SISTEMA AGRARIO CAPITALISTA VERSUS PROYECTO CAMPESINO

El capital hace tiempo que se ha repartido el pastel, el mundo está dividido y cada zona tiene una función para que todo esto siga funcionando. Asia es nuestra gran guarnecedora de material industrial a bajo coste. América Latina y África (también una parte rural de Asia) nos traen los alimentos y la energía. Estados Unidos y Europa, como países enriquecidos, tienen como labor aportar ciencia (I+D) y servicios a sus habitantes. Y consumir lo que el resto del mundo produce y a lo que no tiene acceso. Y así, todo el mundo feliz.

La agricultura, menospreciada y olvidada en Europa desde la llegada de las revoluciones industriales, se presenta hoy en día como uno de los principales ejes de poder y control en el mundo… como nadie muerde la mano de quien le da de comer, quien controla la producción y distribución de alimentos, decide y define.

Tanto es así que las grandes multinacionales invierten cada vez más en semillas, agrovenenos, agrocombustibles, exportación y comercialización… Y el diseño del sistema agrario capitalista, de mano de transnacionales, gobiernos y bancos, nos da una idea de cómo se está dando la concentración de bienes naturales (tierra, agua, material genético, bosques).

Vamos a analizar primero cuál es el sistema impuesto y sus consecuencias, para luego acercarnos a las propuestas campesinas que diferentes organizaciones y movimientos están lanzando como alternativa real al sistema capitalista.

SISTEMA AGRARIO CAPITALISTA

1. Monocultivo
Además de dividirnos y repartirnos el mundo en grandes regiones, cada una tiene una micro labor unida a un cultivo en concreto. Argentina con sus 17 millones de hectáreas de soja transgénica plantada (la mitad de la superficie cultivada en el país), nos trae lo que nuestros animales necesitan en el pienso. El noreste de Brasil va a plantar 600.000 nuevas hectáreas de caña de azúcar para que nuestros coches no pasen hambre. La palma africana que desaloja miles de familias campesinas en Colombia también está destruyendo Indonesia y Malasia para ayudar en la alimentación equilibrada y ecológica de nuestros autos. Estados como Espíritu Santo (BR), en santo sacrificio, utilizan la mayoría de sus tierras para que nos podamos limpiar el culo con papel suavecito de celulosa de eucalipto. Sin olvidar, claro, la superficie plantada de café y cacao ecológico en los países tropicales (al capitalismo no se le caen los anillos por vestirse de verde para saciar nuestras «necesidades»).
Pero sin irnos tan lejos, las personas inmigrantes trabajan a más de cincuenta grados en los invernaderos de Andalucía para que podamos comer tomates en navidad. Lo mismo en Marruecos… y aquí felices comiendo «naranjas en agosto, y uvas en abril».

Y más cerquita todavía, grandes invernaderos hidropónicos en Euskal Herriak que nos recuerdan que el pimiento de Gernika puede ser producido fuera de Bizkaia, en invernaderos y sin necesidad de tierra. Y que a fuerza de agrovenenos les podemos poner la K de kalitatea a los tomates más rojos y más grandes y más brillantes.
Pero el monocultivo tiene sus consecuencias, y prueba de ello es la desertización que están sufriendo las tierras hasta ahora fértiles y cultivables. Cada año se pierden miles de hectáreas cultivables por la extracción continua de materia orgánica y la utilización indiscriminada de venenos. En Argentina los grandes de la soja ya no compran tierra. La alquilan de dos a cinco años porque saben que después de ese periodo ya no va a servir para nada. Van dejando desiertos a su paso mientras avanzan hacia nuevos territorios y comunidades.

Y la exportación necesita de transportes: barcos, líneas férreas, grandes autopistas y autovía… El capitalismo más duro y clásico, el europeo, nos plantea super puertos, TAVs, gaseoductos… Y el nuevo capitalismo con cara más social en América Latina nos plantea unir a los pueblos, ¿cómo?, con corredores que unan los océanos Atlántico y Pacífico pasando por la cordillera Andina o por la Amazonia. Corredores con… autovías, gaseoductos y super puertos al final. Menuda diferencia!

El monocultivo está siempre unido al mercado, y cada vez más, al mercado global. Quien piensa en plantar para alimentarse, plantará un poquito de cada cosa, quien piense en plantar para vender localmente, plantará un poquito más de cada cosa y seguramente tendrá un producto «estrella», quien vaya a vender a los supermercados, plantará mucho de dos o tres cosas, quien vaya a exportar, plantará un sólo producto (y no, no es un error, hemos dicho producto, no alimento; según subimos en esta cadena, los alimentos pierden su función y se convierten en mercancía).

El poder y la capacidad de decisión de quien planta va desapareciendo. En el extremo tenemos las exportaciones donde el mercado decide qué y cómo se planta.
Y así, los pueblos pierden autonomía y las transnacionales ganan poder.

