Del naturismo a la responsabilidad social de la ciencia

Josep Maria Roselló posee una dilatada experiencia política y una inquietud intelectual que le ha llevado a participar e interesarse en una multiplicidad de temáticas. Como sociólogo e investigador ha abordado especialmente el estudio y la difusión del pensamiento social naturista, con obras como La vuelta a la naturaleza. El pensamiento naturista hispano (1890-2000): naturismo libertario, trofología, vegetarianismo naturista, vegetarianismo social y librecultura, (Virus, 2003), La idea naturista. Desde sus orígenes hasta nuestros días (CEDEL, 2006), ¡Viva la Naturaleza! Escritos libertarios contra la civilización, el progreso y la ciencia (Virus, 2008), Introducció a l’estudi del naturisme històric alcoià (1900-1939) (SNVA, 2013), y el documental Naturisme ahir i avui (2012). Sin olvidar, el folleto El naturismo libertario en la península Ibérica (1890-1939) (2005), encartado en el número 32 de esta revista.

Sin abandonar esta línea de investigación, ha abierto otra central sobre la responsabilidad social de la ciencia y la de quienes la aplican, un tema que creemos suficientemente trascendente. Partiendo de ambas líneas de estudio hemos querido conocer las ideas del este autor más en profundidad.

EZ: ¿Cuándo te planteas el estudio del pensamiento social naturista?

JMR: Continuando con la actividad intelectual vinculada a la militancia, me propongo preparar un dossier sobre el pensamiento social naturista. La idea inicial va adquiriendo más cuerpo, hasta convertirse en un proyecto de investigación alrededor de una hipótesis principal: ¿es el naturismo algo más que un bronceado sin marcas o un comer limpio?

En el 2000 se publican la tesis doctoral de Eduard Masjuan y la de Alejandro Artetxe. En ambas, se trata el naturismo enmarcado en un contexto superior, en cambio mi línea de investigación se centra sobre el naturismo en sí mismo. La primera fase a cumplir, dado el período estudiado de más de un siglo y la gran dispersión de los materiales originales, corresponde a documentación, una larga tarea de dos años. La siguiente es validar la hipótesis: no cabe duda, los documentos lo evidencian, sí, definitivamente, es mucho más. Y la tercera, la descripción y la argumentación de dicha evidencia, para ello fijo cuatro objetivos:

  • dar carta de existencia a las diferentes corrientes del movimiento naturista, sin que ello merme el conjunto.
  • evidenciar al Naturismo como un cuerpo ideológico propio, diferenciado de la medicina naturista a pesar de sus afinidades.
  • recordar que la terapéutica naturista, la gastronomía vegetariana y el turismo nudista son producto del Naturismo y no al revés.
  • dar una importancia especial al naturismo libertario por ser el más desconocido, tanto en el movimiento naturista como en el propiamente anarquista.

El resultado de dichos objetivos es la obra seminal La vuelta a la naturaleza (2003).

Supongo que uno de los motivos para profundizar más en el naturismo, puede ser la institucionalización del ecologismo tras la Cumbre de Río (1992), la del ecologismo del desarrollo sostenible, muy alejado de aquel que elaboró el «Manifiesto de las Tablas de Daimiel» (1978) y de él de la Coordinadora Asamblearia del Movimiento Ecologista (CAME), creada en Madrid en 1983. En el folleto sin fecha ¿Qué es la CAME?…, queda claro su objetivo: «(…) hacer frente a la Administración y a las empresas en la lucha contra la destrucción del medio ambiente.»

EZ: El estudio del pensamiento social naturista se convierte, tras la publicación de La vuelta.., en tu tema principal de investigación. ¿No es así?

JMR: Sí, progresivamente, voy dedicando más espacio a la investigación orientando desde ella mí militancia. Una nueva etapa, donde los estudios y, sobre todo, su difusión –charlas, artículos, libros, radio-, toman el protagonismo.

