FINAL DE TREGUA, COMIENZA EL ESPECTACULO

El esclarecimiento paulatino de las claves internas que han llevado a las fuerzas democristianas (PNV), socialdemócratas (EA) e izquierdistas (EH) vascas a constituir un frente nacional, que sustenta al actual gobierno vascongado, deja atrás las artes adivinatorias a las que debíamos echar mano quienes pretendíamos comprender y actuar en la realidad social vasca en este último año.

Hemos comprobado cómo se han desplazado incluso los campos semánticos del enfrentamiento político; hemos pasado ahora a una rivalidad entre constitucionalistas y soberanistas, articulados en dos frentes nacionales de grandes réditos electorales para ambos bandos.

Hemos tenido ocasión de asistir a las desavenencias de los soberanistas en cuanto a los plazos y formas políticas que articulen la creación de una nueva legalidad que legitime el proyecto de Estado-nación vasco.

También visionamos la decisión de la última y hegemónica de las organizaciones armadas vascas, ETA Militar, de dejar de ejercer la violencia revolucionaria, otorgándose a cambio el papel de retaguardia espectacular garante de la irreversibilidad del proceso soberanista.

Todo ello, con la certeza de que el futuro de lo político en Euskal Herria, se baraja entre élites, que nos reservan el papel de extras en sus simulacros de movilización.

Choque entre los dos bloques constituidos

Tras la ejecución televisada de concejal, ilustración gore de la constitución de los dos frentes, asistimos a un espectáculo de violencia verbal en la arena mediática donde se miden, en una esquina, aquellas élites que condujeron la transición primero política y después económica (populares y socialistas), que ha conseguido integrar al capitalismo español en el bloque imperialista europeo, y en la otra, aquellas que se beneficiaron de la administración de un regimen fiscal regional y quienes se opusieron decididamente a su consolidación (jelkides y abertzales).

La independencia, un objetivo que en su origen pretende la autosuficiencia de una autoerigida comunidad y que en el mundo globalizado de la mercancía no tiene cabida, y que implica, por tanto, en su consecución, la destrucción de las formas de relación capitalistas, se ve ahora trocada en el tránsito del regimen fiscal regional español al regimen fiscal regional del bloque Euro.

Quienes luchábamos juntos en el proceso separatista, que nos separábamos mediante nuestras luchas comunes de la lógica del capital y construíamos una nueva comunidad igualitaria, vemos cada día reducirse nuestros campos de confluencia y nos sentimos ajenos a las desavenencias entre los frentes nacionales, que parten ya de una misma lógica.

Desajustes en los ritmos de construcción del nuevo Estado-nación

Esa lejanía con la izquierda política vasca toma cuerpo socialmente en uno de los primeros síntomas del Desencanto: el abandono de la lectura de la prensa. «Muerto Egin, llegó el Gara» (del Hacer al Ser). Construido sobre la movilización popular, el nuevo medio se revela como el diario de la próxima transición y asume el papel de vocero del frente nacional; resultado: caída notoria de las ventas e índices de lectura y una paultina desafección de la comunidad radical de las últimas generaciones luchadoras.

Además, los plazos para la constitución del nuevo Estado-nación vasco, ponen en evidencia rivalidades en el frente vasco. La izquierda política publicita su proyecto, superando la vieja idea de un plebiscito de autodeterminación, para pasar directamente a unas elecciones parlamentarias que constituyan unas nuevas cortes vascas, que legitimen y diseñen el nuevo Estado. De la idea inicial de construir Instituciones nacionales paralelas, como la Asamblea de municipios, se pasa ahora a una síntesis referendum-elecciones generales, que dejaría la construcción nacional en manos de los partidos políticos.

Para quienes concebimos un proceso constituyente como la conquista y afianzación gradual de espacios de contrapoder donde se experimentan y articulan nuevas relaciones sociales y que, desde la extensión de ese ilegalismo de masas se instala a la fuerza un estado de las cosas distinto, nos ponemos cotidianamente en el lado opuesto de aquella izquierda que sueña con la erección de una legalidad basada en instrumentos de desmovilización social como los partidos y sindicatos, y que se legitima en las urnas.

Abandono de la violencia revolucionaria

Tras el vídeo de la tregua vino el vídeo de su ruptura. En ellos se explica la lucha armada como el último de los recursos posible, de la que se hace dejación o se retoma. Se habla como vanguardia política del proceso soberanista que se otorga el papel de retaguardia armada: de este modo se reserva la función espectacular de Organización para intervenir mediáticamente en la pugna entre ambos frentes o en las desavenencias en el propio.

La consecución de una amnistía para los presos políticos vascos sigue cayendo bajo la responsabilidad de las movilizaciones populares, privadas de las claves internas del enfrentamiento. Una solidaridad cada vez más ciega, (aunque nuestro amor para con tod@s l@s pres@s sea también ciego) cuyo objetivo pasa de la excarcelación, a la repatriación. Con la salida progresiva de quienes cayeron en los tiempos álgidos de la lucha armada de los primeros ochenta, el número de represaliad@s se mantiene con la incorporación de jóvenes saboteador@s, cuyas acciones solidarias se encuentran en el filo del desamparo.

Aquellas gentes que siempre hemos compartido la violencia revolucionaria no como un último recurso, sino como una herramienta más, ni más importante ni menos que las otras del repertorio de la acción colectiva, como un instrumento más en la panoplia de la guerra social, tenemos que ser discordantes con la visión de una lucha armada como amenaza espectacular y reivindicar con nuestras acciones cotidianas la validez del uso ético de este medio revolucionario.

De extras en su simulacro

Con todo, la lucha social en Euskal Herria, sigue teniendo sus campos de fuerza. Con una precarización del contingente obrero rampante, cuyo enfrentamiento emblemático es el cierre de las ETTs, con una migración hacia el trabajo inmaterial [[Dícese de las consecuencias imprevisibles que nos deparan los incontrolados productos fabricados por las industrias alimentaria y farmacéutica.]] que ha de generar nuevas expresiones ludditas, con una lucha antipatriarcal todavía combatiendo las agresiones sexistas, con un mundo regido por la tecnología, minado de biobombas [[El que realiza el llamado infoproletariado, un trabajo ni manual ni intelectual, sino «mentalizado» y que se prolonga antes y después de la jornada laboral.]], relleno de signos y silencios, nos quedan demasiadas razones para luchar.

El proceso de constitución de un Estado-nación, la impronta del Capital y el régimen parlamentario, nos es ajeno, lejano, cuando no adverso.

El mantenimiento de nuestra lógica liberadora, de los espacios de la lucha anticapitalista, de la creación libertaria, es entonces prioritario sobre las necesidades de esta pugna espectacular. Y no sólo desde una práctica culturalista, sino desde la acción pública y colectiva, decidida a empujar en el combate social en el que seguimos inmersas las gentes y pueblos vascos.

Un irredento

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