamiento de las sanciones en curso impuestas por las pruebas nucleares en 1998, promesa de ayuda económica y militar casi ilimitada (150 millones de dólares mensuales) e incorporación al club mundial de los chicos buenos para el dictador Pervez Musharraf. Todo esto, si cooperaban con el gobierno títere que encaramaran al poder en Afganistán los militares americanos, que para nada lo tenían claro. Pero ni las Fuerzas Armadas de Pakistán ni los generales en la cúpula del ISI contaban con que se iba a instalar en Kabul una coalición de antiguos señores de la guerra, contrabandistas, caudillos, bandoleros de senderos de montaña, narcotraficantes de opio y heroína y, lo más preocupante, una alianza híbrida, engomada con abundantes dólares, que transformaba en aliados de ocasión, a tayicos, uzbecos, tártaros y otras etnias menores, hostiles a Pakistán y apoyados por Irán y la India, dejando fuera de la ecuación a los representantes de 36 millones de pastunes, aliados naturales históricos de Pakistán, que tradicionalmente han llevado las riendas del país y, fundamentalmente, habitan en ambos lados de la zona fronteriza.

Los generales paquistaníes sacaron las cuentas, sumaron, restaron, dividieron y multiplicaron y, finalmente, concluyeron que era mejor que el país no volviera a la Edad de Piedra. ¡Qué bien! 150 millones de dólares mensuales, podrían compensar, en parte, las pérdidas de sus inversiones en el opio y la heroína al otro lado de la frontera. Se guardaron los generales varias cartas en la manga y una a una las ha ido destapando en el difícil juego geopolítico-estratégico con el Pentágono y el Imperialismo.

Para contentar a los americanos, arrestaron en Pakistán a unos 500 militantes de base de la organización y tres importantes dirigentes de Al Qaeda y los vendieron a la CIA: Abu Zubaidah, palestino, Comandante del sistema de campos de entrenamiento; Ramzi Bin al-shibh, yemenita, Coordinador-enlace en Europa entre Mohammed Atta y Osama bin Laden en la operación de ataque a los EEUU en septiembre del 2001, el verdadero piloto número 20 del atentado a las Torres Gemelas y Khaled Sheik Mohammed, kuwaití, Comandante de Operaciones Internacionales de Al Qaeda y cerebro máximo de la planificación de los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono. Entregados estos tres peces gordos, el crédito que la CIA otorgó al ISI pasó a ser ilimitado, Musharraf fue elevado de categoría política, tratado como un importante Jefe de Estado aliado, aplaudido con frenetismo y recibido con alfombra roja en la Casa Blanca.

Lo que la CIA no previno jamás fue que el grueso de las fuerzas islamistas locales que dan protección a Al Qaeda y a los talibán afganos no fueran molestados por el ISI. Aquí primaron sus antiguos y estrechos lazos como aliados en el pasado. La múltiple resistencia afgana, haciendo honor a su dilatada intransigencia en la historia contra los invasores, fue colocada en reserva estratégica en caso que fracasaran las fuerzas de USA y la NATO en Afganistán. Cuando el generalato de Pakistán vio la composición del gobierno que se instalaba en Kabul, sopesaron sus reservas de fuerzas insurgentes, dieron instrucciones de bajar el perfil y esperar mejores tiempos. Agentes y oficiales retirados del ISI con amplia experiencia en la zona se hicieron cargo de los enlaces con los insurgentes y forjaron acuerdos en varios planos. Después de todo, los talibanes afganos, los talibanes paquistaníes y todo el arco de organizaciones islamistas ortodoxas que se han hecho fuerte a lo largo de la zona fronteriza son una carta de garantía contra el temor que en Pakistán despierta la India, Irán y los EEUU. Quetta y Peshawar pasaron a ser retaguardias seguras en la red talibán. El “doble juego” del ISI, un método clásico utilizado por todas las organizaciones de inteligencia y espionaje en el mundo, ha dado buenos resultados para la política de proteger sus intereses. Los “protegidos” de los generales paquistaníes no han sido incomodados en exceso y Washington ha montado nuevamente en cólera amenazando con lanzar operaciones de comandos encubiertas en la zona.

