LOS DATOS OFICIALES DE LA POBREZA

Un acercamiento a la pobreza

El problema más controvertido en los estudios de este tipo es el de cómo decidir qué personas son pobres y cuáles no. Se trata de establecer una línea de separación denominada «umbral de pobreza» y que suele establecerse en términos monetarios, de tal manera que las personas que no lleguen a ese nivel monetario no son consideradas como pobres.

La escala de Oxford (usada por la OCDE) marca el umbral de pobreza en el 50% de la renta media del total de hogares, ponderando la composición de sus miembros [[Las ponderaciones utilizadas son 1 para el sustentador principal, 0.7 para cada un@ de l@s restantes adult@s del hogar y 0,5 para cada un@ de l@s menores de 14 años.
]]. En Hego Euskal Herria en 1999 el umbral de pobreza sería de unas 60.000 ptas. para un hogar de una sola persona.

El riesgo de pobreza grave, más restrictivo que el de umbral de pobreza, se caracteriza por una disponibilidad de ingresos económicos potencialmente insuficientes para hacer frente a la cobertura de las necesidades más elementales.

La pobreza de acumulación se relaciona en lo fundamental con la incapacidad de un hogar para conseguir acceder a los bienes de consumo duraderos necesarios para mantener un nivel de vida mínimamente adecuado. Implica una situación no específica sino global, no coyuntural sino estructural, de precariedad en las condiciones generales de vida. Se asocia en lo fundamental a unas condiciones precarias en la vivienda y a unos recursos patrimoniales insuficientes.

Las situaciones de riesgo de ausencia de bienestar se relacionan con una disponibilidad de ingresos económicos potencialmente insuficientes para afrontar los gastos necesarios para mantener los niveles mínimos de bienestar y comodidad esperados en una determinada sociedad, más allá de la mera cobertura de las necesidades básicas.

Como hecho relevante el estudio del Gobierno Vasco, Encuesta de Pobreza y Desigualdades sociales 1996, constataba la existencia de 32.000 hogares en situación de total exclusión social o pobreza grave, lo que suponía un 4,6% del total de hogares de la CAPV. Además existen otros 11.000 hogares en situación de pobreza de acumulación, y 216.000 en situación de «ausencia de bienestar», aunque estos no son los únicos que padecen dificultades, dado que existen muchos hogares con problemas de desempleo o escasez de rentas no catalogados en «exclusión social» por el apoyo de la estructura familiar (jóvenes y mujeres, principalmente).

Zonas especialmente deprimidas

Las formas de pobreza grave y ausencia de bienestar se distribuyen muy heterogéneamente dentro de cada Territorio Histórico. En el ámbito de Bizkaia, contrastan la alta incidencia de las problemáticas en la Margen Izquierda, con un 6,7% de familias en situación de pobreza grave, 2,7% en pobreza de acumulación y 38,8% en ausencia de bienestar. Es decir, casi una de cada 10 familias está en situación de exclusión social, y una de cada dos no alcanza los niveles estándares o mínimos de bienestar.

Colectivos en especial riesgo de pobreza

Las situaciones de pobreza inciden más intensamente en determinados grupos sociales, entre los que pueden reseñarse los siguientes:

a) Personas solas y familias monoparentales. Destacando el alto nivel de pobreza grave que se observa entre las familias monoparentales. (13 % de las familias)

b) Mujeres. Las diferencias en función del sexo resultan sustanciales, en todos los casos en perjuicio de la mujer. Así el riesgo de pobreza grave es del 9,8% en las mujeres frente al 3,3% en los hombres, la pobreza de acumulación es del 2,3% en mujeres frente al 1,4% en hombres. Es decir, una mujer tiene tres veces más probabilidades que un hombre de hallarse en situación de pobreza grave y el doble de hallarse en pobreza de acumulación.