2. Paquetes tecnológicos
Es el nombre que las transnacionales del agro utilizan para definir la completa dependencia de las familias productoras hacia sus productos. Comprando la semilla, que ya está preparada para ser débil (y no está adecuada a nuestra tierra y manera de trabajar, además de estar tratada antes incluso de nacer -como los pollos a los que se les inyecta antibiótico cuando todavía están en el huevo-), compramos también los fertilizantes químicos que nos van a ayudar a que crezca. A que crezca de manera forzada y por lo tanto enfermiza, y así, compramos también los herbicidas, pesticidas, insecticidas, fungicidas y todo veneno que quieran vendernos. Es el negocio redondo, más con las semillas transgénicas de las que hablaremos luego.

Por si acaso el modelo en algún momento falla, han ideado una nueva técnica, a la que llaman agricultura por contrato. La empresa Pronaca, filial de Monsanto en Ecuador, es tristemente conocida por estos métodos. Yo, empresa, te entrego las semillas y todo el paquete y tú sólo me pagas después de la cosecha con un pequeño interés. Eso sí, la cosecha me la vendes a mí al precio que yo quiera, y de esa venta descontaré lo que considero que me debes. Y si el año es malo, las tierras se inundan, o hay sequía o revienta el volcán y no me puedes pagar, me entregas tus tierras que colocaste como aval.

¡Negocio redondo, lucro por todos los lados! Sin inversión ni peligro, quien se la juega, es quien planta. Así en el 2008 muchas familias de la sierra y del litoral ecuatoriano estuvieron a punto de perder sus tierras después de perder las cosechas en una inundación. En el último momento el Estado intervino y sólo perdieron los beneficios de un año y se endeudaron un montón más con Pronaca.

Perder las tierras, endeudamientos imposibles de pagar… llevan a campesinas y campesinos al suicidio. Esto no es un dato anecdótico, en la India hay un suicidio cada ocho horas, casi todos lo hacen ingiriendo el veneno que los arruinó, sobretodo por causa del fracaso del algodón transgénico.

Y estos paquetes tecnológicos, culpables del traspase (robo) de tierras, de la muerte directa de campesinas y campesinos, contribuyen también a la erosión y la pérdida de fertilidad de las tierras, no sólo mediante los agrovenenos, sino mediante la maquinaria pesada y los fertilizantes químicos. Y aumentan día a día la dependencia de las familias productoras, que ya no tienen en sus manos los métodos y medios de siembra, y que quedan a total disposición del agronegocio, que va a mandar qué plantar, cuándo y dónde.

Y así, las transnacionales se van tragando la autonomía de los pueblos.

3. Agrovenenos
Están dentro del paquete tecnológico pero hemos pensando que merece la pena hacerles un pequeño hueco aparte. Sectores más radicales critican ahora la agricultura ecológica por varios motivos, algunos de ellos bien ciertos, pero tenemos que pensar que ahora mismo, lo que comemos que no llega de agricultura ecológica (no hablo de certificación) está envenenado. Todos los días comemos veneno, nos intoxicamos. Hasta ahí, para que cada cual reflexione…

Y eso que cada día comemos las y los trabajadoras rurales lo aspiran y lo asimilan por la piel todos los días. En Brasil se calcula que cada año mueren 5.000 trabajadoras rurales por intoxicación directa con agrovenenos. Las pulverizaciones aéreas contaminan poblaciones enteras, ríos, bosques, cultivos cercanos… causando deformaciones en los fetos, abortos, cánceres, pérdida de fertilidad, y a veces la muerte a los pocos días de niñas/os y ancianos/as.

Vamos a hablar un poco más de Brasil porque es el país donde más agrotóxicos se consumen en el mundo, el 16% del total mundial. En la cosecha del 2008/09 se vendieron 7.125 billones de dólares en agrotóxicos, lo que representa la aplicación de 134 toneladas de veneno que afectan directamente al suelo, al aire, al agua y a los alimentos. Una distribución de estos agrotóxicos por habitante, da una media de 3.725kg consumidos por habitante en los últimos dos años. El cultivo de soja para exportación es el responsable del 51% del total de agrovenenos comercializados. Las diez empresas mayores (Monsanto, Syn¬genta y Bayer principalmente) concentran el 80% de las ventas.

Y así, los pueblos se mueren y las transnacionales ganan poder.

4. Agricultura sin gente
El monocultivo, con maquinaria pesada súper moderna, métodos como la siembra directa en la soja donde una máquina mueve la tierra, hecha herbicida y siembra al mismo tiempo… no necesita de gente en el campo. Es más, la gente sobra y molesta porque les puede dar por protestar: cuando los fumigas, cuando les matas los animales, cuando se enferman trabajando para ti, cuando contaminas las aguas… Les suele dar por defender sus derechos y eso le puede salir caro a la empresa. Por eso este modelo plantea un campo desierto, sin comunidades, ni malas hierbas, ni árboles que molesten.

Hay varios métodos para conseguirlo. La mayoría de las veces, las comunidades campesinas son aisladas, sin recursos, sin hacerlas atractivas y las familias se escapan. Otras veces dejan a la gente sin trabajo, y como los alimentos que producen se mal pagan, los ahogan en deudas. Una de las grandes ironías de este sistema es que quien produce alimentos se muere de hambre.

O se les ofrece dinero a cambio de tierras, o se les amenaza, para que vendan o se vayan. Y si todavía resisten, tienen policías y paramilitares a su servicio para desalojarlos o asesinarlos. La lógica del mercado no conoce límites.