El fin de Musharraf

El dictador Pervez Musharraf, nació en Nueva Delhi, India, en 1943, cuatro años antes que se produjera el colapso del Imperio Británico en el sur de Asia y que diera vida a la India primero, e inmediatamente después, a Pakistán. Su familia emigró a Pakistán después de la partición. Entró a la Academia Militar en 1961 y combatió en los territorios en disputa con la India en Cachemira en 1965. Su dictadura desde 1999 no ha sido amenazada de lleno por el creciente movimiento radical islamista y de hecho, el control del ejército en la Provincia de la Frontera Norte, en Waziristán del Sur y del Norte, de inmensa mayoría pastún, es muy precario.

La rebelión de los jueces, abogados y clases medias muy pujantes a raíz de la destitución del Presidente de la Corte Suprema en marzo del 2007 y, posteriormente, de todos los magistrados opuestos a la dictadura, hizo tambalear su gobierno que tuvo que enfrentarse a masivas protestas del sector que veían incompatible su cargo de Comandante en Jefe del Ejército y el de Presidente de Pakistán. A pesar de tener en sus manos la institución más rica y poderosa del país, los analistas consideran que, a partir del asesinato de Benazir Bhutto, sus días están contados. Ha sobrevivido a numerosos atentados contra su vida, abandonado la cúpula de las FFAA y nombrado un sucesor y aparentemente “incondicional” suyo, pero también del agrado de la Embajada de los EEUU, cuyos administradores tienen poderes omnímodos sobre el curso de la vida de los pueblos que en cualquier lugar del mundo. Pero, ¿cómo fue que las FFAA de Pakistán pasaron de ser un ejército derrotado en tres guerras contra la India y que perdió con la secesión de Bangladesh la mitad de su territorio y 150 millones de personas, se convirtió en la poderosa institución que hoy domina el país? Un poco de historia. Rob Schultheis, un periodista de la revista estadounidense “Mother Jones”, entrevistó en 1967, al Comandante de los restos del Quinto Ejército nacionalista chino de Chiang Kai-sheik que a duras penas había escapado al cerco de las fuerzas de Mao Tse-tung en su arremetida hacia el poder en 1949. Los soldados derrotados del ejército nacionalista, que más parecían piltrafas humanas por las condiciones en que vivían, se encontraban acantonados en una vasta zona de selvas y montañas entre Birmania, Tailandia y Laos. El viejo caudillo nacionalista y “señor de la guerra”, General Tuan Shi-wen, derrotado por los campesinos comunistas del Ejército Popular de Liberación que dirigía el general Chu-teh, expresó lo siguiente en la entrevista: “…tenemos que seguir luchando contra el demonio del comunismo; para combatir se debe contar con un Ejército; este ejército debe tener armas y para comprarlas es necesario poseer dinero. En estas montañas, el único dinero es el opio”.

Naturalmente, muchos años después de establecerse en lo que se denominó el “Triángulo de Oro” o “Triángulo Dorado”, la lucha contra los comunistas de Mao no cuenta ni les interesa. De eso se encarga la burocracia civil-militar china que tomó el control del Partido, del Ejército Popular de Liberación y del Estado inmediatamente después de la muerte del líder chino. Lo que cuenta es la industria del opio, la morfina y la heroína que representa un negocio sideral para un puñado de viejos y decrépitos generales derrotados por la Historia y que, además, esclavizan aún a unos 50 mil chinos y sus raros descendientes producto de sus relaciones con diferentes etnias perdidas en las profundidades de las selvas montañosas del subcontinente.

A comienzos de los años 50, llegaron al lugar intrépidos agentes de la CIA, muy bien equipados de ideas innovadoras “para combatir a Mao”. Les ofrecieron el trueque de armas y dólares por heroína para luchar contra “los demonios rojos instalados en Pekín”. “Ustedes cultivan el opio en estas montañas infinitas, nosotros les ayudamos a montar los laboratorios para producir heroína, nosotros vendemos la heroína en el mercado mundial y, a cambio, les entregamos los dólares y las armas que necesitan para luchar contra el comunismo”. Algo así como: ¿les parece? Bien. Entonces pongámonos a trabajar antes que Mao se consolide y amenace a todo el Continente Asiático. Muy pronto, las acciones armadas se hacieron sólo para justificar las fabulosas ganancias que produjeron “las ideas innovadoras” de los agentes de la CIA. El “Triángulo Dorado” llegó a producir en los años 60 y 70 del siglo pasado, el 90% de la heroína que se consumía en el mundo y participaba internacionalmente en el tráfico de armas. Fue el punto de partida de exorbitantes fortunas para las mafias de las armas y de las drogas, terratenientes tailandeses, hombres de negocios de Hong Kong y aventureros asiáticos, todo convenientemente planificado por la CIA. Los achacosos guerreros apátridas se convirtieron en reyes sifilíticos acosados por el mongolismo congénito, producto de la práctica de procrear entre padres e hijos y entre hermanos. La CIA, los coronó y extendió la influencia del jugoso negocio a los dispersos nativos de las selvas de Birmania. Abrió las rutas del contrabando en Asia primero, después Europa y finalmente América del Norte. La mezcla de los nativos con los sifilíticos anticomunistas de Chiang Kai-sheik, dio origen a una extraña simbiosis humana de la cual nadie en Washington quiere hablar. Mao murió en 1986, Pekin coquetea con Washington, el capitalismo salvaje campea por la geografía china y la CIA, notablemente rejuvenecida, navega hoy con carta blanca en la cresta de la ola imperialista en su “guerra contra el terror”, un enemigo difuso y complejo, en una guerra asimétrica que Washington aún no termina de asimilar.