Una vez realizado el estudio básico, se abren tres posibles caminos para seguir avanzando en el pensamiento social naturista. El primero, exponer su desarrollo en las diferentes localidades; el segundo, su contextualización dentro del pensamiento social del pasado siglo y, el tercero, desarrollar más ampliamente alguna de sus corrientes. Por el primer camino discurre Introducció a l’estudi del naturisme històric alcoià 1900-1939 (2013), por el segundo, la obra en fase de publicación sobre el naturismo valenciano durante los mismos años, mientras que La idea naturista (2006), desarrolla la evolución de la corriente más arraigada en el desnudismo como vía principal a la fraternidad universal.

Aparte de lo anterior, pero abundando en el tema, debo mencionar mi primera incursión en el documental. El resultado, Naturisme ahir i avui (2012), con cerca de unas 1.700.000 visualizaciones solo en You Tube.

EZ: ¿Has tenido que documentarte sobre otras temáticas por su relación con el naturismo?

JMR: Sí, he tenido y tengo que investigar en otras temáticas para poder entender su relación con el naturismo. Entre otras, podría señalar la eugenesia y el neomaltusianismo –hoy, biopolítica-, el conocimiento de la teosofía o, en otro orden de cosas, del ideario naturien o el del individualismo libertario. De ellas, algunas han permanecido como documentación -el caso de la teosofía-, otras han generado artículos o charlas como la biopolítica o el individualismo libertario y, otras, como los naturien han sido motivo de un nuevo estudio.

EZ: ¿Los naturien?

JMR: La obra ¡Viva la naturaleza! Escritos libertarios contra la civilización, el progreso y la ciencia 1894-1930 (2008), presenta el movimiento naturien galo junto a una recopilación de algunos de sus textos clave traducidos, por primera vez, al castellano. Más allá del naturismo, los naturien no consideran que toda problemática derive de una civilización desviada del orden natural, para los naturien la propia civilización en sí es el problema. Esta reacción motivada por el avance del urbanismo absorbente de las capitales hacia sus periferias y documentada en varios países, se basa, en este caso, en las reflexiones sobre los orígenes de la Humanidad expuestos en Las ruinas de Palmira (1791), del conde de Volney. Para ampliar el conocimiento sobre los naturien, recomiendo Histoire du Naturisme (2004), del historiador Arnaud Baubérot y Les milieux libres (2006), de la también historiadora Céline Beaudet.

EZ: Se intuye una cierta autorreflexión a lo largo de tu obra,…

JMR: Sí con la obra anterior exploro los límites de la filosofía naturista, con mi artículo «El naturisme: de la transformació social a la defensa de la peculiaritat» (2013), decido, finalmente, hibernar la línea de investigación, sin menoscabo de seguir difundiéndola. Con ello, yo mismo acepto situar el naturismo de la transformación social en el terreno de la historia, no en el de la sociología. Cuando los medios de la regeneración física y moral que propugna el naturismo histórico para de nuevo armonizarse con el orden natural –vegetarianismo trascendente y desnudez física camino de la desnudez moral-, se convierten en fines en sí mismos, solo queda la peculiaridad: la de ser vegetariano o la de ser nudista o ambas a la vez. La peculiaridad, sin restarle importancia, no me seduce como tema de estudio. El fenómeno de los medios convertidos en fines ya fue anticipado por el sociólogo Martín Sagrera, en su estudio El des-cubrimiento del hombre (1973).

Por otra parte, en lo metodológico, tengo bastantes reservas hacía la tendencia académica de estudiar los movimientos sociales de forma muy semejante a como se estudian las instituciones, es decir, mientras los primeros son un conglomerado fluctuante basado en la voluntad de sus componentes, las segundas tienen una voluntad inequívoca de perpetuarse en el tiempo y en el espacio. Independientemente de sus fines declarados, en sociología de las organizaciones se considera que su objetivo son ellas mismas. En conclusión, quizás para el estudio de los movimientos sociales sea más adecuada la crónica o el ensayo sociológico.