En Europa parece que hay una nueva tendencia, minoritaria pero que existe, de gente que está volviendo (o intentando volver) al campo. América Latina, África y Asia siguen asistiendo al éxodo masivo a las ciudades. Todos los días llegan familias a engordar las bolsas de pobreza en las periferias, en las favelas. Han sido expulsados del campo. Es una nueva masacre silenciosa de comunidades indígenas, negras, pescadoras, campesinas…

Y así, los pueblos desaparecen y las transnacionales ganan tierras y mano de obra barata.

5. Globalización.
Teniendo en cuenta que los alimentos que consumimos viajan una media de 800km y que el puerto pesquero más grande de Euskal Herriak es ahora mismo el Aeropuerto de Foronda, podemos empezar a imaginar de lo que estamos hablando.
Esta globalización del capital y del mercado crea una competencia desleal entre productoras de diferentes países. En Europa y EEUU los agricultores/as piden subvenciones, y a veces viven de ellas, pero estas subvenciones bajan el precio de los productos y así México está lleno de maíz gringo, por ejemplo.

En Andalucía se quejan porque la fruta y verdura es importada desde Marruecos, porque allí los sueldos son más bajos y el producto más barato… y Bélgica se queja de que la fruta y verdura es importada de Andalucía porque allí los sueldos son más bajos y el producto más barato.
El mercado basado en la importación-exportación, sin dar ninguna importancia (porque no tiene tanto lucro) a los mercados locales, a la producción local… se basa en el dumping a otros países. El negocio muchas veces está en el camino: sistemas de transporte, construcción de infraestructuras, empresas exportadoras, empresas distribuidoras, intermediarios… Que se lo digan si no a la Cargill o a la Bungue.

Y así este mundo ya repartido se especializa cada vez más. Cuidado, a Europa, con eso de producir servicios y pequeñas cantidades simbólicas de alimentos de «calidad» le han quitado el derecho a alimentarse de su propia tierra. La tendencia es que la agricultura europea nos sirva sólo como reclamo turístico, y que comamos lo que nos traen del otro lado del charco (de varios charcos). Por eso ya no subvencionan sólo por plantar, sino por no plantar. No produzcas y ganarás más dinero… Te cambiamos tu dignidad por dinero.

La dependencia del Estado español en ganadería es clara. La mayoría de la soja y el maíz para pienso viene de fuera, pero, ¿quién decide que eso es lo tienen que comer los animales? Por ejemplo, el equipo de asesoría técnica FEDNA (Fundación Española para el Desarrollo de la Nutrición Animal) en el cual participan empresas como American Soy Asociation, Nutreco, Alltech y Cargill.
Y si aquí no plantamos, y no comemos de nuestra tierra, entonces mandamos, exigimos a otros países que lo hagan por nosotros… y qué más da si eso supone destrozar la tierra, desapropiar comunidades o la pérdida de saberes. Nos comemos no sólo lo plantado sino la fertilidad, el agua y los bienes que existen allí.

La nueva ofensiva de transnacionales y gobiernos, es comprar tierra en otros países. Un claro ataque contra la soberanía de los pueblos y que aumenta la concentración de agua y otros bienes naturales en manos del Norte.
Y así los pueblos se enfrentan entre sí y las transnacionales ganan poder.

6. Concentración
Ya vamos viendo que todo está bien pensado, que el control va quedando en manos de las transnacionales, que el pueblo está perdiendo sus bienes naturales, cada vez más privatizados y destrozados. Pero ahora tenemos que preguntarnos, ¿quiénes son esas empresas?

Son pocas las empresas que dominan el mercado de la alimentación. Estas transnacionales, con complicadas relaciones entre ellas, consiguen controlar el producto desde la semilla hasta la venta en el supermercado. En el mercado de las semillas tenemos a Monsanto, Syngenta, Dupont y Bayer como principales exponentes, sobretodo en el mercado de los transgénicos. Y son más o menos las mismas las que proporcionan fertilizantes químicos, y todo tipo de agrovenenos. Aliadas con la Cargill y la Bungue, grandes exportadoras de cereal, mueven las mercancías por el mundo y las comercializan mediante Wal Mart (que controla el 60% de los alimentos consumidos a nivel mundial).

Es un esquema bastante simple, faltan algunos nombres pero no creamos que vaya mucho más allí. La concentración del mercado es mucho más fuerte que en otros sectores.
Y por si acaso las cosas fallan, tienen el apoyo de los estados y los bancos para cubrirse las espaldas. En Argentina pudimos ver cómo los terratenientes de la soja ponían al gobierno en jaque porque este pretendía cobrarles un impuesto por las exportaciones.

Aracruz Celulosa (Brasil) es la empresa productora de celulosa mayor del mundo. Conocida por haber expulsado de sus tierras a varias comunidades Tupiniquin y Guaranís[[Después de lucha y varios juicios, los indígenas han recuperado 11.000 hectáreas, fue una gran victoria, pero hay otras 19.000 todavía en manos de Aracruz.]], quilombolas y sin tierra, por contaminar aguas y por convertir en monocultivo de eucalipto las tierras del sur de Bahia, Espíritu Santo y Sáo Paolo, tuvo una crisis en el 2008. Fue el Gobierno Brasileño, mediante el Banco Nacional de Desenvolvimento, el que sacó a la empresa de la crisis cuando estaba a punto de desaparecer.
Y así, los estados venden a sus pueblosy el poder de las transnacionales aumenta.