Pero esta notable y exitosa experiencia, por lo menos en la parte que corresponde a la producción y tráfico de drogas del aparato de espionaje paramilitar de los EEUU llevó a la CIA, años más tarde, a repetir el esquema trilateral de armas-drogas-trabajo-para-la-CIA.

En diciembre de 1979, el ejército de la ex URSS invadió Afganistán de manera de apuntalar a sus socios en el gobierno de Kabul. Saltaron las alarmas en Washington y en los países árabes. En cuestión de días, la poderosa máquina de guerra soviética controló un país en que la mayoría de sus habitantes, pobres y miserables, vivían dispersos en planicies y montañas en actividades de pastoreo, comercio y agricultura. Afganistán era una postal de la Edad Media en pleno siglo XX. Se inició entonces un incipiente movimiento de resistencia, liderado fundamentalmente por corrientes islamistas radicales que sólo contaban con vetustos rifles sobrantes de las guerras contra el imperialismo inglés en el siglo XVIII.

Como Washington y la CIA ya no contaban con los guerreros sifilíticos del “Triángulo Dorado”, debido a la temprana consolidación del Gobierno de Mao en China, el esquema implementado fue metódicamente abandonado a su suerte por los agentes americanos. De esta manera, los extraños personajes en las selvas de Birmania, continuaron produciendo un gran porcentaje de la heroína que se consumía a nivel mundial, utilizando las redes que había proporcionado la CIA, pero toda la operación pasó a manos privadas y redes mafiosas asiáticas y sicilianas.

Hacia finales de los años 70, la producción de heroína en el Sud Occidente de Asia, Afganistán y Pakistán, era prácticamente cero de acuerdo a los datos de organismos internacionales. Pero a partir de 1981, se constata que Pakistán emerge como el gran productor de esta droga a nivel mundial y principal proveedor a los EEUU, relegando a un lejos segundo lugar, al “Triángulo de Oro” de Birmania. En secreto, el siempre considerado santurrón de la política imperial, presidente Jimmy Carter, dio instrucciones secretas a la CIA para organizar la ayuda clandestina a la resistencia afgana y poco más tarde, Ronald Reagan, viendo que los asuntos contra los soviéticos iban muy lentos, emitió la Directiva Sobre Decisión de Seguridad Nacional 166 (NSDD-166) que autorizó oficialmente, principalmente a la CIA, “a intervenir con ayuda militar y económica escalonada a los muyaidines en Afganistán”. Una oportunidad de oro para dar una lección a los soviéticos que al final, pavimentó el camino hacia el pronto fin de la “guerra fría” con el derrumbe de la URSS. Los EEUU, habían ganado la Tercera Guerra Mundial y se habían convertido en menos de medio siglo, en la única superpotencia global indiscutida.

La NSDD-166 dio luz verde a la mayor operación encubierta de la CIA que se recuerde en la Historia. Miles de millones de dólares en efectivo, pero principalmente en armas, pertrechos, complejos equipos de comunicación, vehículos de todo tipo, visores nocturnos, misiles, municiones y todo tipo de aprovisionamiento necesario para una guerra de grandes proporciones fue canalizado desde los EEUU hacia el puerto de Karachi en Pakistán. Allí, los barcos eran recibidos por agentes del ISI que habían reforzado sus filas hasta completar 150 mil hombres para enfrentar el desafío. Los cargamentos de armas que hasta 1984 nunca sobrepasaron las 10 mil toneladas, se dispararon en 1985 a 65 mil toneladas anuales.