EZ: ¿Ves actualidad en el naturismo libertario de antaño?

JMR: Sin duda. El naturismo libertario cuestiona y genera alternativas tanto en lo biológico –alimentación e higiene- como en lo social –demografía, urbanismo, pedagogía…-, ante un mundo nuevo –el nuestro- que se despliega durante las tres primeras décadas del pasado siglo. Es historia, claro, pero no historia pasada, es un referente para nuestro propio mundo de hoy. El naturismo libertario de Isaac Puente o de Antonia Maymón, el ecologismo anticapitalista del Manifiesto de Daimiel, la ecología social recogida en La ecología de la libertad (1992), obra magna de Murray Bookchin… todo ello en su disparidad, nos puede ayudar o, incluso entorpecer, a formularnos nuestras propias preguntas y crear nuestras propias respuestas, solo nosotros podemos hacerlo porque cualquier camino, entiendo, es una vía y no un fin en sí mismo. Es decir, si sabemos que los naturistas fueron de los primeros en darse cuenta de la nocividad de la aceleración de la vida moderna y nosotros, ahora, también, no pensemos en aplicar, para resolverla, sus medidas en forma reverencial y procuremos, en cambio, encontrar nuestras propias respuestas. Como ya dije en otra ocasión, algo así como en los inicios de la revista Integral -finales de los setenta- cuando el colectivo editor fue capaz de reformular, en clave moderna, el naturismo histórico enriqueciendo, de esta forma, los contenidos del naciente ecologismo.

Cabe señalar, en un orden general, que con el nuevo cambio de siglo, la mentalidad «democrática}, en las generaciones más jóvenes, convierte lo expuesto en el párrafo anterior en algo caducado ante el imperio de la novedad y la inmediatez. La crisis que enriquece a los ricos empobreciendo a los pobres y el 15M, ayudan a invertir la tendencia de que cualquier pasado fue inexistente.

EZ: ¿Guarda relación lo expuesto con tu actual interés hacia la responsabilidad social de la ciencia y de quienes la aplican?

JMR: Recientemente he cursado historia de la ciencia, lo cual me ha facilitado dar cuerpo a la idea de que las invenciones o descubrimientos de finales del XIX y principios del XX pueden producir cambios de mentalidad más allá de las utilidades técnicas que nos proporcionan. Por ejemplo, la invención del hormigón y la del acero cambia la forma de construir basada en cal, piedra y madera, pero, también, la propia concepción de la urbanística: por ej. la edificación de rascacielos, representa una nueva manera de concentrar gran cantidad de personas en poco espacio algo antes imposible.

Mi hipótesis es que estamos en una situación semejante que puede cuestionar la idea de ser humano –biología sintética, nanotecnologías- y, a su vez, la idea de Naturaleza, desapareciendo la noción de lo natural y de lo artificial al ser sustituida por la de soporte al ser ya todo artificial, todo manipulado, como en la ochentera Trilogía del Sprawl, el universo cyberpunk del escritor William Gibson.

En pocas palabras, de si se cuestiona ser humano y Naturaleza se cuestiona el pensamiento social actual, aquí el nexo de unión con mi anterior investigación sobre el pensamiento social naturista.

EZ: ¿Qué tareas te plantea la nueva investigación?

JMR: La primera tarea que me he marcado, consiste en trazar tres áreas de trabajo:

-ampliar los conocimientos sobre las ciencias de interés para mi investigación.

-profundizar en el igualitarismo, el principio de precaución y, si procede, en la ética de la actuación científica.

-documentarme sobre las líneas de investigación en sociología de la ciencia.

Con todo ello con la finalidad de establecer un marco de estudio sobre la responsabilidad social de la ciencia y de quienes la aplican.

