CEPRID

Lecciones de Islandia: El pueblo puede tener el poder

Domingo 27 de noviembre de 2011 por CEPRID

Birgitta Jónsdóttir

CEPRID

Traducido por Manuel Gancedo

El ministro holandés de Interior dio un discurso en el día de la prensa libre este año: “ Hacer leyes es como una salchicha, nadie quiere saber qué hay dentro”. Se refería a lo cara que es el Acta de Libertad de Información, y sugería que los periodistas no deberían realmente pedir tanta información al gobierno. Sus palabras exponían uno de los problemas centrales de nuestras democracias: a demasiada gente no le preocupa qué lleva la salchicha, no solo a los hacedores de leyes, los parlamentarios.

Si el 99% queremos reclamar nuestro poder, nuestras sociedades, tenemos que empezar por alguna parte. Un importante primer paso es cortar las ataduras entre las empresas y el estado haciendo el proceso de fabricación de leyes más transparente y accesible para cualquiera que lo quiera conocer y contribuir. Tenemos que saber qué hay en esa salchicha de ley; el monopolio de los lobistas empresariales tiene que acabar – especialmente en lo que respecta a la regulación bancaria y a internet.

La nación islandesa cuenta con tan sólo 311.000 almas, de modo que tenemos un aparato burocrático relativamente pequeño y puede moverse más deprisa que la mayoría de países. Muchos han visto a Islandia como un país ideal para la experimentación con nuevas soluciones en una era de transformación. Estoy de acuerdo.

Tuvimos la primera revolución tras los problemas financieros de 2008. Debido a la falta de transparencia, a la corrupción y al nepotismo, Islandia sufrió el tercer mayor colapso financiero de la historia de la humanidad, y nos golpeó profundamente. El pueblo islandés nos dimos cuenta de que todo aquello en lo que habíamos puesto nuestra confianza nos había fallado. Una de las exigencias durante las protestas que siguieron – y que supusieron deshacerse del gobierno, del jefe del banco central y de la cabeza de la autoridad financiera – fue que nosotros pudiéramos reescribir nuestra constitución. Siendo “nosotros” el 99%, no los politicos que nos habían fallado. Otra exigencia es que deberíamos tener verdaderas herramientas democráticas, como poder convocar directamente un referéndum nacional y disolver el parlamento.

Como activista, desarrolladora de webs y poeta, nunca soñé con ser un politico ni he querido jamás formar parte de un partido político. Eso iba a cambiar durante estos tiempos de excepción. Ayudé a crear un movimiento politico con los distintos movimientos que brotaron al inicio de la crisis. Fuimos creados oficialmente ocho semanas antes de las elecciones, y basamos nuestra estructura en la horizontalidad y el consenso. No teníamos líderes, sino portavoces rotativos; no nos definimos como de izquierda o derecha sino en torno a una agenda basada en la reforma democrática, en la transparencia y en pagar la fianza de la gente, no la de los bancos. Prometimos que nadie debería permanecer en el Parlamento más de ocho años. No teníamos dinero ni expertos; éramos solo gente corriente que ya ha tenido bastante y que necesitaba tener fuerza tanto dentro como fuera del sistema. Conseguimos el 7% de los votos y cuatro de nosotros entramos en la boca del lobo.

Muchas grandes cosas han sucedido en Islandia desde nuestros días del shock de 2008. Nuestra Constitución ha sido reescrita por el pueblo para el pueblo. Una Constitución da la medida del tipo de sociedad en la que quiere vivir el pueblo. Es el acuerdo social. Una vez que se apruebe, nuestra Constitución traerá más poder a la gente y nos dará herramientas adecuadas para contener a quienes están en el poder. La base de esta Constitución fue creada por 1.000 personas seleccionadas aleatoriamente del registro nacional. Elegimos a 25 personas que pusieran esa visión en palabras. La nueva Constitución está ahora en el Parlamento. Habrá hasta un 99% de gente pidiendo que sea votada por lo que nosotros sabemos desde el Parlamento exactamente lo que quiere la nación y tendremos que adecuarnos a ello. Si se aprueba la Constitución, habremos logrado casi todo lo que tenemos que hacer.

Tener las herramientas para una democracia directa no es bastante. Tenemos que encontrar maneras de hacer que el público quiera coparticipar en la creación de la realidad en la que desea vivir. Esto solo puede conseguirse haciendo la democracia más local. Entonces la gente sentirá el impacto directo de su influencia. No necesitamos sistemas más grandes, debemos reducirlos de tamaño de modo que puedan servirnos de verdad y podamos darles forma realmente.

La capital, Reikiavik ha lanzado una plataforma de democracia directa, en la que cualquiera puede colgar una sugerencia en el fórum de la comunidad sobre las cosa que quiere que se hagan en la ciudad. El Ayuntamiento debe tomar las cinco proposiciones más importantes y tratarlas cada mes. El siguiente paso es tener un sistema parecido en el Parlamento, y el lógico paso siguiente que es tener el mismo sistema en los ministerios.

Por conversaciones que he tenido con gente de Ocupa Londres es obvio que todos pensamos en la misma línea, Todos los sistemas se vienen abajo: bancario, educativo, sanitario, social, político – La cosa más lógica sería empezar un sistema nuevo basado en otros valores que el consumismo, que maximiza el beneficio y la autodestrucción. Somos fuertes, el poder es nuestro: somos muchos, ellos pocos. Vivimos tiempos de crisis. Abracemos este tiempo porque es la única vez en que es posible que las masas hagan cambios reales.


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