7. Transgénicos
No podíamos, en este repaso a las bondades del sistema agrario capitalista, dejar de hablar de su último gran invento: los organismos genéticamente modificados (OGM). Patentes de la vida. Muchas veces se ha hablado de los peligros para biodiversidad, la salud humana… ahora sólo queremos destacar uno de sus aspectos.

La semilla es la base de la agricultura; mejoradas por las comunidades (especialmente por sus mujeres) durante 10.000 años, las semillas han ido adaptándose a cada paraje, cada cultura, cada forma de trabajar… convirtiéndose en símbolo e icono de los pueblos. Cuando llegamos a una comunidad indígena, campesina, tradicional… nos mostrarán sus plantaciones, cocinarán sus granos; nos regalarán semillas para que podamos llevarnos un trocito de su cultura, nos mostrarán con orgullo los diferentes maíces, frijoles, arroces e infinidad de verduras que tengan.

Patentar las semillas, colocar las semillas en manos de las transnacionales, supone: poner nuestras vidas en sus manos, ya no podemos decidir más lo que plantamos, otorgarles el poder de decidir quién va a pasar hambre; renunciar a nuestras culturas; concederles el derecho a violar nuestras costumbres, nuestra tierra.

Y como lxs consumidorxs no quieren comer transgénicos, la biotecnología está abriéndose nuevos caminos experimentando con árboles modificados para la producción de agrocombustibles. Para eso están creando nuevas alianzas: Monsanto y Cargill, Monsanto y Votorantim, Dupond y Bungue… que multiplican el peligro.
Los transgénicos son sólo un paso más, pero un paso de gigante en el desgaste de la tierra, en la pérdida de los saberes, en la expulsión de las comunidades…

Hablamos de un peligro que no se soluciona con más pruebas o nuevas semillas. Hablamos de que las multinacionales van ganando el poder de la vida, mientras la autonomía y alimentación de los pueblos se reduce a casi nada.

8. Recursos naturales
Tierra, agua, bosques, semillas… Considerados mercancía, por lo tanto, se rigen por las normas del mercado, los podemos comprar y vender. Las antiguas leyes que protegían las tierras comunales, comunidades y ejidos en México han desaparecido. Con el engaño de dar a cada cual lo suyo, el gobierno entró dividiendo las comunidades, obligándoles a parcelar los terrenos, para después y con las nuevas leyes, ir comprando (robando) poco a poco las tierras y el agua de los y las indígenas. Como todo, ahora la tierra tiene dueño, y tiene precio. Da igual que sea tierra pública, comunitaria o privada, hemos construido cercas y delimitado los espacios de cada cual.

Nos parece una gran cosa que ahora en muchos países de América Latina se reconocen los territorios indígenas y se les asigna un pedacito de tierra donde vivir y producir… imaginaros lo que tienen que pensar de eso las personas que llevan allí miles de años, trabajando y recolectando donde más había, donde mejor se podía, y ahora se tienen que sentir afortunadas porque nadie les va a echar de un cuadrado que dicen que es suyo… Como dicen las comunidades Mapuche, para occidente la propiedad colectiva es un avance (frente a la privada) pero para ellas es un paso atrás (antes no conocían la propiedad de la tierra).
Y como todo se privatiza, se patenta, y se vende; el sistema está haciendo lo mismo con los saberes, los conocimientos ancestrales. Llegan gringos a las comunidades diciendo que tienen dolor de cabeza para ver qué planta usan y después se la roban y la patentan como medicina (un ejemplo tan simple como verdadero)… es lo que se denomina biopiratería. El conocimiento que siempre ha sido de los pueblos, ahora se llama ciencia y hay que pagar para acceder a ella.

Con las patentes sobre conocimientos, ciencia, los pueblos pierden sabiduría y las transnacionales ganan poder.

9. Agrocombustibles.
El EZ ya ha hablado de este tema (ver E.Z. nº 36). Solo vamos a sumar algunos datos para ver cómo usar tierras cultivables para la producción de agrocombustibles aumenta la especulación sobre la tierra y los alimentos. El Estado Español quería que en el 2010 el 5,75% de los combustibles usados fueran «bio». Ya existen 46 plantas productoras de biodiesel y la intención es construir más, hasta conseguir producir 185tn/año. Para eso deberíamos usar el 10% de las tierras cultivables (y el 20% si queremos producir etanol). En vez de eso, importamos la materia prima de Argentina, Brasil, Centro¬américa e Indonesia.

A nivel mundial, tendríamos que multiplicar por cinco la producción de agrocombustibles para atender el 5% de la demanda de combustible. Esto supone la desaparición de muchas comunidades, bosques y alimentos, así como la multiplicación de transgénicos. Y no supone mayores beneficios para el planeta. Si los coches son responsables del 14% del efecto invernadero; la agricultura industrial sumada al cambio de uso de la tierra es culpable del 41%. Como los agrocombustibles suponen profundizar más en este sistema industrial, en vez de reducir las emisiones de CO2, aumentarían.