Seguramente, no es casual que en la muy recomendable obra Los desposeídos (1974), de Úrsula K. LeGuin, el protagonista sea un físico a la búsqueda de una teoría y, a su vez, de él mismo.

EZ: ¿Sobre que ciencias trabajas?

JMR: He establecido dos subáreas, la de modificaciones sobre las personas y/o el planeta y la de la colonización del espacio. Más una tercera por su repercusión en la sociedad, la de la robótica combinada con la inteligencia artificial (IA), es decir, la robótica social.

La primera, abarca la biología sintética, las nanotecnologías, las neurociencias y la IA. La biología sintética impone una visión ingenieril sobre la materia viva, descomponiéndola en piezas y recomponiéndola según los usos de la era de las máquinas biológicas. Las nanotecnologías introducen nuevos materiales en la Naturaleza y alteran las propiedades físicas de los ya existentes. Las neurociencias están aún en mantillas, pero son las más susceptibles de interpretaciones políticas interesadas: ej. la cirugía cerebral y sus consecuencias sobre la conducta humana. La IA y la propuesta de dotar de personalidad jurídica propia a estas entidades, es decir, verlas como una nueva especie y no como máquinas.

La segunda subárea, atiende al nuevo concepto de la colonización del espacio que ha sustituido al de la conquista del espacio. Al cambio ha contribuido el lanzamiento del telescopio orbital Kepler en 2009, cuya misión es divisar planetas semejantes al nuestro más allá del Sistema Solar y la exploración en él de dos lunas con atmósfera, Titán y Europa, principalmente la primera. Pero, sin duda, el principal foco de atención es Marte, algo muy evidente en la pasada exposición de la Fundación Telefónica Marte. La conquista de un sueño, clausurada en Madrid el pasado 4 de marzo de 2018. En ella ya se contemplaba un Plan B, establecerse en el planeta rojo, si fallaba el Plan A, el de mantener habitable el planeta azul. En este caso, como con Gibson, la literatura de ciencia ficción nos crea escenarios de futuro –lo que podría ser-, como la terraformación –transformar un planeta en habitable para humanos-, narrada en la trilogía marciana de Kim Stanley Robinson, Marte Rojo (1992), Marte Verde (1993) y Marte Azul (1996).

En la tercera, robótica más IA significan robótica social. Consecuencias: en un Informe del 2015 del banco teutón ING-DiBa, consideran que en dos décadas 18 millones de lugares de trabajo alemanes pasarán a los robots, es decir, casi la mitad del total. Por ello el interés y los debates sobre si los robots deberán tener número de seguridad social, sobre los nuevos empleos o la renta básica universal.

EZ: Háblanos del igualitarismo y del principio de precaución,…

JMR: Entra dentro de la segunda área de trabajo. Más allá del igualitarismo está el principio de precaución. El igualitarismo, en general, no cuestiona los llamados avances científicos, suele preocuparse de que sean asequibles a todas las personas. El biólogo Máximo Sandín es un declarado partidario del principio de precaución o la precaución ante la posibilidad que algo se escape de las manos y de que los nuevos avances científicos se transformen en nuevas catástrofes. En concreto, en «Una nueva biología para una nueva sociedad» (2002), Sandín compara entre la precaución de los científicos de los setenta ante la ingeniería genética y la concepción actual de la investigación científica como una actividad comercial.

Todo lo contrario, al principio de precaución lo constituye la filosofía transhumanista o el posthumanismo: ningún tipo de obstáculo ante la investigación científica. El transhumanismo aparecido en los setenta del pasado siglo, ha ido adquiriendo matices y variaciones, pero, en el fondo, sigue siendo una nueva utopía tecnológica ante el «anunciado» fin de las grandes ideologías políticas. Si queremos seguir con exposiciones tan finitas como impulsoras de pautas, señalaremos la de + Humans, del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), clausurada en 2016.