El dictador pakistaní, Mohammed Zia-ul Haq, nombró a su hombre de confianza y confidente en el ISI, Teniente General Fazle Haq, a cargo de la gigantesca operación de respuesta a los soviéticos y principal enlace con los muyaidines sobre el terreno de la frontera. Por su parte, la CIA destinó decenas de agentes a reforzar su estación en Islamabad a cargo de Charles Cogan, un alto operativo de la organización, quien se convirtió en un asiduo visitante del Cuartel General del ISI en Rawalpindi. A la cabeza de las fuerzas muyaidines y como principal receptor de la ayuda, se ubicó principalmente, Gulbbudin Hekmatyar, cuyas fuerzas islamistas recibieron, fuera de siderales cantidades de armas, unos 3 mil millones de dólares en efectivo. En cuestión de meses, toda esta gigantesca armazón, levantó cerca de 1000 laboratorios en las impenetrables montañas para procesar heroína a lo largo de frontera afgano-pakistaní. Una impresionante red de cavernas fue construida como base de la infraestructura, sin que los rusos sospecharan nada. Así nació el “Triángulo de la Media Luna”.

Pero el hombre clave en el lado paquistaní de la operación droga-y-dólares-por-armas- fue el Teniente General Hamid Gul, quizás el más controvertido militar en la historia de Pakistán. Ingresó al Ejército en 1956 e hizo una brillante carrera hasta alcanzar el cargo de Director General de los Servicios Secretos en 1987. Cuando el general-dictador Zia estalló en el aire, Gul era el mejor colocado para sucederlo en el cargo, pero sus tensas relaciones con la CIA y el Pentágono vetaron su asenso. “Llegamos a un acuerdo con los estadounidenses: el dinero para financiar a los guerrilleros llegaba a medias de EEUU y Arabia Saudita. Todas las armas entregadas a los guerrilleros nos llegaban a través de la CIA, nosotros nunca tuvimos que comprar ningún arma. Nuestro cometido –dijo al diario El Mundo de España el General islamista- era formar militarmente a los mujaidines. En los años siguientes preparamos hasta 150 mil guerrilleros islámicos”. Sobre sus discrepancias con el gobierno de los EEUU dice que “nosotros manteníamos que había llegado el momento de que los verdaderos héroes de aquella guerra, los hombres que lucharon y se sacrificaron, ocuparan el Poder. EEUU tenía otros planes”. Activista musulmán ortodoxo y muy radical, el General Hamid Gul, se reunió en el transcurso de la guerra contra los soviéticos en varias oportunidades con Osama bin Laden a quien considera su “amigo y un líder descollante para los musulmanes”. Hablando en entrevista para el diario español, el retirado general Gul expresó que “la opinión que los norteamericanos tenían sobre bin Laden era, simplemente inmejorable…cuando yo no había oído aún hablar de bin Laden, la CIA me lo describió como un gran musulmán, un mujaidin heroico que gastaba su propia fortuna en ayudar a Afganistán y construía carreteras para el pueblo”. Hamid Gul, por esa época también, supervisó la expansión de las madrasas en Pakistán (escuelas coránicas) a 15 mil de ellas.

Sus disputas con la CIA se convirtieron en crisis diplomática poco antes que los talibán lanzaran su ofensiva final y se hicieran con el control de Afganistán. George Bush padre, amenazó entonces al generalato de Pakistán con “graves consecuencias” si Gul era nombrado al frente del Ejército. Islamabad cedió a las presiones del imperialismo y el General Hamid Gul fue obligado a retirarse en las mismas puertas de la Comandancia en Jefe de las FFAA, una afrenta que jamás le iba a perdonar a Washington.

La CIA, los servicios secretos y la droga

La CIA y el ISI canalizaban la heroína desde Pakistán a Europa donde la mafia siciliana y con sus múltiples redes se hacía cargo de los embarques y los trasladaba a los EEUU –el mercado más lucrativo- para su venta. El nacimiento del “Triángulo de la Media Luna” desplazó muy pronto del negocio al “Triángulo Dorado” y a mediados de los años 80, la “emprendedora operación” montada por la CIA se había hecho con el 60% del mercado de la heroína en los EEUU. Un negocio de billones de dólares en donde todos los actores de la interminable cadena ganaban cifras siderales. Dicho de otra manera, el suministro de droga dura, en este caso heroína, que consumía fundamentalmente, la población afro-americana de los EEUU, provenía directamente de una operación montada por la CIA con carta blanca del gobierno de Washington. Los adictos en Pakistán en 1980, se estimaban 5 mil personas y en 1985, la cifra había crecido a un millón 250 mil personas según datos proporcionados por el profesor de la Universidad de Wisconsin, Alfred McCoy en su libro “Las Políticas de la Heroína: La Complicidad de la CIA en el Tráfico Mundial de Drogas”. Los agentes del DEA recibieron órdenes de hacer la vista gorda y nunca practicó arrestos ni decomisos y permitió a los mafiosos sicilianos operar con total impunidad en aras naturalmente de privilegiar la lucha contra los soviéticos que a perseguir el tráfico de estupefacientes.