Para poner este nuevo negocio en funcionamiento, el sector público se ha juntado con empresas petroleras, automovilísticas, agrarias, bio-tecnológicas, energéticas y financieras. Un claro ejemplo son BP y Dupont en el Reino Unido. Y en el estado español, en la planta Bio Gibraltar tenemos Abengoa y Cepsa y en la planta Bio-Dosbio tenemos Biocom¬bustibles Castilla y León, formada por Abengoa y EbroPuleva

Las ayudas publicas son imprescindibles. Hoy en día los carburantes de biomasa son deficitarios tanto energética como económicamente. Se mantienen gracias a las ayudas directas e indirectas de los estados: subvenciones, ayudas tributarias, construcción de infraestructuras, comercialización de carbono, créditos blandos…

10. Este modelo agrario va más allá de un uso de la tierra, de una forma de producir alimentos.
Ya hemos visto que se trata de control social, de poder, de debilitar y aniquilar los pueblos campesinos e indígenas todavía en resistencia, todavía peligrosos. ¿Peligrosos por qué? Porque son la memoria viva de que no necesitamos ser consumidores fieles al sistema. Porque son la memoria de que es posible otra relación con la tierra.
Pero todo esto no lo consiguen solo con el diseño del agro, la dependencia hacia los poderes públicos (en el mejor de los casos) y hacia el capital tiene otros tentáculos.

Incluye un sistema educativo completamente descontextualizado y que no tiene nada que ver con el campesinado. Una educación de la ciudad, impartida por personas que no saben nada de la vida en comunidad, y que tiene como objetivo crear sueños en las niñas y los niños… sueños de capitalismo y consumismo que solo se pueden realizar en las ciudades. La educación es una herramienta fundamental en el éxodo rural.

Un sistema de salud basado en tratamientos químicos y caros a los que casi nadie tiene acceso (y que trata de curar las enfermedades que ellos mismos han creado). Un sistema al que las familias campesinas casi nunca tienen acceso: son pobres, no hay centros de salud en el campo, ni médicos… Un menosprecio continuo a los saberes locales, obligando por ejemplo, a las mujeres a parir en los hospitales. Una negación sistemática de las formas tradicionales de medicina, con la falta de autoestima que esto crea entre la población.

Comunidades desorganizadas, atomizadas y en la mayoría de los casos vacías. Campañas continuas para que las familias se peleen, para que luchen por las migajas del sistema entre las comunidades. Proyectos individuales para quien se porta bien, y acoso y represión contra la gente organizada.

Música, arte, folclore y tiempo libre basado en el mercado. Desprecio por las culturas, fiestas, músicas y folclores locales. Imposición de música comercial, urbanita, súper sexista, racista… que también ayuda en esa tarea de minar la autoestima de quien vive en el campo y produce alimentos, para convertirlo en mano de obra barata.
Y así, la lucha de los pueblos se debilita y el capital gana poder.

PROPUESTA CAMPESINA

Ante todo esto y como cantaba Potato, todavía hay quien resiste. No vamos a hablar de esas comunidades idílicas anarquistas que algunas de nosotras soñamos (y algunas están intentando) crear, tampoco de esas antiguas comunidades en las que todo es paz y armonía… vamos a hablar de las familias y comunidades que organizadas, en casi todos los países de América Latina (muchas cosas son extrapolables a Asia y África), resisten día a día a este sistema agrario, luchan por no tener que dejar ese pedacito de tierra y se resisten a entrar de lleno en el sistema capitalista (aunque cada vez estén más contaminados). Son comunidades indígenas, quilombolas (negras), pescadoras, campesinas, recolectoras que poco a poco, además del enfrentamiento práctico diario, han conseguido poner en palabras ese mundo que quieren construir. Un mundo que se contrapone frontalmente al capitalismo y que comienza desde lo más sencillo, desde el día a día, desde la huerta, el quintal, la rocha, la alimentación.

Hemos intentado recoger los puntos en común y más interesantes de los diferentes movimientos. Algunos están mucho más adelantados en el proceso de teorización. El Movimento dos Pequenos Agricultores (MPA) de Brasil, está publicando una colección de libros sobre la Historia Social del Campesinado y hacia donde se dirige. Han diseñado lo que llaman el Plan Campesino y varias de esas bases están recogidas aquí.

Para el MPA (reúne 100.000 familias) el campesinado es una clase social diferente de la clase obrera, con la que tiene que hacer alianzas, pero de la que se diferencia por no tener que vender su fuerza de trabajo para alimentarse, y tener medios de producción propios (hasta ahora). Y es una clase social con un proyecto propio que contribuye así con la construcción de un proyecto más amplio de las clases oprimidas.

Estas ideas han supuesto una especie de revolución, ahora que la izquierda de casi todo el mundo colocaba el campesinado en peligro de extinción. Una parte de la intelectualidad lo ve como algo del pasado, y obligado a entrar dentro del sistema agrario capitalista. Otra parte, la marxista, cree que se tiene que convertir en proletariado para transformarse en sujeto revolucionario. Parece que las quinielas han fallado: el campesinado ha mostrado su fuerza para mantenerse, y su voluntad de desarrollarse como clase y, enfrentando los ataques, construir su propio proyecto.