Dentro de la bioética y de su función reguladora respecto a los límites de la investigación científica, existe, como es conocido, una de naturaleza confesional bastante desarrollada mientras que el reto está en alcanzar una de naturaleza laica a la misma altura. Regular presupone haber aceptado algo previamente, no hay que olvidarlo. A pesar de ello, no deja de ser interesante la existencia de esta actitud incluso en disciplinas aparentemente exóticas como la exogeología.

EZ: La tercera área la constituye la sociología de la ciencia…

JMR: Sí, intento estar al día en las diferentes líneas de investigación en esta disciplina y en sociología del conocimiento, en más de una ocasión confundidas ambas entre sí. Mi guía en una y otra es Ciencia y sociedad. Sociología del trabajo científico (2014), del sociólogo e ingeniero Dominique Vinck.

EZ: ¿Cómo piensas que se percibe, en general, la responsabilidad social de la ciencia?

JMR: Socialmente creo harto evidente la existencia de una gran fascinación hacia los avances científicos, sin cuestionarse -o no sería fascinación- si realmente son eso, avances, o simplemente negocios. Un ejemplo, en «¿Qué es Zientzia Astea?» (Bilbao, 2016), se puede leer: «En efecto se trata de comprobar de primera mano que la ciencia y la tecnología son ¡culpables! de que contemos con calor en las casas, frío en las neveras, agua corriente o cómodos ascensores. Son también ¡culpables! de que las personas vivamos más tiempo, (…)»1

Por otro lado, en propia experiencia, el igualitarismo prima en los movimientos sociales, lo cual no resta interés por la responsabilidad social.

EZ: ¿Cómo se determina la importancia de un tema u otro, la focalización temática, la agenda social o política?

JMR: Un poco difícil, al menos para mí, responder sin caer en generalidades ya manidas. Puedo, en cambio, si os parece, exponer cuatro tendencias o hábitos adquiridos que dificultan en mí mismo calibrar la importancia de un tema u otro. Uno, es funcionar en piloto automático habiéndolo olvidado, es decir, plantearse, por ejemplo, unas jornadas centrándose en que esté todo lo que tiene de estar, sin plantearse el interés o lo novedoso que puedan aportar. Otro, puede ser el enquistamiento de los conceptos, cuando adquieren carácter de dogma y su única argumentación consiste en querer imponerlos como verdades obvias. Uno más que ya he desarrollado anteriormente, el de copiar las respuestas dadas en el pasado y, finalmente, el confundir indignación con reactividad, lo cual quiere significar que la indignación da fuerza, pero hace pensar, llevar la contraria al gobierno puede ser divertido, pero no necesita de ningún pensar.

Quizás, más adelante, sobre lo aquí planteado, escriba algo así como Reflexiones de un setentero. De los setenta, claro.

EZ: Para acabar la entrevista, queremos preguntarte por qué otros temas te estás interesando también.

JMR: Mis ganas de saber van siempre por caminos diversos. En concreto y, ahora, acabo de terminar el curso «Storytelling: entra en la trastienda de la publicidad, la política y los medios», continuación de otro anterior sobre los grupos mediáticos, ambos ilustrativos e interesantes dedicados a cubrir mis limitaciones en este campo.

También he tenido nueva ocasión de decepcionarme con la psicología oficial, con la últimamente muy popular resiliencia, tan mecanicista como de un ámbito casi doméstico. Sin embargo, me propició conocer un documental producido por la UNED, donde se pone de relevancia las distintas patologías derivadas del estrés comparando la desigual actitud de dos poblaciones diferentes ante una catástrofe natural de gran envergadura: unos se autoorganizan para paliar las consecuencias del desastre, mientras los otros esperan, pasivamente, ayuda exterior y consideran el suceso como un castigo divino por sus pecados. Realizado por Guillermo Moliní y Yolanda Prieto, el documental se titula Psicología de las experiencias traumáticas (I) (2001).

Abril 2018

NOTA:

1. Zientzia Astea es una actividad de divulgación científica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).

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