Como hongos crecieron las plantaciones de popíes en Afganistán y en Pakistán. La cosecha de goma de opio y su trasformación en heroína en una cadena interminable de laboratorios secretos rompió todos los objetivos. Administrados por técnicos de varios lugares del mundo pero protegidos y bajo el estricto control de agentes militares de los Servicios Secretos del Ejército de Pakistán, aliado incondicional de los islamistas que luchaban contra el invasor ejército ateo ruso, la estructura creció ininterrumpidamente. También las ganancias. Prolongadas caravanas de centenares de camiones cargados con armas de todo tipo y calibre, incluidas miles de metralletas AK-47, M-16, UZI israelitas y pistolas de todo tipo, sofisticados misiles “Stingers” de última generación, RPJ-7 RPJ-9, cohetes anti tanques y misiles SAM transitaron por el país desde Karachi hacia los campamentos de la resistencia afgana en la frontera. En poco tiempo, no quedó ni un helicóptero de guerra soviético surcando los cielos de Afganistán.

El periodista Robert Fisk que ha entrevistado en tres oportunidades a bin Laden y también al ex General Gul, dice que los misiles “Stinger” entregados por el gobierno de Ronald Reagan entre 1986 y 1987 fueron mil unidades y Gul describe en una de las entrevistas que “después de la retirada soviética, la CIA destinó 60 millones de dólares a comprar los sobrantes que se vendían en el mercado negro y en los bazares de Kabul a precios de entre 100 y 300 mil dólares por unidad”. De vuelta a Pakistán, después de entregar las armas en la frontera, los camiones iban cargados con toneladas de heroína para pagar las armas a los proveedores: la CIA y los grandes traficantes que dominan el mercado mundial. Las interminables filas de camiones viajaban por todo el territorio de Pakistán custodiados por agentes del ISI y nunca tuvieron ningún incidente que descubriera sus cargas.

El único incidente relevante fue en 1983. La Interpol, en un giro extraño para la CIA, agregó a su lista de más buscados internacionalmente como traficante de drogas nada menos que al Teniente General Fazle Haq, el delfín de Zia, en el entramado heroína-por-armas y protegido de la CIA. Pero Haq ya era un importante activo y brioso colaborador de la CIA y no le preocupó en lo más mínimo ver su nombre junto a selectos criminales. En su condición de buscado por la Interpol, se reunía sin problemas con políticos estadounidenses e incluso con el Director de la CIA, William Casey y con el Vicepresidente de los EEUU de la época, George H.W, Bush, padre del actual inquilino de la Casa Blanca. Pero en 1989, poco después que Benazir Bhutto tomara posesión de su cargo de Primera Ministra y con los talibanes a las puertas de Kabul y Kandahar, Fazle Haq, que ya era multimillonario, fue arrestado por la policía y acusado de un asesinato. Dos años más tarde, estando en libertad, fue acribillado a tiros antes del inicio de la causa judicial en su contra.

El gobierno de Washington preparaba su revancha por el fiasco de Viet-nam y no escatimó en recursos. Se había presentado una oportunidad de oro y Reagan no estaba dispuesto a dejarla pasar. La CIA tampoco, y menos los generales paquistaníes, que a partir de la invasión soviética cimentaron un poder monolítico en el Estado que se extendería en el tiempo hasta nuestros días. Los “Stingers” derribaron a los poderosos helicópteros soviéticos MI-17, MI-18 y MI-25 y los pastores y campesinos afganos, convertidos en muyaidines o “guerreros sagrados” con la ayuda de Alá y Reagan, destrozaron de arriba abajo al potente ejército de la Unión Soviética. La heroína afgana copa ahora el 93% del mercado en los EEUU y el 90% del mercado mundial. Un significativo número de los laboratorios levantados por la CIA y el ISI, aún funcionan a plena capacidad, pero ahora, para nutrir las necesidades de Al Qaeda y los movimientos talibán de ambos lados de la frontera.