Ahora vamos a intentar ver punto por punto, cómo deshacen el sistema agrario impuesto, cómo con cosas que nos pueden parecer pequeñitas, construyen otro mundo en el que la autonomía de los pueblos se enfrenta al agronegocio.

1. Biodiversidad
Las familias campesinas siembran y plantan para alimentarse, y los excedentes, los venden o intercambian. Los «nuevos agricultores» siembran y plantan para vender, y los excedentes los comen. Esta es una diferencia clave en el modo de vida y la manera de entender el mundo. Es la diferencia entre alimentación y mercancía. Entre campesinado y, como dicen por allí, agronegocinhos.
Producimos para comer, y por lo tanto, cuanta más variedad, mejor. Producimos los alimentos culturales, que mejor se han adaptado a nuestra tierra y a nuestras costumbres. Como recolectorxs, cuidamos los bosques que nos ofrecen frutos secos, fruta, madera, sombra… Cerramos los ciclos dentro de nuestro caserío mediante la interrelación de verduras, legumbres, cereales, animales (si no somos vegetarianos, claro), frutas y seres humanos. Los animales se pueden comer los restos de la cosecha, o se los podemos echar al compost. El estiércol de los animales nos sirve para abonar la huerta. Y con todos estos «desechos» podemos producir también gas para la casa o biodiesel para el tractor o el motocultor (alimergía[[Alimergía: una palabra que surge de unir alimento+energía. Se trata de utilizar algunas de las sobras de la cosecha para producir energía, sin quitar el espacio al cultivo de alimentos. Hablamos siempre de producción pequeña y equilibrada, porque parte de lo que nos «sobra» hay que devolvérselo a la tierra que también necesita de materia orgánica.]]). Ciclos que no contaminan, donde todo se aprovecha. No producimos basura.

2. Autonomía
Ya hemos dicho que los abonos salen de nuestro pequeño terreno gracias a los animales y al compost. Con una tierra sana y rica, nuestras plantas necesitarán mucho menos para crecer fuertes, nos podemos ahorrar la mayoría de los tratamientos. Y si necesitamos alguno, lo podemos fabricar nosotras mismas: purín de ortigas, de cola de caballo, ajos, plantas medicinales…

Para erosionar menos la tierra y nuestros bolsillos, usaremos maquinaria pequeña, tracción animal, trabajo colectivo… intentando conseguir los combustibles (gasolina y comida) de nuestra finca.

La transformación de los alimentos está a día de hoy en manos de las grandes empresas, y las normas sanitarias se ocupan de que esto siga así. Pero es posible transformar nuestros productos, como siempre se ha hecho, y poder guardar comida para cuando no hay: conservas, carne seca, mermeladas, quesos,… Las pequeñas fábricas autogestionadas, juntando varias familias, pueden ser una solución. Luchar contra las normas sanitarias, otra.
Así conseguimos crecer en nuestra autonomía y autogestión. Las comunidades se fortalecen, los pueblos rompen su dependencia de insumos externos y por lo tanto queda en sus manos el poder de decisión.

3. Agroecología
Mucho se ha discutido sobre esto, y el sistema, como siempre, después de darle un par de vueltas, se está apropiando del nombre. Aún así, creemos importante seguir utilizándolo y adueñarnos de él, darle su verdadero significado. Porque la agroecología va mucho más allá del ya muy desgastado nombre de agricultura orgánica /ecológica/biológica.

La Agroecología es un concepto no sólo agrario sino social y político. Tiene como base una agricultura sin venenos. Sí, porque dejar de envenenar el mundo: gente, animales, tierra, aire, agua… es ya un compromiso.

Pero también una agricultura que de verdad respeta e intenta cuidar el medio ambiente (no a la maquinaria pesada, fertilización orgánica de la tierra, biodiversidad, no a los OGM…) Que se preocupa de la calidad de vida de las personas del campo: precios justos para compradoras/vendedoras, condiciones laborales de las trabajadoras rurales, calidad de vida en poblados y comunidades… y entra a valorar los aspectos económicos y políticos: lucha contra el agronegocio, resistencia en la tierra, soberanía alimentaria…

El MPA en las conclusiones del último encuentro nacional dice que uno de los compromisos del movimiento es «luchar incansablemente y por todas las vías contra el capital y su proyecto para el campo, el agronegocio, denunciando e impidiendo sus acciones destructivas contra la sociedad y la naturaleza».

4. Reforma agraria
Expropiación de las tierras improductivas que no cumplen ninguna función social (monocultivos, campas y pastos abandonados, tierras que han sido expropiadas para construcción de infraestructuras…), para que vuelvan a manos de las personas, familias, movimientos, comunidades dispuestas a producir alimentos para ellas mismas y las poblaciones vecinas. Una vuelta al campo de muchas hijas y nietas de agricultores que en Europa emigraron a las ciudades; y una vuelta al campo de las familias de los otros continentes que hoy siguen «escapándose» a las periferias y ciudades.