c) Personas jóvenes y personas mayores. La incidencia de la pobreza en función de la edad refleja algunas diferencias notables según se analice uno u otro tipo de pobreza, aunque con el elemento común de un elevado impacto relativo de las distintas problemáticas en estos dos grupos de edad.
Los niveles de riesgo de pobreza grave más elevados (8,4%) se dan entre las personas principales menores de 25 años, esta cifra baja para las comprendidas entre 25 y 34 años (5,9 %) que siguen estando en niveles de pobreza por encima de la media. A partir de los 35 años las tasas de pobreza caen, volviendo a subir a partir de los 55 años, siendo la pobreza grave de un 5% para los mayores de 65 años.

d) Las personas sin estudios mínimamente cualificados. Entre el 80 y el 85% de las personas en situación de pobreza grave o de ausencia de bienestar son personas con estudios primarios o inferiores (alrededor de un 70%). Aunque en los últimos años se perfila un aumento del nivel de pobres con estudios de Formación Profesional y de segundo grado.

e) Las personas no ocupadas. Mientras apenas un 0,8% de las personas principales ocupadas puede considerarse en situación de pobreza grave, el porcentaje sube al 6% en los hogares encabezados por una persona inactiva, situándose el riesgo de pobreza grave en el 32,7% en las personas principales en situación de desempleo.

La pobreza y la ausencia de bienestar son realidades que se asocian con claridad a la no ocupación y de forma específica al desempleo, disparándose en el desempleo de larga duración. Las situaciones de pobreza grave y de ausencia de bienestar alcanzan el 35,8 y el 76,2% respectivamente entre las personas que no han tenido actividad alguna a lo largo del año.
f) Determinados grupos profesionales. Es destacable el nivel de pobreza que se observa entre personas con ocupaciones vinculadas a la construcción (36,4%) y a determinadas profesiones de servicios: cocineros, camareros y servicio doméstico (35,8%).

Los niveles de riesgo de ausencia de bienestar también son muy superiores a la media en la construcción (34,1%), la hostelería (38,1%) y, sobre todo, el servicio domestico (64%).

Estructura de Ingresos de los hogares en situación de pobreza
Esta estructura es diferente cuando existe una persona principal ocupada o cuando está en paro. En el caso de ocupación se constata que mientras los colectivos en situación de bienestar perciben mensualmente como media 101.767 ptas. per cápita, los colectivos en riesgo de pobreza sólo perciben 30.235 ptas. y los situados en «ausencia de bienestar» 43.590 ptas. Los ingresos por el «resto de ayudas sociales» (las no correspondientes a la Seguridad Social ni a las ayudas privadas, fundamentalmente las de Asistencia Social) representan un ingreso mensual medio per cápita de 6.392 pesetas entre los hogares en riesgo de pobreza grave, y menos de 500 ptas. en los de ausencia de bienestar.

En el caso de hogares con la persona principal no ocupada, se da la paradoja de que reciben una ayuda social per cápita un 32% inferior a los de ocupados, a pesar de que su nivel de pobreza grave es mayor. En este colectivo aumentan los ingresos de Seguridad Social, ya que son derivados de prestaciones de desempleo, jubilación, invalidez, etc.

Estructura de gastos de los hogares en situación de pobreza
La incidencia de la pobreza aparece con claridad en el análisis de la media mensual de gastos. En los hogares de pobreza grave esta es de 35.717 ptas. per cápita, en los de ausencia de bienestar de 50.744 ptas., mientras que en los de situación de bienestar es de 77.975 ptas. Con relación a éstos últimos, el gasto de los hogares pobres no pasa del 45,9% y el de los de situación de ausencia de bienestar se sitúa en 65,2%. Es decir, por cada 100 ptas. de gasto de la media normal, los hogares pobres gastan 46 ptas. y los de ausencia de bienestar 65.

Cuando se analiza por bloques de gasto se observa que los hogares pobres gastan en servicios personales, ocio y transporte menos de un 10% de la media de hogares en situación de bienestar. En mantenimiento de hogar gastan escasamente un 26% de dicha media, y en educación por debajo del 29% de la misma. Como dato relevante un 50% tiene problemas evidentes para acceder a una comida diaria sustanciosa.

En definitiva, podemos señalar que las situaciones de pobreza grave se manifiestan sobre todo en problemas ligados a la mera supervivencia, además de provocar una clara exclusión del acceso a los recursos del ocio.

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