Centenares de miles de millones de dólares fueron a parar libremente a las manos del generalato paquistaní que sumado a los 6 mil millones que aportó la Casa Real Saudí, los 3 mil que aportó Washington y otros cientos de millones de los Emiratos Árabes Unidos y cientos en “colectas” mundiales para ayudar al pueblo afgano, terminaron, en unos pocos años con los sueños del decadente social imperialismo con sede en Moscú. Muchos analistas y estudiosos de esta apasionante historia aseguran que las ganancias de los generales de Pakistán fueron tan inmensamente fabulosas que terminaron por financiar sustancialmente todo el programa nuclear y la cohetería de Pakistán.

El mismo esquema trilateral de armas-drogas-trabajo-para-la-CIA, pero esta vez con cocaína en vez de heroína, se aplicó casi paralelamente en Centroamérica, para financiar a los “contras” somocistas nicaragüenses en el proyecto de Ronald Reagan para derribar el legítimo gobierno de los sandinistas que presidía Daniel Ortega. John Negroponte, uno de los sujetos que convenció a Benazir de prestar su vida para salvar a los EEUU, sabe mucho de estos lances, toda vez que en la época (1985-1990) era Embajador de los EEUU en Honduras y cerebro máximo de la contra-revolución somocista.

Una vez que la inefable Condoleezza Rice y el gánster político John Negroponte, después de muchos meses de presiones la instigaron a prestarse al peligroso juego de retornar a Pakistán para intentar recomponer el descalabro y la bancarrota de la política de Washington, Benazir Bhutto, fue marcada para morir. En términos coloquiales, la pandilla política de Bush, en los estertores de su tiempo en la Casa Blanca, la lanzaron a los leones. Claro, no sin advertirle antes de los graves peligros que corría involucrándose en la agitada campaña electoral dispuesta para el 8 de enero del 2008 en Pakistán. La elección ha sido pospuesta al 18 de febrero. El gobierno de Bush convirtió a la diva pakistaní en el blanco perfecto de sus heterogéneos y múltiples enemigos.

Como epílogo de sus 54 años de vida, Benazir Bhutto, pasará a la historia como una mujer mártir que cayó abatida en la oposición democrática a una brutal dictadura, en vez de una dirigente política corrupta al servicio de las potencias extranjeras forzada a vivir en el exilio para escapar a los múltiples procesos judiciales en su contra. Su marido, Asif Ali Zardari, no tendrá su carisma, ni su encanto, ni sus conexiones pero es el primer nombre que aparece en el testamento de la malograda dirigente política.

Desde tiempos remotos, Pakistán y Afganistán han estado insolublemente unidos. Cualquier evento en uno de los dos países repercute con fuerza en su vecino. La guerra que se desarrolla actualmente en Afganistán, donde el movimiento talibán armado controla ya el 60% de la superficie del país, naturalmente trasciende con dinamismo en la etnia pastún cuya población, después de la arbitraria división que hizo en la zona el imperialismo inglés, quedó desmembrada a lo largo de ambos lados de la frontera de uno y otro. No existen cifras oficiales confiables, pero se estima que los pastunes son en Afganistán 6 millones y poco más de 30 millones en la zona semi-autónoma de Pakistán. Los largos años de guerra contra el ejército soviético (1979-1989) contribuyeron a dislocar la vocación articuladora de los pastunes cuya etnia perdió casi un millón de hombres. Otros tres millones escaparon como refugiados al otro lado de la línea divisoria y se instalaron en campamentos y aldeas montañosas en medio de su propia nación-etnia. Ahora, una vez más, ven su país invadido por lo que que junto a los pastunes de Pakistán, forman una compacta y segura retaguardia para el movimiento talibán. El gobierno de Kabul, constreñido al palacio donde habita Hamid Karzai, el presidente de Afganistán, no duraría una semana en el poder de no contar con las tropas de los EEUU y la OTAN dicen los propios editoriales de la prensa americana. ¿Se repetirá la Historia de finales del siglo pasado?

Ricardo Rodríguez es periodista y escritor. Ha publicado en la Editorial Txalaparta “¿Cuántas veces en un siglo mueve sus alas el colibrí?” Marzo 1999; “El desafío de Bin Laden” Septiembre 2002 y “La Ruta del Esqueleto” Marzo 2006


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