Una agricultura a pequeña escala que produce más alimentos, de mucha más calidad y tiene lugar para muchas más personas. Los datos del Censo Agropecuario de Brasil[[[IBEG: Instituto Brasileiro de Estadística e Geografía.]] hablan por sí solos: el agronegocio, con un 76% de las tierras cultivables en el país, produce solo el 30% de la comida que llega a la mesa del pueblo, y da trabajo al 25% del sector. La agricultura campesina y familiar, con un 24% de las tierras, produce el 70% y emplea el 75% de la mano de obra en el campo. Y esto, en un país donde las inversiones y subvenciones demuestran que el gobierno ha apostado claramente por el agronegocio y las exportaciones.

5. Soberanía Alimentaria
Derecho de los pueblos a decidir sobre todo el proceso de alimentación, desde la semilla hasta el consumo; desde la cosecha hasta la diversidad; desde la forma de trabajar la tierra a la comercialización. Derecho a alimentarnos de lo que producimos y alimentar nuestro entorno. Poten¬ciación de mercados, intercambios y vida-cultura local.

Citando una vez más el último documento del MPA se comprometen a «luchar por el control del territorio y la soberanía alimentaria como condición básica en la construcción del plan campesino y el poder popular».
Es la negación a las exportaciones, a los grandes del sector. Una negación a las economías globalizadas y a las transnacionales. Una apuesta por retomar en nuestras manos el control.

Pero en sus reivindicaciones y luchas, estas familias apuestan también por la soberanía energética (producción, control y autoconsumo de energía basada en biomasa, vientos, sol, biogas…) La soberanía genética (recuperación de semillas y razas autóctonas, almacenaje y mejoramiento). La soberanía hídrica (recuperación de nacientes, pequeños sistemas de regadío…) Y la soberanía territorial, tanto material como inmaterial; un espacio de producción, un espacio para la vida.

6. Descentralización
Recursos en manos del pueblo. Luchar por la autonomía no quiere decir desorganizarnos o atomizarnos. Tenemos que crear organizaciones locales para hacer frente a este nuevo (viejo) modo de agricultura que planteamos. Necesitamos bancos (o llámenle como quieran) de semillas locales para que el trabajo sea más fácil, compartido y comunitario. Igualmente necesitamos organizar la producción y distribución para asegurarnos de que todo el mundo tiene lo justo.

Recuperación de las culturas y tradiciones: auzolan, mutirao, tequio, minga, trabajo colectivo… o llámesele como quiera. Pro¬ducciones colectivas y gestión colectiva de los bienes locales.

Recuperamos el poder de decisión sobre la alimentación y sobre los bienes naturales, sobre nuestras vidas. Potenciamos la autogestión de las comunidades frente a las subvenciones, que son salidas personales y crean más problemas de los que resuelven.

Dejamos de vender a intermediarios, y así dejamos de permitir que toda la cadena se lucre mientras productoras y consumidoras se arruinan por el margen de precios (diferencia entre el precio que cobra quien siembra y el precio final en tienda) que en algunos productos es del 750%. En Euskal Herriak, de media, en las tiendas pagamos 3,76 veces más de lo que los productores han recibido.
Venta directa mediante productoras y consumidoras organizadas en grupos, cooperativas o como lo decidan. Garantizando acceso a alimentación de calidad a toda la población.

7. Semillas, patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad.
Contra toda patente pública o privada, cualquier intento de privatización de la vida es inadmisible. Si las campesinas han mejorado y seleccionado las semillas desde el comienzo de la agricultura, esa va a ser nuestra apuesta de futuro, haciendo un esfuerzo especial en la reproducción de las semillas que están a punto de extinguirse y en el cuidado de las razas locales de animales. Así como el guardado e intercambio frente a la venta, prácticas casi prohibidas hoy en Europa.

8. Bienes naturales
Dejamos de hablar de recursos, ya que la tierra, el agua, los bosques, las semillas… no están allí a nuestra disposición y para que los agotemos como queramos. Son bienes que cuidamos. Sobre todo, dejan de ser mercancía, no tienen dueño, no se compran ni se venden ni se especula con ellos. La tierra no es nuestra, sino que nosotras somos de la tierra (mapu-che) y el mismo derecho tiene el humano a beber el agua del río (derechos humanos) que el agua a seguir corriendo (derechos cósmicos).

De mano de las comunidades indígenas, se ha incorporado el concepto de territorio, espacio de vida. No son sólo tierras, cosas físicas, las que necesitamos, sino todo un espacio psicológico de comunidad, de autoestima, de espiritualidad, de mística que ayude a mejorar la relación con la naturaleza.

9. Combustibles
La alimergía nos ayuda a conseguir la soberanía energética en nuestro caserío, pero si lo que queremos es cambiar el sistema, tenemos que reducir al máximo el consumo. Con un cambio en el sistema agrario y alimentario (consumir localmente, de temporada…) podemos reducir las necesidades energéticas drásticamente.

La agricultura industrial es energéticamente deficitaria. Se calcula que en los países industrializados utilizamos cinco veces más energía para producir un kilo de cereal, por ejemplo, unx campesinx de EEUU utiliza 33 veces más energía que unx mejicanx en la producción de maíz. El biodiesel y el etanol van a empeorar la situación: necesitamos 300 litros de agua para producir un litro de combustible y vamos a necesitar más cantidad de petróleo en el proceso de producción-transformación y transporte de lo que vamos a producir.

El sistema campesino, sin embargo, se plantea como una de las soluciones al calentamiento global: porque defiende las tierras y bosques, tiene su base en la energía humana y animal, en la soberanía y supone una reducción de consumo. Sobre todo, porque hace innecesarias las redes de infraestructuras para transporte. Se trata de reducir el espacio, volver a lo pequeño, al simple día a día; llevar las necesidades de combustibles al mínimo.

10. A pesar de ser el principal factor el de la producción, esta propuesta engloba un proyecto de vida para las familias del campo y para el mundo entero, un cambio de paradigma.
Incluye educación del campo basada en la pedagogía de la tierra, usando metodologías de educación popular para una formación social y política… Además de escuelas habla de reuniones, debates, prácticas, días de campo… como centros de formación.

Propuesta de sistema de salud que se basa en la recuperación de saberes antiguos, cultivo de plantas medicinales, higiene y alimentación sana. Refuerza la organización comunitaria mediante el rescate de costumbres (auzolan, trabajo colectivo, intercambio de conocimientos intergeneracionales…) y un tiempo libre sano (rescate de cultura, organización de fiestas, deportes,…)

Es una propuesta no sólo de soberanía alimentaria, sino política y económica de las comunidades.

ENEMIGOS Y CONTRADICCIONES

«Para luchar es importante saber cuál es el enemigo o nunca venceremos» (Sun Tsun).

Si durante muchos años los movimientos del campo se han peleado contra terratenientes y latifundistas (tecnológicamente atrasados y que dejaban sus tierras abandonadas); los últimos años indicaxn que ahora quien está enfrente es mucho mayor. Quien ahora está del otro lado son las transnacionales que destrozan la tierra y sacan beneficio de todo/todas. Por eso definen como principal enemigo el capital y sus tentáculos en forma de multinacionales así como los estados burgueses al servicio de la clase dominante.

La base de los movimientos son las familias organizadas en comunidades, ocupaciones, poblados. Y utilizan todas las formas de lucha en sus manos: algunas más reformistas como negociaciones con los gobiernos y difusión informativa (prensa, internet…) y otras más revolucionarias como movilizaciones masivas, ocupaciones de tierra y edificios o sabotajes. En algunos casos, incluso lucha armada (mapuches en Chile, guerrilla paraguaya por la reforma agraria).

Las contradicciones internas son numerosas, pasito a pasito consiguen superar algunas mientras que otras crecen y aparecen nuevas. Segura¬mente hay quien ha escuchado que el MST (Brasil) también produce soja transgénica (y es cierto, en algunos asentamientos), que la FENOCIN (Ecuador) está muy cerca del gobierno de Correa (también es verdad), que las ANAMURI (Chile), a pesar de ser una organización de mujeres tienen muchos defectos de género, y miles de cosas más. Son cuestiones que hacen daño a los propios movimientos… a veces producidas por el gran número de familias que los componen, por la falta de formación política y otras veces son estructurales o fallos de estrategia. Muchas de ellas han suscitado las críticas de movimientos de occidente, críticas legítimas sin duda, pero intentemos no quedarnos con esa mirada estrecha de colonizadores europeos que saben lo que sería bueno para el resto del mundo y hasta como se deberían organizar. Inten¬temos criticar (aportar) sí, pero desde una comprensión mucho más amplia, entendiendo los contextos y las culturas, el día a día de movimientos y organizaciones.

E intentemos ver más allá todavía, para descubrir que estas resistencias también tienen mucho que enseñarnos, de la práctica del día a día, de formación, de creación de conciencia, de enfrentamiento diario. Y también en su capacidad de crítica y autocrítica, porque ellos son los primeros en descubrir y aceptar las contradicciones, en debatirlas, en intentar solucionarlas. Sin intentar ocultarlas a ojos externos, sin negarlas, sin intentar justificarlas. Así es como consiguen dar pasos al frente y superarlas.

Y analicemos esta propuesta que surge y se construye desde lo local, que se articula internacionalmente, y que está aglutinando fuerzas para un mañana posible.

Números y direcciones sobre los transgénicos:

En Europa actualmente hay 100.000 hectáreas de maíz transgénico, nada comparado con los 22 millones de hectáreas de transgénicos en Argentina. Lo interesante es que 80.000 de esas hectáreas están en el estado español, 5.000 en Nafarroa. Esto supone el 35% del maíz de Nafarroa. Si queréis visitar las fincas, aquí van las direcciones:

MONTEAGUDO, NAVARRA
– Empresa: PROCASE SEMILLAS, S.L.
– Cultivo OMG: MAÍZ CON GEN Cry1F
– Localización: POLÍGONO 1 PARCELA: 855

MURILLO DEL CUENDE
– Empresa: LIMAGRAIN IBÉRICA, S.A.
– Cultivo: MAÍZ NK603
– Localización: POL.7-PAR.37

MURUZABAL DE ANDION
– Empresa: LIMAGRAIN IBÉRICA, S.A.
– Cultivo: MAÍZ NK603
– Localización: POL.9-PAR.44

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